Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Supongamos que hay un profesional sin empleo que se llama Juan. Pedro tiene un taller metalúrgico y necesita un empleado como Juan. Si lo incorpora en relación de dependencia de acuerdo a la ley, teme afrontar altos costos de despido si no le resulta como empleado. Además, si Juan quiere ganar en el bolsillo 15.000 pesos Pedro deberá pagarle 18.000 y además pagar 5000 más en concepto de aportes patronales. Cabe acotar que el gremio ha conseguido que se impidan los contratos flexibles llamándolos “contratos basura”. Conclusión: Pedro desiste de contratar a Juan y rechaza pedidos de sus clientes. Pierden Juan, que no consigue trabajo; Pedro, que no puede crecer, y la economía del país. La sobreprotección laboral desalienta el empleo en blanco y la inversión, y alienta la informalidad.
Además, Pedro como empleador está sujeto a las negociaciones que hace la Unión Obrera Metalúrgica, que acordó con la cámara del sector metalúrgico aumentos salariales que dejan fuera de juego a los negocios chicos como el de Pedro, no así a las empresas grandes. Pedro no puede negociar directamente con sus trabajadores sus mejoras, sino que deben acatar lo que dice la paritaria general, impidiéndoles encontrar conveniencias mutuas propias del taller. Pedro no puede cumplir con lo dispuesto en la paritaria y queda al borde de la quiebra.
Este cuentito que relatas las historias de Juan, el empleado que no consigue trabajo, y Pedro, el empresario pyme al que le cuesta contratar, representan en forma sencilla la realidad compleja de miles de emprendedores y desempleados argentinos. En la negociación colectiva y sectorial se consideran elementos macroeconómicos y políticos, y se juega el poder de los dirigentes gremiales. Esto termina en costos más altos. Además, los dirigentes gremiales se oponen a la modernización de las leyes del trabajo y particularmente a la flexibilización y a la descentralización de las negociaciones laborales. Las resisten para conservar su poder. Los políticos populistas los apoyan.
En estos últimos años la legislación laboral argentina se ha convertido en un verdadero peso para la economía, afectando el crecimiento, deteriorando la competitividad y destruyendo empleo. Si hubiera negociaciones laborales por empresa y al taller de Pedro le fuera bien, podrían acordarse mejoras salariales aunque a otras empresas del sector les fuera mal. Todos en el taller colaborarían en imaginar mejoras en la productividad.
La descentralización de las negociaciones laborales no implica la inexistencia de agremiación, pero ésta debe ser libre y de ninguna manera restringida a un solo gremio por actividad. Lo que interesa es el progreso y el bienestar, tanto de Juan, que quiere trabajar, como de Pedro, que quiere crecer y dar trabajo. Y detrás de ellos ganará también el País.