Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
Por Alberto Benegas Lynch (h)
De tiempo en tiempo aparecen en los medios de comunicación personas de una notable solidez respecto de los principios en los que descansa la sociedad abierta y de una extraordinaria capacidad didáctica. Este es el caso de Glenn Beck con su programa diario de televisión en Fox News y con su programa radial también emitido diariamente de lunes a viernes. No es un periodista profesional sino una persona que a cierta altura de su vida comenzó a estudiar historia y economía y se preocupó y ocupó del futuro de su país, Estados Unidos y, como consecuencia, del mundo libre.
Su programa básicamente consiste en un editorial sin entrevistados, aunque algunas veces invita a diversas personalidades como Thomas Sowell, Arthur Laffer, Stephen Dubner, y representantes de la notable y prolífica Cato Institute como Chris Edwards y Justin Logan. La gran preocupación que demuestra en todas la ediciones de sus programas televisivos consiste en señalar como algunos de los gobiernos estadounidenses se han apartado radicalmente de los valores establecidos por los Padres Fundadores en el siglo xviii. Primero con Woodrow Wilson a través del establecimiento del impuesto progresivo y la Reserva Federal para lo cual se requirieron sendas enmiendas constitucionales.
El binomio Harding-Coolidge trabajó para reducir el gasto, la deuda y los impuestos, lo cual fue grandemente revertido por Hoover y luego acelerado con el estatismo de F. D. Roosevelt en materia de gasto público, deuda, política monetaria, fiscal, laboral y en el entrometimiento estatal en el mundo de los negocios (todo lo cual, junto con los Acuerdos de Génova y Bruselas de los años veinte, provocaron y prolongaron la gran crisis que fue revertida a regañadientes por Truman al eliminar los controles de precios, reducir el gasto gubernamental de la posguerra y prescindir de funcionarios radicalizados enquistados en el poder).
Glenn Beck alude a los desaguisados de G. W. Bush especialmente en cuanto a la fenomenal transferencia coactiva de recursos desde los sectores productivos para engrosar los bolsillos de empresarios ineptos e irresponsables, lo cual justificó al decir que “me aparto de los principios del mercado libre para salvar al mercado libre” y también el aumento sideral del endeudamiento gubernamental (Bush pidió cinco veces autorización al Congreso para elevar el tope de la deuda), su astronómico déficit fiscal (a pesar de que su predecesor dejó un abultado superávit) y su increíble elevación del gasto del gobierno central (fue la administración que mostró la tasa de crecimiento más alta de los últimos ochenta años en la relación gasto-producto).
Ahora Beck centra su atención en la gestión de Obama quien ha consolidado la toma gubernamental de industrias automotrices, bancos, compañías de seguros y ha socializado más aún la medicina, en el contexto de nuevas subas en el gasto, el déficit y en la deuda (hoy significa el 85% del total producido en ese país, de cada dólar gastado 43 centavos corresponden al endeudamiento). Las regulaciones asfixiantes ocupan 75.000 páginas anuales y los reguladores federales suman 39.000 personas tiempo completo. A esto agrega Beck la presencia en el gobierno como el máximo responsable de la Comisión Federal de Comunicaciones, Mark Lloyd, que públicamente adhiere a la política de Hugo Chávez en materia de medios de comunicación, al responsable de la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios de la Casa Blanca en Washington, Cass R. Sunstein, el cual acaba de publicar un libro cuyo título ilustra el pensamiento del autor: The Second Bill of Rights: FDR`s Unfinished Revoution and Why We Need it More than Ever, su nuevo asesor espiritual Jim Wallis tan radical de izquierda como su antecesor Jeremiah Wright (el que gritaba desde el púlpito en sus predicaciones “God damn America”), su asesor en temas laborales como el sindicalista socialista Andy Stern y sus recientes colaboradores Anita Dunn (admiradora de Mao) y Van Jones (miembro del partido comunista).
Para mostrar cuan lejos se encuentra Estados Unidos de los Padres Fundadores, Beck, en presencia de tres profesores de derecho constitucional, comentó un pensamiento de Thomas Jefferson que escribió en el pizarrón: “Los dos enemigos de la gente son el gobierno y los criminales, de manera que atemos el primero con las cadenas de la Constitución para que ese primero no se transforme en la versión legalizada del segundo”. Como ha citado el Juez Andrew Napolitano en el programa al que nos referimos, Obama aseveró en la Radio Pública de Chicago que “la Constitución [de Estados Unidos] consiste en un listado de libertades negativas, es importante que el gobierno desempeñe un rol activo al efecto de lograr la redistribución del ingreso”.
El conductor del programa que comentamos muestra gran integridad moral, perseverancia y coraje con sus denuncias a contramano de la enorme mayoría de los medios escritos y orales en Estados Unidos. Su soledad en los programas que emite contrastan con la multitud de sus seguidores (entre tres y cuatro millones de personas lo ven diariamente solo en Estado Unidos). Sin duda que el programa no contaría ni remotamente con esa audiencia ni su conductor se hubiera enterado de las ideas de la libertad si no es por todos los autores e instituciones que vienen publicando libros y enseñando esos principios desde hace muchos años. En este sentido, aprovecho la oportunidad para rendirle un justiciero homenaje a la entidad pionera en estas labores: la Foundation for Economic Education de New York (FEE), fundada por el gran Leonard E. Read en 1946 y hoy presidida con notable eficacia y enjundia por Lawrence Reed.
Debido a la constante prédica de Beck y, en la arena política, a la de personalidades como la del doctor Ron Paul, se han formado muy diversos grupos de estudio y se ha consolidado el Tea Party integrado por numerosos ciudadanos hartos con la sobredimensión del aparato gubernamental, con los impuestos excesivos y con la arrogancia de los políticos en Washington que tal como manifiestan integrantes del Tea Party parecería que la gente trabaja para ellos en lugar de percatarse que son ellos los empleados de la gente. Este movimiento multitudinario que pone de relieve una de las manifestaciones de las reservas morales norteamericanas, es objeto de las patrañas de la más baja estofa por parte de quienes se sienten desplazados en sus planes por cambiar la filosofía de un país que en su momento ha producido la revolución más exitosa en la historia de la humanidad a favor de la libertad.
El eje central de la exposición diaria de Glenn Beck gira en torno a la importancia que impere la libertad y su contracara la responsabilidad individual. La importancia de la honestidad intelectual, del restablecimiento de la confianza y el respeto recíproco, del esfuerzo y del mérito a diferencia del clima que impera de las demandas por la utilización del fruto del trabajo ajeno y de pensar que es posible obtener algo a cambio de nada. Como bien ha ejemplificado Milton Friedman “there is no such thing as a free lunch” y como bien ha escrito Israel Kirzner “The central idea for a understanding of individual liberty, lies in the individual freedom to identify for himself what the opportunities are which he may endeavour to grasp”.
Beck insiste en que vivimos la era de los pseudoderechos, es decir, aquellos que se otorgan a expensas de los derechos de terceros y realiza muy oportunas comparaciones con los regímenes totalitarios a través de la historia y como se han sacrificado millones de vidas que han quedado en al camino para satisfacer la ilimitada sed de poder de los megalómanos del experimento.
No es que coincidamos en todo lo que dice Glenn Beck, con nadie coincidimos en la totalidad de lo dicho y hecho, incluso es frecuente que lo que nosotros mismos escribimos, transcurrido un tiempo, al releerlo, pensamos que lo hubiéramos podido escribir de una mejor manera. De lo que se trata es de apoyar el trabajo de alguien que significa una muy fértil bocanada de oxígeno en medio de sucesos que pretenden acabar con la condición humana a través de los permanentes zarpazos del Leviatán. Tanta es la aversión al esfuerzo cotidiano de Beck que en estos instantes se ha desatado una campaña en la que se solicita que se escriban cartas de protesta a los patrocinadores del programa televisivo de marras para que abandonen su financiación.
Ahora Beck sugiere que para salir del marasmo en que se encuentra Estados Unidos (disimulado momentáneamente por la sensación de bienestar que genera la inflación en marcha, principalmente vía la monetización de la deuda) que se elimine el Departamento de Educación del gobierno central (engendro que creó Carter y que Reagan intentó eliminar sin éxito), la eliminación de la llamada “ayuda externa” que sirve para incentivar políticas absurdas y corruptas, la eliminación de la hemorragia de los antedichos “salvatajes” y, siguiendo el consejo original de George Washington, el retiro de las tropas de todas partes del mundo y abandonar la estúpida pretensión de “construir naciones”… mientras la estadounidense abandona principios básicos (esta columna, aludiendo a los políticos descarriados del Distrito de Columbia y al mencionado primer Presidente, también se podría haber titulado “Washington no entiende a Washington”).
Desde estas líneas celebramos la conducción de Glenn Beck y hacemos votos para que sea imitado por otros medios de comunicación. Esto es en beneficio propio de todos los que amamos la libertad y tenemos un sentido de dignidad por el que nos rebelamos frente a la prepotencia y la soberbia de los aparatos estatales que pretenden inmiscuirse en todos los recovecos de nuestras vidas.