Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
EL PAÍS – Es notable como hay quienes persisten en la magia más rudimentaria al creer a pie juntillas que los aparatos estatales hacen aparecer recursos de la galera. No se percatan que los gobernantes nunca financian nada para la gente de su propio peculio. Todo lo que entrega a un sector es porque lo ha arrancado del fruto del trabajo de otras personas. No hay magia.
Pero de tanto machacar que el truco y el embuste se traducen en nuevos recursos se convierte al gobierno en un mecanismo infame por el que todos pretenden vivir a costa de los demás. Es como si se tratara de un inmenso círculo en el que cada uno tiene metidas las manos en los bolsillos del vecino con lo que la vida se torna insoportable y las tensiones son permanentes, desgastantes y empobrecedoras. Empobrecen porque la única manera de producir es trabajar y no estar pendiente de cuanto se puede arrancar del prójimo.
Hace poco comentaba que en Buenos Aires escuché por la radio que un fulano se quejaba amargamente porque las naranjas cuestan once veces más en la góndola que en la tranquera del productor. El quejoso proponía que el aparato estatal intervenga en esto que estimaba era un entuerto de proporciones mayúsculas.
Pues bien, préstese atención a lo siguiente: si lo dicho es correcto y se considera que el margen operativo es grande ¿por qué el que denuncia no se mete en el negocio a los efectos de sacar partida del arbitraje y así baja el precio del citrus en cuestión? Y si se dice que el sujeto de marras no cuenta con los recursos suficientes, hay que responder que eso no resulta necesario puesto que se vende la idea a otros para que contribuyan a sufragar la operación.
Si nadie acepta entrar en ese negocio es debido a una de dos razones: o la propuesta es un cuento chino y no hay el atractivo que se menciona o, siendo cierto lo que se dice, hay otros negocios que reclaman una mayor atención y como lo recursos son limitados no pueden encararse todos los proyectos simultáneamente. También hay que tener en cuenta los manotazos impositivos que en cada etapa encarecen el producto.
Este ejemplo de las naranjas puede extenderse a infinidad de negocios en los que los gobernantes abandonan su misión específica que en esta instancia del proceso de evolución cultural es la seguridad y la justicia. Y esto ocurre debido precisamente a que el monopolio de la fuerza atiende otros muchos reglones que no le competen.
Un rubro que habría que mirar detenidamente en el llamado mundo libre es el de las jubilaciones. Resulta que los aparatos estatales se han apoderado de ingresos ajenos para montar una fenomenal estafa a través del sistema de pensiones conocidas como de reparto, lo cual conduce a déficit crónicos con jubilaciones magras que no alcanzan para vivir.
El caso argentino es ilustrativo. Las inmigraciones eran masivas en la época en que se adoptaron principios liberales del respeto al prójimo -desde la Constitución de 1853 hasta el golpe fascista del 30 y mucho más descabellado después del golpe de Perón de 1943- debido a que los salarios e ingresos de los peones rurales y el de los obreros de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España.
Debido a esto decimos, nuestros ancestros ahorraban e invertían en terrenitos, departamentos y compañías de seguros, activos de los que fueron despojados por el peronismo con absurdas leyes de alquileres, desalojos y demás barrabasadas para obligarlos a aportar a cajas jubilatorias estatales. No se necesita ser un experto en matemática financiera para percibir el atraco monumental cuando se constatan los mendrugos que reciben a cambio de aportes en el transcurso de una vida de trabajo. Lamentablemente hubo otros países que imitaron la experiencia estatista argentina que ahora es tiempo de revisar dado que los populismos modernos han continuado con pasos en falso bajo muy diversas etiquetas.
Como hemos consignado antes, el engaño de las mal llamadas empresas estatales es otro mito que obliga a asignar recursos ajenos por la fuerza en lugar de asumir riesgos con recursos propios. Los mercados abiertos y competitivos permiten sacar lo mejor dadas las circunstancias imperantes.
En este contexto, es de gran importancia estar prevenidos de supuestos empresarios que operan en alianza con los gobiernos para contar con mercados cautivos y así explotar miserablemente a sus congéneres. Son asaltos que se consuman con el apoyo político. La distribución de rentas y patrimonios se lleva a cabo en el supermercado y afines, la denominada redistribución necesariamente opera en otra dirección con lo que se disminuyen salarios ya que las tasas de capitalización son su única causa.
Las diferencias de ingresos la marca la gente con sus votos cotidianos con sus compras y abstenciones de comprar, la envidia y la guillotina horizontal empobrece a todos. Los resultados dependerán de la capacidad de cada cual para servir a sus semejantes en procesos abiertos exentos de privilegios. La igualdad es ante la ley, no mediante ella.