Diana Mondino es Directora de Relaciones Institucionales y profesora de Finanzas en los Master en Dirección de Empresas y Master en Finanzas de la Universidad CEMA. Tiene experiencia en temas económicos y de management.
LA NACIÓN – Debemos ocuparnos de la tendencia y entender las razones para intentar mejorar nuestro escaso comercio internacional. En junio 2021 la Argentina exportó mercaderías por valor de casi US$ 7000 millones e importó por US$6000 millones (con un superávit comercial de US$1000 millones).
Comparado con junio de 2020, el valor de las exportaciones totales aumentó casi 46%%, sólo la mitad que el de las importaciones, de 80%. Si comparamos los 6 primeros meses del año pasado y actual, el valor de las exportaciones aumentó poco más de 28% y el de las importaciones 49 %; por lo cual el superávit disminuyó 19%. En resumen: tenemos un problema mayor que el del año pasado.
Este resultado es a pesar de que en los 12 meses que finalizaron en junio de 2021 los términos del intercambio mejoraron, porque en promedio el precio en dólares de los productos de exportación subió 32% y el de los productos de importación “solo” 22%. Por el lado de los productos de origen agropecuario, los ciclos de precios no sabemos si pueden durar. ¡Esperemos que la bajante del río Paraná tampoco dure! Siempre debemos ocuparnos de todos los componentes y el sector energético es claramente una luz roja. Este año ese sector fue el principal problema, ya que el volumen exportado cayó 29,5%, mientras que el volumen importado creció en 134,7%.
La Argentina tiene varios sectores que pudieran ser fuertes exportadores, cada uno con sus propias características: turismo, minería, energía, agropecuario, conocimiento. Los obstáculos a su crecimiento son notables. Hay costos fiscales elevadísimos, barreras aduaneras internas que las provincias en forma diabólica modifican continuamente, temas logísticos, población con capacitación asimétrica (no apropiada para las tareas más demandadas en el lugar) y un sometimiento a los ciclos políticos y económicos que hacen difícil tener estrategias de largo plazo y ganar clientes.
Sobran algunas regulaciones que sólo encarecen el proceso, y faltan otras que mejorarían el precio al cual se puede vender
Muchos de esos problemas requerirán esfuerzos durante varios años para solucionarlos y en otros casos las necesidades de inversión son sustanciales. Con un elevado costo del capital es muy difícil realizarlas, y las inversiones dispersas impiden crear verdaderos clusters exportadores.
Sin embargo, hay una serie de problemas que no requieren inversiones. Son fruto de regulaciones que se resuelven con dedicación y “neuronas”. Son las llamadas decisiones de lápiz y papel, (o computadora e internet) donde deberían simplificarse al máximo los procedimientos y regulaciones. Al mismo tiempo deberían agregarse otras que aseguren calidad y trazabilidad a los compradores que estuvieran interesados. En resumen, sobran algunas regulaciones que sólo encarecen el proceso, y faltan otras que mejorarían el precio al cual se puede vender.
Los temas a resolver varían y no puede existir una solución igual para todos. Los problemas logísticos de granos no se parecen a los de comercio retail internacional. La protección de patentes afecta a las empresas de conocimiento y los costos laborales son elegantemente eludidos por las empresas de software que puedan vender sus servicios al exterior. No hay una sola solución integral.
Descentralizando decisiones, separando y discriminando los problemas para buscar soluciones ad-hoc, habría avances más rápidos. Entre paréntesis, la centralización de las decisiones es lo habitual en nuestro país, que por ejemplo define salarios mínimos o prestaciones para todo el país, descartando la idiosincrasia de cada lugar. Como ejemplo de relevamiento de problemas y posibles soluciones, tomemos el caso de comercio digital. Recientemente el BID publicó un trabajo que – cito textualmente- analiza las deficiencias que existen en el proceso logístico para el comercio electrónico transfronterizo. De los seis pasos que conforman este proceso (recolección y concentración, exportación, transporte dorsal internacional, internación, transporte dorsal nacional y última milla), los principales cuellos de botella se encuentran en el paso por la aduana (exportación e internación) y en la última milla (el transporte del paquete desde el último punto de la red de distribución hasta el destino final).
Para optimizar el comercio ese trabajo hace 3 tipos de recomendaciones que están enfocadas en la generación y codificación de información cuyos dueños naturales son los organismos internacionales; en segundo lugar, están enfocadas en el movimiento de bienes e información de un país a otro, por lo que es necesaria la coordinación y diálogo entre países y en tercer lugar en reducir los cuellos de botella locales que requieren únicamente esfuerzos internos en cada país. Estas últimas son las que más rápidamente pudieran generar resultados ya que no dependen ni requieren coordinación con terceros países y son las que citan principalmente todos los productores argentinos.
Si la Argentina decidiera tener una orientación exportadora, y se focalizara en las necesidades de cada sector para facilitar su crecimiento, los resultados en cuanto a crecimiento económico y contratación de personal serían muy buenos. En cada provincia hay algún producto o industria con gran potencial exportador. Fundamentalmente, la llamada cuarta revolución industrial ni siquiera requiere una localización específica, es cuestión de los talentos (y su educación) apropiada.
Debemos reconocer la evidencia de nuestro escaso superávit exportador, los desbalances sectoriales como en el caso de la energía, y las necesidades de regulaciones específicas que faciliten el crecimiento de individual de cada sector exportador, sin pretender normativas uniformes que afectan a todos.
El sector exportador es clave para el crecimiento del país, máxime cuando partimos de una situación de recesión y poca capacidad de generación de empleo. Se necesita modificar lo más pronto posible la parafernalia regulatoria. Es una propuesta que no cuesta dinero.