Nuevamente sobre derechas e izquierdas

Presidente del Consejo Académico en 

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

INFOBAE  Vuelvo sobre este tema tan machacado en direcciones que estimamos confunden. El lenguaje sirve para pensar y para comunicar pensamientos por lo que es necesaria su buena utilización. Como se persevera en el error es útil recordar algunos pensamientos con ciertos agregados para la ocasión. No hay más remedio que repetir y renovar argumentos cuando en la parla se insiste en terminologías que encajan embrollos que se acumulan a los ya existentes.

A esta altura de los acontecimientos las dos expresiones geográficas del título de esta nota se han convertido en embrollos de diverso calibre y son tan anodinas como arriba, abajo, atrás o adelante. Lo mismo va para “el centro” tan vinculado a aquellos dos vocablos. Ya hemos sugerido las terminologías más precisas: liberal o estatista al efecto de diferenciar campos. Esta sugerencia marca claramente el eje central de los opuestos en la que se dejan de lado ambigüedades para detectar la concepción que se tiene respecto a los aparatos gubernamentales. Sin duda que puede haber grados en esta clasificación pero no se desdibuja el fondo del asunto.

La izquierda hace tiempo renunció a su misión original. En la Revolución Francesa los que se ubicaron a la izquierda del Rey en la Asamblea originalmente propugnaban limitaciones al poder y combatían privilegios pero luego se mezclaron con los jacobinos y a la corta se convirtieron en aliados del poder ilimitado y hasta hoy son partidarios de las botas puesto que eso es el aparato estatal inmiscuyéndose en todos los vericuetos de la vida y haciendas privadas.

Por su parte, la derecha tiene las acepciones de fascismo y por otro lado de conservador en el peor sentido de la palabra, es decir no en cuanto a conservar la vida, la libertad y la propiedad sino en atarse y anclarse irremediablemente al statu quo, incapaces de mirar lo nuevo e innovador con lo que se imposibilita el progreso.

Entonces mi sugerencia es para diferenciar las posiciones políticas -y no digo ideológicas puesto que la ideología en su acepción más generalizada remite a algo cerrado y terminado lo cual es la antítesis del espíritu liberal- que se recurra a los términos mencionados lo cual pone en su debida proporción y significado para todos con claridad meridiana. Ideología como queda dicho no en la acepción inocente del diccionario en cuanto a conjunto de ideas, ni siquiera en su significación marxista de falsa conciencia de clase, sino, como decimos, como algo inexpugnable, clausurado y dogmático que es lo contrario de la sociedad libre en donde se abren las puertas al debate y se tiene presente que el conocimiento no es un puerto sino una permanente navegación en busca de nuevos paradigmas. Muchas veces he consignado que debajo de mi computadora tengo un inmenso letrero que reza nullius in verba que es el lema de la Royal Society de Londres que remite a que no hay palabras finales.

Incluso la palabra populismo se suele usar para esconder la verdadera naturaleza del tema cual es la dimensión desbordada del aparato estatal que con timidez se pretende ocultar. Nada entonces como estatismo y liberalismo para dividir las aguas y mostrar dos sentidos vitales absolutamente antónimos e incompatibles que abarcan aspectos filosóficos, jurídicos, económicos e institucionales.

Para complicar más las cosas con el tiempo aparecieron la nueva izquierda, la nueva derecha y tal vez aparezca la requete-derecha y la requete-izquierda y pueden irrumpir otras sorpresas más enfáticas pero siempre escarbando en el mismo pozo confuso y lleno de acechanzas y epítetos cruzados que trata de calmar “el centro” con el mismo resultado.

Como es sabido el estatismo se traduce en que el monopolio de la fuerza se arroga facultades que van más allá de la seguridad y la justicia, dos funciones fundamentalísimas en esta instancia del proceso evolutivo que los gobiernos generalmente no cumplen y en su lugar se abocan a todo tipo de aventuras que naturalmente perjudican a todos pero muy especialmente a los más necesitados.

Seguramente uno de los textos más difundidos en ciencia política sea el de Norberto Bobbio titulado Derecha e izquierdaRazones y significados de una distinción política. Bobbio resume la definición de izquierda en “la razón de ser de los derechos sociales como el derecho a la educación, el derecho al trabajo y el derecho a la salud, es una razón igualitaria.” En este contexto opone la derecha a lo anterior, sin embargo desde la perspectiva liberal no hay tal cosa como “derechos sociales” se trata simplemente de derecho como la facultad de hacer o no hacer con lo propio pero de ningún modo coactivamente con el fruto del trabajo ajeno. Además la guillotina horizontal que impone el igualitarismo empobrece y denigra. También cabe destacar que la denominada derecha tiene ribetes autoritarios en el sentido de imponer la generalización de visiones que son incompatibles con la libertad en el sentido de “ausencia de coacción por parte de otros hombres”.

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Antes he escrito sobre lo que sigue parcialmente pero cabe destacar el escrito de Steven Lukes que lleva un título con doble sentido: “What is Left?”, lo cual significa simultáneamente “¿Qué es la izquierda?” y “¿Qué queda [de la izquierda]?”. Este ensayo debe complementarse con el de Giancarlo Bosetti (“La crisis en el cielo y en la tierra”). En este último caso, el autor escribe que “La izquierda no es ya o, en todo caso, no puede continuar siendo cosas como éstas: la planificación centralizada, la abolición de la propiedad privada, el colectivismo, la supresión de las libertades individuales, la intención de enderezar el ´leño torcido´ kantiano, de plasmar al hombre y la sociedad de acuerdo con el proyecto elaborado por una vanguardia intelectual”. Es pertinente aclarar que la cita kantiana completa de su obra de 1784 es: “con un leño torcido como aquel del que ha sido hecho el ser humano, nada puede forjarse que sea del todo recto”, lo cual es otro modo de decir que la perfección no está al alcance de los asuntos humanos. En base a esta cita se decidió el título de una de las colecciones de Isaiah Berlin (The Crooked Timber of Humnanity). Autores como Anthony de Jasay -tal vez el pensador liberal más sofisticado de nuestro tiempo- recuerdan que “no estamos en la búsqueda de un sistema perfecto” ya que tamaña meta no resulta posible para los mortales. Y eso es lo contrario de lo que ocurre con todas las utopías socialistas que tantas masacres y sufrimientos han provocado con su pretensión de torcer la naturaleza del ser humano en la busca de ese engendro que sería el “hombre nuevo” que se exime de contrariedades en un mundo idílico.

En todo caso, las antedichas aseveraciones de Bosetti son magníficas pero no van a la raíz del problema, falta un paso clave. Se observan, tanto en su ensayo como en el de Lukes (y, para el caso, en muchos otros), cuatro puntos entrelazados en los que se insiste son claves para que esa corriente de pensamiento se termine de apartar de la lacra. En primer lugar, la intervención del aparato estatal en materia salarial al efecto de “corregir los resultados del mercado en defensa de los más débiles”. En segundo término, el tratamiento de los talentos a la manera de John Rawls en su conocido libro sobre la justicia. Tercero, un embate al individualismo “proclamado por economistas austriacos como von Mises y Hayek” y, por último, la importancia del igualitarismo crematístico.

Es curioso, pero hay pensadores de una gran solvencia y enjundia en diversas materias pero cuando abordan el tema social-laboral se desvían por completo de sus propias premisas a favor de la libertad para internarse en un galimatías de prepotentes intromisiones estatales, como era el caso paradigmático de, por ejemplo, Erich Fromm, con quien los mencionados autores revisionistas revelan grandes coincidencias a pesar del tiempo transcurrido.

A nuestro juicio, en estos casos, el problema reside en el desconocimiento de aspectos económicos cruciales. En el orden expuesto, veamos un poco más de cerca los mencionados cuatro puntos. Primero, los salarios e ingresos en términos reales dependen exclusivamente de las tasas de inversión que, a su vez, son el resultado de marcos institucionales que aseguren derechos de propiedad y si se establecen salarios superiores por decreto, el resultado inexorable es el desempleo.

Segundo, respecto a la “injusticia” de haber recibido talentos innatos desiguales, debe subrayarse que los talentos adquiridos también son el resultado de los talentos innatos en cuanto al carácter de cada persona para proceder en consecuencia. Por otra parte, nadie dispone de la información del “stock” de los respectivos talentos puesto que éstos solo se ponen de manifiesto a medida que se presentan las circunstancias, y éstas se cercenan en la medida que se conjeture que los resultados serán expropiados. También debe tenerse en cuenta que la división del trabajo y la consecuente cooperación social se desplomarían si todos tuviéramos los mismos talentos e inclinaciones. Por último, la supuesta redistribución de talentos innatos naturalmente abriría la posibilidad de que cada uno use de manera diferente esa “compensación” con lo que se entra en el círculo vicioso de la necesidad de compensar la compensación y así sucesivamente.

Tercero, el ataque al individualismo no toma en cuenta que se trata del respeto irrestricto a las autonomías individuales y de la máxima apertura al comercio y a las relaciones con otras personas en el contexto de una visión cosmopolita e internacionalista, precisamente bloqueada por el intervensionismo estatal al imponer aranceles, manipular tipos de cambio y otras bellaquerías.

En cuarto lugar, las mediciones tales como el Gini ratio que marcan la dispersión del ingreso como fundamento para la incursión estatal en el acortamiento de distancias entre patrimonios y rentas, no toma en cuenta que lo relevante es que todos mejoren y que las diferencias son el resultado de las votaciones diarias de la propia gente en el mercado y que torcer esas asignaciones de recursos retrasa la posibilidad de mejoramiento, especialmente para los más necesitados. En otras palabras, mucho se ganaría si los intelectuales de peso que provienen de la izquierda se unieran al espíritu de libertad sin cortapisa alguna, puesto que, desde esta nueva perspectiva, sus valiosas contribuciones en otros campos fuera de la economía enriquecerían notablemente los debates contemporáneos si dejáramos de lado los lugares geográficos como puntos de referencia para el pensamiento. Pero para lograr el objetivo de contar con relaciones sociales armónicas en un contexto de progreso moral y material es indispensable batir intelectualmente a los necios: unos en todo terreno y otros en el campo crematístico que machacan con recetas fallidas una y otra vez.

A pesar del dictum de Kant en cuanto a que “el sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca”, es también cierto que los necios pueden dejar de serlo si prestan atención a la razón con lo que esta peste intelectual puede revertirse.

Pero para lograr esto, como ha dicho Viktor Frankl, no hay que amoldarse a “una visión ferroviaria de la vida” en el sentido de dejarse encajar en ciertos estereotipos de estaciones o etapas predeterminadas en nuestro recorrido vital, puesto que cada uno debe fabricar sus propias estaciones para lo cual es menester abandonar la actitud del necio. De lo contrario no estará lejos el riesgo del deslizamiento a los extremos de los Joseph Fouché de nuestro mundo -al decir de Stefan Sweig un “tránsfuga profesional”- quienes explicita o implícitamente terminan aceptando lo que ese personaje nefasto proclamaba a los cuatro vientos: “todo le está permitido a los que actúan en nombre de la revolución.”

Por su parte el liberalismo es el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros. Es decir el respeto recíproco en el contexto de entender que los derechos no se toleran, se respetan y en esta línea argumental es medular comprender que esto en modo alguno significa compartir el proyecto de vida del vecino. La tolerancia encierra cierta connotación inquisitorial y de soberbia puesto que equivale a un perdón a los que están equivocados encajando la verdad en el que tolera. El conocimiento tiene la característica de la corroboración provisoria sujeto a refutaciones. El debate abierto es condición necesaria para el aprendizaje. Más aun uno puede resultarle repugnante el proyecto del vecino pero bajo ninguna circunstancia puede recurrirse a la fuerza a menos que se produzcan lesiones a derechos. Esto último es la única condición que da pie para el uso de la fuerza, es decir, defensiva, bajo ninguna circunstancia ofensiva. Esto que parece una obviedad no lo es cuando se filtra el aparato de la fuerza en áreas que en una sociedad libre son privativas de cada uno y bajo su responsabilidad. Y ya sabemos que el liberalismo no se corta en tajos, se trata de aspectos indisolubles de moral, derecho, filosofía, economía y epistemología. Cuando los megalómanos dan rienda suelta a sus caprichos respecto a lo que debería hacer cada uno con su vida y su propiedad se incurre en una insolencia y constituye una bofetada a la inteligencia y al sentido común.

En resumen insistimos en que para clarificar conceptos -y tengamos en cuenta que las palabras sirven para pensar y para transmitir pensamientos por lo que deben resultar precisas- es menester utilizar estatismo y liberalismo para ser claros y abandonar los lugares geográficos que confunden.

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