Como sociedad argentina tenemos que entender y asumir que la superación de nuestra pobreza y decadencia actuales están inevitablemente unidas a aprobación de presupuestos oficiales racionales, descenso de gastos oficiales improductivos, un sistema impositivo menor que evite déficits y estimule producción y trabajo, y una efectiva justicia con sentencias firmes en tiempo y forma. ¿Todo esto es imposible? No lo es, pero sí es imprescindible, como decía San Martin cuando había que jugarse por causas trascendentes.
Bajando el pesado gasto no productivo, deberán bajarse los impuestos. Indirectos como a alimentos, combustibles, bienes y servicios, a su compra y venta y muchos otros; también las cargas directas como a ganancias, bienes, cheques, etc, etc. Muestran una imaginación y creatividad perniciosa de políticas y funcionarios, que sería floreciente empleada en el sentido que estamos proponiendo. No es tolerable un 30% de población pobre, de las mayores del mundo en uno de sus países más ricos; feroz contradicción que debe despertarnos. También hay que bajar el costo laboral poco productivo para que ello vaya al bolsillo de los trabajadores y se convierta en mayor salario real, antes que recursos parasitarios para dirigencia prebendaria. País de pobres con parte de sus dirigentes multimillonarios improductivos, otra feroz contradicción.
Queremos ser ciudadanos y tener gobiernos capaces de meternos en el círculo virtuoso del crecimiento y desarrollo social del que Argentina está alejada, -más bien militamos en el muy distinto círculo vicioso-, antes que protestas en las que llevamos años, décadas, de fracasos con estos costos insoportables. Un estado que brinde los servicios indelegables que necesita la población que no haga por propios medios. Costo laboral menor con mayores salarios.
Seguro que liberando esa montaña de recursos hoy secuestrados por la improductividad, irán a parar a la inversión productiva, a la creación de fuentes de trabajo dignas y útiles, a la renta y nuevas inversiones, al contagio del círculo virtuoso del que hemos sido y somos capaces, a lo principal que es disminuir la pobreza. Se hará con planes serios del mayor consenso, en el tiempo que se necesite, sin la prisa que genere crisis, pero sin la irresponsabilidad e inimputabilidad de desentenderse de los resultados. Alineando el corto con el largo plazo.
Creer en la argentina del subsidio sin inserción ni trabajo productivo; en las protestas sin propuestas; en el aumento permanente de gastos con malos resultados; en sólo el aumento de impuestos como equilibrio fiscal; en las huelgas que sólo discuten salarios sin correcciones de sistemas como en educación: eso sí es hipotecar argentina y condenarnos a seguir en la decadencia y más pobreza.
La clase dirigente y los ciudadanos argentinos debemos, de verdad, cambiar con responsabilidad y metas de superación.
Casilda, Santa Fe. Noviembre de 2018