LA NACIÓN – Dicen que los pueblos que no aprenden de su historia están condenados a repetir sus errores. Por eso, deberíamos analizar la frase: “Estamos emitiendo mucho porque no queda otra”.
Otros países de la región también enfrentan al Covid-19 sin destruir el valor de sus monedas, que es lo que pasa acá. Es que en el pasado administraron austeramente sus Estados y sus bancos centrales respetaron a sus ciudadanos y les dieron una moneda confiable, por lo que la demandan y se puede emitir con un mínimo de inflación. Así, pueden atender los mayores gastos en salud, ayudar a la gente y sectores productivos vulnerables y hasta bajar impuestos.
La Argentina lleva décadas agrandando el Estado a niveles impagables, incluso con una exorbitante presión tributaria; por lo que, otra vez, se gastó el crédito y quebró. Hoy solo cuenta con el financiamiento de un Banco Central que ha bastardeado su moneda para sostener a un Estado elefantiásico. Desde 1970 el peso dejó en el camino 13 ceros. Es decir, hoy la moneda de $1 diría $10.000.000.000.000. ¡Y a algunos políticos y economistas locales les extraña que no confiemos en el peso! Si pretenden que los argentinos se “pesifiquen” (respeten su moneda), primero deberían empezar ellos a respetarla, dejando de destruir su poder adquisitivo.
Pues bien, así nos encontró la pandemia. Por falta de recursos y de previsión no se pudieron hacer testeos suficientes y, si no se puede identificar a los enfermos, hay que aislar a los sanos para que no se contagien. Por eso, se implementó una cuarentena restrictiva que generará un enorme empobrecimiento general. Se mantuvo gran parte del sector productivo parado, que es el que genera los recursos para pagar salarios y gastos propios y del Estado (a través de impuestos asfixiantes). Mientras, poco hemos escuchado de ahorros en las erogaciones estatales no esenciales en esta pandemia.
Lamentablemente, no es el Estado, sino ese sector productivo agobiado el único que puede sacar a los argentinos de un nivel de desempleo que superará el 15% y de una pobreza que rondará el 50%. Pero para poder hacerlo lo más rápidamente posible es necesario recuperar la credibilidad que ya perdimos hace mucho, por no hacer las diez reformas estructurales que promovemos desde Libertad y Progreso, como lo hicieron los países que hoy prosperan.
En esa propuesta explicamos cómo hacer una reforma del Estado para que le sirva a los argentinos y para que permita sancionar una ley que baje los impuestos en el tiempo. En dos años y sin dejar a nadie sin ingresos, se puede pasar al sector productivo a los que se queden sin un cargo estatal.
Además, hay que generar 4 millones de empleos para los que perdieron sus ocupaciones, para darle un trabajo productivo digno a quienes están sometidos al asistencialismo clientelista y a los jóvenes que se suman todos los años. Eso es imposible con una legislación laboral que desincentiva la creación de empleo en el sector privado. Hay que reformarla, como hicieron en las últimas décadas todos los países que hoy tienen pleno empleo y bien pago.
Por último, con más de 69.000 regulaciones es imposible que puedan prosperar los emprendedores y las pymes. A duras penas lo hacen las grandes empresas que pueden pagarle a infinidad de asesores. Hay que partir de cero y armar una nueva normativa solo con aquellas estrictamente necesarias. Y, al resto, derogarlas.
Si empezamos a resolver nuestros problemas de fondo con las reformas propuestas, dejaremos este camino de decadencia permanente plagado de crisis económicas. Pero, además, podremos enfrentar mejor cualquier otro evento futuro como la actual pandemia con muchos menos costos sociales y económicos.