Una sociedad rota, que espera ser reconstruida

CLARÍN Por Constanza Mazzina es  Consejera Académica de Libertad y Progreso y Directora de la Carrera de Ciencia Política de UCEMA – Los tiempos electorales en democracia tienen la característica de ser inciertos… La incertidumbre recorre los días y marca las horas. Los minutos se hacen eternos cuando la clase dirigente parece detenida en rencillas de telenovela de la tarde, en Puerto Caliente, esa ciudad subtropical donde transcurría Amo y Señor allá por 1984.

Los gritos, la descalificación permanente y el chicaneo han consagrado la violencia verbal como la forma de hacer campaña. Pero, el ethos de la democracia es la amistad cívica, el acuerdo de voluntades en el reconocimiento mutuo entre adversarios.

Por el contrario, la política argentina se destaca por obligar a un juego de suma cero, donde perdedores y ganadores representan una polarización máxima siempre persiguiendo la captura del estado y sus instituciones. La construcción política democrática requiere de otras prácticas.

“Uno de los principales factores del profundo malestar que sufre la República, fuera de toda discusión es la absoluta predominación de los jefes de estado sobre parlamentos, judicatura y opinión pública. (…) Este proceso sistemático, lento pero seguro, para socavar nuestras instituciones, llevar al país a la ruina y gobernarlo sin frenos saludables de los pueblos libres…”

Estas son palabras de Leandro Alem, y datan de 1891. Leamos juntos este otro párrafo de 1890: “el gobierno no hace otra cosa que echar la culpa al a oposición de lo malo que sucede en el país, y que hacen estos sabios economistas. Muy sabios en la economía privada, para enriquecerse ellos; en cuanto a las finanzas públicas, ya véis la desastrosa situación a que nos han traído”.

Y agregaba: “no hay, no puede haber buenas finanzas, donde no hay buena política. Buena política quiere decir, respeto a los derechos, buena política quiere decir aplicación recta y correcta de las rentas públicas, buena política quiere decir protección a las industrias útiles y no especulación aventurera para que ganen los parásitos del poder, buena política quiere decir exclusión de favoritos y de emisiones clandestinas”.

Quiso el destino que sus palabras resuenen con más fuerza que nunca en el país que quiso ser y ya no es. Cuentan las crónicas que Argentina tenía un futuro, que Argentina progresaba. Pero aquello ya parece tan lejano que nos hemos acostumbrado a la excepción tanto a como a la inflación. La corrupción y la ineficiencia ya no dejan marca. La quietud de los mansos. Hipnotizados por la novela nuestra de cada día.

La democracia ha sido capturada por unos cuantos, que, con discursos altisonantes han vaciado su contenido y se han apropiado de sus beneficios. Pero la democracia es un juego de oportunidades y, sobre todo, es un juego recurrente. Los beneficios de vivir en libertad suponen la oportunidad de elegir.

Quizás, en este nuevo proceso electoral, tengamos la oportunidad única de terminar con los vicios de una elite enquistada en las más altas esferas del poder, donde el resultado es una sociedad rota que espera ser reconstruida. Igual que nuestra democracia.

 

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