Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
No es descabellado pensar que este año se podría desatar una guerra comercial entre China y EE.UU. que golpearía a la economía mundial. O que el nacionalismo siga debilitando a la Unión Europea. O que las barreras migratorias de los países ricos continúen fortificándose.
Tal desintegración sería un revés para el progreso humano, pero quienes proponen y apoyan al proteccionismo –que son muchos– lo hacen en nombre del bienestar. Por eso, esta semana la muerte de un experto en estadísticas, Hans Rosling, es un momento oportuno para tomar en serio la lectura que hizo respecto a la trayectoria de la humanidad.
Rosling era un médico sueco que se dedicó a mejorar las vidas de los más pobres del planeta y a popularizar un mejor entendimiento del estatus de los humanos basado en los datos. Lo hizo a través de videos, charlas y su impactante sitio web Gapminder.org. No se cansó de decir: “El mundo está mucho mejor de lo que muchos de ustedes piensan”. Con eso quería decir dos cosas. Primero, que en los últimos doscientos años, la humanidad ha progresado como nunca y que en décadas más recientes los pobres en el mundo han estado cerrando la brecha con los ricos a un paso acelerado respecto a indicadores claves de bienestar.
Segundo, que a pesar del impresionante progreso humano, gente educada está sumamente mal informada al respecto e insiste que el mundo está empeorando. Rosling demostró esa tendencia a través de encuestas sobre la mortalidad infantil o la tasa de fertilidad en países en desarrollo. En ellas, los suecos escogían la respuesta incorrecta con una frecuencia por encima de lo que hubiera sido el caso si hubieran escogido de manera aleatoria. Por alguna razón, las personas tienden a ser pesimistas.
Sobre el crecimiento de la población mundial –que se disparó en el siglo XX, ha llegado a ser siete mil millones de personas y se estima llegará a once mil millones a fin de siglo–, Rosling aconsejaba no entrar en pánico. La explosión poblacional era consecuencia del progreso, pues los bebés y los adultos ya no mueren tan fácilmente y la expectativa de vida ha crecido enormemente. El avance inédito de la humanidad ha ido de la mano con el aumento de la población. Y en la medida en que el mundo escapa de la pobreza, ha caído la tasa de fertilidad, hasta el punto en que ya hemos llegado a la tasa de reemplazo generacional (en las que las parejas tienen en promedio dos hijos) y por eso se nivelará la población a fin de siglo. Según Rosling, el reto de la población ya se ha resuelto.
Que el mundo haya mejorado con más población es consistente con lo que el escritor Matt Ridley llama la inteligencia colectiva, “la idea que lo que determina el ingenio y la tasa de cambio cultural de una población es el nivel de interacción entre los individuos”. El progreso es el resultado del intercambio de ideas, bienes y servicios que hacen posible producir algún producto o trabajo que una persona no podría o sabría realizar por sí sola, como es el caso de un teléfono celular o un lápiz, por ejemplo. Es el viejo concepto de Adam Smith de la división del trabajo y la especialización que permite a las personas realizar cosas que antes no estaban previstas.
Contaba Rosling que cuando era niño y su madre compró la primera lavadora a máquina de la familia, fue un día inolvidable porque le ahorró horas y horas de trabajo cada semana. Con el tiempo que sobraba podían ir en familia a la biblioteca. Él decía que metían ropa sucia a la lavadora y sacaban libros. Por eso Rosling dijo: “Gracias industrialización, gracias siderurgia, gracias planta de electricidad y gracias industria química que nos dieron tiempo para leer libros”.
Lo que quieren los pobres del mundo, nos recordaba Rosling, es electricidad, máquinas de lavar, carros y otros bienes de los que se gozan en los países ricos. No es correcto que el mundo desarrollado les trate de negar esas posibilidades. La lectura de los datos permitió a Rosling apoyar a la economía moderna y ser optimista respecto a encontrar soluciones innovadoras a problemas nuevos como el calentamiento global. Buenas lecciones para nuestros tiempos.
Este artículo fue originalmente publicado en El Comercio (Perú) el 10 de febrero de 2017.