Las escenas que se vivieron en la tarde de ayer en el Congreso, en lo que se denominó el “PapelitoGate”, fueron trágicas. Más allá de que a simple vista todo parece cómico, lo cierto es que el nivel del debate político en Argentina es dramático.
Si de un lado hubo un ministro inocente que hizo una tontería, del otro se vio a una oposición histérica…patética. En manos de esta gente estamos. El panorama es sombrío y el problema de fondo es cultural. Al fin de cuenta todos ellos son un espejo de lo que somos como sociedad.
Más allá de que el “papelito” del ministro de Finanzas, Luis Caputo, haya estado fuera de lugar, en cierta manera lo humaniza.
Al menos así lo vi en lo personal. La reacción de Gabriela Cerruti, que había dicho por televisión que Caputo puso una empresa a nombre de una hija, sin ningún fundamento, fue una escena de kirchnerismo explícito: una tragedia.
El kirchnerismo hace todos los méritos habidos y por haber para que nos abracemos a un Gobierno mediocre, como si fuera una maravilla.
El programa tímido de Cambiemos desilusiona, pero lo que está en la oposición se desespera por hacernos macristas. Y lo logran, lamentablemente varias veces por semana. Mauricio Macri y staff…agradecidos. El Gobierno lo sabe y lo usa. Y claro, tienen razón. Es maná del cielo.
Ya es indiscutible que el kirchnerismo residual es el mejor capital político del presidente: por un lado espanta a la sociedad sistemáticamente, y por otro, garantiza la división en el campo peronista. La actitud de ayer de Cerruti puso en evidencia la hipocresía del progresismo. Es evidente que en ese mensaje no hay una gota de violencia de género, ni de misoginia, ni de nada que se le parezca.
Todo es una gran excusa para la cámara, para el provecho propio y para la especulación política. Lo mismo hacen con los pobres, con los Derechos Humanos, y con todas las causas que defienden. Todo es un acting, que con los fondos del Estado, en cierta manera se mantenía, pero en el llano de la oposición y con menos recursos, todo queda en evidencia.