Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Quienes defienden el gradualismo reaccionan diciendo: “¿Ven? Teníamos razón. Apenas intentamos una reforma, nos incendian el país”. “El peronismo en oposición siempre termina siendo golpista”.
Lo primero que corresponde hacer es darles la razón en ese punto y apoyar incondicionalmente las instituciones. La democracia está en las urnas, no en la calle. Una manifestación pacífica es aceptable, así como azuzar a un grupo de gente para interrumpir una sesión del Congreso es un delito contra el artículo 22 de la Constitución.
Lo primero que corresponde hacer es darles la razón en ese punto y apoyar incondicionalmente las instituciones.
En segundo lugar, hay que analizar los hechos de ayer para repensar cómo pueden hacerse las reformas que son ya urgentes para evitar una potencial crisis económica, y reducir el déficit fiscal antes de que se termine el crédito.
Un economista que no comprende las restricciones políticas será un economista ineficaz. Pero del mismo modo, un político indiferente a las restricciones económicas significará un político fracasado. Como decía el General De Gaulle: “la economía y la política están tan unidas como la acción y la vida”.
En la visión de los gradualistas, gracias a las primeras reformas de Cambiemos, Argentina recuperó el acceso al mercado internacional quedando en condiciones de tomar deuda evitando hacer reformas profundas, y de este modo ganar elecciones. Poco a poco se iría mejorando la eficiencia del gasto público, al tiempo que lentamente se reduciría el déficit total de la economía. Así, continúan diciendo nuestros amigos gradualistas, se fortalece la política y la economía crecería a un 3% anual. El gasto público iría bajando gradualmente en términos del PBI. Este fue el camino del gobierno durante los primeros dos años y efectivamente ganó las elecciones y logró sacar muchas leyes en el Congreso, aunque ninguna que apuntara a bajar el gasto público. El déficit fiscal hoy supera al del 2015.
Ganadas las elecciones, el Gobierno decidió avanzar con un pacto fiscal con las provincias y con las reformas impositiva, laboral y previsional. Esto no funcionó, se vio a los gobernadores salir contentos habiendo demostrado que no cederían nada; los sindicalistas lograron limar la reforma laboral hasta prácticamente anularla. Ahora el kirchnerismo y la izquierda aprovechan un cambio perjudicial para los jubilados para hacer un escándalo de proporciones y así evitar la única reforma que implicaba una mejora fiscal.
El Gobierno decidió avanzar con un pacto fiscal con las provincias y con las reformas impositiva, laboral y previsional. Esto no funcionó.
La conclusión es que el Gobierno logró muy poco en relación al recorte del déficit fiscal o a la mejora de la competitividad económica. Solo el Poder Ejecutivo Nacional parece ahora, tardíamente, dispuesto a recortar el empleo público. Mientras tanto, el capital político obtenido en las elecciones se va diluyendo y la falta de reformas sustanciales demora tanto las inversiones como la reducción de la inflación. La economía podrá recuperar lo perdido, pero de no hacerse las reformas profundas necesarias está destinada a a estancarse una vez más.
La opción del shock consistía en hacer las reformas de fondo al inicio del mandato. Lo que implicaba invertir el capital político. Tal vez, el costo habría sido algunos puntos en la imagen presidencial y un triunfo menos contundente en las elecciones de medio término. La oposición en las calles es inevitable pero siempre es más débil al inicio del mandato, por los famosos “90 días de gracia”. Además, se entiende que el responsable del dolor es el gobernante saliente que dejó un desmadre descomunal. El mismo que obliga a aplicar cirugía “con” anestesia. Por eso Nicolás Maquiavelo recomendaba al Príncipe: “… El mal se hace todo junto y el bien se administra de a poco…”
Se entiende que el responsable del dolor es el gobernante saliente que dejó un desmadre descomunal.
Explica Manuel Solanet que a un perro se le corta la cola de un saque y no en siete porciones.
La principal y más compleja de las reformas era la reforma del Estado, que no necesitaba ninguna ley, ya que es prerrogativa del Poder Ejecutivo según la Ley 25.164. Puede hacerse en seis meses y pueden amortiguarse sus efectos sociales a lo largo de dos años. En este caso sin duda hubiera sido muy útil el financiamiento externo. Al cabo de dos años, los resultados económicos habrían sido impresionantes y la economía estaría creciendo al 5% o 6% anual con una inflación mucho más controlada. Es posible que no hubiera llegado a tiempo para ganar las elecciones de mitad de término, pero estoy convencido de que el presidente Mauricio Macri hubiera ganado un segundo mandato.
Entre los más débiles del planeta
El Gobierno optó por no arriesgar su capital político, prefiriendo financiar la postergación de las soluciones. La Argentina toma deuda a un ritmo cercano a los 40.000 millones de dólares anuales, en gran parte externos ya que su mercado de capitales es pequeño. Esto nos coloca entre las cinco economías más débiles del planeta.
Desde el Presidente hacia abajo, todo el Gobierno coincide en que estamos con un fuerte desequilibrio, y que debe corregirse reduciendo el gasto público, achicando “los impuestos que nos están matando”, y eliminando el déficit fiscal y la inflación. Lo que corregiría también el retraso cambiario, reduciría los costos y permitiría abrir la economía y acelerar el crecimiento.
Que el triste día de ayer nos sirva para comprender que las reformas ineludibles si se demoran son cada vez más difíciles de hacer.