¿Por qué escapa el paralelo?

Foto Manuel Solanet
Director de Políticas Públicas en 

CRONISTA.- Nunca un mismo bien podría tener dos precios distintos en un mismo mercado, a condición que sea suficientemente fluido y sin intervención del poder. Es justamente esto último lo que genera el fenómeno del desdoblamiento de precios. Se requiere además que haya alguien que esté dispuesto a vender el bien a un precio menor del que obtienen otros. Es raro que ese no sea el propio estado o alguien a quien el gobierno obligue a hacerlo. Si nos referimos al dólar o a las divisas en general, estas consideraciones son enteramente aplicables. Actualmente la Argentina expone un mercado oficial administrado, denominado único y libre, que no es ninguna de las dos cosas, y otro mercado paralelo o “blue”. Las operaciones en el mercado oficial le permiten al Banco Central ganar reservas si puede comprar divisas, o bien perderlas si se ve obligado a venderlas para evitar un aumento no querido de la cotización. Normalmente, hasta que comenzó el control de cambios, operaban en este mercado no sólo los exportadores e importadores sino también toda persona o empresa que lo quisiera por cualquier motivo. Esto incluía el atesoramiento o la mera especulación en montos que se contabilizaban por residuo como formación de activos externos o más conocidos como fuga de capitales. Si bien en los últimos 10 años la Argentina tuvo un saldo positivo en su comercio exterior y hasta 2010 también en la cuenta corriente del Balance de Pagos, la fuga de capitales fue importante y creciente. Durante el conflicto con el campo superó los 20.000 millones de dólares anuales y luego osciló en ese orden de magnitud. El gradual retraso cambiario alentó este fenómeno.

Cuando el gobierno decidió pagar con reservas los vencimientos de la deuda pública externa, advirtió que no disponía de holguras. Ya no cubrían la base monetaria y además decrecían. Comenzó poniendo trabas a las importaciones, creando serios inconvenientes a la economía real. Viendo que esto no resultaba suficiente frente a la persistente fuga de capitales, introdujo controles y prohibiciones en el mercado de cambios. Se eligió el procedimiento de que todo demandante de dólares debía comprobar ante la AFIP su capacidad para hacer la compra que solicitaba. Allí apareció el mercado paralelo ya que las autorizaciones se daban con discrecionalidad y a cuentagotas. Al mismo tiempo se lanzó la policía y la gendarmería a la calle sobre los operadores para enrarecer el mercado, logrando enfriarlo por algún tiempo. La brecha entre paralelo y oficial se mantuvo por algunos meses debajo del 20%. Los controles se agudizaron. Ya no hay dólares oficiales para el público a sola excepción de los viajes al exterior y pagando con cheque. Los créditos hipotecarios no se pueden dolarizar, lo que terminó de paralizar el mercado inmobiliario. Son cada vez más los que no tienen otra forma que acudir al mercado paralelo. Por último un golpe sin contemplaciones a los que reciben jubilaciones del exterior: se las pesifican al cambio oficial.

Desde octubre de 2011 el gobierno ha acumulado errores y señales negativas. La medición del riesgo país ubica a la Argentina arriba de los 1.000 puntos básicos en una deplorable posición internacional que la deja fuera de acceso a los mercados de deuda. La situación fiscal es negativa y el déficit financiero supera los cuatro puntos del PBI. El financiamiento monetario es creciente convirtiéndose en un fuelle para la inflación. La situación de varias provincias es dramática a pesar de la paralización de la obra pública. Sólo se observa improvisación y hay una creciente conflictividad política dentro del propio oficialismo y en el sector gremial.

Los argentinos hemos vivido varias veces situaciones como ésta y sabemos que si no se hace un giro copernicano en la gestión, el final será como ya lo conocemos. Este giro parece difícil a la vista del entorno ideologizado que abarca a la Presidente y que impregna un relato oficial de tono epopéyico. Todo esto lo percibe el ciudadano común que no desea que se le licúen sus ahorros y busca una moneda que sea reserva de valor, o sea el dólar. Se entiende por lo tanto porqué se sostiene la presión sobre el dólar paralelo en un mercado que independientemente de su tamaño, está fuertemente demandado. Todo lo que haga el gobierno con la policía, perros y gendarmes, aumentará el spread del paralelo entre compra y venta, pero no disminuirá su brecha con el oficial. Toda nueva señal negativa genera el riesgo de huida del peso con dos obvios destinos: bienes y más inflación, o dólares y mayor brecha.

*Publicado en El Cronista, Buenos Aires
Buscar