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Calidad Institucional

Vuelve a Europa la sinrazón nacionalista

[caption id="attachment_16654" align="aligncenter" width="300"]FRANCE-EU-VOTE De izq. a der., de arriba a abajo: el líder del partido Verdaderos Fineses, Timo Soini; el líder del partido neo-Nazi alemán (NPD), Udo Voigt; el vocero y miembor del parlamento por el partido Amanecer de Oro de Grecia, Ilias Kasidiaris; el líderl del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), Nigel Farage; el líder del ultra-derechista Partido de la Libertad Austriaca (FPOe), Heinz-Christian Strache; el director y parlamentario del Partido Jobbik ("Mejor"), Gabor Vona; el líder del Partido Popular Danés, Morten Messerschmidt; y la líder del ultra-derechista Frente Nacional francés (FN), Marine Le Pen.[/caption]

LA NACIÓN.- Es alarmante el parecido con los nazis que ponen de manifiesto las plataformas de los partidos políticos europeos que han obtenido éxitos electorales varios en los recientes comicios para lograr escaños en el Parlamento Europeo; esto ratifica las tendencias que se vienen observando de un tiempo a esta parte.

Todos los medios de comunicación mundiales informan acerca de estos hechos bochornosos para el futuro de la humanidad. Así, los recuentos de votos dan por resultado un espectáculo lamentable, sobrecogedor y realmente triste. Es como si la humanidad no hubiera padecido (y los padece) los estragos de la xenofobia nacionalista.

Con suerte diversa, pero siempre mostrando incrementos notables en el caudal electoral, el proceso electoral europeo ha exhibido resultados llamativos en favor de los nacionalismos: en Francia, el Frente Nacional; en Inglaterra, el Partido Independiente del Reino Unido; en Alemania, el Partido Alternativa para Alemania; en Dinamarca, el Partido del Pueblo Danés; en Suecia, los Demócratas Suecos; en España, Podemos; en Austria, el Partido de la Libertad; en Grecia, el Amanecer Dorado; en Italia, la Liga del Norte, y en Hungría, el Movimiento por una Hungría Mejor.

Ésta es la cara visible de la siempre nociva derecha que, aliada a veces con ciertas manifestaciones conservadoras, apunta a imponer una cultura alambrada (si es que se puede aludir a "cultura" en este contexto) sobre la base de esperpentos y dislates como los del "ser nacional" y la "cultura nacional y popular".

Desde la perspectiva de la sociedad abierta, el globo está fraccionado en naciones, y éstas a su vez en provincias y municipios, al solo efecto de evitar los riesgos descomunales que un gobierno universal supondría para los derechos individuales. Pero de allí a tomarse seriamente las fronteras (establecidas por contiendas bélicas y accidentes geológicos) hay un trecho insalvable. El comercio de bienes y servicios y los movimientos migratorios libres constituyen expresiones de progreso y, sobre todo, de respeto recíproco. El espíritu liberal sólo adhiere al uso de la fuerza cuando hay lesiones de derechos, pero nunca a recurrir a métodos agresivos cuando se trata de arreglos contractuales libres y voluntarios.

Hannah Arendt explica: "No importa cuál sea la forma que adopte un gobierno mundial que centralice el poder del globo, la misma noción de una fuerza soberana sobre toda la Tierra que detente el monopolio de la violencia sin control ni limitación por parte de otros poderes no sólo constituye una pesadilla de tiranía, sino que significa el fin de la vida política".

Los problemas que tienen lugar hoy en el planeta se deben a deudas públicas colosales (sean internas o externas), gastos gubernamentales astronómicos, déficits fiscales alarmantes, impuestos insoportables, regulaciones absurdas y asfixiantes, manipulaciones monetarias y cambiarias y otras restricciones persistentes al comercio libre. Sin embargo, como una manifestación tragicómica y grotesca, se endosan los problemas a un capitalismo inexistente o raquítico, situación en la que los mencionados partidos políticos (y muchísimos otros) reclaman la intensificación del estatismo y la xenofobia, esto es, más de lo mismo.

La cultura cercada de los nacionalismos se sustenta en la barbarie, es decir, en la premisa de que debe preservarse LA NACION de "la contaminación" que provocarían aquellos aportes generados fuera de las fronteras. Esta visión troglodita supone que lo local es siempre un valor, y un desvalor lo foráneo. Así se destroza la cultura, que siempre es el resultado de donativos y de incorporaciones cruzadas.

Quienes subrayan la "identidad nacional" no se percatan de que la cultura no es un concepto estático: nuestra cultura personal de hoy no es la misma que la de ayer. También ocultan un vacío interior y un marcado complejo de inferioridad. Éste es el motivo por el que la concepción tribal y antisemita del franquismo hacía que se proclamaran bellaquerías sobre la divinidad del caudillo, del mismo modo que lo han hecho todos los dictadores latinoamericanos.

El relativismo inserto en el nacionalismo condujo a sostener monstruosidades como "la verdad alemana". Como ha escrito Julien Benda, el concepto de verdad es un obstáculo para los nacionalistas, ya que en rigor se trata de una noción universal.

El afecto al terruño es natural, y es saludable el apego a las buenas tradiciones, pero muy distinto es el declamar un amor telúrico y agresivo para con otros países. Como destaca Fernando Savater, "cuanto más insignificante se es en lo personal, más razones se buscan de exaltación en lo patriótico", opinión que coincide con lo consignado por Juan Bautista Alberdi: "El entusiasmo patrio es un sentimiento peculiar de guerra, no de la libertad".

Como, por ejemplo, señalaron Darwin y Spencer Wells, la idea de "raza" deriva de estereotipos y abstracciones imposibles de concretar. En nuestros tiempos, los sicarios nazis, debido a que tatuaban y rapaban a las víctimas para distinguirlas de sus captores, sostuvieron que "la raza es una cuestión mental", calcando el polilogismo clasista de Marx para aplicarlo a un polilogismo racial.

Las raíces intelectuales del nacionalismo deben verse en quienes fomentaron la autarquía, la confrontación con toda manifestación de lo extranjero y el patrioterismo de la más baja estofa, que conduce a los antropomorfismos más ridículos y a "vivir con lo nuestro". También entre nosotros, los escritos de destacados nacionalistas abrieron las puertas a la revolución fascista del 30 y al advenimiento del peronismo.

En esta línea argumental, la tragedia mayúscula del desempleo se debe a regulaciones laborales que pretenden colocar por decreto los salarios y equivalentes en niveles superiores a las tasas de capitalización, en lugar de centrar la atención en la mejora de marcos institucionales que, al garantizar derechos de propiedad, facilitan la inversión, que es el único factor que al hacer de apoyo logístico al trabajo permite elevar su productividad y, consecuentemente, los salarios e ingresos en términos reales.

La expresión "inmigración ilegal" es contraria al cosmopolitismo inherente a la sociedad abierta y suscribe las mismas falacias del mal llamado "proteccionismo", que demanda mayor erogación por unidad de producto; así, naturalmente, hay menos productos, lo que se traduce en niveles de vida inferiores, especialmente para la gente que más necesita, en beneficio de empresarios prebendarios que asaltan al consumidor del modo más cruel. Es una vergüenza el muro construido en Estados Unidos con la idea de bloquear la entrada de inmigrantes que buscan mejorar sus situaciones y que, como han detallado autores como Julian Simon, benefician al país receptor.

Desafortunadamente, las izquierdas han abdicado de su rol en los prolegómenos de la Francia revolucionaria de oponerse a los abusos de poder, para aliarse a los megalómanos que apuntan a manejar vidas y haciendas ajenas exhibiendo una superlativa falta de respeto y, necesariamente, concentrando ignorancia, puesto que el conocimiento está fraccionado y disperso en millones de personas. Éste es el estrecho parentesco entre derechas e izquierdas al que, entre otros, se refiere extensamente J.F. Revel, quien subraya el enemigo común de estos primos hermanos: el liberalismo.

Parlamento Europeo

Publicado en La Nación edición impresa
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Marcos institucionales: el origen

[caption id="attachment_16651" align="aligncenter" width="300"]The trial of the honourable Colonel Algernon Sidney, 1683. painted by F.P. Stephanoff, Esq. London 1835 "El juicio del honorable Coronel Algernon Sidney", obra de F.P. Stephanoff (1683)[/caption]

Hoy en los países civilizados se da por sentado que los marcos institucionales compatibles con una sociedad abierta resultan esenciales para el progreso. Desarrollos como el tronco principal de las tradiciones de pensamiento de Law & Economics y Public Choice parten de ese supuesto al efecto dar paso a la estrecha vinculación ente el derecho y la economía. Escuelas como la Austríaca y la de Chicago se basan -con criterios distintos- en la estrecha conexión entre esas áreas vitales.

algernon sidneyEs interesante entonces indagar acerca del origen del tratamiento sistemático de aquellos marcos. Habitualmente se sitúa en John Locke, pero si bien fue un inicio decisivo en la historia no es el origen del referido tratamiento sistemático donde más bien debe ubicarse a Algernon Sidney quien escribió antes que Locke sobre algunos de los mismos temas, aunque una obra no tan ordenada y con divergencias como en el caso del llamado “estado de naturaleza”, el modo de presentar asuntos como la tributación, el abuso de poder en las asambleas populares y el mayor refinamiento por parte de Locke de asuntos como el origen de la propiedad y los poderes del gobierno.

Sidney y Locke por conductos separados conspiraron contra Carlos II (que fue repuesto en el trono después de Cromwell), el primero fue sentenciado a muerte mientras que el segundo pudo escapar de Londres antes que se precipitaran los acontecimientos. Por esto es que se demoró hasta 1698 la publicación del libro de Sidney titulado Discources Concerning Government (escrito entre los años 1681 y 1683), quince años después de la muerte de su autor y diez años después de la obra cumbre de Locke, la que como es sabido fue complementada posteriormente por Montesquieu y tantas otras contribuciones hasta el presente.

Sin duda que hay antecedentes que se remontan a la antigüedad: las agudas consideraciones de Cicerón 50 AC, los escritos de miembros de la Escolástica Tardía, especialmente los de Francisco Suárez y Francisco de Vitoria, los tratados de Richard Hooker y Hugo Grotius y en la práctica del derecho, con suerte diversa, el Código de Hamurabi (circa 1750 AC), los Mandamientos (especialmente el “no matar”, “no robar” y “no codiciar los bienes ajenos”, circa 1250 AC), la democracia ateniense, el common law, el derecho romano, la Carta Magna de 1215 y los Fueros de Aragón de 1283 donde se estableció el juicio de manifestación más de veinte años antes del habeas corpus en Inglaterra (aunque las bases se sentaron con el interdictio, también en la Roma antigua).

Sidney escribió su obra también como una refutación a Patriarcha: A Defence of the Natural Power of Kings against the Unnatural Liberty of the People de Robert Filmer. Así, Sidney resume con ironía su posición respecto al derecho divino de los reyes al escribir que “como ha dicho no hace mucho una persona ingeniosa [Richard Rumbold] hay algunos que han nacido con coronas en sus cabezas y todas las demás con monturas sobre sus espaldas”.

La obra se divide en tres grandes capítulos subdivididos en secciones en 600 páginas correspondientes a la edición de 1990 (Indianapolis, Indiana, Liberty Fund). En el primer capítulo -especialmente en las secciones quinta y sexta- el autor se detiene a considerar el fundamento de los derechos de las personas quienes a través de la razón y la experiencia descubren lo que está en la naturaleza de las cosas y que las formas de gobierno deben ser consistentes con la protección de esos derechos. En este sentido escribe que “La libertad consiste solamente en la independencia respecto a la voluntad de otros” y “por el nombre de esclavo entendemos a aquel que no puede disponer de su persona ni de sus bienes porque está a la disposición de los deseos de su amo” y subraya la importancia de limitar el poder del gobierno porque “si estuviera dotado de poder ilimitado para hacer lo que le plazca y no fuera restringido por ninguna ley, si se vive bajo tamaño gobierno me pregunto que es la esclavitud”.

Sostiene que es un contrasentido utilizarlo a Dios como respaldo de monarquías absolutas y otros gobiernos despóticos que ponen a la par “el gobierno de Calígula con la democracia de Atenas”, ni falsear la interpretación bíblicas para suscribir atropellos al derecho de los gobernados “puesto que la violencia y el fraude no pueden crear derechos” ya que “Aquello que es injusto no puede nunca cambiar su naturaleza” por el hecho de ser un gobierno el que dictamine.

En el transcurso del segundo capítulo, Sidney se explaya en la necesidad de normas o reglas generales para la convivencia, lo cual no debe confundirse con decretos reales que avasallan derechos. En esta línea argumental el autor inicia una confrontación con lo que después se denominaría positivismo legal. En este sentido sostiene que el renegar de mojones extramuros de la ley positiva “abjuran” del sentido de las normas justas y las “usurpan lo cual no es más que una violación abominable y escandalosa de las leyes de la naturaleza”.  Destaca que “Aquello que no es justo no es Ley; y aquello que no es Ley no debe ser obedecido” (fórmula tomista). Vincula también la Justicia con la institución de la propiedad en línea con el “dar a cada uno lo suyo”, en cuyo contexto enfatiza que “la propiedad es un apéndice de la libertad; es imposible que un hombre tenga derechos a la tierra y a los bienes si no goza de libertad”.

Finalmente, en el tercer y último capítulo surge el tema del derecho de resistencia a los gobiernos opresivos, tema que más adelante fue recogido en la Declaración de la Independencia estadounidense y de todos los gobiernos liberales. En este sentido, declara que “El único fin por el que se constituye un gobierno y por lo que se reclama obediencia es la obtención de justicia y protección, y si no puede proveer ambos servicios, el pueblo tiene el derecho de adoptar los pasos necesarios para su propia seguridad”.

Y sigue diciendo que “El magistrado […] es por y para la gente y la gente no es por y para él. La obediencia por parte de los privados está sustentada y medida por las leyes generales y el bienestar de la gente y no puede regirse por el interés de una persona o de unos pocos contra el interés del público. Por tanto, el cuerpo de una nación no puede estar atado a ninguna obediencia que no esté vinculada al bien común”.

Concluye que “sería una locura pensar que una nación puede estar obligada a soportar cualquier cosa que los magistrados piensen oportuno contra ella”.

Sidney influyó sobre William Penn en cuanto a la necesaria tolerancia y libertad religiosa, quien luego fundó Pennsylvania en Estados Unidos donde propugnó la completa separación entre el poder y la religión como antecedente fundamental para la “doctrina de la muralla” jeffersoniana y bregó por el respeto irrestricto a los derechos individuales.

Thomas Jefferson, en carta dirigida a John Trumbull el 18 de enero de 1789 escribió que la obra que comentamos de Sidney “es probablemente el mejor libro sobre los principios del buen gobierno fundado en el derecho natural que haya sido publicado en cualquier idioma”. Y, a su vez, John Adams el 17 de septiembre de 1823 le escribió a Jefferson sobre el mismo libro en donde consigna que constituye “un iluminación en moral, filosofía y política”. Friedrich Hayek en Los fundamentos de la libertad manifiesta que “Entre los puntos que toca Sidney en Discourses Concerning Government, esenciales para nuestro problema [y se refiere a su definición de libertad ya citada en esta artículo]”.

El día de su ejecución sus verdugos leyeron párrafos de su Discourses como pretendidas pruebas de su sentencia a muerte y Sidney les entregó una nota en la que, entre otras cosas, subraya que “Vivimos una era en la que la verdad significa traición”.

Para cerrar esta nota, recordemos que, como se ha dicho, es el único caso en el que actúan como patrones quienes reciben sus sueldos de otros, es decir, los gobernantes proceden como dueños  cuando son los gobernados los que financian sus emolumentos.

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John Law, "héroe" de nuestra época

John LawMuy bien ha dicho Hans Sennholz que “confiarle el manejo del dinero al gobierno es lo mismo que entregarle un canario a un gato hambriento”. Es curioso pero todavía hay quienes seriamente proponen que el aparato estatal administre la moneda “pero bien manejada” sin percatarse que, en definitiva, se está poniendo en manos de los políticos en funciones el patrimonio de la gente que nunca puede interponer una demanda frente al saqueo gubernamental. Y tengamos en cuenta que la denominada independencia de la banca central es del todo irrelevante frente a este problema puesto que quedan en pie las encrucijadas que apunto a continuación.

Esto es así puesto que los banqueros centrales están siempre y en toda circunstancia frente a la decisión inexorable entre tres caminos posibles: expandir, contraer o dejar inalterada la base monetaria y cualquiera de las tres avenidas que se elijan se alteran los precios relativos respecto a lo que hubieran sido de no haber mediado la intervención estatal. Este deterioro en los precios relativos necesariamente malguía la asignación de los escasos factores productivos con lo que disminuyen los salarios e ingresos en términos reales.

Los alquimistas del fine tuning y otras sandeces, son incapaces de imaginar siquiera la posibilidad que la gente ponga de manifiesto sus preferencias respecto a los activos financieros que desea utilizar en sus transacciones. Vuelvo a referirme a los premios Nobel en Economía Friedrich Hayek que escribió el libro titulado La privatización del dinero y Milton Friedman que en Moneda y desarrollo económico consigna que “Llego a la conclusión de que la única manera de abstenerse de emplear la inflación como método impositivo es no tener banco central. Una vez que se crea un banco central, está lista la máquina para que empiece la inflación” y en lo último que escribió en materia monetaria Money Mischief concluye que “la moneda es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de banqueros centrales”.

Y esto no es una cuestión secundaria de política económica sino que se trata del elemental respeto al derecho al fruto del trabajo ajeno, muy especialmente de la consideración a la integridad moral y material de los más necesitados. Desde Aristóteles en la Ética a Nicómaco se ha destacado la importancia del dinero hasta la prepotencia de los autoritarios que ven en la manipulación monetaria una fuente muy potente para controlar a sus súbditos. El dinero no es un asunto menor: hace al respeto a la propiedad privada tal como lo vieron los Padres Fundadores en Estados Unidos por lo que originalmente se opusieron a la idea de una banca central (recién en lo que se denominó la revolución del año 1913 se instaló, para lo cual se requirió una reforma constitucional).

John_Law-Casimir_Balthazar_mg_8450Desde antiguo los gobiernos vienen falsificando moneda en provecho propio, los relatos de Marco Polo sobre lo que se consideró el insólito descubrimiento que en China había papel moneda eclipsó el hecho de haber sido pioneros en la imprenta. Pero la forma sistemática y metódica de fabricar moneda inconvertible en base a largos razonamientos expuestos en extensos escritos con pretensión académica se sitúa con la aparición en escena de John Law. Un escosés heredero de cuantiosos recursos, jugador empedernido pero estudioso de sistemas bancarios y crediticios, primero propuso una banca central al Parlamento escosés basado en la contrapartida del valor de la tierra lo cual no fue aceptado y, además, finalmente se fugó de la justicia escocesa que lo condenó por haber matado a una persona en un duelo.

Volvió a presentar su proyecto esta vez en el continente europeo al regente -Duque de Orleans- después de la muerte de Luis XIV en pleno desorden fiscal y monetario. En esta oportunidad logró su cometido y fundó y dirigió personalmente la Banque Generale en 1716 como un banco central con el monopolio de emitir en Francia que a poco andar se transformó en Banque Royale con la imposición del curso forzoso y, al mismo tiempo, el gobierno le encomendó la dirección de la empresa Mississippi pergeñada por el mismo Law teóricamente respaldada por la tierra estadounidense de Luisiana. Los resultados de las ejecuciones de los referidos proyectos estallaron por los aires en 1720 con la hiperinflación provocada por la banca central y la burbuja financiera del esquema Mississippi, todo muy detallado en la bibliografía que menciono más abajo. Estallido que arrasó con la “soberanía” del papel falsificado en gran escala y comprometió aun más al “soberano”, y, sobre todo, intensificó la liquidación de la única y genuina soberanía cual es la de los gobernados (considerados súbditos de jure por el gobierno de entonces y súbditos de facto por los de nuestros tiempos).

Pero lo interesante para esta nota periodística es resaltar la argumentación y la terminología que empleaba John Law y su correlato con la utilizada hoy por las “autoridades monetarias” y sus apologistas. Subrayaba Law la trascendencia de “cuidar el valor de la moneda” y en esa dirección de estar atentos a “los ratios clave” en un contexto de “absoluta independencia de la banca central y su cuidadoso manejo del sistema de reserva fraccional”. Vale la pena abundar en algunos pasajes de los escritos de Law a los efectos de ilustrar lo dicho.

En su Money and Trade Considered with a Proposal for Supplying the Nation with Money  escribe que “se reconocerá que no hay otro medio para mejorar nuestra condición que el aumento de nuestro numerario […] Los objetos dependen del comercio y el comercio depende del numerario y así, para ser potentes y ricos con relación a las otras naciones, deberíamos tener numerario en la misma proporción [de esas naciones y de la producción]”.

En Considérations sur le Comerse et sur l´Argent afirma que “El crédito que promete un pago en moneda metálica no puede extenderse más allá de una cierta proporción que debe observar con esta moneda metálica y de tal moneda sólo tenemos una cantidad tan módica que el crédito al que ella podría servir sería muy poco considerable”.

En Lettres sur le Nouveau Systéme des Monnaies dice que “Es como si hubieran substraído una parte de las lanas o sedas que hay en el Reino para convertirlas en signos de transacciones: ¿no sería más fácil que se las devolviera a sus usos naturales y que se aplicaran como signos de transacciones materias que por si mismas no sirvieran para nada? Aun habría una mayor ventaja en estos signos aplicados a esta clase de materias y es que nadie estaría nunca tentado de desviarlas de su verdadero uso que es el de circular […] ¿Para que emplear la moneda metálica? Cualquier papel hará el mismo servicio y más barato”.

En Mémoires sur les Banques señala que “Todas las monedas del Reino pertenecen al Estado, representado en Francia por el Rey y le pertenecen precisamente como las carreteras y grandes caminos, no para encerrarlas en sus dominios, sino, al contrario, para impedir que nadie las encierre en los suyos”. Por último, en Troisiéme Letrre sur le Nouveau Systéme des Finances explica que “el curso forzoso es superior al curso libre”.

Charles Gide en la obra que cito enseguida concluye respecto a los trabajos de Law que “Nunca se ha rechazado con un cinismo más completo el derecho de propiedad de la moneda ni se ha afirmado con menos hipocresía el derecho eminente del Estado sobre los bienes de los súbditos”.

En resumen, como ha escrito Juan Bautista Alberdi en Estudios económicos: “No hay más que una esperanza de que el papel-moneda de Estado, una vez establecido y convertido en hábito, desaparezca, y es la de que arruine y entierre al gobierno que lo ha creado”.

Como señala Murray Rothbard en el primer tomo de An Austrian Prespective on the History of Economic Thought los dos discípulos más destacados de John Law fueron George Berkeley y John Maynard Keynes. Además de esta obra, por si interesara indagar en consideraciones sobre Law y, especialmente su vinculación con Keynes, puede consultarse de Charles Rist Historia de las doctrinas relativas al crédito y la moneda. Desde John Law hasta la actualidad, de José Antonio Aguirre El poder de emitir dinero. De J. Law a J. M. Keynes, de Elgin Groseclose Money and Man. A Survey of Monetary Experience, el ensayo de Charles Mackay “The Mississippi Scheme” y el libro de Martin A. Larson The Federal Reserve and our Manipulated Dollar. Cualquier coincidencia actual con John Law no es casual sino más bien causal.

Ver también:
https://www.youtube.com/watch?v=diEVmQZ1QfM
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El mundial de la calidad institucional

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FORTUNAWEB.- Tenemos mucha suerte.

El mundial de Brasil 2014 es un mundial de fútbol. Se resuelve en el verde césped y son los jugadores, técnicos, tácticas y suerte los principales determinantes de los resultados. Los partidos se definen por cantidad de goles.

En el mundial de la calidad institucional nos iría muy mal.

Supongamos, por un momento, que en lugar de goles los partidos se disputaran por la posición en el Índice de Calidad Institucional que elabora la Fundación Libertad y Progreso.

Allí se mide y compara las instituciones de cada país, y refleja claramente que instituciones fuertes, sanas, protectoras de los derechos individuales y de la propiedad se correlacionan directamente con  los mejores indicadores de progreso económico y social.

Si el mundial de Brasil 2014 fuera un Mundial de Calidad Institucional los resultados serían bien interesantes aunque lejos de generarnos euforia nos despertaría una fuerte preocupación.

Si suponemos que una mejor posición en el Índice equivale a más goles de manera que los partidos los ganan quienes mejor calidad institucional tienen, llegaríamos a los siguientes resultados.

En el Grupo A quedaría afuera Brasil en primera ronda pues su calidad institucional es menor a la de México y Croacia por muy poco.

Grupo A             Croacia                          72 México                           80 Brasil                               94 Camerún                         165

El Grupo B es el más disputado y podría llamarse "grupo de la muerte" pues tiene el mejor promedio en términos de calidad institucional. Australia y Holanda postulan como serios candidatos.

Grupo B             Australia                      6 Holanda                        8 Chile                              22 España                          31

El Grupo C muestra a Japón como amplio favorito,  termina en el primer puesto del grupo y Grecia remonta del año anterior y le gana por muy poco a Colombia su lugar en cuartos.

Grupo C     Japón                           19 Grecia                           74 Colombia                        80 Costa de Marfil              170

El grupo D, que en términos futbolísticos es el grupo de la muerte, se resuelve muy fácil a favor de Inglaterra que tiene uno de los mejores niveles de calidad institucional y muestra la primera sorpresa. Uruguay le gana el lugar a Italia.

Grupo D    Inglaterra                    10 Uruguay                       43 Costa Rica                     49 Italia                               58
El Grupo E no muestra sorpresas. Suiza es un actor estable en el Índice de Calidad Institucional.
Grupo E    Suiza                              3 Francia                           24 Honduras                        132 Ecuador                           143

Grupo F: Dios los cría y el bolillero los junta. Argentina comparte el grupo con peor promedio de calidad institucional. Casualmente o no, todos los países del Grupo F muestran scores superiores a 100 lejísimo de los primeros niveles y demostrativos de los resultados económicos y sociales de cada país. Bosnia y Argentina "se ganaron en buena ley" su lugar frente a los flojitos de instituciones Irán y Nigeria. Patético grupo.

Grupo F Bosnia-Herzegovina         102 Argentina                           134 Nigeria                                  161 Irán                                       168
Los Grupos G y H no muestran sorpresas.
Grupo G              Estados Unidos         11 Alemania                     13 Portugal                         32 Ghana                           79 Grupo H       Bélgica                         19 Corea del Sur             27 Rusia                             135 Algeria                           157 (Índice 2013)
  Una vez definidos los grupos vamos a los cruces de octavos y cuartos de final:
  • Croacia (72) vs Holanda (8): Clasifica Holanda
  • Japón (19) vs Uruguay (43): Clasifica Japón
  • Suiza (3) vs Argentina (134: Se nos acabó la suerte. Nos aplastó Suiza. En términos de calidad institucional Argentina superó por fortuna la primera ronda pero nos golearon en octavos.
  • EEUU (11) vs Corea del Sur (27): Clasifica USA
  • Australia (6) vs México (80): Clasifica Australia
  • Inglaterra (10) vs Grecia (74): Clasifica Inglaterra
  • Bosnia (102) vs Francia (24): Apabulla Francia
  • Bélgica (19) vs Alemania (13): Muy ajustado triunfo alemán

Los cuartos de final: Holanda vs Japón, Suiza vs Estados Unidos, Australia vs Inglaterra, y Francia vs Alemania definen el cuadro final.

En la semifinal Suiza (3) supera a Holanda (10). Australia (6) vencería a Alemania (13).

A la final los dos países con mejor calidad institucional.

Suiza será el campeón superando a Australia. Dos campeones históricos en materia de calidad institucional.

Más allá de esta analogía el Mundial siempre es una oportunidad extraordinaria para nuestro país. No sólo por la pasión futbolera y la gesta deportiva, sino porque nuestros funcionarios van a estar viendo cada partido. Seguramente el Congreso y las oficinas del poder ejecutivo y toda la administración se paralizarán cada vez que el juez marque el inicio de cada uno de los partidos.

Es una oportunidad para que nuestros funcionarios observen la globalización, la capacidad de superación de cada país, pensar que los abuelos de muchos jugadores alguna vez se enfrentaron en un campo de batalla mientras sus nietos ahora, disputan una pelota. Significa un enorme avance de la humanidad. Nuestros funcionarios podrían ver como cada uno de los países cuyas selecciones compiten superaron problemas, guerras, enfrentamientos, caos económicos y sociales.

El mundial siempre es una oportunidad para ver el mundo, ese mundo al cual nos cerramos y no se vino abajo. Ese mundo tiene muchas enseñanzas para nosotros.

Publicado en FortunaWeb
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El libro estatista de moda

piketty_capital-350Nos referimos a Capital in the Twenty-First Century de Thomas Piketty, francés, doctorado en economía en MIT y profesor en la Escuela de Economía de París (institución que él contribuyó a establecer en 2005). El libro está muy bien traducido del francés por Arthur Goldhammer (Le captital au xxi siécle). Está dividido en tres partes y la conclusión, casi 700 páginas que contienen 32 cuadros estadísticos.

Es una obra que combate la desigualdad de ingresos y patrimonios sustentado en confundir el capitalismo con el llamado “capitalismo de amigos” (en verdad ausencia de capitalismo puesto que las relaciones incestuosas entre el aparato estatal y los empresarios prebendarios -desde Adam Smith en adelante- niega el significado de esa tradición de pensamiento), además, como han demostrado economistas como Hunter Lewis, Rachel Black, Robert T. Murphy y Louis Woodhill, basado en  proyecciones sesgadas y estadísticas equivocadas (especial aunque no exclusivamente las referidas a retornos sobre el capital).

Dejemos las transcripciones numéricas que efectúa el autor de este libro para reflexionar sobre el centro de su tesis para lo que sugiere elevar considerablemente los impuestos al efecto de mitigar las referidas desigualdades, puesto que como es sabido incluso para leer tablas estadísticas se requiere un andamiaje conceptual previo y es a esta estructura teórica del autor la que vamos a comentar telegráficamente en esta nota periodística.

Incluso aunque las series en cuestión estuvieran bien fabricadas, las comparaciones pertinentes, los años base significativos, bien realizadas las correlaciones, bien seleccionadas las muestras y bien construidos los índices, no cambia la línea argumental. Esto es, si es cierto que en mercados abiertos y competitivos las diferencias patrimoniales las decide el consumidor en el supermercado y equivalentes, cualquier resultado en el delta es, por definición, el que ha establecido la gente con sus compras y abstenciones de comprar. Como los recursos no crecen en los árboles, su correspondiente asignación no resulta indistinta: la administración debe estar en manos de los que atienden mejor las demandas de sus congéneres a través de los cuadros de resultados para que los que dan en la tecla ganen y los que yerran incurran en quebrantos en posiciones que no son irrevocables sino sujetas a las cambiantes necesidades del público consumidor.

Resulta un tanto cansador repetir un aspecto de reflexiones ya hechas con anterioridad pero me incentivó la posibilidad de introducir nuevas consideraciones a raíz de la obra de Piketty. Otra razón para producir esta nota, es que economistas como Krugman y Stiglitz alaban el libro de marras, junto a las autoridades del FMI y el mismo Obama y, en el momento de escribir estas líneas, el libro está en la lista de los best-sellers del New York Times.

Como queda dicho, en la medida en que las riquezas van a los bolsillos de empresarios que operan en base a privilegios otorgados por gobiernos, la consiguiente desigualdad se traduce en una flagrante injusticia que nada tiene que ver con la eficiencia para atender al prójimo sino con el poder de lobby para acercarse a los funcionarios del aparato estatal, es decir robo indirecto (para no decir nada de los patrimonios más abultados del mundo -según Fortune- que son fruto de usurpaciones y despojos directos como es el caso de la Rusia actual que se incluyen en las antedichas estadísticas globales como si fueran el resultado del mercado).

Y esto es lo que desafortunadamente existe en buena parte del mundo y es lo que Piketty confunde con capitalismo en el libro que comentamos. Lo que vivimos no es “la crisis del capitalismo” como afirma el autor sino la crisis del estatismo cimentada en gastos públicos astronómicos, deudas estatales siderales, déficit insostenibles, impuestos insoportables y absurdas, asfixiantes y crecientes regulaciones, de modo que está embistiendo contra un blanco equivocado.

Escribe Piketty que “La distribución de la riqueza es uno de los temas más discutidos y controversiales hoy”, lo cual es evidentemente cierto si nos guiamos por las propuestas políticas y por gran parte de los textos en economía y ciencia política, pero el asunto consiste en investigar la razón o sinrazón de las partes en este delicado debate. La tradición que inició J. S. Mill al pretender la escisión entre la producción y la distribución sentó las bases de la confusión. Para comenzar, como ha puesto de manifiesto Thomas Sowell, los economistas no deberíamos hablar de “la distribución del ingreso” puesto que “los ingresos no se distribuyen, se ganan”. Por su parte, Robert Barro ha señalado repetidamente que lo relevante no es la desigualdad de patrimonios sino la elevación del promedio ponderado de los ingresos (que es la tendencia en la medida en que la sociedad sea abierta), lo cual, dicho sea de paso, puede simultáneamente incrementar las desigualdades.

Piketty, por una parte, alude a Marx en cuanto a la concentración de la riqueza (que según él equivale a la explotación de los más pobres sin inferir conclusiones de sus niveles de vida en términos absolutos), y por otra, Kuznets que pronosticaba armonía en base a la reducción de las desigualdades (con célebres gráficos no del todo ajustados a la realidad). Pero es que, nuevamente destacamos que en la sociedad abierta las diferencias patrimoniales y de ingresos de deben a las instrucciones del consumidor en el mercado y, por tanto, cumplen un rol vital para maximizar las tasas de capitalización que es la única causa que eleva salarios.

Este es el sentido de lo consignado por Buchanan en cuanto a que “mientras las transacciones se mantienen abiertas y mientras no se recurra al fraude y a la fuerza, el acuerdo logrado es, por definición, clasificado como eficiente” y es el sentido por el que escribe Hayek en cuanto a que “la igualdad de las reglas generales es el único tipo de igualdad compatible con la libertad y la única igualdad que puede asegurarse sin destrozar la libertad”.

Sin embargo, Piketty se refiere a “los violentos conflictos que inevitablemete instiga la desigualdad [de rentas y patrimonios]” y los relaciona con los sucesos ocurridos en la Francia pre-revolucionaria, lo cual es nuevamente una situación totalmente distinta a la de los mercados libres y la sociedad abierta. Incluso sus reflexiones sobre la sobrepoblación de esa época no son comparables al crecimiento vegetativo en el contexto de la libertad. El antes referido Sowell muestra que toda la población mundial podría ubicarse en el estado de Texas con un promedio de 600 metros cuadrados por familia tipo de cuatro personas y señala que la densidad poblacional de Manhattan es la misma que en Calcuta y la de Somalía igual a Estados Unidos con lo que concluye que en un caso se habla de hacinamiento y en otro de opulencia debido a marcos institucionales diferentes y no debido a la llamada sobrepoblación.

Incluso las referencia a Malthus y a Ricardo en el libro no se condicen con lo que puede inferirse de épocas posteriores, no solo en cuanto a la población sino en cuanto a los impuestos a la tierra que parecen un adelanto de la teoría de Henry George al sugerir cargas fiscales adicionales a la tierra debido a que es un bien que aumenta su escasez sin que pueda atribuirse mérito al propietario, es decir, una especie de externalidad de la naturaleza, sin percatarse que, por ejemplo, eso mismo ocurre con nuestros ingresos que son debidos a las tasas de capitalización generados por otros (y tantas otras ventajas que obtenemos como que al nacer estamos insertos en lugares donde ya existe un lenguaje, insitituciones, etc.).

sub-piketty-jp-master315Thomas Piketty concluye que no está todo perdido puesto que “Hay sin embargo maneras en que la democracia puede recuperar el control sobre el capitalismo y hacer que los intereses generales prevalezcan sobre los particulares”. En esta conclusión hay por lo menos tres asuntos que deben resaltarse. Primero, en gran medida no estamos en democracia en el llamado mundo libre tal como la concibieron en combinación con la República los Padres Fundadores en Estados Unidos, ni como la conciben los Giovanni Sartori de nuestros tiempos. Se trata mayorías ilimitadas que arrasan con el derecho y toda la tradición constitucionalista desde la Carta Magna de 1215. Segundo, no hay tal cosa como el capitalismo para controlar por las razones antes apuntadas. Y tercero, aunque es un lugar común, en la sociedad abierta no hay conflicto entre lo particular y lo general por la sencilla razón que lo general es la satisfacción de todo lo particular que no lesione iguales derechos de otros.

El autor de esta obra ahora de moda le da por completo la espalda al hecho de que el proceso de creación de riqueza es dinámico y no un bulto estático que opera en el contexto de la suma cero y que los burócratas tienen que decidir como “lo distribuyen”.

Por último, debe subrayarse que, en rigor, no es posible imponer el igualitarismo ya que las valorizaciones son subjetivas y, aunque todos dijeran la verdad no pueden realizarse comparaciones intersubjetivas, al tiempo que debido a la intervención gubernamental para imponer la guillotina horizontal se deterioran los precios relativos lo cual malguía aun más la producción. En el contexto del igualitarismo forzoso se requiere un sistema autoritario puesto que cuando alguien se sale de la marca niveladora establecida, debe recurrirse a la violencia para encauzar al “infractor”. Y, además, en otro plano de análisis, si fuéramos todos iguales con las mismas inclinaciones y talentos, la división del trabajo y la cooperación social se derrumbarían y la misma conversación se tornaría en un aburrimiento colosal ya que sería lo mismo que dirigirse al espejo.

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