Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
EL COMERCIO – CATO – ¿Se están agotando los recursos naturales del planeta? ¿El crecimiento de la población mundial y el incremento en el consumo son un problema global?
El influyente biólogo Paul Ehrlich recientemente declaró que “el crecimiento perpetuo es el credo de una célula de cáncer”. Esa visión pesimista basada en la idea de que las materias primas tienen un límite la comparten muchos.
Sin embargo, según un estudio publicado hoy, no hay sustento para tal catastrofismo sino todo lo contrario. Los autores –Gale Pooley de la Universidad Brigham Young y Marian Tupy del Instituto Cato– afirman que “El mundo es un sistema cerrado de la misma forma que lo es un piano. El instrumento tiene solo 88 notas, pero esas notas se pueden tocar en casi una infinita variedad de maneras. Lo mismo aplica a nuestro planeta. Los átomos de la Tierra pueden ser fijos, pero las combinaciones posibles de esos átomos son infinitas. Lo que importa, entonces, no es la limitación física de nuestro planeta, sino la libertad humana para experimentar y reimaginar el uso de los recursos que poseemos”.
Los autores se remontan a la visión optimista del difunto economista Julian Simon y basan sus conclusiones en la evidencia empírica. Relatan la apuesta famosa que Simon le hizo a Ehrlich en 1980: Ehrlich escogería cinco materias primas que él esperaba serían menos abundantes en diez años, por lo que sus precios aumentarían. Simon apostó por la baja de precios. Diez años más tarde, Ehrlich perdió la apuesta. El precio de los bienes que había elegido cayó en más de 50% en promedio.
Para Simon eso era de esperar, pues a largo plazo la humanidad es capaz de innovar, ser más eficiente, incrementar la oferta y encontrar sustitutos superiores. En la práctica, los recursos se vuelven más abundantes, cosa que se refleja en el precio. Los escépticos, sin embargo, sostienen que Simon tuvo suerte y observan, con razón, que de haber escogido otro período podría haber perdido la apuesta.
El nuevo estudio profundiza sobre el tema. Primero, examina los precios de 50 de las principales materias primas del planeta de 1980 al 2017. Sus precios reales cayeron en promedio 36%. Solamente el precio de cinco de los bienes se incrementó.
Luego, calcula que desde 1980 el ingreso real per cápita por hora en el mundo incrementó en 80%. En términos de horas de trabajo, el precio de estas 50 materias primas cayó en 65%. Puesto de otra manera, los bienes por los que había que trabajar 60 minutos para comprarlos en 1980 solo requerían 21 minutos de trabajo en el 2017.
Lo que realmente importa más allá del costo real de la materia es cuánto trabajo se requiere para comprar el bien. Ese costo ha caído para cada una de las 50 materias primas desde 1980 y, basado en esa medición, Simon hubiera ganado su apuesta en cada año durante ese período.
Esta creciente abundancia ha tenido lugar a la vez que la población mundial aumentó en 69%. Tal como decía Simon, la humanidad es el recurso natural por excelencia. Su precio (salario) sí ha aumentado. Los autores del estudio declaran que cada humano que nace parece estar incrementando los recursos para todos los demás.
Dado que los precios (en términos de tiempo de trabajo) están cayendo a un paso proporcionalmente más acelerado que el aumento en la población, los autores del estudio encuentran que el planeta está viviendo un momento de superabundancia. Calculan, además, que en el 2017 el planeta ya era 380% más abundante en recursos de lo que era en 1980.
A este paso, los recursos se volverán 50% más baratos cada 26 años. Pero el continuo aumento del bienestar humano requiere mercados y personas libres.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 4 de diciembre de 2018.