Por ERNESTO REY – Miembro del Consejo Directivo IAEF, Director de Graduados de la UCA.
CRONISTA – El lavajato nos mostró un juez que asumió su rol por encima del poder político y del empresariado cómplice. La justicia brasilera, y el compromiso personal de un juez, lograron el apoyo de la opinión pública. A pesar de todas las mejoras sociales del gobierno de turno, la sociedad brasilera entendió la relación directa entre corrupción y pobreza.
En la Argentina tenemos un fenómeno diferente. El apoyo de la opinión pública al juez, es diferente a la “presión de la opinión pública al Poder Judicial”. En nuestro país pasamos de los jueces de la servilleta de los 90, a los de una supuesta justicia legítima con patrimonios ilegítimos. Sin embargo poco parece sonrojar a algunos jueces y a no pocos políticos, no poder explicar su crecimiento patrimonial.
La presión social va por delante del poder judicial. La Rosadita; los bolsos de López; las estancias y propiedades de Lázaro en un país con un tercio de su población en la pobreza; visualizan los costos de la impunidad. La presión y la condena social en reemplazo de la investigación judicial es un mecanismo imperfecto de solución de conflictos.
¿Dónde aparece la responsabilidad de los directores o gerentes financieros? Operaciones blancas y negras son de su conocimiento. Es algo bien sencillo como la partida doble contable. Todo ingreso y egreso pasa por un gasto real o una factura trucha. La tecnología y los movimientos de fondos hacen indefendible hacer trampa sin responsabilidad personal. Y mayor es la responsabilidad cuanto mayor es la autoridad.
Esta responsabilidad del responsable de Finanzas, no es fácil de afrontar. Necesidades de supervivencia y matrices estatales de alta corrupción nos ponen en jaque a la hora de actuar. La sutil diferencia entre supervivencia y avaricia se entrecruzan. La ausencia de un poder judicial confiable a quien recurrir empeora la situación.
La relación de fuerza de cualquier empresario con la de un funcionario público es bien distinta. Ya en los años 70 el empresario Flyn nos recordaba que el tango se baila de a dos, pero uno hace de hombre. Allí aparece la necesidad de que todo ingreso y egreso público sean igual a ingreso y egreso publicado. Hablar tantos años de responsabilidad social empresaria nos hizo olvidar que lo importante es la responsabilidad. Responsabilidad a secas. De tanto adjetivar nos alejamos de lo sustantivo. Responsabilidad cívica, ecológica y sin lugar a dudas con una rentabilidad sustentable.
Estamos en un punto bisagra. Una nueva legislación pone en riesgo la libertad personal de quienes trabajan en finanzas. Finalmente se está encareciendo el costo de la corrupción. Es muy importante que desde los tres poderes se comprometan simultáneamente, con seriedad y rapidez en abaratar los costos de ser honestos. Pero hoy aún sigue siendo más caro ser honesto que ladrón. En un mundo flexible, la legislación laboral debe ser flexible y la aplicación de la ley tiene que ser rápida. En un mundo donde más inversión significa menos empleo, la educación debe ser también flexible y de calidad.
Quienes deben ser inflexibles en una democracia madura son los garantes de una sociedad justa, los jueces. Algunos de ellos, cómplices necesarios por acción u omisión, deberán ser juzgados y expulsados. Como nadie roba para los nietos, el corrupto vive finalmente por encima de sus ingresos. También allí, los expertos en finanzas podemos ayudar, como auxiliares de la justicia, a demostrar las inconsistencias patrimoniales de quienes tienen la honrosa misión.
La impunidad es el principal problema a resolver. Todos podemos y debemos colaborar desde nuestro rol en la sociedad. Los hombres de finanzas tenemos mucho para aportar. Allí se juega nuestro verdadero compromiso personal de cambio, cualquiera sea el partido o coalición de gobierno. Colaborar con actitudes concretas cotidianas. Ser y parecer se deben fusionar en una misma realidad. Debemos ayudar a terminar con la ética de los discursos y pasar a la ética de las conductas.
Sin duda vale la pena y debemos tener serias esperanzas de cambio pues depende de todos nosotros. Nuestro compromiso personal, ayudará a construir un país más justo e inclusivo para todos.