Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
El economista Paul Krugman es mundialmente famoso por varios motivos. Por un lado, por ganar el Premio Nobel de Economía gracias a sus estudios sobre el comercio internacional. Más recientemente, por deslizar la idea de que si hubiera que prepararse para un ataque contra una invasión alienígena, la crisis norteamericana se terminaría en 18 meses. Y, también, por ser un defensor más del ya célebre “modelo” económico kirchnerista.
En realidad, no es que Krugman sea un militante de la agrupación ultraoficialista “La Cámpora” pero sí es cierto que una vez reflexionó sobre el abandono argentino de la convertibilidad y lo catalogó como una “historia de éxito notable” ya que a la “Argentina le ha ido muy bien desde su default y su devaluación”.
Esta apreciación fue suficiente para dos cosas. Por un lado, para que Krugman no se canse de recomendar a los países europeos las “políticas heterodoxas” que en Argentina supuestamente han tenido éxito y, por el otro, para que Cristina Fernández de Kirchner dedicara uno de sus discursos a regodearse con los halagos del Nobel.
Ahora veamos. Si bien Krugman se mostró muy contento con la salida argentina de la convertibilidad y la crisis del 2001, también tuvo estas expresiones para referirse al país:
“Pero el éxito de las políticas heterodoxas durante la depresión ayudó a instaurar hábitos de gobierno que con el tiempo demostraron ser cada vez más destructivos. Los controles de emergencia sobre el cambio de moneda extranjera se convirtieron en un conjunto de regulaciones pesadillescas que desestimularon a los empresarios y promovieron la corrupción. Las barreras temporales a las importaciones se convirtieron en barreras permanentes detrás de las cuales sobrevivieron industrias sorprendentemente ineficientes. Las empresas nacionalizadas se convirtieron en un hueco para los dineros públicos que empleaban cientos de miles de personas y, sin embargo, eran un fracaso en la provisión de servicios públicos esenciales. Y el gasto deficitario con frecuencia estaba descontrolado, lo que conducía a brotes de inflación cada vez más perjudiciales.”
Esta cita, debe decirse, es del año 1999 y Paul Krugman se refiere, en realidad, a la Argentina posterior a la crisis de los años treinta. Pero, hecha la aclaración ¿no parece una descripción perfecta de la situación actual y, acaso, un presagio para lo que viene?
Como se observa, a menos que el premio Nobel haya cambiado de opinión y ahora apoye los controles de cambio, la inflación elevada y las trabas a las importaciones, parece obvio que —como notaba Jorge Oviedo en su columna del diario La Nación— ni Paul Krugman sería capaz de defender el modelo económico del kirchnerismo.
A la luz de lo expuesto, entonces, quedan dos preguntas pendientes por hacer. Por el lado del gobierno, ¿qué otros apoyos irá perdiendo a medida que el modelo se profundice? ¿le queda a este algún respaldo académico serio?
Y por el lado de Krugman, si fue tan inteligente para darse cuenta de las consecuencias que le siguen al “éxito” de las políticas heterodoxas, ¿por qué hoy se obsesiona en recomendarlas?
Referencias:
1. Krugman, Paul (1999). De vuelta a la economía de la Gran Depresión. Editorial Norma.
*PUBLICADO EN ELCATO.ORG, MARTES 12 DE MARZO DE 2013