Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
El Comercio (Perú) – El terremoto político que ha sido la elección de Donald Trump en EE.UU. esfumará los grandes logros de Barack Obama. El Partido Republicano, es decir Trump, ahora controlará la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso y podrá nombrar al próximo magistrado de la Corte Suprema. Además, lidera la mayoría de los gobiernos a nivel estatal. Los republicanos gozarán de un poder a nivel federal y estatal que no han tenido en 100 años.
Esto no significa que la política del país volverá a la tradición conservadora que reimplantó el presidente Reagan en los años ochenta y que se pensó que Obama había revertido. Trump es un populista con tendencias autoritarias e ideología nacionalista. No respeta las institucionesy podemos esperar que su gobierno las pondrá a prueba. Bajo cualquier presidente, el récord histórico muestra que cuando el mismo partido controla el Ejecutivo y el Legislativo, el equilibrio de poderes se debilita y el gasto público se vuelve más irresponsable. Bajo Trump, podemos esperar que se debiliten todavía más las instituciones y que el Congreso casi no sirva de contrapeso.
Lo que viene entonces es un período de mucha incertidumbre. Las políticas propuestas por Trump, por ejemplo, suelen ser grandiosas, sin mucho detalle, frecuentemente contradictorias y a veces ilegales. No se sabe con certeza hasta qué punto Trump cree en sus planteamientos o si los ve como herramientas de negociación. Es posible que él mismo no sepa qué hará. Como acertó un observador esta semana: “No hay que creerle a nadie que dice que sabe lo que hará Trump —incluso si el nombre de esa persona es Trump—”.
Veamos, sin embargo, lo que ha propuesto. Respecto al comercio internacional, quiere imponer aranceles de 45% a las importaciones de China y 35% a las de México. Quiere retirar a EE.UU. del tratado de libre comercio que tiene con México y Canadá, al que culpa por “destruir nuestro país”. Dice que el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) representa la “violación de nuestro país”. Esto implica que el TPP ha muerto. Ha amenazado con retirar a EE.UU. de la Organización Mundial de Comercio.
Aun si realmente Trump estuviese dispuesto a trastornar la economía estadounidense y global con tales medidas, ¿tendría la autoridad legal para hacerlo? El reconocido economista Gary Hufbauer explica que sí. Según él, el tratado de libre comercio con México autoriza explícitamente al presidente a abandonarlo. El Congreso también ha aprobado leyes que dan tal poder respecto a otros tratados comerciales.
Otros expertos no están tan seguros. Lo que podría terminar sucediendo, entonces, es que un presidente Trump retire a EE.UU. del tratado con México, por ejemplo, mientras que esa medida es desafiada por vías políticas y legales. Pero es un proceso que podría tomar años y causar mucho daño en el camino. Y no hay ninguna duda de que los socios comerciales de EE.UU. tomarían represalias que desatarían una guerra comercial. Concluye Hufbauer que los estadounidenses “no pueden depender de las cortes o del Congreso para protegerlos de las consecuencias de estas amenazas si es que Trump las lleva a cabo”.
Respecto a la política fiscal, Trump quiere reducir impuestos a la renta y a las empresas de manera significativa. Quiere también reducir o eliminar regulaciones, como las que afectan al sector financiero, a la industria energética y al sector de salud. Revertirá así gran parte de la reforma al sistema de salud que impuso Obama y que fue poco popular. Aunque en principio me parecen bien tales medidas, el problema es que no parece interesarle reducir el gasto. Quiere incrementar el gasto en infraestructura, proteger el insostenible Seguro Social —el programa gubernamental más grande del mundo— y mantener otros programas del Estado benefactor. Los números no cuadran, y si no es keynesianismo, es muy parecido.
Trump ha prometido reducir la inmigración, tanto legal como ilegal, y ha comprobado su xenofobia a través de comentarios repudiables acerca de mexicanos, musulmanes y demás extranjeros. Es probable que empiece a construir un muro en la frontera con México. Dadas sus tendencias políticas, también podemos esperar que no repudiará con fuerza las violaciones de derechos humanos de regímenes autoritarios alrededor del mundo.
No es buena noticia para EE.UU., América Latina o el mundo.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 11 de noviembre de 2016.