Hiperinflación: hay que tomar la medicina necesaria

Director Ejecutivo en 

CLARÍN En los últimos meses, se ha dado una discusión pública sobre si Argentina está yendo o no a una hiperinflación. Es evidente que no hemos llegado a ella. Los que tuvimos la desgracia de vivir alguna/s de las tres anteriores que tuvo el país conocemos el grado de empobrecimiento, estrés y disolución social al que lleva. Hace pocos años, en Venezuela, quebró el “cepo” que implementó el dictador Hugo Chávez y más del 80% de los venezolanos terminaron en la pobreza.

En Argentina, los datos de la realidad demuestran que la gestión de Alberto Fernández y Sergio Massa gestó un proceso hiperinflacionario. Si buscamos tasas de inflación o valores equivalentes de dólares libres (a precios de hoy) como los de los últimos meses, encontraremos que sólo se dieron antes o después de una hiperinflación. Es decir, si no estalló una aún, estamos yendo hacia ella.

Por suerte, el cambio de gobierno generó una pausa en la aceleración de este proceso. Por un lado, la actual gestión buscó una rápida eliminación del exceso de gasto que debía financiarse con el Banco Central (BCRA); lo que permitió dejar de emitir para ello. De esa forma, la maquinita dejó de funcionar al rojo vivo, como venía haciéndolo para “ponerle platita en el bolsillo a la gente” para las elecciones.

Por otro lado, los votantes eligieron al Presidente Milei para que pusiera orden en las cuentas públicas y cambie el rumbo de Argentina, con la expectativa de que sea un país normal. Esa esperanza permitió contener la creciente huida del peso, con la cual la gente buscaba defenderse de la estafa de un BCRA que le sacaba poder adquisitivo para financiar los excesos de erogaciones del anterior gobierno.

Dicha merma de la demanda de moneda también estuvo ayudando a acelerar la caída del valor de nuestra moneda. Lamentablemente, la destrucción del poder adquisitivo del peso que ya se gestó, tardará hasta cuatro meses en reflejarse en el total de los precios de los bienes y servicios. Así que, aun haciendo desde ahora las cosas muy bien, la alta inflación durará hasta el primer trimestre de 2024, por lo menos; aunque luego tenderá a bajar cada vez más rápido.

Así que la dirigencia política tiene un compromiso ineludible con los votantes, cambiar el rumbo de Argentina. El sabor de la medicina necesaria para curarse puede no gustarle a la oposición; pero es necesario tomarla. Ah, y no vale echarle agua para que no les sepa tan mal. Un medicamento muy diluido pierde su capacidad sanadora y no hay tiempo para chiquilinadas.

El paciente está en un estado terminal y, si no se le da el tratamiento correcto que garantice que la gente vea el cambio de modelo que demanda, se morirá. Volverá la huida del peso y serán responsables de que vayamos a una hiperinflación y, en ese caos, no podemos descartar que vuelvan las demandas de “Que se vayan todos”, ante una dirigencia que demuestra que prefiere defender intereses corporativos propios y ajenos, en vez de las demandas y el bienestar de una enorme mayoría de los argentinos.

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