A poco de ganar las elecciones, la Casa Rosada intervino el mercado cambiario, mantuvo alta la tasa de interés y anunció una baja del gasto público en subsidios.
Algo pasa. Nadie en el Gobierno explica qué sucede, pero algo cruje. Que los coletazos de la crisis financiera internacional, que la incertidumbre por las elecciones presidenciales, que la profundización del modelo, que las cuestiones culturales que hacen que los argentinos vayan como manadas hacia el dólar. Algo pasa.
Algo pasa. De hecho, las tasas de interés han empezado un camino lento, pero continuo hacia arriba y el dólar se mueve con destino incierto. Más aún, cada día, el dólar paralelo mira desde un escalón más arriba a su primo hermano rezagado, el oficial. Se empezó a hablar de subas de tarifas con una frecuencia inusitada para tiempos kirchneristas. Y como si eso fuera poco, aunque de manera indirecta, hay muchos contribuyentes, particulares o empresas a los que les ha aumentado la carga impositiva. Y claro, aún edulcoradas con anuncios con formato propio de la Casa Rosada y sin que se trate de paquetes económicos amplios, las medidas para capear el temporal ya empezaron.
¿Hacia dónde camina la economía? Todo indica que va rumbo a un enfriamiento de la actividad. Es casi unánime la percepción de que, sea por motivos externos o por cuestiones domésticas, en 2012 habrá un freno. Y también hay cierta coincidencia en que ha terminado un ciclo para el Gobierno. Nada será igual. Luego sí, vienen los debates sobre si es un giro a la ortodoxia, o si se trata de asumir los problemas creados en estos años de distorsiones. O por el contrario, si es una muestra de valentía al sincerar una economía algo desvencijada. No importa demasiado, lo cierto es que las cosas se mueven.
El calor le sirvió al ministro de Economía, Amado Boudou, de excusa para guardar su campera de cuero. A su lado, descansa la guitarra. Así volvió al saco y la corbata, la indumentaria elegida para decirles a los banqueros que todo está controlado o que las reservas alcanzan para soportar el goteo de dólares de los bancos. O para formar un coro junto a la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, y repetir hasta el cansancio que hay dólares suficientes para que los bancos devuelvan a todos los ahorristas que lo quieran sus depósitos en moneda extranjera.
¿Qué sucede? José María Fanelli es economista del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes) y dice que las medidas que ha adoptado el Gobierno no están articuladas. “Se trata de medidas fiscales y monetarias que amortiguan los desequilibrios existentes. El problema es que no forman parte de un paquete consistente de medidas”, sostiene. Según su visión, esto tiene dos consecuencias. La primera es que se pierden las sinergias: hay que coordinar el ajuste fiscal con el monetario para minimizar los efectos sobre el nivel de actividad y los ingresos de la población.
Por ejemplo, dice Fanelli, cuanto menos ajuste fiscal haya, más alta será la tasa de interés necesaria para estabilizar el mercado de cambios. Y agrega otro ejemplo: “Si se combina la reducción de subsidios con incentivos a la inversión en los sectores hasta ahora subsidiados y que están subcapitalizados, será menor el efecto sobre el nivel de actividad”.
CUESTIONES POLITICAS:
Pero, claro, como sucede la mayoría de las veces, no todo se reduce a lo económico. Hay cuestiones de tono político que también pesan. “Las consecuencias benéficas sobre las expectativas serán más fuertes si los que toman decisiones ven un gobierno que les plantea un escenario futuro coherente y no un gobierno que toma una serie de medidas reactivas ante los problemas, como en el caso de los permisos de la AFIP [Administración Federal de Ingresos Públicos] para comprar dólares”, finaliza.
Tanto Eduardo Luis Fracchia, director del área de Economía del IAE, como Enrique Déntice, economista de la Universidad de San Martín, dicen que la onda expansiva de la crisis internacional se sentirá. “El contexto internacional sigue muy volátil y la Argentina no está blindada”, dice Fracchia. “La desaceleración de la economía en Europa y Estados Unidos ya se siente aun bajo la idea de que los remezones serán menores en los países emergentes -añade Déntice-. Y pensar que no nos va a tocar es poco creíble y poco serio.”
Más allá del discurso del blindaje, puertas adentro, el Gobierno mostró algunas cartas. Fracchia recuerda que las distorsiones acumuladas en la economía cada vez son más críticas, sin que esto suponga una crisis o ajuste inminente. “Quizás una de las más representativas es el nivel de subsidios, que llega al 4% del producto bruto interno. Esto nos recuerda este desequilibrio a fines de los 80, cuando el sistema de empresas públicas soportaba una evidente carga fiscal”, dice.
Un coro de economistas reclama desde hace años que se empiece a destejer la maraña de subsidios cruzados que tiene la economía. Y las señales del Gobierno apuntan a ello. “La Casa Rosada tímidamente ha iniciado una operación de desmantelamiento de subsidios. Queda mucho, por no decir todo, para alcanzar los $ 70.000 millones”, dice Fracchia.
“Hay que bajar el gasto público”, parece ser la consigna que bajó desde el vértice del poder. Los economistas heterodoxos huirían despavoridos ante un gobierno que baja el gasto en medio de expectativas concretas, casi certezas, de desaceleración de la economía. ¿El Gobierno giró a la ortodoxia? “No me parece que sea un giro a la ortodoxia, sino a cierta razonabilidad impuesta por la realidad”, dice Aldo Abram, director de la Fundación Libertad y Progreso.
Sostiene que ya no hay distinción entre heterodoxos y ortodoxos. “Todos vienen reclamando un freno para los subsidios indiscriminados y advirtiendo que es un acto de demagogia insostenible mantener creciendo a lo loco la brecha entre lo que cuesta un servicio y lo que paga el usuario”, dice Abram.
Ahora bien, eliminar subsidios esconde una consecuencia: acomodar los precios relativos de la economía, en particular de los servicios públicos. Eso es lo que opina Ricardo Delgado, economista jefe de la consultora Analytica: “Empezamos a vivir un ordenado cambio de precios relativos; vamos a ir a un esquema algo diferente”. ¿Qué cambiará? “Todo”, manifiesta Delgado. “Los precios relativos del tipo de cambio, los salarios, la tasa de interés, las tarifas. Todo. Empezó un proceso necesario y saludable”, contesta.
Delgado le quita dramatismo. Es verdad, reconoce, que hay que hacerlo de manera ordenada, pero descarta que finalmente todo se ordenará. “Hay señales del tema de tarifas que son buenas. También se habla de una pauta salarial de un 18% para el año que viene, o sea que es más moderado que años anteriores. Se puede ir a una inflación para 2012 de alrededor de un 15%. Y, además, hay reservas suficientes. Por lo tanto, va a haber movimientos por la readecuación de los precios de la economía, pero pasará”, confía.
Hay algunos números que surgen de estos días de primeras medidas. Por ejemplo, la tasa de interés. El miércoles pasado los bancos llegaron a pagar por los depósitos a 30 días un 16,5%, el interés más alto desde fines de 2008, cuando estalló la crisis internacional con la caída del banco Lehman Brothers. “Se termina la época de las tasas de interés profundamente negativas [en relación con la inflación]”, opina Delgado.
Déntice también habla de un deslizamiento de precios. “La salida de capitales del sector privado no financiero es un tema que se debe analizar. Hay una sensación de falta de certezas políticas y la divisa resulta un bien accesiblemente barato. Este escenario sólo se resolvería con medidas que provocaran expectativas positivas. Por ejemplo, un programa monetario que haga descender la tendencia de deslizamiento de precios, adecuado y en línea con los aumentos salariales”, finaliza.
Para Abram, la suba de la tasa no fue una medida orquestada desde el Gobierno. “Fue un resultado no querido de tratar de frenar la presión de la creciente fuga de capitales sobre las reservas internacionales. A tal punto fue no querido que no han dudado en implementar todo tipo de restricciones a la compra de dólares, para que ceda esa presión y poder volver a darle liquidez al mercado, bajando las tasas, sin que esos pesos emitidos se vuelvan contra las reservas”, reflexiona.
La variable de la tasa de interés tiene muchos efectos en la economía. En principio, sirve para que los ahorristas mantengan su dinero en el banco y no descalcen a las entidades bancarias. En estos último años, el plazo fijo perdió por escándalo contra la inflación. Pero bien podría tornarse atractivo si es que la inflación se encamina a un 15%, como dice Delgado.
Claro que esto también tiene efectos inversos. El crédito es más caro y las empresas se endeudarán a niveles más bajos que los actuales. Menos crédito, menos inversión. Conclusión: se enfriará la economía.
Hay otros números que acompañan las medidas: US$ 150 millones es el drenaje de dólares que sale de los bancos diariamente. Nadie dice que hay corridas ni hay pronósticos apocalípticos. Pero algo pasa. Quizá no sea un paquete de medidas ortodoxas como presentaron otros gobiernos. Pero a la hora de capear la coyuntura, esta vez la Casa Rosada agarró el manual de economía que estaba a la derecha.