ÁMBITO.- El Gobierno ha difundido con bombos y platillos la reciente declaración de la reunión en Brisbane, Australia del G-20, mostrándolo como un logro espectacular de la delegación argentina y como el “hecho histórico” de que por primera vez una declaración del G-20 incluye una referencia, siempre según el Gobierno, a los fondos buitre y a la resolución de los conflictos de deuda soberana. Esta nota sostiene que desde una lectura de la declaración del G-20 menos superficial que la que se difundió, lo que hizo el Gobierno es una maniobra informativa que no guarda proporción con la realidad. En primer lugar, las cosas no son, estrictamente hablando, como dice el Gobierno. Más bien lo que la declaración dice no son buenas noticias para la estrategia argentina. En segundo lugar, la declaración tiene además otras cosas en el cuerpo principal del documento, respecto de los subsidios a la energía, que el Gobierno argentino no difunde porque, a decir verdad, no sabría dónde esconderse. O lo llevaría a sacar a relucir nuevamente el elogio de la locura detrás de los subsidios a la energía que tanto se ha repetido en estos años.
La declaración del G-20 en Brisbane está disponible en la web para el que quiera consultarla. Se trata de tres páginas con 21 puntos. En ninguno de estos puntos del texto central de la declaración hay mención alguna al tema de las deudas soberanas ni mucho menos a los fondos buitre. Atrás de los documentos de apoyo en el Anexo, y como parte de la declaración, aparecen recomendaciones para acciones futuras. Es ahí donde figura la mención a la que hace referencia el Gobierno. Pero leyendo en detalle el texto, lo que se ve es que lo que endosa la declaración del G-20 va en sentido contrario a la estrategia desplegada por el Gobierno argentino. La declaración no menciona para nada a los fondos buitre y dice en cambio que hay que reforzar el diseño de cláusulas de pari passu y de acción colectiva, y alienta su promoción y su uso en las emisiones de deuda futuras. Para ello les recomienda además a los ministros de Finanzas y a los bancos centrales que discutan los avances en esta materia.
¿Por qué las cosas son más bien al revés de lo que sugiere la declaración del Gobierno? Entender esto requiere algún conocimiento especializado y no es algo que la población pueda entender fácilmente; de ahí la tentación de manipular la información. Lo que está planteado hoy a nivel mundial es si los mecanismos actuales de resolución de defaults de deuda soberana (es decir deuda de países) son aptos o necesitan ser reformulados para evitar que se exploten estrategias judiciales (como la de los fondos buitre) que impidan la resolución armoniosa y no onerosa de un default soberano. Existen dos grandes frentes en disputa sobre cómo encarar esto. Por un lado están los que promueven un corrimiento hacia reglas estatutarias explícitas que a través de instituciones como, por ejemplo, una corte arbitral internacional manejen este conflicto y eviten que termine como en el caso de la Argentina. En este frente hay muchos académicos, ONG, miembros de organismos internacionales como el FMI y, por supuesto, la Argentina y los 124 países que votaron a favor de la Resolución 68/304 de la Asamblea General de la ONU el pasado 9 de septiembre. Por el otro lado están los que ven que una regulación sesgada hacia controles que favorezcan a los deudores, delegando el control en foros como la ONU o en cortes creadas para este propósito va a interferir demasiado con los mercados de capitales y ello va a resultar en mercados más pequeños y con menos financiamiento para los países que sí se esfuerzan en cumplir sus compromisos. En este frente están los (11) países que votaron contra la resolución anterior y también los países que se abstuvieron y obviamente la Asociación Internacional de los Mercados de Capitales y toda la estructura de negocios y legal sobre la que se asientan hoy los mercados. Para este frente la solución no es estatutaria, sino que tiene que estar basada en los mercados (justamente se llama “market-based approach”) a través del perfeccionamiento de los contratos con los que se emite deuda y, en particular, perfeccionando los mecanismos por los que una mayoría suficiente de tenedores que acepten un canje (en proporciones menores que los que obtuvo la Argentina en 2005 y 2010) pueda obligar al resto a aceptar y de este modo limitar la acción disruptiva de los holdouts y los fondos buitre. Mejorar las cláusulas de pari passu y de acción colectiva es el camino apropiado para este frente.
A esta altura al lector ya le puede caer mejor la ficha de lo que pasó en Brisbane ¿Hacia cuál de estos dos frentes apunta la declaración del G-20? Sin duda lo hace hacia el segundo frente y de modo para mí inequívoco. Para colmo, luego de recibir auspiciosamente la mejora en las cláusulas pari passu y de acción colectiva, la declaración vira hacia los ministerios de Hacienda y los bancos centrales (obviamente, incluyendo los de Argentina) para que se aboquen a la tarea. Este último punto no es menor y no debería pasar inadvertido porque frente al intento argentino de introducir el tema en la reunión anterior del G-20, la respuesta fue que el FMI era el organismo natural para tomar el tema y no el G-20. Introducir al FMI en el proceso de reformulación de los mecanismos de resolución de deuda soberana y en particular de la salida (aportando recursos) de situaciones como la que ahora enfrenta la Argentina fue el punto principal de una nota mía en Ámbito (“Ahora hay que interpelar al FMI”, http://www.ambito.com/diario/noticia.asp?id=752284 ) publicada el 4 de agosto pasado. El FMI es el organismo natural porque si estamos frente a un problema global entonces se necesitan organismos globales. Los ministerios de economía y los bancos centrales no lo son.
En suma, la declaración del G20 en la reunión de Brisbane Australia tiene una lectura distinta y mucho más realista que lo que trasmitió el gobierno. No es cierto que “vamos ganando”, lamentablemente. Lo hecho en Brisbane no es sustituto de una acción más firme, pero va en un sentido opuesto al que ha venido proponiendo el gobierno argentino. ¿Se imaginan a Kiciloff y Vanoli abocados a la recomendación del G20 de trabajar para mejorar los mecanismos de mercado para la resolución de deuda soberana? Pero eso es lo que votó la Argentina y para peor luego lo difundió como una victoria del Ministro. Uno se pregunta: ¿Le vendieron humo a CFK? Más allá de esto, en un camino de diplomacia que siempre es sinuoso seguir insistiendo para que el G20 acepte algo distinto y más cercano a la posición argentina es una agenda abierta. El problema es que el gobierno argentino tampoco quiere al FMI. Es decir está atrapado y sin salida. Esperemos que todo esto no sea otra reedición del vamos ganando que luego va a estar seguida por una rendición incondicional, en el mes enero.