Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
INFOBAE – La campaña para las elecciones legislativas ya está lanzada y el peronismo debate su reconstrucción después de dejar una economía al borde del colapso en 2015.
En ese marco, la puja pasa por si se hacen elecciones internas o se lleva a un único candidato. Curiosamente, los supuestos adalides de la democracia como Cristina Fernández y Daniel Scioli preferirían no ir a una elección interna abierta y decidir a dedo un candidato que represente la unidad.
En el ida y vuelta, fue el ex gobernador, ex motonauta y reciente licenciado en comercialización quien solicitó a su contrincante dentro del peronismo, Florencio Randazzo, que deponga sus ambiciones personales y trabaje por la unidad del movimiento.
Esta unidad debería girar en torno a cinco ejes, todos ellos relativos a la economía. De acuerdo con Scioli: “Es necesario que el peronismo, dentro de un gran frente nacional y popular” se reorganice “detrás de un compromiso basado en algunos puntos concretos: mercado interno, un freno al endeudamiento, un aumento a los jubilados, la baja de precios de alimentos y de las tarifas”. Como no podía ser de otra manera, estos cinco puntos son una maraña de contradicciones.
Frenar el endeudamiento implica necesariamente reducir el déficit fiscal. Así como la inflación es en todo momento y lugar un fenómeno monetario, el endeudamiento interno y externo es en todo momento y en todo lugar un fenómeno fiscal.
Sin déficit no hay deuda. Esto quiere decir que para reducir el endeudamiento Scioli debería proponer o bien subir los impuestos o bien reducir el gasto público. Claramente, esto se da de bruces con la idea del aumento a los jubilados o la baja de las tarifas. Un aumento del gasto previsional implica mayor gasto público. Todo esto en un marco donde el gasto social, que incluye jubilaciones, pasó del 18% al 31% del PBI entre 2004 y 2015. ¿Hay que subirlo más todavía?
Por otro lado, bajar las tarifas implica volver al esquema kirchnerista de congelamiento tarifario, lo que supone gastar más en subsidios para evitar que las empresas proveedoras quiebren. Este esquema, en el pasado, multiplicó por tres el gasto destinado a subsidios económicos; pasó del 2,3% al 6,7% del PBI.
Cuando Scioli lanza sus propuestas demagógicas de mayor gasto previsional o tarifas de servicios públicos más baratas, contradice su propuesta de menor endeudamiento. A menos que esté dispuesto a regresar al esquema “vanolístico” de emisión monetaria descontrolada. Si el gasto excesivo no se financia con deuda, entonces hay que emitir billetes, lo que genera inflación. Esto, por supuesto, entra en contradicción con otro de los puntos defendidos por la unidad peronista de Scioli: la baja del precio de los alimentos.
Una última cuestión que se suma a su propuesta de defender el mercado interno es el comentario de Scioli respecto de la necesidad de que el peronismo priorice lo que “en este momento necesita la gente: que defendamos su salario y su trabajo”.
Es paradójico que un peronista de ley sostenga esto. Es que, cuando dicho partido llegó al poder, el ingreso promedio de un argentino era 71% del de un australiano. En 2015, y tras gobernar nada menos que el 53% del tiempo, pasamos a ingresar sólo 43% del ingreso de un australiano. Es decir, pasamos de país casi rico a país de mitad de tabla.
Por último, entre 1975 y 2014 el salario real cayó 40% en el país (Kornblihtt y Seiffer, 2014). En ese período, cerca del 63% del tiempo transcurrió durante gobiernos peronistas. ¿Qué salario quieren defender si son principales responsables de su destrucción?
Los dichos de Scioli están llenos de inconsistencias y promesas incumplibles. Sin embargo, hay algo aún peor: esconden la gran responsabilidad del partido en la larga pero persistente decadencia económica y social argentina.
Publicado originalmente en Infobae.