Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
Todos perdemos a nuestros seres queridos pero igual seguimos trabajando para vivir y, encima, el Estado nos complica con sus medidas. No vamos dando lástima por la vida por lo que nos pasó. Nos hacemos cargo de nuestras vidas y responsables de los líos que hacemos.
La semana pasada, en un discurso que dio Cristina Fernández inaugurando un hangar reciclado, embistió contra los sindicatos de Aerolíneas Argentinas y, en alguno de sus párrafos, llorando, dijo que por momentos el cuerpo no le daba para afrontar los problemas y que igual tenía que poner su mejor sonrisa a pesar de la desgracia que había sufrido en lo personal y seguir adelante.
Uno puede comprender el dolor de perder a un ser querido, pero me parece que es importante recordarle a la presidente que no es ella sola la que ha perdido a un ser querido. Muchas personas, gente común, pierden a sus hijos, parejas, familiares, etc. en medio de la violencia por la inseguridad dada la ausencia del Estado en esta materia, e igual tiene que seguir adelante. ¿Cuánto tendría que llorar Carolina Piparo que recibió un disparo de unos delincuentes y le mataron al hijo que llevaba en su vientre, luego de salir de un banco para retirar el dinero que habían ahorrado para comprarse una casita? Y encima Néstor Kirchner hizo, en su momento, una cuestión política del caso cuando le espetó públicamente a Scioli que le hubiese dicho al esposo de Carolina que tenía las manos atadas. No es cuestión de hacer un ranking de quien sufre más. Pero la realidad es que Néstor Kirchner murió construyendo poder político y Carolina Piparo perdió al hijo que llevaba en el vientre porque la política no da respuestas a la seguridad de la gente.
Todos tenemos nuestras pérdidas e igual, cada mañana, nos levantamos para encontrarle la vuelta para tratar de vivir. Es más, no solo perdemos a nuestros seres queridos y seguimos adelante, sino que, encima, tenemos que luchar con todas las trabas que nos pone el gobierno de Cristina Fernández. Luchar contra la inflación que el gobierno se niega a reconocer, las trabas de Moreno, la presión impositiva asfixiante, la confiscación de nuestros ahorros en las AFJP e infinidad de cuestiones con las que el gobierno nos complica la vida diariamente. De manera que, aceptando el dolor de la presidente por haber perdido a su esposo, no es ella la única que tiene una pesada carga laboral ni la única que ha perdido a un ser querido. En todo caso, si hoy tiene muchos problemas, es porque ella y su fallecido marido los generaron. Por citar un solo ejemplo, Cristina Fernández embistió contra los sindicatos que paralizan a Aerolíneas Argentinas con huelgas. Pregunta, ¿qué hizo su gobierno cuando los piquetes de Moyano impedían la salida de algunos diarios? Bien reza el dicho popular: el que siembra vientos, cosecha tempestades. De manera que, en mi humilde opinión, así como cada uno de nosotros llevamos adentro la pérdida de nuestros seres queridos y aún así seguimos adelante a pesar de las trabas que nos pone el gobierno con sus arbitrarias medidas, Cristina Fernández debería dejar de llorar en público, guardarse su dolor para cuando está sola, y dedicarse a arreglar los líos que hicieron en estos 8 años y medio.
Porque, en definitiva, si hoy hay problemas de inflación, corrida cambiaria, una economía que tiende a desacelerarse, problemas fiscales y tarifazo en puerta, es todo consecuencia de haber generado un auge artificial de consumo, subordinando la economía a las necesidades políticas de construcción de poder. Ejemplo, hoy nos venden la eliminación de los subsidios como un hecho de justicia. Si tan justa y equitativa es la medida, ¿por qué no la anunciaron antes de las elecciones para conseguir más votos de los que tuvieron? La realidad es que lo que nos venden como una cruzada contra la injusticia de subsidiar a quienes viven en Barrio Parque y Puerto Madero, aquí se viene un tarifazo que superará los límites de ambos barrios porteños, algo que la gente percibe y que hubiese sido letal anunciarlo antes del 23 de octubre.
Pero el problema de las tarifas de los servicios públicos es solo una parte de un problema mayor. Y aquí voy a disentir con algunos colegas economistas que suelen afirmar que la economía argentina no está tan mal y que los problemas que hoy tenemos son generados innecesariamente por el gobierno. Mi visión es muy diferente.
En efecto, si bien puedo aceptar que hoy con una soja aún en U$S 400 la tonelada, poner la economía en orden sería menos traumático que con una soja en U$S 160, lejos estamos de tener un economía sana y solo con problemas que genera innecesariamente el gobierno. Por el contario, los supuestos problemas innecesarios que genera el gobierno son intrínsecos al modelo, que fue acumulando un problema atrás de otro. Para decirlo de otra manera, el problema que hoy genera el gobierno es para “resolver” el lío que armaron ayer. Si alguna definición le cabe al modelo es que cada mañana los funcionarios se levantan para ver cómo solucionan el lío que hicieron la noche anterior.
¿Por qué salió el gobierno a perseguir a quienes compran dólares? Porque por un lado lo hicieron artificialmente barato en términos reales. ¿Por qué? Porque el BCRA no paró de generar inflación emitiendo moneda a tasas crecientes al tiempo que pisaba el tipo de cambio. Es decir, el problema del tipo de cambio real lo generó el mismo gobierno con su política inflacionaria. Al mismo tiempo, al caer el tipo de cambio real, las importaciones subieron aceleradamente, se achicó el saldo de balance comercial, y ya no sobran dólares para financiar la fuga de capitales que fue una constante en el gobierno kirchnersita. ¿Por qué hay fuga de capitales? Por el dólar barato y por las inclinaciones confiscatorias del gobierno. En vez de reinstaurar la confianza al problema de la fuga de capitales, la “solución” fue perseguir a los que compran dólares y paralizar las importaciones, aumentando el pánico en la población. Encima, al frenar las importaciones, muchos sectores tienen problemas para producir, porque no pueden importar insumos.
¿Por qué tienen un déficit fiscal que aumenta permanentemente? Porque incrementaron demagógicamente el gasto público. Claro, ahora que la plata ya no alcanza para financiar más gasto, se viene el ajuste con tarifazo disfrazado de cruzada patriótica para ver quién es el primero en presentar la planilla para renunciar a los subsidios.
¿Por qué en su momento confiscaron nuestros ahorros en las AFJP? Porque hacía falta caja y “vendieron” la medida como una recuperación de las jubilaciones.
¿Por qué el BCRA tiene serios problemas patrimoniales? Porque le vacían las reservas para tapar los baches fiscales. Es decir, cada nuevo problema es un parche para tapar el lío del día anterior.
Nadie puede sostener que la economía argentina no tiene mayores problemas cuando el tarifazo, que era inevitable, supera los niveles del rodrigazo de 1975. Como tampoco nadie puede decir que la economía está sana cuando el gasto público ha llegado a niveles récord y hay déficit fiscal a pesar de la feroz presión tributaria que soportamos. Si se dejara de aplicar el impuesto a las ganancias sobre utilidades ficticias generadas por la inflación, ¿alguien piensa que sería fácil solucionar el problema fiscal? ¿Alguien puede creer que es fácil bajar la inflación de los niveles actuales sin conflictividad social? Yo diría que sería más sencillo enfrentar una hiperinflación porque la gente pide a gritos que alguien haga algo, a dominar esta inflación que le hizo creer a la gente que el modelo, mágicamente, permitió escalar a niveles de consumo impensados sin necesidad de invertir.
En definitiva, los problemas que genera el gobierno no son innecesarios, son consecuencia de la dinámica del mismo modelo intervencionista y estatista, porque creen que la ley de la oferta y la demanda, puede ser dominada a las trompadas y con la policía en la calle. Y de tantas trompadas, amenazas y presiones de funcionarios, hemos llegado a una montaña de problemas que hoy empiezan a surgir todos juntos.
Por eso, insisto, ya no es hora de llorar. Cada uno tenemos nuestros propios dramas personales como para estar dando lástima a cada uno que se nos cruza por la vida. Así como cada uno de nosotros nos hacemos cargo de nuestros problemas y, encima, el Estado nos complica más la vida, es hora de dejar de llorar y hacerse cargo de tanto lío económico y descontrol social que generaron.