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Calidad Institucional

Ley de Abastecimiento: un proyecto subjetivo y soberbio

DesAbastecimiento

INFOBAE.- El proyecto de ley de abastecimiento llamado “Nueva Regulación de las relaciones de producción y consumo” es una muestra más de la petulancia de los gobernantes. 

Según el proyecto el Poder Ejecutivo, a través de la Secretaría de Comercio, podrá:

Regir la  compraventa, permuta, locación de cosas muebles, obras, y servicios  – materias primas directas o indirectas y sus insumos – que se destinen a la producción, construcción, procesamiento, comercialización, sanidad, alimentación, vestimenta, higiene, vivienda, deporte, cultura, transporte y logística, esparcimiento así como otro bien o servicio que satisfaga necesidades  básicas orientadas al bienestar de la población. (art 1)

Podrá a su vez, establecer márgenes de utilidad, precios de referencia, niveles máximos y mínimos de precios. 

Dictar normas que rijan la comercialización, intermediación, distribución y/o producción. Disponer la continuidad en la producción, industrialización, comercialización, transporte, distribución o prestación de servicios como así en la fabricación de determinados productos, dentro de “niveles o cuotas mínimas”.  Acordar subsidios, Requerir toda documentación, Exigir presentación de libros, documentos, papeles, y todo elemento relativo a la administración, realizar pericias, Proceder al secuestro de información y documentación, Crear registros y libros especiales, establecer licencias comerciales  (Art2)

Además, el proyecto autoriza a los gobernadores a fijar precios máximos en sus jurisdicciones. Si fuera mayor al precio nacional deben pedir permiso a la secretaría de comercio. (art 3)

Todo con la intención de castigar acciones privadas tales como (Art 4): Elevar artificialmente los precios no acorde a costos y obtener ganancias abusivas, revaluar existencias, (salvo autorización), acaparar materias primas o productos. Formaren existencias superiores a las necesarias, Intermediar o permitir intermediar innecesariamente, destruir mercaderías o bienes, Negar o restringir injustificadamente la venta de bienes o la prestación de servicios. O que no la incrementaren habiendo sido intimados por la autoridad de aplicación a ello. , Desviar o discontinuar el abastecimiento normal y habitual de una zona a otra sin causa justificada, No tuvieren para su venta o discontinuasen la producción de bienes o servicios con precios máximos y mínimos, márgenes de utilidad fijados.

Esta ley stalinista parte de errores conceptuales básicos, impropios de una persona que al menos respete la más elemental operatoria comercial.  Con haber atendido un mostrador de un quiosco durante unos meses alcanza para comprender que el articulado es delirante, irreal y altamente peligroso. 

Los errores conceptuales básicos son los siguientes.

  1. El proyecto considera que la información del mercado se puede captar, agrupar, decodificar y comprender.
  2. Supone además que el Estado puede hacer esa tarea.
  3. Supone además que el Estado, una vez con toda esa información, puede lograr los cálculos económicos pertintentes para saber cuánto producir, cómo, cual es el costo, cuales los precios de venta.
  4. Supone que pudiendo hacer todo eso, el Estado es inmaculado, e incorruptible
  5. Supone en definitiva que con una planilla Excell y un fusil se puede reemplazar al mecanismo de precios del mercado.

La realidad es que la información de los proceso de mercado no se puede agrupar, ni concentrar toda junta. El mercado es ante todo un proceso de descubrimiento. Todos los agentes, empresas, trabajadores, profesionales, etc tienen “un poco de información”.

Es impensable e inviable que un secretario de comercio pueda obtener todos esos pedacitos de información.

Por ello es impensable la planificación. No hay planificación sin multas ni machetes policiales. Las experiencias fracasadas de controlar los precios por parte del nazismo, el comunismo y los gobiernos militares así lo indican.

Los precios son incontrolables en el sentido de que no dependen de una “junta de planificación” o “secretaría iluminada”.  No es fácticamente posible conocer todos los costos y todos los precios. El proyecto complementario a la Ley de Abastecimiento que crea el “Observatorio” es otro disparate.

Lo que es controlable es la inflación pero por una vía distinta la política monetaria sana y racional.

Pretender establecer lo que dice el articulado sobre controlar utilidades, precios, suministros y cantidades no supone solo que el Ejecutivo está jugando al empresario sino que está jugando a ser todos los empresarios a la vez.

El proyecto presupone que los funcionarios pueden hacer mejor las cosas que el empresario. Si así fuera los invito a ser empresarios con su propio dinero y no mediante empresas públicas con todos los privilegios estatales.

De hecho, si el funcionario puede fijar precios, cantidades, márgenes, líneas de producción equivale a manejar directamente la empresa.  Sin embargo no es imaginable ver al mismo funcionario respetando esos parámetros oficiales pagando los mismos sueldos, los mismos costos, los mismos impuestos que las empresas.

El articulado implica una elevada subjetividad por parte de la autoridad de aplicación. En ningún párrafo se aclara qué significa “elevado margen de utilidad”, ni “nivel de existencias elevado”, ni “grado de intermediación deseable”.  Ante tal ambigüedad el poder arbitrario se magnifica. Tal poder arbitrario deriva necesariamente en la corrupción. La ley de abastecimiento generará más corrupción.

El mejor mecanismo para eliminar la inflación es la competencia en un contexto de estabilidad macroeconómica, política monetaria sana y apertura económica.

Un funcionario controlando precios no es otra cosa que un petulante al borde de la corrupción intentando una quimera. Todo a costa del bienestar de los argentinos.

El proyecto de ley de abastecimiento generará

  • Menores inversiones y por tanto menor nivel de empleo
  • Creciente desabastecimiento
  • Elevados niveles de evasión y corrupción administrativa
  • Cierre de empresas y menor incentivo a la inversión externa en Argentina.
  • Lejos de favorecer a los consumidores esta ley los convertirá en mendigantes frente a góndolas vacías.

Publicado en Infobae Opinión

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Presupuesto 2015: Cerca del relato, lejos de la realidad

presupuesto 2015

El proyecto de Presupuesto 2015 que presentó ayer el Gobierno en el Congreso de la Nación está más cerca del relato que de la realidad de los argentinos. Muestra una administración que sigue pretendiendo dibujar el gasto, el superávit y el índice de precios.

A esto se suma la irresponsabilidad de algunos legisladores nacionales que aprueban y convalidan presupuestos alejados de la realidad como éste, incumpliendo uno de sus roles como representantes de la ciudadanía, que es sancionar y controlar de qué manera el Gobierno gasta el dinero de los contribuyentes.

La primera mentira del Presupuesto tiene que ver con los cálculos que se vienen haciendo desde hace años en cada presupuesto con respecto al Gasto Primario y al Superávit Primario, sin asidero en la realidad.

El Gobierno alimenta el relato del Presupuesto desde hace años. En 2012 remitió al Congreso un Presupuesto que estimaba una suba en el Gasto Primario del 15,5%, cuando en realidad en todos los años de gestión de los Kirchner esta suba nunca fue menor al 20%, y en los años de los gobiernos de Cristina Kirchner nunca fue menor al 29%. Sin embargo, en 2012, el oficialismo insistió en que la suba de este gasto no iba a superar el 15,5%.

Podría decirse entonces que se equivocaron, que a cualquiera le puede pasar. Pero cuando se ve que en el Presupuesto 2014 estimaron la suba del Gasto Primario en un 15,6%, queda claro que no se trata de un error. Con los datos ya conocidos a junio, la suba del gasto en 2014 sería al menos el triple que ese 15,6 por ciento.

La mentira se vuelve más obvia aun cuando el Ejecutivo presenta el Presupuesto 2015 asumiendo que el Gasto Primario en el próximo año va a subir solamente un 13,1%, cuando como vienen las cosas hasta el momento, es probable que el gasto termine siendo cuatro veces esa cifra.

La pregunta es por qué y para qué se aprueba un Presupuesto si el Gobierno termina gastando lo que quiere, sin límites y hasta tiene la facultad delegada -e inconstitucional- de cambiar a su antojo el destino de las partidas.

Algo análogo sucede con el Superávit Primario. En 2013 se lo estimó en 59.256 millones de pesos y en realidad no sólo no existió tal superávit, sino que se produjo un déficit de 22.479 millones. Luego, para 2014, se presupuestó un Superávit Primario de 78.117 millones y es probable que este año volvamos a tener déficit a niveles parecidos a los del año pasado. Es insólito que vuelvan a insistir en que van a tener Superávit Primario, cuando es evidente que eso no sucederá.

Datos falseados

La segunda mentira del Presupuesto 2015 tiene que ver con los datos económicos que allí se exhiben. Este Presupuesto 2015 es la confirmación de que el cambio en las estadísticas en el Indec ha quedado en la historia. El hecho de que en el proyecto estimen un crecimiento del 0.5% cuando hay recesión en todos los sectores y la caída de la actividad es evidente habla de que este nuevo Presupuesto es un dibujo y de que el Gobierno sigue acomodando el relato para ocultar la recesión y la inflación.

Cuando se dio a conocer el nuevo Indice de Precios oficial en enero se generó entusiasmo entre los diversos actores de la economía, porque la nueva medición oficial reflejaba cerca del 80% de lo que medía el cálculo de inflación de los privados (IPC Congreso). Pero a medida que transcurrieron los meses el nuevo índice fue alejándose más y más de la realidad, registrando hoy una brecha del 50% respecto del IPC Congreso. De seguir así, y de acuerdo a lo que marca la evolución de precios que se calcula en el Presupuesto 2015, la tendencia a futuro sería que el Indice de Precios oficial sólo refleje el 35 o 40% de lo que pasa realmente con los precios. Esto quiere decir que los ciudadanos seguirán siendo engañados por las estadísticas oficiales de precios y que habrá que despedirse de cualquier posibilidad de normalizar la relación con el Fondo Monetario Internacional y demás organismos multilaterales.

Nota publicada en Fortuna e Infobae

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Cómo crear o conservar un Estado sin morir en el intento

Escocia-Reino Unido

Érase una nación, o parte de ella, en busca de un Estado. No sucedió. A veces no sucede. Escocia, como sabemos, se mantendrá dentro del Reino Unido. ¿Por cuánto tiempo? Ya eso no es tan claro. Los Estados, especialmente los plurinacionales, son construcciones artificiales flexibles. Mudan sus fronteras, aparecen y desaparecen, cobran importancia o se vuelven insignificantes.

Irlanda, que una vez formó parte del RU, poco a poco, tras ciertos episodios de extrema violencia, fue separándose del conjunto británico a lo largo del siglo XX, hasta que en 1949 constituyó una república totalmente independiente, a la que le ha ido, por cierto, muy bien. Hoy Irlanda, tras su profunda transformación liberalizadora, tiene un PIB per cápita de US$41 300 y el Reino Unido sólo llega a $37 300.

La lección fue contundente. El sangriento trauma de la independencia irlandesa sirvió para que Londres afrontara el riesgo escocés de secesión de una manera diferente, mucho más razonable. Las rupturas, ya se sabe, siempre son desagradables, pero pueden ser pacíficas y con arreglo a la ley. Afortunadamente, el país no se volvió a quebrar, acaso, precisamente, porque todos se acogieron a un modo legal de solucionar la disputa.

Tal vez por eso es muy importante que las Constituciones contengan cláusulas que establezcan y regulen la posible separación de las regiones. De la misma manera que existe la ley de divorcio para disolver el vínculo matrimonial cuando una persona desea extinguir sus relaciones conyugales, los Estados deberían contemplar esa amarga posibilidad en su legislación. Ahorraría mucho dolor e, irónicamente, en muchos casos prolongaría las uniones, en lugar de precipitar la ruptura.

¿Cómo deberían ser esas normas? Tal vez, las tres más urgentes serían éstas:

  • Tendrían derecho a solicitar la secesión las regiones con cierta entidad histórica, previamente señaladas en la Constitución, en las que sólo voten los mayores de edad radicados en ese territorio. La idea es cerrarles el paso a los arrebatos separatistas, como cuando la ciudad o cantón de Cartagena, en Murcia, en el sur de España, se declaró independiente en 1873 y pidió la anexión a Estados Unidos.
  • No bastaría con una victoria. Serían necesarias dos consultas, acaso separadas por una década, para demostrar que el resultado de las urnas no es el producto de una coyuntura, sino de una tendencia social claramente arraigada y sostenida “intergeneracionalmente”.
  • Tampoco bastaría una mayoría simple. Sería necesaria una mayoría calificada de, por ejemplo, el 60% de los sufragios o del padrón electoral. La superstición aritmética de que el 50% más 1 legitima cualquier decisión no siempre es acertada. Ese 1 a las 24 horas puede cambiar de opinión. La democracia es un método para tomar decisiones colectivas que se sustenta en la regla de la mayoría, pero la definición legal de “mayoría” puede cambiar para que el método dé resultados y no resulte contraproducente. La existencia misma del concepto “mayoría calificada” demuestra que la democracia es un instrumento, no un fin en sí mismo.

Es urgente crear un marco legal que evite el surgimiento de la violencia. Algunos de los peores conflictos que ha conocido la especie humana se originan en la constitución y en la disolución de los Estados.

¿Cuánta sangre costó, recientemente, la desaparición de Yugoslavia y el surgimiento de media docena de naciones, entre las cuales, al menos una, Kosovo, todavía está en medio del parto? ¿Qué sucede en Ucrania? ¿Cómo será el difícil establecimiento del Estado kurdo, dado que la nación kurda –25 millones de habitantes remotamente originados en la cultura persa— vivaquea entre Turquía, Irak, Irán y Siria? ¿Cómo será ese terrible estallido en el mundo islámico? (Los kurdos, como buenos persas, suelen decir: “Una palma no es un vegetal, un camello no es un animal y un árabe no es un ser humano”).

Como Estados Unidos contaba con un procedimiento (más o menos opaco) para formar parte de la Unión Americana –lo que le ha permitido llegar a los 50 Estados desde los 13 originales–, pero no un modo de salida, en el siglo XIX debieron sufrir una espantosa guerra, cuyo costo en vidas humanas norteamericanas ha sido mayor que el de cualquier guerra anterior o posterior en la que el país haya participado.

En suma, si sabemos que los Estados, como las personas, están sujetos a cambios y, al final, a la muerte inevitable, busquemos la manera de acomodar esos cambios y, en su momento, aprendamos a enterrarlos dignamente. QEPD.

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La lección de Isaías

Isaías

Parte de las clases de Albert Jay Nock en la Universidad de Virginia fueron publicadas en forma de un libro que tuvo gran difusión titulado The Theory of Education in the United States, al que se sumaron otras numerosas obras y artículos de su autoría. Escribió un ensayo en 1937 reproducido en castellano en Buenos Aires (Libertas, Año xv, octubre de 1998, No. 29) titulado “La tarea de Isaías” (“Isaiah´s Job”). En ese trabajo subraya la faena encargada al mencionado profeta bíblico de centrar su atención en influir sobre la reducida reserva moral (remnant en inglés): “De no habernos dejado Yahvéh un residuo minúsculo , como Sodoma seríamos, a Gomorra nos pareceríamos” (Isaías, 1-9).

A partir de lo consignado, Nock elabora sobre lo decisivo del remnant al efecto de modificar el clima de ideas y conductas y lo inconducente de consumir energías con las masas. Así, escribe nuestro autor que, a diferencia de las reservas morales, siempre reducidas en número, “el hombre-masa es el que no tiene la fuerza intelectual para aprehender los principios que resultan en lo que conocemos como la vida humana, ni la fuerza de carácter para adherir firme y estrictamente a esos principios como normas de conducta, y como esas personas constituyen la abrumadora mayoría de la humanidad, se las conoce como las masas”. Y lo dice en el mismo sentido orteguiano y de Gustav Le Bon, pueden ser pobres o ricos, profesionales o sin oficio, ubicados en una u otra posición social, “se trata de un concepto cualitativo y no de circunstancia”.

Esta tarea clave encomendada a Isaías, se aleja de aquellos que no son personas íntegras ni honestas intelectuales sino timoratas que tienen pánico de ir contra la corriente aun a sabiendas que lo “políticamente correcto” se encamina a una trampa fatal. Necesitan el aplauso, de lo contrario tienen la sensación de la inexistencia. Ponen la carreta delante de los caballos y su sueño (y su fantasía) es dirigirse a la aprobación de multitudes y no les preocupa la satisfacción moral de sostener la verdad. Nunca avanzan en nada puesto que en último análisis se someten a los subsuelos reclamados por la mayoría en lugar de intentar revertir la decadencia. Son manipulados en constantes corrimientos en el eje del debate que no han sido capaces de administrar. Cada vez más se ven obligados a modificar su lenguaje y propuestas en un declive sin fin mientras no encuentren la voluntad y la fuerza para influir en el movimiento de ese eje crucial. No manejan la agenda, son obligados a tratar lo que otros indican y del modo que los establecen.

Estos son los que la juegan de “líderes”, los demás aparecen como bultos exaltados con promesas demagógicas pero que en definitiva dirigen los acontecimientos y empujan a los supuestos líderes a la bancarrota.

Hay incluso quienes podrían ofrecer contribuciones de valor si fueran capaces de ponerse los pantalones y enfrentar lo que ocurre con argumentos sólidos y no con mentiras a medias, pero sucumben a la tentación de seguir lo que en general es aceptado. No se percatan de la inmensa gratificación de opinar de acuerdo a la conciencia y de la fenomenal retribución cuando aunque sea un alumno, un oyente o un lector dice que lo escuchado o leído le abrió nuevos horizontes y le cambió la vida. Prefieren seguir en la calesita donde en el fondo son despreciados por una y otra tradición de pensamiento puesto que es evidente su renuncia a ser personas íntegras que pueden mirarse al espejo con objetividad.

Y no es cuestión de alardear de sapiencia, todos somos muy ignorantes y a mediada que indagamos y estudiamos confirmamos nuestro formidable desconocimiento. Se trata de decencia y sinceridad y, sobre todo, de enfatizar en la imperiosa necesidad del respeto recíproco, entre otras cosas, por la referida ignorancia superlativa que es una de las razones por la que no podemos tener la arrogancia de manejar vidas y haciendas ajenas.

Este razonamiento excluye a los políticos puesto que en esta instancia del proceso de evolución cultural su función en la democracia es la de atender lo que demanda la gente. Hay aquí un posible correlato con el empresario quien, para tener éxito, debe entregar los bienes y servicios que requiere la gente y no lo que le agrada al gerente. Uno y otro deben dirigirse a su público a riesgo de perecer. Los personajes a que nos referíamos con anterioridad son simples secundones de los políticos, en lugar de asumir un rol independiente y digno al efecto de contribuir al encauzamiento de las cosas por una senda fértil.

Por otro lado, si nos quejamos de los acontecimientos, cualquiera éstos sean, el modo de corregir el rumbo es desde el costado intelectual, en el debate de ideas y en la educación. Y este plano no está subordinado a los deseos del público sino que por su naturaleza debe seguir las elucubraciones que honestamente piensan sus actores. Es desde ese nivel que produce lástima y vergüenza el bastante generalizado renunciamiento a valores y principios que se saben ciertos.

Como se ha señalado en incontables oportunidades, los socialismos son en general más honestos que supuestos liberales en cuanto a que los primeros se mantienen firmes en sus ideales, mientras que los segundos suelen retroceder entregando valores a sabiendas de su veracidad, muchas veces a cambio de prebendas inaceptables por parte del poder político o simplemente en la esperanza de contar con la simpatía de las mayorías conquistadas por aquellos socialistas debido a su perseverancia.

Ya he puesto de manifiesto en otra ocasión que la obsesión por “vender mejor las ideas para tener más llegada a las masas” es una tarea condenada al fracaso, principalmente por dos razones. La primera queda resumida en la preocupación de Nock en el contexto de “la tarea de Isaías”. El segundo motivo radica en que en la venta propiamente dicha no es necesario detenerse a explicar el proceso productivo para que el consumidor adquiera el producto. Es más que suficiente si entiende las ventajas de su uso. Cuando se vende una bicicleta o un automóvil, el vendedor no le explica al público todos los cientos de miles de procesos involucrados en la producción del respectivo bien, centra su atención en los servicios que le brindará el producto al consumidor potencial. Sin embargo, en el terreno de las ideas no se trata solo de enunciarlas sino que es necesario exponer todo el hilo argumental desde su raíz (el proceso de producción) que conduce a esta o aquella conclusión. Por eso resulta más lenta y trabajosa la faena intelectual. Solo un fanático acepta una idea sin la argumentación que conduce a lo propuesto. Además, los socialismos tienen la ventaja sobre el liberalismo que van a lo sentimental con frases cortas sin indagar las últimas consecuencias de lo dicho (como enfatizaba Hayek, “la economía es contraintuitiva” y como señalaba Bastiat “es necesario analizar lo que se ve y lo que no se ve”).

Por eso es que el aludido hombre-masa siempre demanda razonamientos escasos, apuntar al común denominador en la articulación del discurso y absorbe efectismos varios. Por eso la importancia del remnant que, a su vez, genera un efecto multiplicador que finalmente (subrayo finalmente, no al comienzo equivocando las prioridades y los tiempos) llega a la gente en general que a esa altura toma el asunto como “obvio”. Este es el sentido por el que hemos citado a John Sturat Mill en cuanto que toda idea buena que recién se inaugura invariablemente se le pronostican tres etapas: “la ridiculización, la discusión y la adopción”. Y si la idea no llega a cuajar debido a la descomposición reinante, no quita la bondad del testimonio, son semillas que siempre fructifican en espíritus atentos aunque por el momento no puedan abrirse paso.

Es por esto que se ponen de manifiesto culturas distintas; en un pueblo primitivo (no en cuanto a que es antiguo sino en cuanto a incivilizado, en cuanto a “cerrado” para recurrir a terminología popperiana) no concibe principios y valores que adopta una “sociedad abierta”. La secuencia que comienza con el remnant no tuvo lugar en el primer caso y sí se produjo en el segundo.

En relación al indispensable respeto a que nos hemos referido más arriba, sostengo que es conveniente que reemplace a la expresión “tolerancia” ya que ésta conlleva cierto tufillo inquisitorial debido a que deriva de una gracia o un permiso de la autoridad para profesar el culto de cada cual (o de ninguno). Tuvieron que lidiar con estos asuntos escabrosos pensadores como Erasmo, Samuel Pufendorf, John Locke, Voltaire y Castalion (pensemos que hasta Sto. Tomás de Aquino justificó en la Suma Teológica que “la herejía es un pecado por el que merecieron no sólo ser separados de la Iglesia por la excomunión, sino también ser excluidos del mundo por la muerte”; 2da. 2da., q.xi, art. iii). El reemplazo sugerido evita la absurda noción de autorizaciones como el bienintencionado Edicto de Nantes (abrogado a poco andar) y es por todo esto que en la primera línea de la primera enmienda de la Constitución estadounidense se elude el empleo de aquella palabra. Los derechos se respetan no se toleran, lo contrario trasmite el mensaje del error en la conducta del tolerado, que se “tolera” desde un plano “superior” que dictamina sobre si debe o no tolerarse determinada creencia. De más está decir que el respetar la conducta del otro que no lesiona derechos no significa suscribir su proceder ni adherir al relativismo epistemológico.

En resumen, creo que es pertinente para ilustrar como es que nunca se desperdician las contribuciones bienhechoras de las personas íntegras -aun operando en soledad- lo apuntado por la Madre Teresa de Calcuta cuando le dijeron que su tarea era de poca monta puesto que “es solo una gota de agua en el océano” a lo que respondió “efectivamente, pero el océano no sería el mismo sin esa gota”.

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