Por Emilio Ocampo | Los argentinos estamos aferrados a una leyenda que no ha contribuido a nuestro progreso. Me refiero al mito de San Martín como “padre de la patria” y “libertador de América”. Según este mito, la Argentina nació de la acción breve pero decisiva de un hombre más cercano a los héroes y semidioses de la mitología antigua que a la realidad social hispanoamericana de su época. Esta leyenda caudillesca a su vez sostiene otras dos creencias igualmente nocivas: la primera es que, por ese mero hecho, los argentinos estamos predestinados a la grandeza, y la segunda, que se deriva de ella, es la de nuestra excepcionalidad y superioridad sobre nuestros vecinos.