Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
Es falso que para bajar la presión impositiva primero haya que reducir la evasión y luego las tasas.
A propósito del gradualismo económico que se debate en estos días, se presenta una situación curiosa. Se argumenta que hay que bajar gradualmente el gasto público para evitar una crisis social. Ahora bien, siendo que el gasto público se financia con impuestos o bien con el impuesto inflacionario, la pregunta es: ¿por qué el contribuyente, que soporta una asfixiante carga tributaria puede seguir perdiendo nivel de vida y soportarlo sin que se produzca una crisis social y el que vive sin producir a costa del contribuyente no puede esperar? ¿Acaso el que vive a costa del contribuyente tiene alguna prerrogativa ante la ley, lo cual sería inconstitucional? No se entiende por qué el contribuyente tiene que seguir siendo explotado por el ñoqui o por el que vive de subsidios como si fuera su derecho a ser mantenido indefinidamente porque si el ñoqui o el subsidiado tienen que buscar un trabajo sería una política de ajuste. Una actitud de falta de solidaridad.
Acá hay una muy mala interpretación de lo que significa bajar el gasto público. En primer lugar no es solo hacer que los ñoquis vayan a trabajar, algo que, en todo caso, sería un acto de justicia, también es decirle a quienes reciben subsidios sociales que no los van a recibir para siempre, que tienen que re empadronarse y que en caso de surgir algún trabajo acorde a sus habilidades tendrá dos opciones: a) tomar el trabajo, cobrar el sueldo y además el 50% del subsidio por 6 meses o b) si no toma el trabajo automáticamente deja de cobrar el subsidio.
Por otro lado, bastante gasto público se podría podar mediante una revisión de los contratos de obra pública que, en muchos casos, han sido verdaderos bolsones de corrupción.
Resulta realmente disparatado que a los ñoquis que están en el estado viviendo del trabajo ajeno le ajusten los salarios por inflación y a los contribuyentes que pagamos ganancias o bienes personales nos tengan con mínimos no imponibles de 14 años atrás sin indexar. No se entiende por qué en un caso se denuncia costo social y en el caso de los que producimos y somos exprimidos con impuestos no tengamos costo social.
Es falso que para bajar la presión impositiva primero haya que reducir la evasión y luego las tasas. Es exactamente al revés. Para poder reducir la evasión impositiva, primero hay que simplificar el sistema tributario y reducir las tasas de los impuestos. Al reducir las tasas de los impuestos disminuye el premio por evadir y el que está fuera del sistema considera que es más conveniente entrar al sistema que asumir el costo de ser detectado por no pagar los impuestos.
Creo que en Argentina nos fuimos del otro lado de la curva de Laffer. La teoría de Laffer era que a medida que crece la tasa del impuesto sube la recaudación. Pero llegado un determinado punto, si el estado sigue subiendo la tasa del impuesto, comienza a recaudar menos porque estimula la evasión o bien disminuye la actividad porque la presión tributaria hace que no sea rentable producir.
En Argentina, la voracidad fiscal es tan grande que el estado ha aumentado hasta tal nivel la presión impositiva que estimula la evasión y desestimula la producción y la inversión. Tanto exprimió al contribuyente que éste produce menos y, por lo tanto, la base sobre la que recauda es cada vez menor. Dicho de otra manera, si antes el estado aplicaba un 20% de impuesto sobre $ 1000 de base imponible, recaudaba $ 200. Ahora aplica una tasa del 30% pero sobre una base imponible de $ 600 con lo cual recauda $ 180. Aumentó la carga impositiva un 50% pero recauda un 10% menos porque la economía produce menos y la evasión es mayor. Las altas cargas impositivas maginan a la gente del sistema formal y hacen que la economía se achique, de manera que por más que aumenten las tasas de imposición ya sea nominalmente o bien en términos reales no ajustando por inflación los balances, los mínimos no imponibles y las deducciones no van a recaudar más. Por eso considero que es un error de estrategia postergar la reducción de la carga tributaria, en particular de ganancias.
Lo que se necesita desesperadamente es que la economía crezca. Que la gente produzca más. Uno de los mayores obstáculos para captar inversiones y producir más es, justamente, esta locura de sistema tributario que ha dejado del kircherismo. Mi visión es que habría que hacer exactamente la inversa. Bajar ya la presión impositiva para agrandar la economía y sobre una mayor riqueza recaudar más o lo mismo que antes.
Por supuesto que pueden intentar sostener estas tasas de imposición y buscar reactivar la economía con deuda externa recurriendo a la receta keynesiana, pero habrá que tener en cuenta que se estarán distorsionando las variables económicas al recurrir al endeudamiento externo, no se solucionarán los problemas heredados y una vez que se acabe el financiamiento externo volveremos al punto de partida.
Me parece que hemos caído en tal locura de gasto que el estado no aplica un sistema tributario para financiar sus gastos de funcionamiento sino que parte de la siguiente premisa: ¿cuánto puedo exprimir al contribuyente para llevar la carga tributaria al máximo y así financiar la colección de programas populistas que tengo en el presupuesto? El principio es cuánto puedo explotar al contribuyente, no qué gastos necesito para tener un estado austero y eficiente.
¿Por qué una persona puede estar dispuesta a vivir en sociedad sacrificando parte de sus ingresos y libertad? Para resguardarse de los ladrones errantes. De otros grupos de delincuentes. Si uno se une a grupos más amplios para defenderse de los depredadores tendría más posibilidades de defenderse de ellos. Sin embargo el populismo estatista y distribucionista terminó por transformarse en el gran depredador. Los que producen le delegaron transitoriamente el monopolio de la fuerza a un grupo de personas para que los defienda de los depredadores y ese grupo de personas terminó utilizando el monopolio de la fuerza para depredar a los que producen y mantener a los que no producen.
En síntesis, tengo la impresión que el camino indicado no es postergar la disminución de la carga impositiva sino, por el contrario, anticiparla para estimular la generación de más riqueza que es igual al ingreso y así tener más ingresos fiscales por ampliación de la base imponible.
De lo que se trata es de ir para el otro lado de la curva de Laffer, si es que queremos que el estado deje de ser un depredador y sirva para lo que fue creado: defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas.