¿El efecto ‘positivo’ de los ataques terroristas? Ridículo, incluso desde el punto de vista económico

Foto de Martin Krause

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.Doctor en Administración por la Universidad Católica de La Plata y Profesor Titular de Economía de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Sus investigaciones han sido recogidas internacionalmente y ha publicado libros y artículos científicos y de divulgación. Se ha desempeñado como Rector de ESEADE y como consultor para la University of Manchester, Konrad Adenauer Stiftung, OEA, BID y G7Group, Inc. Ha recibido premios y becas, entre las que se destacan la Eisenhower Exchange Fellowship y el Freedom Project de la John Templeton Foundation.

 

Estuvimos, en estos días, participando de un coloquio donde discutimos el llamado “debate del siglo”, entre Hayek y Keynes, sobre los ciclos económicos, y cómo se ha extendido el debate hasta nuestros días a través de una discusión entre economistas “austriacos” y keynesianos como Krugman y Stiglitz. Por supuesto que el nivel de las discusiones, muy buenas por cierto, fue teórico y académico. Pero esas distintas visiones teóricas no pueden sino generar posiciones sobre temas coyunturales que se basan en ellas.

Con el énfasis keynesiano en que el motor de la economía es el consumo y el gasto, no es de extrañar que nos encontremos con opiniones como la que presente el diario El Economista, de España:

http://www.eleconomista.es/economia/noticias/7157367/11/15/Roubini-y-Krugman-creen-que-los-atentados-de-Paris-podrian-ser-buenos-para-la-economia.html

Uno podría aprovechar el sentimiento de horror que se ha apoderado en toda persona tolerante del mundo y vilipendiar estas posiciones. Por cierto, y si tratamos de verlas desde su lado más benévolo, está claro que ninguno de los dos autores favorece esos atentados, y que simplemente estarían diciendo que, dado que han ocurrido, las consecuencias serán un aumento del gasto, que consideran, en particular Krugman, como positivo.

“Krugman explica en su blog del New York Times, que los atentados pueden supondrán (¿?) un aumento del gasto público en Francia y quizá en otros países de la Unión Europea. El Nobel de Economía no ha dudado en asegurar en varias ocasiones que un supuesto ataque de extraterrestres a la tierra “sería una solución para que el mundo emprendiese una política de estímulos”, y de este modo acabar con el estancamiento.”

Sería muy fácil ahora, denostarlos por señalar que puede haber un efecto positivo de tanto horror, pero no es lo que quiero tratar aquí, sino su fundamento económico. La idea es tan vieja como errónea. El economista francés del siglo XIX Frederic Bastiat caricaturizó esta visión en su famoso artículo sobre la ventana rota, donde argumenta en forma satírica todos los beneficios que se generan a partir de que unos niños rompan el vidrio de una ventana (trabajo para el vidriero, etc.). Esto fue varias décadas antes que Keynes aconsejara a los gobiernos enviar a la gente a cavar pozos y enterrar botellas para luego desenterrarlas.

Su respuesta ha sido contundente: eso no agrega nada, es más resta un vidrio que prestaba un buen servicio. Lo que tiene que gastar ahora el dueño de casa en cambiar el vidrio es dinero que no gastará en otra cosa, con lo que lo único que ha ocurrido es un desvío del gasto. O puede ser que para hacerlo reduzca sus ahorros, con lo que se reducirá el consumo futuro y/o la inversión presente, frenando el progreso económico.

Bastiat tiene otra referencia a este tema, vista ahora desde otro lado: no ya los beneficios que generaría un daño ocasionado, sino los que resultarían de aprovechar un beneficio inesperado. Así, por ejemplo, cuenta que estaban Robinson Crusoe y Viernes en la isla desierta, trabajando, y de pronto Viernes ve que llega un excelente tronco a la playa, que podría ser utilizado en lo que estaban haciendo. Crusoe ordena a Viernes no tocarlo, señalándole lo perjudicial que podría ser eso ya que estaría destruyendo el trabajo que ellos mismos van a tener que realizar para llegar a tener una viga de la misma calidad. Ridículo, ¿verdad?

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