Ferderico Sturzenegger, Ministro de Desregulación y Transformación del Estado de Argentina, describe las ideas detrás de la ambiciosa agenda de desregulación de la economía argentina.
Este artículo se basa sobre su discurso en la conferencia “El renacer de la libertad en Argentina y el mundo”, auspiciada por el Instituto Cato y la Fundación Libertad y Progreso, Buenos Aires, Argentina, 11 y 12 de junio de 2024.
Cuando me piden hablar sobre libertad y regulación, me gusta comenzar citando un libro de Amartya Sen, un economista indio Premio Nobel de Economía, que creo que es muy importante en esta materia. Hace algunos años Sen escribió un libro que se llama Desarrollo como libertad (Development as Freedom). Lo que plantea allí es que lo que hace que una sociedad sea desarrollada es que sea libre: por ejemplo, que seamos libres de leer lo que queramos leer, que seamos libres de ver las películas que queramos ver, que seamos libres de casarnos con quien queramos casarnos.
Según Sen esas libertades son las que hacen que una sociedad sea desarrollada. Y dice que las libertades económicas –que podamos comerciar con quien queramos comerciar y hacerlo con la mayor libertad posible– son, por el mismo motivo, un elemento igualmente central de la categorización de una sociedad como desarrollada. Entonces, la libertad económica no solo favorece el crecimiento económico, como bien nos mostraba Robert Lawson, sino que intrínsecamente define las sociedades donde queremos vivir.
Quiero arrancar con esa reflexión y entonces preguntarnos: por qué, si una sociedad libre es la sociedad en la que queremos vivir, y una sociedad libre es la que nos hace ricos, ¿por qué no somos libres? Porque uno ve Suiza, ve Dinamarca; hay sociedades que uno puede ver y simplemente copiar lo que hacen, no es que el blueprint no esté. Pero nos mostraron recién que Argentina está abajo en el índice de libertad económica, y que Venezuela también. ¿Por qué? ¿Por qué elegimos no ir a ese lugar donde sabemos que estaremos mejor?
Yo creo que la respuesta a ese “por qué” está en que a alguien le interesa que eso no sea así, que son los intereses. Y acá podemos referirnos a ese gran economista norteamericano que se llama Mancur Olson, que escribió The Logic of Collective Action (La lógica de la acción colectiva). Él decía que toda la política y toda la política pública se trataba de este conflicto entre los grupos concentrados y el público en general. En The Logic of Collective Action, él desarrolla la hipótesis de que los intereses concentrados tienen capacidad para organizarse para generar regulación en su favor. Él hablaba de los Estados Unidos, pero es una característica de muchas sociedades como la nuestra.
Son intereses los que nos hacen que no seamos libres. Son intereses los que nos hacen que no seamos desarrollados. No somos desarrollados no porque no podamos serlo, sino porque los intereses imponen un papelito que nos impide serlo. Y les voy a dar dos ejemplos de actualidad resueltos por el presidente Milei.
Eliminando papeleo
El primer ejemplo tiene que ver con Starlink. En el DNU 70/23, el presidente Milei liberó las actividades de internet satelital: antes no se podía ofrecer internet satelital porque había un papelito que decía que no se podía hacer. ¿Cuál es el resultado de esa mayor libertad? Que en pocos meses las empresas telefónicas van a estar ofreciendo servicio de telefonía con cobertura total en el país. Hoy uno sale por las rutas argentinas, a cien kilómetros de Buenos Aires, y no tiene internet. Pero lo más interesante es preguntarnos cuánto le costó al Estado que se pueda ofrecer eso: y le costó cero. Cero. Lo podíamos tener, la tecnología estaba, estaba al alcance. ¿Por qué no ocurría? Porque había un papelito que nos decía que no lo podíamos tener.
El otro ejemplo, que también fue bastante público en Argentina, fue el tema de la vacuna de la aftosa. Miren esto: en Argentina teníamos un papelito que decía que la vacuna de la aftosa tenía que ser tetravalente, es decir, que tenía que proteger respecto de cuatro cepas. Dos de esas cepas no existen en el mundo hace cincuenta años: las tiene solo un laboratorio en Argentina. Entonces, obviamente no se podía importar ninguna vacuna aftosa de ningún lugar del mundo, en algunos casos quizás a mitad de precio de lo que se vende en Argentina. Un papelito no nos lo permitía hacer.
Es cierto también que, además de los intereses o quizás como una versión diferente de los intereses, está el rol de los burócratas. Porque los burócratas, en general, cuando definen la regulación –hemos estado trabajando mucho en los últimos meses en tratar de alivianar esa regulación– tienen la mentalidad de decir: “quiero reducir el riesgo lo máximo posible”. Un ejemplo es el rediseño que estamos haciendo en el REGINAVE, que es el régimen de navegación en los ríos y mares argentinos. Y en la conversación de: “Saquemos esto, saquemos esto, saquemos esto, saquemos esto”, venía una y otra vez el comentario: “No, pero hay un barco que chocó en Baltimore”. ¿Se acuerdan del barco que chocó en Baltimore hace unos meses? Entonces es como: “Ah, no, pero puede pasar eso o aquello otro”. Sí, puede pasar eso. También, por supuesto, si uno cruza la calle, alguien puede llevarlo por delante, pero no por eso vamos a prohibir que la gente cruce las calles. Entonces hay como una tensión permanente, por un lado la voluntad del regulador de minimizar el riesgo, pero por otro el poder evaluar como esa vocación de minimizar el riesgo asfixia la actividad económica.
Ustedes mañana van a tener una conversación con Elon Musk al final del día. En la biografía de Elon Musk (que se las recomiendo, es absolutamente espectacular) hay un momento en el cual él empieza a desarrollar SpaceX. Están planificando los despegues y entonces le dicen a Elon Musk: “Tenemos que hacer este test, este test, este otro test”. Elon Musk dice: “¿Pero quién pide estos tests? Tráiganme al que pide estos tests que lo echo ya mismo, en este momento”. Entonces alguien con un poquito de temor le dice: “Los pide la NASA, que son los que nos están contratando”. Y él dice: “¡Ah! Ahora entiendo por qué los cohetes a ellos les salen dos mil millones de dólares, cuando nosotros lo podríamos hacer por cien millones de dólares”. Y le dice a su equipo: “No se trata de minimizar el riesgo, sino de descubrir cuándo hay un problema y resolverlo”.
La estrategia de Elon Musk no es trabajar veinte años en un cohete para que salga perfecto cuando se lancé, sino tirar muchos cohetes, aprender en cada lanzamiento y, a partir de eso, rápidamente llegar a una solución. No sé si ustedes saben, pero la semana pasada tiró el cuarto Starship, ¿correcto? Y lo hizo con el fuselaje incompleto; o sea, le sacó las cerámicas que tiene para proteger del calor, sacó adrede algunas como para poder testear al máximo la capacidad de insulación. Es decir, tomó un riesgo para probar qué era lo que estaba pasando. Me parece que también tenemos que cambiar un poquito esa mentalidad, animarnos a tomar un poquito más de riesgo, porque es mucho más lo que se va a crear, mucho más lo que va a aparecer, si nos animamos a tomar esos riesgos.
El Triángulo de las Bermudas
Bueno, ¿qué tiene que ver todo esto con Argentina? ¿Cómo llevamos esta discusión sobre la libertad y la regulación, y la regulación excesiva a Argentina? Les quiero hablar del Triángulo de las Bermudas de Argentina: Argentina, está en su propio Triángulo de las Bermudas. Imagínense por un momento un triángulo, ¿correcto? ¿Se pueden imaginar un minuto un triángulo? En un vértice pongan a la corporación empresaria; en el otro vértice pongan la corporación sindical; y, en el de abajo, el gran gestor político de esas corporaciones, que es el Partido Peronista.
El Partido Peronista, en Argentina, con sus distintos nombres y sus distintas pieles, es el gestor del status quo, es el gestor de la casta, es el gestor de los intereses creados, es el partido conservador de Argentina. Entonces nos tienen atrapados, el Partido Peronista, la corporación sindical y la corporación empresaria, en ese Triángulo de las Bermudas, que es muy sólido y muy rígido porque está embebido en nuestro marco legal: nuestro marco legal instituye ese Triángulo de las Bermudas donde estas corporaciones logran extraer recursos del resto de la sociedad, logran poner sobre la mesa esos papelitos que les generan privilegios. Los sindicatos lo hacen con sus cajas; los empresarios, con lo que dijo Robert Lawson, que es que lograron ubicar a Argentina entre los países con los menores niveles de apertura económica de entre 165 países.
Sus promociones, su economía cerrada, sus subsidios, sus exenciones impositivas, las cajas sindicales, todo a costa del pueblo argentino. Yo lo llamo el status quo. Javier Milei lo llama “la casta”, el modelo de la casta. Y Javier le agrega un adjetivo, que es el modelo empobrecedor de la casta. ¿Por qué? Porque cuando este sistema se instauró a fines de los años sesenta, cuando se hizo ley (y yo creo que acá el responsable es el presidente Onganía, que fue el que institucionalizó este sistema de la casta), Argentina era un país que tenía 5% de pobres. Hoy Argentina es un país que tiene 50% de pobres.
Después de que se instauró el Triángulo de las Bermudas, Argentina creció a un ritmo de 0,5% per cápita real desde ese momento hasta acá. Cuando se instauró el Triángulo de las Bermudas, Argentina era un país que era más rico que España. Hoy ni siquiera nos podemos comparar con España. Es interesante porque esto no fue a principios del siglo XX, no fue hace cien años: fuimos nosotros, es en nuestras vidas. Es nuestra generación la que es responsable de la debacle de Argentina. Y yo creo que el electorado dijo “basta”, y esto tiene que cambiar. Y creo que ese es el mandato que recibió Javier.
Salir de la trampa
¿Cómo se puede cambiar? ¿Cómo nos podemos liberar del triángulo de las Bermudas? ¿Cómo podemos salir de esta trampa en la que estamos? Obviamente es desarmando el poder de esto que yo llamo los “agentes bloqueantes” del cambio, porque están cómodos: hay mucha gente que está muy cómoda en este equilibrio y en este status quo. Para la corporación empresaria, el cambio viene a través de la competencia, porque la competencia es la que elimina las rentas y, cuando se eliminan las rentas, se debilita la posibilidad de que estas corporaciones empresarias sigan influenciando para mantener este sistema.
Cuando uno habla de la corporación sindical, son las cajas. Miren: cuando yo cuento fuera de Argentina cómo es el régimen institucional de Argentina (esto tenemos que decirlo y decirlo y decirlo para que la sociedad tome conciencia de esto) me dicen, como recién me dijo el profesor James Heckman al comentárselo, “no puede ser”. El sindicalismo en Argentina se lleva aproximadamente entre el 3% y el 3,5% de los salarios formales de Argentina, todos los meses. Cuando yo lo comento afuera, me dicen: “No, no puede ser, no puede ser. ¿Pero cómo? ¿La gente que no está sindicalizada también tiene que aportar?”. Sí, tiene que aportar: la ley, el sistema, el Triángulo de las Bermudas te puso en un lugar donde también tenés que aportar. Me parece que eso es algo en lo que hay que trabajar.
¿Se puede? Yo creo que hay un antecedente que me parece que es muy interesante. Si uno fuera a la Argentina de los ochenta, había otra casta que era importante: la militar. Argentina logró desactivar a esa casta, sacarla totalmente del juego; de hecho, yo no la menciono como parte de este triángulo de las Bermudas hoy. Y si ustedes se acuerdan, a veces las cosas ocurren de manera fortuita, o quizás por la maduración de procesos: pero lo relevante es que el presidente Menem en los años 90 eliminó la conscripción. Los conscriptos eran básicamente la mano de obra, la materia prima de los militares, y se las eliminó. Y cuando les eliminó la materia prima, los desfinanció. ¿De qué los desfinanció? Los desfinanció de soldados. Entonces dejaron de ser un factor importante en la puja de poder en Argentina. Así que se puede, podemos hacerlo, podemos avanzar en este proceso. Creo que ese es el proceso en el cual está involucrado el presidente Milei. Es una tarea ardua, una tarea que implica, creo, una perseverancia muy grande.
La transformación en democracia es compleja
Miren, les voy a decir dos cosas y termino con esto. Hace muchos años, Australia, que también había tenido una historia bastante mala en el siglo XX como la de Argentina —de hecho, el ingreso relativo de un australiano y un argentino se mantuvo constante hasta principios de los años ochenta—, implementó una serie de reformas estructurales en muchos casos muy parecidas a las que implementó el presidente Menem, pero con una diferencia: en Australia esas reformas perduraron, se establecieron, se consolidaron. En Argentina, se revirtieron después de la caída de la convertibilidad.
A mí siempre me daba mucha curiosidad por qué en Australia se habían mantenido y en Argentina se habían revertido. Y de hecho sabemos lo que pasó: hoy Australia es uno de los países más ricos y más vivibles del mundo y Argentina se estancó y perdió posiciones. Pero en el siglo XX, hasta los años ochenta, le había ido igual de mal que a Argentina. Una vez le comenté esto al embajador australiano y él me dijo: “Mirá, te pago un pasaje, andá a Australia y entrevistá a los que hicieron esto”. Bueno, a caballo regalado no se le miran los dientes, así que me fui a Australia y terminé entrevistando a un señor que se llama Paul Keating, que fue el Ministro de Economía del primer ministro que hizo las reformas, que se llamaba Bob Hawke. Ganaron cuatro elecciones seguidas en el sistema parlamentario australiano: tres Bob Hawke y en la cuarta el primer ministro fue Paul Keating, que es esta persona con la que terminé hablando.
Le pregunté al primer ministro Keating cómo era, qué había sido este proceso de reformas, y me dijo dos cosas que me parecen muy interesantes y muy aplicadas a nuestro momento. Lo primero que me dijo es: “Mirá, Federico, si vos mirás el proceso de reformas de Australia hoy, desde la distancia, parece un proceso que fue casi como una cosa de relojería, ¿correcto? Perfecto, como que pensamos esta reforma y salió todo tal cual se había planificado. Pero nada más alejado de la realidad. Yo todas las noches llegaba a casa como si hubiera estado esquiando todo el día con un solo esquí”.
Lo que me estaba diciendo Paul Keating es que los procesos de transformación en una democracia son complejos. Tienen avances, tienen retrocesos. Y hago un pie de página antes de ir al último punto: yo creo que Argentina está viviendo una experiencia democrática inédita. Inédita porque tiene un Congreso independiente, un Congreso que le cambia las leyes al Ejecutivo, un Congreso que emite leyes de iniciativa propia que le pueden gustar o no al Ejecutivo, un presidente que se enoja con el Congreso, y todas estas cosas para mí son una señal de la vitalidad de nuestra democracia.
Yo fui diputado cuando el kirchnerismo tenía mayoría en el Congreso. Recuerdo discutir algunas leyes con el miembro informante del kirchnerismo y decir: “Hay un error acá”. Y él lo mira y me dice: “Sí, sí, tenemos un error acá”. Y le digo: “Cambialo, corregilo”. Y él me dice: “Yo no puedo cambiar una coma”. El miembro informante del partido gobernante no podía cambiar una coma en una ley. Ese era el rol que tenía el Congreso en esa democracia.
Hoy tenemos una democracia vibrante, una democracia con debate, una democracia donde el presidente pelea por sus ideas con un Congreso independiente. Yo creo que eso lo tenemos que ver como una fortaleza de este extraordinario momento democrático que está viviendo Argentina. Lo digo porque hay que cambiar un poquito la perspectiva, ¿no? A veces nos gusta el silencio: pero la libertad es más ruidosa y la independencia de poderes es más ruidosa aún. Y bienvenido sea.
El último punto: le digo a Keating, “¿por qué las reformas de ustedes perduraron?” Y él dice: “Federico, perduraron porque la gente sabía que nosotros éramos un grupo de gente honesta”. No me habló del índice de libertad económica (que seguramente lo tenía en mente y era importante), no me dijo de ciertas políticas, esto, lo otro… Me dijo: “La gente sabía que nosotros éramos un grupo de gente bien intencionada, y cuando tenés un grupo de gente bien intencionada que viene a hacer política, la sociedad le da la derecha, la sociedad confía, la sociedad compra, y el cambio es posible”. Yo creo que Javier está demostrando que tiene eso, y eso es lo que me hace ser sumamente optimista. Muchas gracias.