CLARÍN – La mayoría de los argentinos y nuestros políticos somos propensos a buscar soluciones mágicas para evitar resolver los problemas profundos que afectan a la Argentina desde hace décadas. Ahora, nos ilusionamos con el “Milagro Portugués” donde parece que, sin esfuerzo ni costo alguno, se logró superar una gran crisis. Un nuevo mito que algunos desde la política intentan imponer; pero de cuya realidad de aciertos y errores podemos aprender.
Durante la gestión del Primer Ministro socialista José Sócrates, el Estado creció fenomenalmente hasta alcanzar el 52% del PBI (producción local). Como era imposible de costear con los impuestos se gestó un déficit fiscal de 11% del PBI; lo que llevó al país a una crisis. Hasta acá su historia debería sonarnos parecida. En 2011, asume un Primer Ministro de centroderecha, Pedro Passos Coelho,con la responsabilidad de solucionar los problemas de fondo en el marco de un acuerdo crediticio con la Troika, formada por el FMI, el Banco Central Europeo y la Unión Europea.
Durante su gestión el gasto público bajó al 45% del PBI y el déficit fiscal a un 4,4% del PBI. Esto implicó reducir la planta de empleados del Estado en cerca de un 20% y los sueldos en hasta 23%. Además, bajaron los salarios del sector privado en hasta 15%, aumentaron las horas de trabajo y se extendió la edad para jubilarse, entre otras medidas que implicaron un gran sacrificio. El resultado fue que luego de tres años de recesión, la economía empezó a crecer en 2014.
Un grave error fue no reformar su rígida y anticuada legislación laboral al inicio de las reformas; lo que llevó el desempleo al 17% en 2013. En ese año, se encara este problema y a partir de allí la desocupación bajó, alcanzando el 12% en 2016.
En este año asume otro Primer Ministro socialista, Antonio Costa, del que aquí dicen resolvió los problemas de fondo “con crecimiento”; lo cual es falso, ya que los recibió casi todos resueltos y, por ello, el país ya llevaba dos años de crecimiento económico. Sin embargo, tuvo la virtud de continuar por la misma senda de austeridad fiscal y de no revertir las reformas estructurales realizadas. El déficit actualmente es del 0,5% del PBI y desde entonces el nivel de actividad sigue creciendo; por lo que hoy, el desempleo se ubica por debajo del 7%.
Así que no hubo milagro alguno. Sólo poner manos a la obra y resolver los problemas de fondo del país; que es la primera lección que deberíamos sacar los argentinos. Es imposible evitar una crisis si se intenta mantener un Estado inútil que es imposible de pagar, aun exprimiendo como naranjas a trabajadores y empresarios. Reformarlo para que le sirva a la gente y lo pueda pagar con niveles de impuestos razonables no necesariamente implica dejar sin ingresos a alguien. Es cierto, habrá quienes se quedarán sin un puesto en el Estado porque hoy no prestan un servicio útil a la gente o, peor, se creó una regulación que le complica la vida para justificar emplearlo. Sin embargo, en Argentina, la ley de Empleo Público prevé que quien se queda sin un cargo puede ser puesto en disponibilidad y cobrar un ingreso sin tener que ir a trabajar por un año, el que podría ampliarse a dos. Durante ese tiempo deberían implementarse programas de capacitación y subsidiar a los empresarios que los tomen.
Esto permitirá, en el tiempo, bajar la enorme presión tributaria sobre nuestro sector productivo. Un empleado en blanco que no alcanza a pagar impuesto a las Ganancias, trabaja alrededor de la mitad del mes para el Estado y ¿nos extraña que no le alcance para mantener a su familia? Entre 190 países, la Argentina está en el puesto número 21 de los que más exprimen con impuestos a sus empresas. ¿Y esperamos que lluevan inversiones?
La segunda enseñanza es que, junto a la reforma del Estado, hay que hacer una laboral que permita generar muchos empleos productivos. La actual es arcaica y tan rígida que es incapaz de hacerlo aún en los períodos de crecimiento. En cualquiera de los últimos 20 años, más del 40%, y muchas veces más del 50%, de los argentinos estaba desempleado o en la informalidad o tenía un seguro de desocupación disfrazado de cargo público o de plan asistencial.
Por último, hay que aprovechar para eliminar la maraña de regulaciones que fueron inventadas para justificar empleo público inútil y que asfixian a los emprendedores y a las PyMes impidiéndoles progresar.
Si quien esté en la Casa Rosada el 11 de diciembre no da señales claras de encarar las necesarias reformas estructurales, tendremos una nueva crisis que, como todas las anteriores, licuará los resultados desastrosos de no resolver los problemas pendientes. Si las encara, no solamente evitaremos la debacle, sino que tendremos un premio adicional mayor. Todos los países que hicieron estas reformas, por lo menos triplicaron el poder adquisitivo de sus salarios en los siguientes 20 años. Vale la pena el esfuerzo.
Votemos y exijamos que así sea.