Por Iván Carrino – Y querer reducirlos con mandatos coactivos es una pésima idea.
Que se caiga un avión, que se hunda un barco, que tengamos un accidente automotor, enfermarse de SIDA, tener cáncer, contraer una gripe mortal, perder el trabajo, que caiga nuestro sueldo, que los clientes dejen tu negocio para irse a la competencia, que una tecnología deje obsoleto el producto que vendemos…
Todos estos fenómenos pueden ocurrir, y todos tienen una probabilidad de ocurrencia asociada. Algunos pueden ocurrir con mayor probabilidad, como perder clientes contra la competencia, otros con menor, como que se caiga un avión.
Dato obvio: en ese avión nadie quiere estar.
Ahora la pregunta de políticas públicas es si el gobierno debe hacer algo para prevenirnos de estos riesgos o si, de intentarlo, el remedio puede ser peor que la enfermedad.
Hayek, escribiendo en 1944, decía que “A menudo, la vida y la salud (…) sólo pueden preservarse mediante un considerable coste material (…) Para tomar un solo ejemplo: podríamos reducir a cero las muertes por accidentes de automóvil si estuviéramos dispuestos – de no haber otra manera- a soportar el costo de suprimir los automóviles. Y lo mismo es cierto para otros miles de casos en los que constantemente arriesgamos vida y salud.”
El pensador austriaco simplemente alertaba que intentar reducir algunos riesgos podría traer costos superiores a los beneficios.
Llevándolo a otro terreno: si el gobierno quiere anular el riesgo de que perdamos el trabajo, regulará demasiado el mercado laboral, lo que hará que sea menos dinámico, resultando esto en una tasa de desempleo estructuralmente mayor. Esto es claro cuando se compara el desempleo de Estados Unidos con el de Europa, por ejemplo.
Por otro lado, si quiere blindarnos frente al desempleo tecnológico, tal vez lo logre, pero al costo de sumir a todos en una economía más atrasada y menos productiva. Como en estos casos el remedio es peor que la enfermedad, resulta razonable convivir con los riesgos del caso y dejar que las personas adultas que habitamos el planeta decidamos libremente cómo enfrentarlos.
Una solución que ha dado el mercado, dicho sea de paso, es el sistema de seguros, que nos compensa frente a las eventualidades que puedan ocurrir.
Llevemos esto a la situación de Covid-19. Si tomamos la tasa de letalidad para casos testeados positivos que publica la ciudad de Buenos Aires, vemos que ésta es muy distinta según rango etario. Por debajo de los 50 años, va desde el 0,05% al 0,43%, elevándose hasta el 25,9% para personas mayores de 80 años*.
Ahora bien, incluso teniendo en cuenta este dato, todavía hay que conocer cuál es la probabilidad de que una persona menor de 50 años se contagie de Covid. Si tomamos el promedio de la tasa de positividad como un proxy de este número, entonces tenemos que ésta es 25%**, con lo que la probabilidad de tener menos de 50 años y morir de Covid va desde 0,0125% a 0,1%.
Es decir, la probabilidad de no morir de Covid-19 es entre 99,90% y 99,9875% si sos de Buenos Aires y tenés menos de 50 años.
Para personas mayores esta situación empeora un poco, es evidente.
¿Y si el sistema de salud colapsa? En dicho caso, las probabilidades serán algo menores, pero en los primeros 20 países en materia de muertes por Covid (grupo en el cual se encuentra Argentina) el rango va desde 1700 muertos por millón en España a 3000 en Hungría***. Es decir que por cada millón de habitantes, en los peores países del mundo, al nuevo coronavirus lo sobrevivieron entre 997.000 y 998.300.
Ahora para evitar que esta enfermedad se propague,los gobiernos del mundo decretaron durísimas cuarentenas, que dejaron a millones sin empleo, deterioraron la salud mental de otros tantos, y aumentaron la pobreza en todos lados. Eso sí: supermercados y farmacias quedaron abiertos, porque para vivir es suficiente tener “lo esencial”.
¿Fue razonable?
Recapitulando, entonces: vivir implica riesgos, vivir en pandemia aumenta en algo estos riesgos y si el sistema de salud está colapsado, entonces el riesgo de morir será marginalmente mayor.
Pero la pregunta relevante, de nuevo, es si el gobierno va a dejarnos vivir como adultos, tomando decisiones soberanas; o si, con el mantra de cuidarnos, nos va a transformar en el canario que tiene comida y agua, pero su vida es un lamento puesto que vive en una jaula.