Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
CRONISTA Había una vez una vaca en la quebrada de Humahuaca, quien no se acuerda de las estrofas de aquella bella canción de María Helena Walsh: “En la escuela nadie estudiaba, la vaca de pie en un rincón rumiaba sola la lección. Un día toditos los chicos nos convertimos en borricos, y en ese lugar de Humahuaca la única sabia fue la vaca”. Fue escrita en 1963, hoy, 60 años después, su poder predictivo es triste y asombroso, pues constituye una acertada ilustración del estado de la educación en la Argentina.
Es claro que la educación en nuestro país se encuentra en una profunda crisis, los resultados de las evaluaciones internacionales y nacionales así lo atestiguan, de igual forma que la alta deserción en la escuela secundaria y la bajísima graduación universitaria. Muchos jóvenes terminan su educación obligatoria sin los mínimos conocimientos que el sistema debería aportarles para seguir una carrera universitaria o insertarse en un mundo laboral cambiante, en la sociedad del conocimiento en la cual les ha tocado desarrollarse.
Es indudable que hay mucho por modificar dentro del aula, pero no tiene sentido hablar de ello si los chicos ni siquiera van a la escuela.
Veamos una primera obvia causa de este hecho. Los sindicatos docentes toman a los niños de virtuales rehenes frente a sus reclamos justos o injustos, ello carece de la menor importancia. ¿Quién puede pensar que los días de clase perdidos se recuperan en la realidad? Por supuesto, los niños de familias desfavorecidas económicamente son los más perjudicados. Los chicos a los que hoy se priva de educación serán los desempleados de mañana. ¿No es ello acaso un riesgo de vida? Es claro que sí y, por ende, la educación debe ser declarada un servicio esencial regulándose el derecho de huelga en la actividad y defendiendo el derecho a la educación de los chicos y jóvenes cuyas vidas futuras son destruidas por el desaprensivo accionar de los líderes sindicales.
Pero esta nota no se centra en los habituales paros docentes, sino en otra causa de la cual todos somos responsables, al menos por omisión: los múltiples días feriados que gozamos en nuestro país. Al fin y al cabo, ¿quién no se alegra cuando llega un nuevo “fin de semana largo”?
A modo de ilustración, recordemos cuando en junio de 2016 se estableció el feriado en honor de Martín Miguel de Güemes. Pablo Kosiner, por entonces, diputado por Salta y autor del proyecto, señaló al defenderlo que la incorporación de un nuevo feriado en el calendario “no hará entrar en crisis el sistema educativo pero sí servirá para reivindicar una deuda que la historia argentina tiene con uno de sus próceres máximos”. Es claro que Kosiner tenía razón, el feriado no hizo entrar en crisis el sistema educativo, el sistema ya Reestaba en una crisis casi terminal. Por cierto, ¿dónde se reflexiona sobre Güemes? ¿En los destinos turísticos a los que se trasladan miles de argentinos, de igual forma que lo hacen los días de reflexión de San Martín, Belgrano o tantos otros?
Dejemos de engañarnos. Me lo imagino a Sarmiento afirmar que preferiría que no hubiese ningún acto en su memoria; es más, que ni siquiera un niño argentino recuerde su existencia, antes que privarlo de un día de clases.
Qué mejor, para cerrar esta breve nota y cambiar nuestro estado de ánimo, que retornar a María Helena Walsh, ahora a su Reino del Revés: “Me dijeron que en el Reino del Revés nada el pájaro y vuela el pez, que los gatos no hacen miau y dicen yes, porque estudian mucho inglés. Vamos a ver cómo es el Reino del Revés”.
No hace falta contar con la maravillosa imaginación de María Helena; hoy, nuestra realidad educativa es la mejor ilustración del Reino del Revés: nuestro país no es uno de líderes de los exámenes PISA; por el contrario, la Argentina tiene el vergonzoso privilegio de ser uno de los líderes en días feriados al año, lo cual sumado a los paros docentes contribuye a destruir el futuro de nuestros niños y jóvenes, de sobremanera de aquellos que menos tienen y más necesitan.
El Reino del Revés, ya no es usual escuchar: “mi hijo el doctor”; si no tomamos conciencia de la tragedia que estamos viviendo, pronto habrá de ser habitual escuchar: “mi padre el doctor”. Ojalá así no suceda.