Sábado, 14 de abril, 2012
[A]lgunos políticos y referentes de opinión suelen manifestar su asombro por la decisión de los habitantes en las Islas Malvinas de seguir siendo “ciudadanos de segunda” de la Corona Británica. Más allá de la veracidad sobre el estatus cívico de los malvinenses, les asombra que desestimen la opción de ser “ciudadanos de primera” de la Argentina.
Les propongo hacer el ejercicio de mirar a nuestro país a través de los “ojos” de un malvinense.
a) Desde 1930, nunca tuvimos más de 30 años de democracia seguidos; aunque es cierto que desde 1983 hemos retornado al voto como forma responsable de cambiar nuestros gobiernos; b) un funcionario público de segunda línea puede llamar por teléfono a un empresario y ordenarle cómo debe manejar su empresa, sin que medie norma escrita que lo avale; c) se le suspenden los subsidios a los gobiernos de distritos que son opositores; d) la violencia, el crimen y el desorden social están en incremento, de la mano de una filosofía legal que defiende a los que avasallan el derecho de terceros; e) luego de una trágica historia de financiamiento monetario del gasto público, que nos llevó a más de 60 años de altísimos niveles de inflación y tres hiperinflaciones, se sancionó una ley que le devuelve al Banco Central la posibilidad de financiar, casi sin restricciones, las erogaciones del gobierno.
Y así podemos seguir: no se puede cambiar libremente nuestra moneda por una extranjera; ya que hay que pedirle permiso a un organismo público que decide en qué debemos ahorrar nuestros ingresos legalmente ganados ; desde enero de 2007, la inflación superó el 150%; pero el organismo estatal de estadísticas, INDEC, nos dice que apenas fue un tercio de ese porcentaje; con congelamiento de precios y multas, se ahoga a las empresas cuyos accionistas no se alinean al “modelo económico” del gobierno, para facilitar y abaratar su adquisición por parte de los “afines” a la actual gestión; a pesar de las promesas de nuestros funcionarios que aseguraron que iba a “llover gasoil”, gracias a las políticas que ellos implementaron, falta ese y otros combustibles, gas, electricidad.
Un funcionario puede decidir qué van a comprar sus habitantes y qué insumos van a usar los empresarios, cerrando discrecionalmente las importaciones; la libertad de expresión y de prensa está continuamente en jaque , ya que el gobierno usa la publicidad oficial, arma multimedios estatales, controla la producción e importación de papel prensa, gasta fortunas en “Futbol, TC, F1 para todos” con el objetivo de imponer un relato único.
En el índice de Calidad Institucional 2011, que elabora Libertad y Progreso, la Argentina está 125 (entre 194) y figura en el quinto puesto entre los que más retrocedieron desde 2007 , 32 lugares. Conclusión, deberíamos reconocer que los argentinos no podemos asumirnos siquiera como ciudadanos, ya que ello implicaría demandar a nuestros funcionarios que cumplan con el rol y los límites para el ejercicio del poder que les impone la Constitución Nacional. Quizás, algún día, si decidimos asumir nuestro compromiso cívico, los malvinenses se vean tentados de ser “ciudadanos de primera” de una verdadera República Argentina.