Consejero Académico de Libertad y Progreso
CATO – Carlos Rodríguez Braun señala que en un mercado, si no hay violencia ni engaño, el valor de nuestras posesiones es determinado por los demás.
El destacado escritor Juan José Millás afirmó en El País: “Nadie se merece poseer 41.000 millones de euros”. Se refería al patrimonio del empresario Elon Musk, e insistía en que “no hay ser humano digno de gozar de dicha cantidad…Hágase el cálculo de bocas que se podrían alimentar con ese fajo de billetes y se comprenderá todo sin necesidad de más explicaciones”.
Pero algunas explicaciones son quizá necesarias, o convenientes. Empezando por el final, las bocas no se alimentan quitándole billetes a nadie, sino creando riqueza. Sostener que nadie puede ser propietario de un gran fajo de billetes porque con eso se podría alimentar a mucha gente equivale a la falacia de la suma cero, que ignora dicha creación de riqueza, y las instituciones que la permiten y promueven, empezando, precisamente, por la propiedad privada. Puede comprobar el señor Millás que los regímenes que liquidan la propiedad son, no por casualidad, los mismos en donde más se ha enseñoreado el hambre.
Ante eso, el pensamiento único suele responder: sí, protejamos la propiedad, pero hasta cierto punto, no tanto como los 41.000 millones de euros de Musk. La trampa aquí es diáfana: ¿hasta qué punto, entonces? ¿Hasta cuántos euros nos merecemos según Millás y las estrellas de la corrección política? ¿Quién puede determinar de qué propiedad somos dignos? Como es evidente, una sociedad de mujeres y hombres libres no determina la frontera de nuestras posesiones, y solo limita legalmente la forma en que las conseguimos.
De haber razonado así, don Juan José habría observado que, si no hay violencia ni engaño, el valor de nuestras posesiones es establecido por los demás, por la sociedad. Elon Musk o Amancio Ortega no se hicieron ricos solos, ni quitándole nada a nadie, sino ofreciendo productos que la comunidad decidió demandar. Y lo hizo en tal cantidad que eso los volvió multimillonarios.
Pero entonces viene el final del ciclo: nos dicen que la gente es boba, y por eso el señor Millás denuncia: “nos compran, nos venden, nos sacan los datos y los hígados, nos extraen el sudor de la frente y especulan con todo ello de manera impía”. No, no se refiere al comunismo. Tampoco se refiere a los impuestos que el poder nos fuerza a pagar. Se refiere a los empresarios que al parecer se habrían hecho ricos a nuestra costa. En fin.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 23 de agosto de 2022.