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Calidad Institucional

¿Fracasó el neoliberalismo?

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INFOBAE.COM.- Nadie sabe bien qué es el neoliberalismo, pero lo que parece estar claro en la opinión pública argentina es que ha fracasado. Se lo identifica generalmente con el “Consenso de Washington” o con algunos autores de la Escuela de Chicago y la Escuela Austriaca, especialmente Ludwig von Mises, Milton Friedman o Friedrich Hayek. Pero lo cierto es que las ideas que estos autores defendieron tienen poca o nula relación con la política económica de aquellos países que toman como ejemplo, especialmente la Argentina noventista. De hecho, la corrupción, el excesivo gasto público, los recurrentes déficits fiscales, el endeudamiento, la falta de federalismo, el mercantilismo del Mercosur y la falta de un sistema republicano de gobierno con respeto por las instituciones y la división de poderes, no parece ser consistente con el “liberalismo”. En lo que sigue, no intentaré volver sobre la disputa comentada, sino señalar que varios países latinoamericanos, a pesar de sufrir el impacto de la Crisis del Tequila de 1995, la crisis asiática de 1997, el default ruso de 1998, la devaluación de Brasil en 1999 y las depresiones norteamericana y argentina de 2001, aun así continuaron por el mismo camino “neoliberal” y los resultados fueron positivos.

Dos caminos alternativos

Tras la década perdida de 1980, los países de Latinoamérica emprendieron un camino de cierta apertura económica y privatización de sus empresas públicas deficitarias. El Estado había resultado incapaz de gestionar los servicios públicos como la luz, el agua, el gas o las telecomunicaciones, y en algunos países la monetización del déficit fiscal terminó con una acelerada inflación. Las reformas implementadas en la década del 90 permitieron a los países latinoamericanos modernizar sus economías. La inversión extranjera directa estaba representada en grandes flujos de dinero, pero también en know how, sobre cómo gestionar las inversiones en ciertos campos clave que permitieran a la economía tecnificarse. En prácticamente todos los países latinoamericanos se observó una extensión de los servicios públicos en toda la amplitud de sus territorios nacionales, cuando antes eran negados a una gran parte de la población, al mismo tiempo que se construyeron autopistas y rutas que hicieron más eficiente la comunicación entre los estados provinciales, extendiendo la frontera de posibilidades de la producción. En algunos países, como Argentina, Bolivia, Venezuela o Ecuador, -y por diferentes causas- el modelo hoy calificado como “neoliberal” no terminó bien, y la opinión pública decidió apoyar otros modelos que cambiaran el rumbo. Es así que en la última década estos cuatro países decidieron apoyar un modelo de desarrollo interno, privilegiaron las relaciones dentro del grupo, avanzaron -quizás con la excepción de Bolivia- en un modelo de sustitución de importaciones- y planificaron un entramado de subsidios y regulaciones que escaseaban en la década anterior. Otros países, sin embargo, continuaron con aquel modelo “neoliberal”. Chile, Brasil, Colombia, Perú y Uruguay evitaron cerrar sus economías y doblaron esfuerzos en intentar atraer capitales como base de su desarrollo productivo, al tiempo que mantuvieron las privatizaciones de los servicios públicos como un factor acertado de los gobiernos previos.

¿Resultados similares?

En la última década las estadísticas muestran que ambos modelos fueron exitosos en términos de aumentar la inversión, reducir la pobreza, crear empleo, alcanzar un crecimiento económico acelerado e incluso reducir la carga de la deuda en relación con el PIB. La similitud, sin embargo, es sólo aparente. Y no me refiero únicamente a lo engañosas que pueden resultar las estadísticas en el primer grupo -especialmente Argentina y Venezuela-, sino a otras cuestiones de fondo. Mientras Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador expandieron la inversión pública, las otras economías estimularon la inversión privada. Mientras el primer grupo creó mayor empleo público, el segundo creó empleo privado. Mientras el primer grupo reduce la deuda pero acelera la inflación, el segundo grupo reduce la deuda, con estabilidad monetaria. Mientras el primer grupo muestra un crecimiento del gasto público sobre PIB, en el segundo grupo este ratio cae. Mientras el primer grupo nacionaliza empresas privatizadas en la década anterior, el segundo grupo profundiza aquel modelo y mejora las regulaciones.

Analizar lo genuino y sostenible de ambos modelos nos obliga a estudiar en profundidad estas diferencias. Lo que se busca, en definitiva, es que la caída de la pobreza sea continua, y no accidental. Habrá que esperar al final de la historia, pero mi optimismo radica en que un posible mayor éxito relativo de las políticas del segundo grupo, incentiven a los primeros a imitar aquel modelo abierto. Axel Kicillof insiste en revertir el noventismo, pero lo que en realidad hace hoy el gobierno argentino es profundizar lo peor del menemismo.

* PUBLICADO EN INFOBAE.COM, MARTES 4 DE JUNIO DE 2013.

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Furia desde el atril por el relato que naufraga

Poco tiempo atrás, Cristina Fernández decía, en uno de sus tantos discursos, que no había que enojarse. Que ella ya no se enojaba más por las críticas que le formulaban los medios y agregaba, con cierto tono de ironía, que enojarse era malo porque sacaba arrugas.

Parece ser que su recomendación quedó en el olvido rápidamente, porque el jueves pasado, en su discurso estuvo enojada, más bien estuvo enfurecida, casi con una crisis de enojo. Sus expresiones no podían ocultar la furia que la invadía. ¿A qué se debía su furia? Según ella a que sus aliados políticos no la defienden de los ataques de los medios.

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¿De qué ataques hablaba la presidente? En rigor no hay tal cosa como ataques, más bien ha sido ella la que ha atacado a los medios, a la justicia y cuanto ser humano no coincide con su visión de país. Pero,  ¿a qué ataques se refería? Seguramente a los escándalos de corrupción. Cristina Fernández pareciera estar pidiendo que sus aliados políticos la defiendan de las denuncias de corrupción cuando en rigor ella debería mostrar que las denuncias son falsas. Su persistente silencio sobre las denuncias de corrupción no hace más que confirmar las sospechas de la gente sobre el saqueo que ha venido sufriendo el país durante años.

Curioso comportamiento el de Cristina Fernández considerando que ella tiene una forma de gobernar autoritaria y nadie puede contradecirla. Todos tienen que obedecer ciegamente sus órdenes o ser destratados públicamente. El punto es que si ella es la única que imparte órdenes sobre temas que desconoce, como la economía, y nadie puede objetarle nada, el problema es de ella, porque ella es la cabeza del gobierno y del “movimiento”. Si es Cristina Fernández la insustituible, tiene que bancarse las críticas por ser la insustituible. La que no delega nada. La que ordena y el resto obedece. ¿A quién van a criticar los medios y la gente en general? ¿A los que obedecen sus órdenes o a ella que las imparte? Moreno es un incapaz manejando la economía, pero todas sus arbitrariedades tienen la bendición de Cristina Fernández. Si no fuera así, hace tiempo que tendría que haber salido eyectado de la Secretaría de Comercio. Los fracasos de Moreno son los fracasos de ella.

¿Por qué tanta furia en su discurso? Porque las denuncias de corrupción junto con el desmadre económico están haciendo caer en picada la imagen del gobierno y de Cristina Fernández. Como decía en la nota de la semana pasada, ahora la gente no compra el argumento del gobierno que unos son pobres porque el otro es rico, sino que dice: yo soy pobre porque el gobierno es corrupto. Mi plata está en las bóvedas.

Claro, la fiesta de consumo se terminó y ahora la gente despierta de la borrachera de la fiesta artificial y ve que no solo se quieren robar la república sino que, encima, la plata no le alcanza para llegar a fin de mes.

A riesgo de ser políticamente incorrecto, me animaría a decir que si todas las denuncias de corrupción que han aparecido en los últimos meses se hubiesen hecho en momentos de la borrachera de consumo artificial, no hubiesen generado el estado de furia que hoy tiene la gente.

El problema es que el relato oficial ya no alcanza para frenar el malhumor oficial. No solo en los datos inventados sobre progreso económico y social que suelen tirarse desde el atril. Tampoco alcanza con decir que a pesar de la crisis internacional la economía argentina se sostiene.

Los kirchneristas suelen afirmar que hoy se crece menos por la crisis internacional. ¿De qué crisis están hablando? Los precios de los commodities siguen altos, hay mucha liquidez y salvo algunos países, el resto del mundo sigue creciendo. Ni siquiera se puede hablar de una recesión a nivel global.

Estados Unidos viene creciendo a una tasa del 1,8% al punto que posiblemente la Reserva Federal comience a subir levemente la tasa de interés. China crece al 7,7%, la UE está en recesión con una caída del 1% de su PIB. Una cosa es España o Grecia con sus caídas del PIB, y otra es Alemania, Francia o Austria. Toda la zona del pacífico mantiene buenas tasas de crecimiento, entre un 3 y 6 por ciento. Crecen Australia, Malasia, India, Corea, Taiwan y Hong Kong, entre otros. En América Latina hay desaceleración en las tasas de crecimiento pero no recesión, salvo el caso argentino y venezolano. Basta con ver los datos de The Economist sobre el último PIB por país, que en general son del primer trimestre del año, como para advertir que no hay tal crisis internacional. Hay serios problemas en la UE, por ahora focalizados en algunos países en particular. Lo que hay es una desaceleración del crecimiento. El famoso viento de cola.

De manera que no es que el mundo se nos cayó encima como dice Cristina Fernández, sino que el modelo se cae a pedazos porque se acabaron las fuentes de financiamiento para seguir drogando a la gente con un consumo artificial. Es más, no solo el mundo no está en crisis, sino que solo Argentina y Venezuela tienen inflaciones de 2 dígitos y altos como son los dos casos mencionados.

Obvio que las tasas de aumento del PIB del mundo no son las que había antes de la crisis del 2008/2009, pero el mundo sigue creciendo, a tasas más lentas pero creciendo, salvo la UE que está con leve recesión. No con crisis. Si así fuera, toda América Latina tendría que estar en recesión y con fuga de capitales.

De manera que todo el problema se circunscribe a la incapacidad de Cristina Fernández para administrar el país. Solo los kirchneristas siguen con esa cantinela de la crisis internacional para justificar el destrozo económico. Al resto de la gente, aún sin conocer los datos de la economía mundial, no les interesa el relato oficial ni lo que ocurra en España o Grecia. Lo que le interesa es que con el billete de $ 100 puede comprar cada vez menos, y eso no es culpa de la inexistente crisis internacional, es culpa del BCRA que destruye el valor de la moneda.

Sin duda Cristina Fernández está furiosa. Como sacada. Pero está furiosa porque sabe que su imagen se desploma y no tiene con qué volver a drogar a la gente con el consumo artificial. En ese contexto, los escándalos de corrupción adquieren más resonancia y comprometen más al gobierno. No pueden distraer a la gente comprando televisores.

¿Se siente traicionada? Puede ser, pero tampoco el matrimonio se caracterizó por ser leales con sus incondicionales. No son ellos los que pueden esgrimir a palabra lealtad. Han maltratado a  quienes les han aceptado todos sus caprichos. ¿Por qué los maltratados se van a quedar arriba del barco hasta que ella choque el Titanic contra el iceberg?

Aunque ella no lo diga y no lo vaya a reconocer, Cristina Fernández está  furiosa porque ya no puede sostener el relato oficial de que este es el mejor gobierno de los 200 años de historia argentina. La gente ya los repudia y tienen miedo a que, sin el poder, el repudio se transforme en un tsunami de juicios por corrupción del cual, posiblemente, les sea difícil zafar. Para Cristina Fernández octubre del 2015 es, como la película, un puente demasiado lejos, y eso la pone furiosa.

* PUBLICADO EN ECONOMÍA PARA TODOS, DOMINGO 2 DE JUNIO DE 2013.

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“Volver al futuro” o cómo se repite la misma telenovela económica

ÁMBITO FINANCIERO.- Los gobiernos populistas son como las telenovelas. Cuando comienzan parecen diferentes a las anteriores que hemos visto. Algunos actores no son los mismos, se desarrollan en otros lugares o, incluso, en diferentes épocas; los protagonistas son de condiciones sociales distintas; pero, a medida que avanzan los capítulos, nos vamos dando cuenta de que el fondo del relato es igual. Pronto, más allá de las ocurrencias y parches de los autores para alargar la llegada del final, éste resulta más que previsible.

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Tras 10 años de kirchnerismo, la conclusión es que estamos viviendo un "deja vú o una especie de "Volver al futuro". Si miramos nuestra historia, podemos encontrar otros gobiernos cuya gestión se le parece más; pero, por eso, es más interesante compararla con otra década, la menemista. No importa si las políticas populistas son de izquierda o de derecha, todas tienen un mismo desarrollo, generan un inicial e insostenible auge de gasto y, después, un período en el que empiezan a llegar las "facturas" que inevitablemente habrá que pagar con un ajuste.

En 1991, el Plan de Convertibilidad llegó para recuperar la estabilidad, tras pasar una hiperinflación, por bastardear la moneda nacional para financiar excesos de erogaciones del sector público. La solución fue atar el peso al dólar y restringir al mínimo la posibilidad del Banco Central de transferirle recursos al Estado para que gaste. Sin embargo, el menemismo no dejaba de tener su impronta populista y, a pesar de haberse encorsetado, buscó otros caminos para alimentar el "hambre del Estado".

Consiguió recursos privatizando las empresas públicas que eran deficitarias y proveían pésimos servicios.

También, utilizaron el crédito y aunque es cierto que el sistema de capitalización bajaba los pasivos previsionales futuros, la deuda registrada (visible) de corto y mediano plazo se incrementó a pasos agigantados.

Lamentablemente, el exceso de gasto público basado en financiamiento externo terminó destruyendo el tipo de cambio real y quitándole competitividad al sector privado.

Todo esto derivó en un necesario ajuste a partir de la segunda mitad de 1998 y que quitó sustento político a quienes tuvieron que pagar la "fiesta". El resto es historia conocida.

Luego de la crisis que obligó a los argentinos a afrontar todas las facturas pendientes y ya en los inicios de un proceso de recuperación económica, en mayo de 2003, asume la presidencia el Dr. Néstor Kirchner. Con una visión peronista de izquierda "setentista", que bautizaron como "progresismo", empezó una nueva telenovela populista que asumimos distinta al "peronismo de derecha" de Menem. Empezamos una fiesta de gasto público y privado, financiado con los recursos de la reactivación y los que se les quitaba a los sectores beneficiados por un escenario internacional extraordinariamente favorable. También, nos consumimos el capital acumulado en los sectores de servicios públicos, en los que se incentivó una insuficiente e ineficiente inversión y mantenimiento, para subsidiar a los demandantes de esas prestaciones. Un ejemplo, hoy, visible del resultado de este desmán es el sector de la energía, donde los niveles de producción y de reservas han mermado fuertemente; pero, además, donde el estado de las redes de distribución es de una extrema fragilidad, ya que faltó hasta el mantenimiento mínimo necesario. Podemos sumar, la pérdida de rodeo ganadero y los menores niveles de cosecha de trigo en cien años para "priorizar la mesa de los argentinos", como otros botones para la muestra.

Si vemos el gráfico adjunto, no queda duda que el auge se acabó; ya que "el mundo no se está cayendo" y sólo estamos empezando a pagar las facturas de la "fiesta". La provisión de energía será cada vez más escasa e incierta, con niveles de subsidios y necesidades de importación crecientes. Lo mismo se observará en la calidad de las prestaciones de todos los otros servicios públicos "intervenidos" o estatizados por el gobierno. "Nada nuevo bajo el sol" para los que recordamos la década del ´80.

La necesidad de financiar los excesos de gasto público llevó a exprimir a más no poder al Banco Central. La primera consecuencia fue el fuerte aumento del impuesto inflacionario; pero, también, la merma del tipo de cambio real. Esto se agravó con el saqueo de las reservas internacionales, derivando en la pérdida de solvencia del BCRA que lo llevó a imponer el "cepo" a fines de 2011. A partir de allí, el gobierno se ha financiado devaluando fuertemente el peso; pero sin reconocerlo en el tipo de cambio oficial. El problema es que esta depreciación de la moneda nacional sí se refleja en la inflación y, por ende, en los costos de los productores. Por lo tanto, la pérdida de competitividad será mucho mayor a la que se venía observando antes del cepo.

Un ejemplo, la producción más eficiente de la Argentina, zona núcleo sojera. En el 2011, un productor recibía, descontadas sólo las retenciones, más de 60% del precio internacional. Este año, por la actual cosecha va a obtener, con suerte, alrededor de 40%. Cuando vea el resultado y se de cuenta que el cepo es equivalente a una retención creciente (en 2014 el porcentaje percibido estará más cerca de 30%), decidirá invertir menos en la próxima siembra. Por lo tanto, habrá menos rendimiento y producción. Si eso sucederá en el sector más competitivo de la economía, ¿qué le quedará a los que son relativamente menos eficientes?

Ya no quedan cajas para exprimir (más allá de parches como el blanqueo) que permitan darle impulso a la economía con un gasto público excesivo. El cepo se ha transformado en un corset cada vez más asfixiante para todos los productores de bienes exportables. La creciente inseguridad jurídica de un gobierno que se extralimita en el ejercicio del poder que fija la ley y la Constitución, ahuyenta a los inversores. Los próximos años habrá que pagar los costos de la fiesta K. Lástima que muchos se dieron cuenta tarde de que esta telenovela era igual a las anteriores. Nos hubiéramos ahorrado estos 10 años que, en definitiva, son el mismo relato de fracaso populista.

* PUBLICADO EN ÁMBITO FINANCIERO, VIERNES 31 DE MAYO DE 2013.
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Los orígenes del peronismo

LA NACIÓN.- Resulta llamativo que haya quienes se afanan por correr tras las estadísticas de la coyuntura sin percatarse de que lo que se requiere es un debate de ideas y de hechos históricos, a partir del cual la coyuntura se corregirá por añadidura. En este contexto, es en verdad curioso que se presenten peronistas alegando que quieren salvar lo que queda de la República haciendo caso omiso de sus propios orígenes y del sistema autoritario impuesto por Perón.

Peron

Transcribo, del eminente constitucionalista Juan A. González Calderón, un fragmento de su obra No hay Justicia sin LibertadPoder Judicial y Poder Perjudicial (Víctor P. de Zavalía Editor, 1956): "Empecé a escribir este libro hace no mucho tiempo, en 1951, y lo he preparado durante una tarea interrumpida frecuentemente, a veces con intervalos de largos paréntesis, por precaución, para que sus páginas no cayeran en poder de alguna de esas visitas nocturnas de la policía dictatorial, tan violentas y torturantes en el régimen ominoso que hemos sufrido los argentinos nada menos que en el curso de diez penosísimos años. [...] La tiranía había abolido, como es de público y completo conocimiento, todos los derechos individuales, todas las libertades cívicas, toda manifestación de cultura, toda posibilidad de emitir otra voz que no fuese la del sátrapa instalado en la Casa de Gobierno con la suma del poder, coreada por sus obsecuentes funcionarios y legisladores, por sus incondicionales jueces, por sus domesticados sindicatos y por sus masas inconscientes".

El 21 de junio de 1957, Perón le escribe desde su dorado exilio a John William Cooke: "Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de gorilas y los enemigos del pueblo. Los suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro" ( Correspondencia Perón-Cooke , Garnica Editor, 1973).

Perón alentó las "formaciones especiales" (un eufemismo para enmascarar el terrorismo) y felicitó a los asesinos de Aramburu y todas las tropelías de forajidos que asaltaban, torturaban, secuestraban y mataban. Declaró que "si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente" (Montevideo, Marcha, febrero 27, 1970). Al poco tiempo, en su tercer mandato, al percatarse de que ciertos grupos terroristas apuntaban a copar su espacio de poder, los echó de la Plaza de Mayo durante un acto y montó desde su Ministerio de Bienestar Social otra estructura terrorista con la intención de deshacerse físicamente del otro bando. En ese tercer mandato, reiteró la escalada de corrupción y estatismo a través de su ministro de Economía, retornando a una inflación galopante, controles de precios y reinstalando la agremiación autoritaria de empresarios y sindicatos.

Con el peronismo se consolidó la reversión de la admirable tradición argentina desde su Constitución liberal de 1853 hasta la revolución del 30, tradición que atrajo la atención del mundo por las condiciones de vida del peón rural y del obrero de la incipiente industria, razón por la cual la población se duplicaba cada diez años en multitudinarias oleadas de inmigrantes atraídos por los salarios mucho mayores que los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España, que venían a estas costas a "hacerse la América". Algunos incluso nos visitaban sólo para recoger cosechas (los trabajadores "golondrina") y se volvían a sus pagos a disfrutar de los ingresos obtenidos. Los que se quedaban ahorraban en pequeños terrenos y departamentos, pero fueron posteriormente esquilmados por Perón con las consabidas legislaciones de alquileres y desalojos, y rematados con inauditos "planes quinquenales" que hicieron que en el país del trigo escaseara el pan. Se estatizaron empresas, con lo que comenzaron las situaciones de angustia deficitaria, y se monopolizó el comercio exterior a través del IAPI, que también constituyó una monumental plataforma para el enriquecimiento de funcionarios públicos.

En el período 1945-1955, el costo de vida se incrementó en un 500%, y después de la afirmación de Perón de que no se podía caminar por los pasillos del Banco Central debido a la cantidad de oro acumulado, la deuda pública se multiplicó por diez en los referidos años de su gobierno, tal como puntualiza Eduardo Augusto García ( Yo fui testigo , Luis Lassarre y Cía., 1971).

Ezequiel Martínez Estrada apunta: "Perón organizó, reclutó y reglamentó los elementos retrógrados permanentes en nuestra historia. [...] Eran las mismas huestes de Rosas, ahora enroladas en la bandera de Perón, que a su vez era el sucesor de aquel tirano" ( ¿Qué es esto? Catalinaria , Editorial Lautaro, 1956).

Por su parte, Américo Ghioldi escribe: "Eva Duarte ocupará un lugar en la historia de la fuerza y la tiranía americana [...] el Estado totalitario reunió en manos de la esposa del Presidente todas las obras [...] el Estado totalitario había fabricado de la nada el mito de la madrina [...] en nombre de esta obra social la Fundación despojó a los obreros de parte se sus salarios" ( El mito de Eva Perón , Montevideo, 1952).

Nada menos que Sebastián Soler, como procurador general de la Nación, dictaminó: "Antes de la revolución de septiembre de 1955 el país se hallaba sometido a un gobierno despótico y en un estado de caos y corrupción administrativa. [...] Como es de pública notoriedad, se enriquecieron inmoralmente aprovechando los resortes del poder omnímodo de que disfrutaba Juan Domingo Perón y del que hacía partícipe a sus allegados" ( Sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre bienes mal habidos del dictador Juan Domingo Perón ; Corte presidida por Alfredo Orgaz, que confirma lo dicho por el procurador general).

Pares de Perón constituidos en Tribunal de Honor del Ejército concluyeron: "En mérito de los resultados de las votaciones que anteceden, el Tribunal Superior de Honor aprecia, por unanimidad, que el general de Ejército Juan Domingo Perón se ha hecho pasible, por las faltas cometidas, de lo dispuesto en el N° 58, apartado 4 del reglamento del los tribunales de honor: descalificación por falta gravísima, resultando incompatible con el honor de la institución armada que el causante ostente el título del grado y el uso del uniforme; medida ésta la más grave que puede aconsejar el tribunal" (Tribunal de Honor del Ejército, integrado por los tenientes generales Carlos von de Becke, Juan Carlos Bassi, Víctor Jaime Majó, Juan Carlos Sanguinetti y Basilio D. Pertiné, 27 de octubre de 1955).

Me adelanto a resaltar el uso de la fantasiosa expresión "gorila" utilizada cuando no hay argumentos para responder. Esto me recuerda el cuento de Borges titulado "El arte de injuriar", en el que una de las personas que debatía le arrojó un vaso de vino a su contertulio, a lo que éste le respondió: "Eso fue una digresión, espero su argumento".

Es hipócrita el jugar a los distraídos, porque de lo referido en gran medida deriva que se objeten las formas inaceptables del actual gobierno; pero, hurgando en las ideas, resulta que está generalizada la conformidad con el eje del "modelo": el manotazo al fruto del trabajo ajeno. Muchos son los que justificadamente apoyan la Justicia, pero pocos suscriben la importancia de la propiedad privada, inherente a la idea de la definición clásica de "dar a cada uno lo suyo". La tan necesaria reconciliación debe operar sobre la base del respeto recíproco y a la historia fidedigna.

* PUBLICADO EN DIARIO LA NACIÓN, VIERNES 31 DE MAYO DE 2013.
 
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Cepo a las exportaciones

Cuando el gobierno habla del actual modelo, lo presenta como “proexportador” y se basa en la impresionante evolución de las ventas al exterior que, desde 2002, acumulan casi un 220% de incremento. Sin embargo, cuando miramos qué ocurrió, en el mismo período, con los restantes países de la región, vemos que todos tuvieron un crecimiento de sus exportaciones superior al de la Argentina. Conclusión: un contexto internacional favorable impulsó las ventas locales al exterior, a pesar de que el “modelo” actuó como un lastre.

No es de extrañar. Es imposible pensar que políticas económicas como las retenciones y los cupos a la exportación pueden ser un incentivo. Sin embargo, hacia adelante la perspectiva es peor. Te preguntarás, ¿no era que un mayor dinamismo de Brasil y una buena cosecha garantizaban un buen 2013?

 

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La evolución de las exportaciones ha sido decreciente hasta el primer trimestre de 2013, a pesar de que la economía brasileña muestra una lenta mejora en su tasa de crecimiento. Es que los vecinos pueden querer comprar más productos en el exterior; pero los productores argentinos tienen que poder proveérselos a un precio competitivo respecto del de otros países. Y, ahí, empiezan nuestros problemas. Las crecientes restricciones a las importaciones obligaron a muchos productores a usar insumos locales de menor calidad y mayor precio; por lo que sus bienes finales son peores y más costosos. Por otro lado, se dificulta la posibilidad de bajar costos produciendo con stocks mínimos (“just in time”), aún en el caso de proveedores locales que incorporan insumos importados que pueden ser trabados en su ingreso al país. Todo esto es una mochila pesada a la hora de competir en los mercados mundiales.

Por otro lado, el Banco Central deprecia la moneda nacional para cobrar un creciente impuesto inflacionario y transferírselo al gobierno para que financie sus excesos de gasto; pero, con el cepo, no reconoce plenamente la devaluación del peso en el tipo de cambio oficial. Actualmente, el gobierno les paga, a quiénes producen bienes exportables, alrededor del 60% del valor real de sus dólares y esta diferencia se ampliará a medida que pase el tiempo. El problema es que la inflación sí se refleja totalmente en los costos de los productores que pierden competitividad. Ejemplo de ello, son las economías regionales y aquellas industrias que son relativamente menos eficientes, que ya han empezado a tener dificultades para poder producir a precios atractivos para los compradores extranjeros. Este impacto negativo tenderá a agravarse y, cada vez, mayor cantidad de sectores tendrán que reducir su nivel de actividad, inversión y empleo.

Es cierto, se está levantando la cosecha de soja, no estará a la altura de las expectativas más optimistas; pero no será mala. Por lo tanto, las exportaciones crecerán en los próximos meses. Sin embargo, cuando el productor vea que le pagan alrededor del 40% de lo que vale su producto afuera, contra más de 60% que cobraba en 2011, y se de cuenta de que, en 2014, será peor (cercano a 30%), invertirá mucho menos en la próxima siembra. Por lo tanto, los rendimientos serán menores e, incluso, en muchas áreas marginales de producción, no se va a sembrar. Es decir, aún el sector más eficiente de la economía va a tener serios problemas de competitividad gracias al cepo cambiario. Por ello, no extrañaría que, luego de un repunte coyuntural, volvamos a ver que las exportaciones se desaceleran e, incluso, vuelven a caer.

Algunos plantean que el problema se resuelve con un desdoblamiento cambiario. Por ejemplo, haciendo que gran parte de las exportaciones y las importaciones pasen por el actual “cepo”, pero llamándolo “comercial”, y se permita que el, hoy, mercado paralelo funcione legalmente como un tipo de cambio “financiero” o “turista”, por el que se realicen el resto de las operaciones. Esto puede permitir algún alivio coyuntural del aumento de la brecha y, por ende, brindar una brisa de aire al ahogo de los exportadores. Sin embargo, estos seguirán dependiendo de un “dólar oficial” que no reflejará la verdadera depreciación del peso y, por ende, no se resolverá nada, sólo demora un poco la crisis.

Entonces, ¿la única solución es devaluar? Error, esa pregunta asume la versión oficial de que “impusimos el cepo para no devaluar”; lo cual es falso. Lo que se deprecia es el peso y el Banco Central lo ha devaluado fuerte para cobrarnos el impuesto inflacionario que le ha estado transfiriendo al gobierno, para que financie sus excesos de gasto. Sin embargo, desde fines de 2011, no refleja esa pérdida de valor en el tipo de cambio oficial. De la misma forma, a principios de 2007, el gobierno intervino el INDEC para que no muestre el verdadero incremento del índice de precios al consumidor o, a principios de este año, “congeló” los precios en los hipermercados, para “ocultar” la verdadera inflación en las góndolas. El problema es que la mentira tiene patas, y vida, cortas.

Decir que el INDEC debería mostrar la verdadera inflación, de alrededor de 25%, en lugar del “dibujo” actual de poco más de 10%, ¿es pedir más inflación? No, es reconocer la realidad, que es lo que debería hacer el Banco Central con el valor del peso, que hoy debe rondar, como mucho, un octavo de dólar. Pueden seguir mintiéndose a sí mismos y a todos los argentinos; pero a costa de agravar los problemas y de que la realidad se imponga en forma desordenada, derivando en una típica crisis cambiaria y bancaria argentina.

¿Hay solución? Sí, pero no sin costo, ya que el daño está hecho. Sin embargo, se puede atenuar actuando sobre los problemas de fondo que nos llevaron a esta situación. El primero, un gasto público desmadrado que ha llevado a saquear al Banco Central, obligándolo a cobrarnos un creciente impuesto inflacionario y, al perder solvencia, implementar el nefasto cepo actual. Habrá que aprovechar su licuación inicial para, en un tiempo prudencial, reordenarlo reasignando eficientemente los recursos y, a partir de allí, hacer un manejo austero del erario público.

El segundo, son las políticas que han destruido la credibilidad y la seguridad jurídica de la Argentina, incentivando a los argentinos y extranjeros a huir de los activos locales y refugiarse en los del exterior. Una justicia cada vez más dependiente del poder político, cuya capacidad de defender los derechos ante los atropellos del gobierno de turno se diluye; expropiaciones o confiscaciones de empresas sin respetar los pasos que marca la ley, la Constitución Nacional y los acuerdos internacionales; las ilegales retenciones o cupos a la exportación; los “congelamientos” que se sustentan en normas inexistentes y en la capacidad de daño de un gobierno que usa arbitraria y hegemónicamente el poder; los ataques contra la libertad de expresión; la impunidad de la creciente corrupción; y una lista interminable a la que cada uno puede ir agregando lo que su buena memoria le permita.

Si convencemos a los argentinos y al mundo que no volveremos a avasallar sus derechos, entre ellos el de propiedad, puede ser que decidan volver a traer sus ahorros e inversiones. Esto permitiría superar más rápido los costos sociales y económicos de los desmanejos políticos de los últimos años.

* PUBLICADO EN LA REVISTA "DESAFÍO EXPORTAR", EDICIÓN 8VO ANIVERSARIO, MAYO DE 2013.

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