Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
Una primera solución a esta interminable sucesión de reinicios es otorgar a las escuelas de gestión privada la autonomía para diseñar sus planes de estudio, en lugar de estar sujetas a los vaivenes políticos, integrando las necesidades y demandas de la sociedad contemporánea, así como las expectativas de las familias que confían en ellas, permitiendo que distintas visiones y enfoques pedagógicos coexistan y ofrezcan alternativas reales a las familias y estudiantes.
En lugar de retrotraer todo a fojas cero cada vez que cambia un gobierno, esta reforma permitiría a las instituciones educativas de gestión privada generar un ciclo continuo de mejora y evolución, basado en la experiencia acumulada y la capacidad de innovación, y serían los propios padres, ya no los expertos coyunturalmente a cargo de delinear las políticas educativas, quienes fiscalicen a las escuelas a partir de la imprescindible publicidad de toda evaluación que se lleve a cabo.
¿No vale la pena evaluarlo? Yo creo que sí. De lo contrario continuaremos volviendo a recomenzar una y otra vez, cuan el mito de Sísifo. Pero no es una tragedia griega de lo que estamos hablando, sino del futuro de generaciones de niños y jóvenes que transcurren años críticos de su formación en medio de continuos experimentos que nos han conducido a la vergonzosa realidad educativa que hoy nos toca vivir.