INFOBAE La Constitución Nacional había transformado a la inacabable geografía desalmada de menos de un millón de habitantes, de 1850, en un milagro de civilización y progreso.
Las novedosas instituciones liberales atrajeron a multitudes, incorporando a 7 millones de personas a la población, en 1914, con los ingresos mayores del planeta. Y también la llegada de capitales para alambrar los campos feraces, las vías férreas y maquinarias para el transporte y los puertos, escuelas, hospitales, ciudades, viviendas, infraestructuras que alegraran la vida.
Millones de europeos cruzaron océanos de dificultades, idiomáticas, culturales, confiando en los trabajos y seguridades ofrecidas. Una nueva y orgullosa nación se erigía en el antiguo desierto. “Al gran pueblo argentino, Salud, cantaban”. Así lo reflejaron los primeros cuatro Censos de la población argentina.
A pesar del dinamismo inédito, algunos sembraron insatisfacciones y propulsaron “adecuaciones” a las reglas vigentes. Desatendieron la máxima de David Hume, probablemente el filósofo más importante en la lengua inglesa: “la inestabilidad de la propiedad es el impedimento mayor para la riqueza de la sociedad”. Y la enseñanza de los norteamericanos: “si funciona no lo arregles”. Abonando esta mirada, en notas de Infobae y libros, muestro que las redistribuciones forzadas de derechos configuran violaciones que empobrecen al conjunto. De lo contrario, hubieran sido actos consentidos.
Explicamos en Infobae que las instituciones definen los distintos niveles de ingresos de cada sociedad. Los datos del FMI en su último informe sobre las perspectivas económicas de los países miembros (WEO, en sus siglas en inglés) descubren que algo más de la mitad de los habitantes (52%) residen en los países más rezagados en su desarrollo, y por tanto en su capacidad de generación de riqueza, producen apenas el 10% del PBI mundial. Mientras la mitad del PBI mundial la genera el 10% de la humanidad que reside en las naciones que, por haber honrado las libertades que regula la Constitución Nacional, goza de la mayor prosperidad.
La Argentina se prevé generará en 2022 el equivalente de USD 13.600 por habitante, al tipo de cambio oficial, muy lejos de los USD 20.000 libres de cepos y otras restricciones estimado por el WEO-FMI para Uruguay.
¿Cuáles son las bases de la Constitución para la prosperidad de la sociedad?: Libertades a no estar sometido a trabas artificiales a las competencias personales; con reglas iguales para todos impulsan que los trabajos se orienten a producir los mayores ingresos para cada persona. En los deportes competitivos, las reglas estables alientan las jugadas mejores; en cambio, normas volátiles confundirían hasta desvirtuar las jugadas.
Cambio de reglas
La democracia restablecida en 1983 parece inclinada a desconocer el éxito de la Constitución de 1853/60. Dirigentes adeptos a “corregir las deficiencias heredadas”, imbuidos de sabidurías excelsas, intentan constantemente, reformar leyes aduciendo urgencias.
Tornar inciertas las reglas de convivencia alimenta las grietas, los conflictos de todos contra todos, pescadores de privilegios particulares. Canibalizan la igualdad ante la ley, la justicia y la eficiencia. “Lo óptimo es enemigo de la bueno”, insistía mi querido profesor Milton Friedman, en la Universidad de Chicago. No advierten que la orfandad de reglas estables entorpece la competencia, produciendo mayor pobreza e inflación.
Las naciones prosperan controlando que los beneficios de las actividades estatales y las privadas tiendan a igualarse, en el margen, asegurando las competencias con reglas firmes. Constantemente vigilan que el Estado actúe eficazmente respecto de los privados, implementando controles cruzados, transparencia en las decisiones.
Faltan dólares porque los impuestos, las normas laborales, exceso de emisión monetaria, privilegios, cepos, prohibiciones, obstaculizan las actividades que los producirían.
Que el Estado emita pesos para sus gastos es una estafa, entregando valores que se licuan en el tiempo. Al emitir excesivamente, los pesos sobrantes comprarían divisas. Entonces, el gobierno pone cepos, entorpece transacciones y reserva dólares para privilegiados.
La competencia es el proceso de coordinación que incentiva la mejor atención de las necesidades individuales, sea desde el Estado o desde los privados (Reuters)
La competencia es el proceso de coordinación que incentiva la mejor atención de las necesidades individuales, sea desde el Estado o desde los privados. Cada uno se desvive para atender a otros, pues entiende que los otros se desviven por atenderlo a uno cuando las normas aseguran costos de oportunidad estables.
Por el contrario, las reglas volátiles impulsan la inacabable caza de privilegios, el sueño imposible de leyes a medida de cada uno. La lucha de cada uno contra el conjunto, en lugar de la coordinación de todos para cada uno.