Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
De los datos informados por el Indec para el tercer trimestre, surge que el promedio del decil de mayores ingresos gana 19 veces más que el decil inferior
La semana pasada el INDEC dio a conocer el informe sobre distribución del ingreso. De los datos informados para el tercer trimestre, surge que el promedio del decil de mayores ingresos gana 19 veces más que el decil de menores ingresos.
En general, los políticos, sociólogos y economistas suelen prestar atención a los datos de distribución del ingreso, básicamente al coeficiente de Gini, que es una medida ideada por Conrado Gini, un estadístico italiano. El coeficiente muestra si el ingreso en una sociedad se distribuye en forma pareja o unos pocos ganan mucho y muchos ganan poco. El coeficiente de Gini varía entre 0 y 1. Si da cero, hay igualdad perfecta porque todos ganan lo mismo. Si el coeficiente da 1 quiere decir que una sola persona tiene todos los ingresos y el resto ningún ingreso. Por ejemplo, para que se entienda, si uno calculara el coeficiente de Gini para los bolsos con euros, daría algún valor cercano a 1, K.
Políticos, sociólogos y economistas suelen indignarse cuando los datos de distribución del ingreso tienden a empeorar, señalando lo injusto del sistema económico y la necesidad que el estado intervenga en la economía para mejorar la distribución del ingreso. Sin embargo, el dato de distribución del ingreso es engañoso y puede llevar a decir barbaridades en términos de intervención del estado. Puesto de otra manera, no todo crecimiento en la desigualdad de la distribución del ingreso es mala. Veamos un ejemplo.
Supongamos que en el momento 1 los sectores que menos ganan tienen un ingreso de 100 y los que más ganan tienen un ingreso de 1.000. La diferencia entre el que más gana y el que menos gana es de 10 veces.
Ahora bien, supongamos que en ese país se aplica una política económica consistente que reduce el gasto público, la carga impositiva, flexibiliza el mercado laboral, se incorpora al mundo bajando aranceles y demás medidas que estimulan la capacidad de innovación de la gente, atraen inversiones y reducen la pobreza a niveles cercanos a cero. Luego de aplicar esas políticas, el que menos gana tiene un ingreso de 1.500 y el que más gana de 18.000. En este ejemplo el coeficiente de Gini va a dar que empeoró la distribución del ingreso porque la diferencia entre el que más gana y el que menos ganas es de 12 veces contra las 10 veces del inicio. Sin embargo, el que menos gana ahora gana más que el que más ganaba en el momento 1. El que menos gana pasó a ganar 1.500 y el que más ganaba en el momento 1 ganaba 1.000, por lo tanto, si bien el coeficiente de Gini empeoró, los que menos ganan están mucho mejor que cuando el coeficiente de Gini daba mejor.
La conclusión es que los políticos, sociólogos y economistas podrán gritar porque empeoró el coeficiente de Gini, pero lo cierto es que los más humildes mejoraron notablemente su nivel de vida, al punto que tienen mejores ingresos que los de mayores ingresos en el momento 1. Como dice Mancur Olson en su libro Poder y Prosperidad: hoy en día los economistas disponemos de tal herramental matemático, estadístico y econométrico, que podemos torturar los números hasta que confiesen lo que queremos. O, como decía un economista amigo: hay tres tipos de mentiras, la mentira lisa llana, la mentira piadosa y las estadísticas. En definitiva, muchas veces se utilizan las estadísticas para tergiversar la realidad y aplicar políticas populistas mostrando datos que no dicen nada. El ejemplo más categórico al respecto es ver el período k, cuando sus funcionarios se llenaban la boca hablando de la distribución del ingreso, pero al final del día dejaron un tercio de la población bajo la línea de pobreza y ellos terminaron con grandes fortunas. Por ejemplo con departamentos por más de U$S 70 millones en Miami.
El punto que me parece importante resaltar es que no interesa tanto cómo es la distribución del ingreso, sino cómo terminar con la pobreza y lograr que la gente gane cada vez mejor. Cuando se pone el acento en la distribución del ingreso, el paso siguiente es decir que uno es pobre porque el otro es rico. El populismo es especialista en alimentar el resentimiento y el odio. Ud. es pobre porque aquél es rico, así que vengo yo a hacer justicia y le voy a aplicar impuestos progresivos a los que más ganan, en nombre de la solidaridad social y la igualdad en los ingresos de la gente. El resultado es que se desestimula la inversión, baja la productividad, cada vez se crean menos puestos de trabajo y la pobreza comienza a crecer. ¿Por qué tenemos esta larga decadencia con una pobreza impensada para Argentina? Porque a los largo de décadas, se vino enarbolando la redistribución del ingreso en nombre de la solidaridad social y ello implicó más gasto público, impuestos, regulaciones y, obvio, el caldo de cultivo para la corrupción.
El problema de fondo de los amantes de la redistribución del ingreso es que ven la riqueza como algo estático. Un determinado stock que hay que redistribuir equitativamente. No ven que la riqueza se genera y se puede crear más riqueza en la medida que estén dadas las condiciones institucionales que, justamente, son exactamente las opuestas a las que proponen quienes hablan de la redistribución del ingreso. Los políticos ven la riqueza de un país como una pizza que hay que repartir en porciones iguales, no piensan en crear las condiciones para que en vez de una pizza haya cada vez más pizzas.
En definitiva, la mayor preocupación de los políticos no debería concentrarse en la distribución del ingreso, sino en cómo lograr terminar con la pobreza generando inversiones y más puestos de trabajo. De tanto ocuparse por la distribución del ingreso, crearon legiones de piqueteros, planeros de todo tipo y subsidios infinanciables desarrollando la cultura de la dádiva destruyendo la cultura del trabajo. En definitiva, en nombre de mejorar la distribución del ingreso, denigraron a la gente y crearon legiones de pobres y planeros.
Conclusión: a los políticos, olvídense del coeficiente de Gini y concéntrese en crear las condiciones para atraer más inversiones y crear más puestos de trabajo. Lo que importa es cuántas inversiones y puestos de trabajo de alta calidad se consiguen. Los datos de la distribución del ingreso déjenlos para los resentidos.
ESTA NOTA FUE PUBLICADA ORIGINALMENTE EN http://www.infobae.com