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Calidad Institucional

Malvinas tapa los desastres… ¿de quién?

INFOBAE.COM.- Con un tono más conciliador que de costumbre, la presidenta Cristina Fernándezconmemoró el martes el 31º aniversario de la Guerra de Malvinas. Sin embargo, no desaprovechó la oportunidad para cargar contra la ex potencia colonial y lanzar una curiosa acusación: “Que el Gobierno del Reino Unido, no estoy hablando de su pueblo, que no nos confundan, que no nos desvíen, que el Gobierno del Reino Unido no utilice Malvinas para ocultar el desastre económico y social.

malvinas

Es interesante el mensaje porque es cierto que los conflictos internacionales sirven a menudo como “cortina de humo” para tapar problemas económicos o políticos de fondo. Sin embargo, cabe preguntarse si este es el escenario de Inglaterra o si, por el contrario, corresponde al de algún otro país involucrado en el conflicto.

Pasemos a comparar: el ex imperio británico hoy cuenta con un producto bruto interno de 1,4 billones de libras esterlinas. En dólares, estos son 2,2 billones. Por el contrario, si traducimos nuestro PBI a dólares (al tipo de cambio oficial promedio de 2012) vemos que asciende a solo 410 mil millones aproximadamente. Gran Bretaña, ergo, tiene 5,32 veces nuestro PBI.

PBI

Por otro lado, si dividimos ese total producido por la cantidad de población, vemos que Gran Bretaña tiene un producto bruto per cápita de 32.538 dólares anuales, mientras nuestro PBI per cápita es de solo 15.347 dólares. La inflación en Inglaterra, del 2,8% anual, preocupa a las autoridades. Aquí, con un estimado de 25% anual, rompemos récords mundiales.

Por último, si tomamos los valores del comercio internacional, nos encontramos con que Inglaterra exporta 5,4 veces más que nosotros (453 mil millones de dólares contra 84 mil millones) e importa 8,3 veces más (614 mil millones de dólares contra 74 mil millones). Como se observa, el “desastre económico” no parece estar de ese lado del Atlántico. Veamos ahora la parte social.

Inflación

Según lo que revela la Organización de Naciones Unidas, la Argentina ocupa elpuesto 45 en el Índice de Desarrollo Humano (un indicador que combina ingresos con niveles de educación y salud) mientras que Inglaterra se ubica muy por delante en el puesto 23.

La esperanza de vida, por otro lado, es de 80,3 años en Gran Bretaña y solo 76,1 en la Argentina, lo que puede tener que ver con la tasa de homicidios, que en la Argentina duplica a la de los ingleses. Según la Oficina para las Drogas y el Crimen de las Naciones Unidas, en nuestro país mueren asesinadas 3,4 personas cada 100.000 habitantes mientras que en el Reino Unido sólo 1,2. Si tomamos el promedio de los últimos 10 años, sin embargo, la brecha se agranda ya que la tasa asciende para la Argentina a 6,3 cada 100.000 y solo a 1,3 cada 100.000 en el caso inglés.

Homicidios

Argentina todavía puede jactarse de que posee una tasa de desempleo más reducida(6,9% según el Indec versus el 7,8% que informa la ONS británica) y seguramente nuestros políticos aleguen que eso sirve para mejorar la distribución del ingreso y la igualdad social. Sin embargo, ni siquiera le ganamos a Gran Bretaña en el tan valorado índice GINI. En ese ranking, Inglaterra ocupa el puesto número 34, mientras que nosotros ocupamos el 110, con lo que puede concluirse que somos casi 3 veces más desiguales. El “desastre social” tampoco parece ser patrimonio de la isla europea.

Entonces, ¿quién tiene más incentivos para usar un conflicto internacional para tapar los mediocres estándares económicos y sociales, Cristina Fernández o David Cameron?

A veces los números hablan solos.

*PUBLICADO EN INFOBAE.COM, JUEVES 4 DE ABRIL DE 2013

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La voz potente de un preso

China es un enigma. Su historia es de gran interés, además de lo archiconocido en cuanto al té, el arroz y las porcelanas, hay que destacar que fueron pioneros en la invención de la imprenta, un hecho que se le pasó inadvertido a Marco Polo puesto que quedó encandilado con el papel moneda a que los chinos también fueron los primeros en recurrir. Incluso los fideos atribuidos a los italianos tienen su origen en China, solo que elaborados con harina de arroz en lugar de con harina de trigo.

Si bien China tiene una historia que comienza 3.500 AC -en una parte fragmentada y en otra unificada y siempre con una amalgama de varias culturas- la parte de mayor interés comienza con la influencia del confusionismo 500 AC debido al peso de esta tradición en la formación del carácter, el sentido de justicia, del deber y del honor, la importancia de la lectura y las limitaciones al poder gubernamental. Esto último fue desarrollado por Lao-Tsé seis siglos antes de Cristo a través de reflexiones de gran calado sobre los peligros de los aparatos estatales y la necesidad de protegerse de sus abusos e incluso cuestiona la conveniencia de contar con el monopolio de la fuerza.

Esta larga tradición de conflictos con el omnipresente Leviatán en algunas dinastías más contundente que en otras, fue llevada a grados inauditos por el comunismo que solo bajo Mao asesinó a 65 millones de personas y mató de hambre a 300 millones: convirtió al país en una verdadera cárcel.

Mao Yushi, el octogenario y célebre economista chino ganador el año pasado 2012 del Premio Milton Friedman otorgado por Cato Institute de Washington DC, en uno de sus artículos recientes titulado “La caída del Sol Rojo” refleja bien el sistema totalitario contemporáneo en China: “Algunas personas aun tratan a Mao Tse-Tung como un dios y con ello no se da lugar a que se lo juzgue ya que no se puede comentar sobre una divinidad […] Afortunadamente, la difusión de nuevo material muestra otra perspectiva […] Es responsable de las hambrunas que liquidaron a trecientos millones de seres humanos […] El llamado Gran Salto hacia Adelante y la Revolución Cultural están completamente divorciados de la realidad […] Mao quería destrozar toda oposición política y expandir infinitamente su poder […] Incluso extendió la lucha de clases en sus propias filas para que dentro del partido todos se sintieran inseguros, estableciendo así relaciones extremadamente anormales […] Mao no solo provocó el máximo de dolor en su país sino que se embarcó en extender su revolución a Malasia, India, Tailandia, Filipinas, Indonesia, Nepal, Sri Lanka y otras partes el mundo […] Pol Pot fue un buen discípulo de Mao en Camboya […] Mao murió sin el menor atisbo de arrepentimiento”.

Tal vez el mártir de mayor renombre en China sea Liu Xiaobo, preso desde 2009 por once años por “instigación a la socavar el poder estatal” según el fallo respectivo pronunciado el día de Navidad del referido año. En 2012 le fue otorgado el premio Nobel de la Paz que no pudo recibir por estar encerrado en la cárcel comunista. Xiaobo se doctoró en literatura y escribió once libros e infinidad de artículos. Al comienzo de su carrera sus ideas estaban influidas por Marx, Nietzsche y Hegel pero paulatinamente se fue acercando primero a pensadores como Isaiah Berlin y luego a autores como Friedrich Hayek, lo cual naturalmente lo fue separando cada vez más radicalmente del régimen imperante de la era post-Mao y mantiene que sus esfuerzos están encaminados a ser “la última víctima de la inquisición literaria”.

lu_xiaobo

Sus aportes más recientes denotan una  gran preocupación por el sistema imperante y una aguda mirada sobre la situación china. Dice que el llamado “milagro chino” es falso ya que se sustenta en pequeños islotes de relativa libertad en los que consecuentemente florece un enorme avance material que es al solo efecto de enriquecer a la nomenklatura y a sus amigos cercanos al poder que se hacen trampa entre sí por la inaudita corrupción. Los intelectuales son sobornados son cifras mayúsculas para que le hagan de apoyo logístico a los jerarcas el partido. Asimismo, señala que opera un gran cinismo en diversas capas de opulentos dentro de la sociedad china puesto que no pocos alaban en público lo que condenan en privado y, en este contexto, la juventud se afilia al partido comunista al solo efecto de escalar posiciones y ganar dinero en medio de una pobreza colosal del multitudinario e ignorado campesinado y de habitantes de pueblos que no están tocados con la decisión de los antedichos islotes semi-libres.

Escribe este valiente premio Nobel en su muy difundido artículo titulado “El trasfondo del milagro chino” que “El poder es el factor decisivo en la distribución de los recursos; la distribución del poder determina como se distribuye el capital. El capital privado no se distribuye en China sobre la base del derecho y la moral. Lo que reina aquí es el bandolerismo. El mercado inmobiliario se lo reparte entre sí la mafia de los más influyentes, y el mercado financiero controlado por el Estado se ha vuelto un paraíso para los mongoles del capital que de la noche a la mañana acumulan cifras extraordinarias”. Sostiene en otra columna titulada “La tierra en propiedad del Estado” que no hay tercera vía “Es como decía el economista Mao Yushi `solo la privatización de la tierra` puede resolver los problemas” y estas y otras políticas de respeto recíproco surgirán en la medida en que se fortalezca la sociedad civil con principios morales sólidos tal como subraya en su magnífico escrito titulado “La transformación del régimen a través de la transformación de la sociedad”.

Hemos consignado antes que las visiones contrapuestas de Guy Sorman que ilustra con el título de su obra: China, el imperio de las mentiras, y por otra parte la lectura más optimista de Eugenio Bregolat en La segunda revolución china en cuanto que desde el aparato estatal se verán forzados a reconocer más libertades, ahora contrasta con lo dicho por Liu Xiaobo en cuanto a que nada se puede esperar desde la cúspide del poder y todo de las bases de la sociedad, en la medida en que se comprenda que los valores morales tienen prelación sobre lo crematístico y, en última instancia, dependen de ello para contar con un progreso genuino.

Buena parte de los artículos de este literato de formidable calado están recogidos en un libro cuyos editores eligieron para la versión alemana un título un tanto gelatinoso imbuido de una mal entendida y a nuestro juicio discutible, peligrosa y contraproducente misericordia, giro que alguna vez utilizó el autor en uno de sus repetidos y extenuantes alegatos ante los desfachatados “tribunales populares” que se tradujo al castellano como No tengo enemigos, no conozco el odio.

*PUBLICADO EN DIARIO DE AMÉRICA, NUEVA YORK, JUEVES 4 DE ABRIL DE 2013.
 
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La postergación como política

La vapuleada y manoseada democracia moderna le viene dando cobijo a una casta de perversos políticos que, abusando de las características del sistema, han desplegado un deplorable culto al corto plazo.

Ellos descubrieron que a los votantes parece importarles más el presente inmediato que el futuro lejano. Su tesis la ponen a prueba a diario, y encuestas, estudios y cuanta medición está disponible, dice que la economía manda, y que si el hoy afirma que “estamos bien”, las perspectivas del largo plazo pueden interesar conceptualmente a algunos, pero no definen.

En ese juego, han aprendido a priorizar sus propios intereses, por sobre los de la sociedad a la que intentan representar, y así es que se han convertido en unos crónicos constructores de la postergación como política de Estado.

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Su filosofía ahora consiste fundamentalmente en ganar elecciones, les importa el poder, su continuidad y por lo tanto dan preferencia al próximo turno electoral. En ese esquema, lo importante no es resolver problemas, sino que los mismos no exploten en sus narices, o al menos que ello no suceda demasiado pronto.

Esta estrategia general, los ha llevado a desarrollar, y perfeccionarse lo suficiente, en el arte de contener y sostener los inconvenientes. Ya no se trata de enfocarse en las soluciones, sino solo en trabajar sobre procedimientos que posibiliten posponer los malos efectos, al menos hasta que lleguen los siguientes comicios.

Con el resultado electoral en mano, cualquiera fuera el mismo, casi siempre favorable, podrán reconsiderar la situación y actuar en consecuencia, ya sea con más de lo mismo o simplemente replanteando el discurso vigente.

Pero para ello no sólo ejercitan políticas específicas, centralmente dilatorias, que tienen por objetivo amortiguar el eventual impacto, o más linealmente, trasladar sus circunstanciales efectos a sus nuevas víctimas y protagonistas.

En este contexto, también intentan buscar responsables, diluir culpas y sobre todo asegurarse que si algo sale mal, el chivo expiatorio estará al alcance, y se dispondrá del discurso adecuado que le endilgue la plena incumbencia por lo ocurrido.

La tarea no es muy compleja. Pero se debe ser consciente que como en todos los órdenes de la vida, los obstáculos deben en realidad ser enfrentados, más tarde o más temprano. La estrategia de “ganar tiempo”, es solo eso, y sus efectos no son neutros.

La dilación hasta el infinito, hace que el impedimento sea mayor, y que su salida resulte mucho más engorrosa, difícil y demasiado onerosa no sólo en términos políticos para sus implementadores, sino para la sociedad que invariablemente pagará las consecuencias de decisiones desacertadas a un valor muy elevado.

Como ocurre en la vida misma, no ocuparse de los problemas, hacer de cuenta que no existen, ignorarlos, y al mismo tiempo priorizar la inmediatez de la efímera felicidad, es no comprender lo que sucede.

Cada asunto, como la corrupción, la inflación, la inseguridad, por solo citar ejemplos cotidianos, deben ser debidamente considerados, seriamente estudiados y adecuadamente enfrentados, eligiendo la estrategia correcta. Es posible tomar algún razonable tiempo, pero solo el suficiente para construir las herramientas que permitan dar la batalla final y derrotarlo con éxito. Una postergación ilimitada es sinónimo de seguro fracaso.

Los políticos que defienden esta idea de sobrevivir sólo al próximo turno electoral, no solo muestran su escasa vocación de estadistas, sino la lineal perversidad de sus mentes y una maldad manifiesta.

Ningún ser humano de bien, frente a una contrariedad de un ser querido, elegiría el camino de engañarlo para pasarla bien, sabiendo que el hecho de no ocuparse de su problemática, solo empeorará el escenario.

Si fuera un tema de salud, la actitud de posponer, tendría el riesgo adicional, de poder alcanzar un punto sin retorno para intentar solucionarlo, por haberle permitido que se desarrolle, crezca y se torne incurable.

La comparación, solo pone en evidencia, que ya no solo se trata de dirigentes que quieren ganar elecciones, sino que fundamentalmente ni son estadistas, ni desean ayudar a la gente que pretenden representar. Solo los apasiona el poder, y la sociedad es solo un instrumento para lograrlo.

La mala noticia es que no se sale de este círculo vicioso así nomas. Para conseguirlo, hay que privarse de los supuestos beneficios del corto plazo, para entender la dinámica de la vida acabadamente, sabiendo que los dificultades no se solucionan esquivándolas, sino todo lo contrario, haciendo lo correcto, enfrentándolas, con inteligencia, soluciones e ideas claras.

Cuando la sociedad premie a los políticos que propongan sacrificio para dar la batalla contra los problemas estructurales que nos aquejan, tendremos alguna chance de cambiar el rumbo. De lo contrario, si seguimos igual, solo alimentaremos esta secuencial historia de dirigentes, que mienten descaradamente, estafan la buena fe de los más y por sobre todas las cosas, hacen de la postergación, su política.

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La antipolítica llega al poder

elecciones-en-italia-1685834w300LA NACIÓN.- El reciente triunfo del candidato italiano denuncia los abusos de las clases dirigentes, de funcionarios a banqueros y economistas, y desnuda las fisuras de un sistema político viciado y fuera de control.

En las elecciones parlamentarias de Italia del mes pasado, Giuseppe Piero Grillo (Beppe) obtuvo un apoyo electoral realmente descomunal: un 25% de los sufragios, ocho millones de votos. Beppe es un contador devenido en cómico y destacado showman de la televisión que cataliza las frustraciones de los italianos, especialmente de la gente joven asqueada de la corrupción de los políticos, de sus privilegios, sus arrogancias descomunales y sus crecientes atropellos, todo a espaldas de ciudadanos absortos con el triste y reiterado espectáculo de un bochorno sin solución de continuidad.

The Economist lo tilda de "estrella naciente", la revista Times lo menciona como "uno de los héroes en la batalla contra la corrupción política", Businessweek sostiene que países como "Francia necesitan un Beppe Grillo" y el semanario Zona Crítica concluye que el personaje de marras "no es un cómico sino un desinfectante".

Beppe Grillo fundó el Movimiento Cinco Estrellas, al que Mario Di Giorgio -director de una señal de televisión digital en Milán- denomina "el movimiento antisistema", establecido para lograr su cometido de llamar la atención sobre los estropicios de la clase política y administra un blog consultado por millones de personas en italiano, inglés y japonés. Insiste en que "se está terminando una época" y pretende contribuir al nacimiento de otra algo más oxigenada.

Algunas de sus propuestas resultan confusas, como en materia de ecología y economía, y suele intercalar chanzas: "Si es cierto que en China todos son socialistas, ¿a quién pueden robar?". En definitiva, en línea con las palabras de Golda Meir -"Nada es tan escandaloso como cuando nada nos escandaliza"-, lo que vale del ahora célebre Beppe no son tanto sus propuestas sino, como queda dicho, el llamado de atención sobre la debacle de las estructuras políticas del momento.

La idea de la democracia complementada con la noción republicana implica el respeto a los derechos de las minorías, el recato y la sobriedad en la administración del poder, el federalismo, la transparencia, la división de poderes, la seguridad jurídica y la igualdad ante la ley en el contexto del afianzamiento de la justicia. Hoy se ha producido una peligrosa y extendida metamorfosis de la democracia que ha mutado en cleptocracia, es decir, en gobiernos de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida. En otros términos, una burla grotesca a la buena fe de los habitantes de los países del llamado mundo libre.

Cada vez más suben los impuestos para no entregar prácticamente nada como contrapartida, mientras los consabidos fariseos de las pseudofinanzas machacan con el equilibrio fiscal no importa si los contribuyentes sobreviven al reiterado experimento. Con un poco de imaginación para salirse del brete conservador, debería prohibirse el endeudamiento público por incompatible con la democracia, ya que compromete patrimonios de futuras generaciones que no participan en el proceso electoral del que resulta elegido el gobernante que contrajo la deuda. Debería también liquidarse la banca central que siempre destruye el valor del dinero y permitirse que la gente elija los activos monetarios de su preferencia tal como se ha fundamentado en múltiples ensayos de gran calado y, entonces, que se las arreglen los gobernantes con ingresos presentes formados por los impuestos, al tiempo que deben estimularse y aplaudirse las rebeliones fiscales como signo de dignidad y autoestima cuando los gobiernos se extralimitan.

Como una ilustración de las preocupaciones que surgen en el seno del Movimiento Cinco Estrellas, señalo que tal vez una de las primeras medidas de un gobierno razonable debería consistir en la eliminación de todas las embajadas con sus pompas, privilegios y mansiones principescas. La embajada es una idea de la época de las carretas, cuando las comunicaciones eran muy deficientes y había que adelantarse a los acontecimientos. Hoy, con las teleconferencias y demás herramientas extraordinarias que brinda la tecnología moderna, ese tipo anacrónico de diplomacia no tiene sentido. Con un modesto consulado es más que suficiente. Incluso para las relaciones comerciales resultan superfluas las embajadas. Guatemala no mantiene relaciones diplomáticas con China y sin embargo es el país latinoamericano que más comercio exhibe con los chinos en relación con su producto.

En su muy difundido discurso ante miles y miles de jóvenes en la Piazza San Giovanni titulado "El redescubrimiento de la condición humana", Grillo no sólo se refirió a la pompa de funcionarios -como los embajadores y sus cortes-, sino que la emprendió contra banqueros y economistas. No es para menos si se tiene en cuenta el fraude legal que significa el sistema de reserva fraccional manipulado por la banca central que permite el privilegio de usar recursos de terceros, y cuando se producen cambios en la demanda de dinero los desfases son cubiertos por las autoridades del momento. No es para menos si se tiene en cuenta que los economistas del establishment, con el apoyo de absurdas instituciones financieras internacionales, repiten a coro la necesidad de elevar la presión tributaria y la deuda, con lo que propinan golpe tras golpe a los azorados trabajadores de todos los ramos, quienes constatan una y otra vez las dádivas entregadas graciosamente a los amigos del poder, inaceptables a los ojos de cualquier persona decente. Esto así no resistirá mucho tiempo y siempre está al acecho el peligro de embestir contra un capitalismo inexistente y, por ende, acentuar los males que se pretende remediar. En este contexto es que Giovanni Sartori dice que Grillo "es un demagogo sin ideas".

De cualquier modo, debemos estar en guardia permanente si queremos preservar nuestras libertades. Para ello es menester trabajar las neuronas a efectos de limitar al poder. Son muchas las posibilidades, pero hay tres propuestas dirigidas a los tres poderes que son de interés debatir. Las tres propuestas pertenecen respectivamente a Friedrich Hayek, para el Poder Legislativo; a Bruno Leoni, para el Judicial, y a Montesquieu, aplicable al Ejecutivo, quien escribe que "el sufragio por sorteo está en la índole de la democracia", con lo que los incentivos operarán en dirección a proteger vidas y haciendas, dado que cualquiera puede ser elegido. Esto significa la preocupación por limitar las facultades de los gobernantes, es decir, limitar el poder que es precisamente lo que se requiere puesto que, como lo ha destacado Popper, el problema no radica en quién ha de gobernar sino en el establecimiento de instituciones "para que el gobierno haga el menor daño posible".

El antedicho proceso electoral parlamentario en Italia revela atisbos esperanzadores, en medio de la sucesión de dictadores electos como ocurre en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, para no decir nada de la fantochada cubana y lo que viene sucediendo con un Leviatán desbocado en la Argentina que deglute a pasos agigantados los restos de la tradición alberdiana que van quedando, muy especialmente después del desfachatado acuerdo con el gobierno terrorista de Irán.

La Stampa pone de manifiesto que "hemos votado el Parlamento más ingobernable de la historia", pero estas elecciones reflejan un hartazgo saludable, lo cual constituye el primer paso para una posible rectificación en el mundo de la política convencional de la época, por más que en este caso eventualmente haya que repetir las elecciones para formar gobierno.

Vivimos la crisis de aparatos estatales elefantiásicos que abandonan las funciones de brindar justicia y seguridad para internarse en faenas que auguran la demolición del derecho y pretenden convertir a la sociedad en un inmenso e insostenible círculo donde todos tienen las manos metidas en los bolsillos del prójimo.

* PUBLICADO EN LA NACIÓN, VIERNES 29 DE MARZO DE 2013
 
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¿Es la moral algo gaseoso y resbaladizo?

A veces se considera el criterio moral como algo alejado de la razón y envuelto en una nebulosa difícil de desentrañar o, de lo contrario, se la mira como un campo solo ligado a la religión o al sexo. Las tres nociones están fuera de foco. Las ideas básicas del bien y el mal son inherentes al individuo y pueden ser cultivadas y perfeccionadas en el transcurso del tiempo, en paralelo con el carácter evolutivo de esa concepción que permite ensanchar el campo moral a medida que se amplía el conocimiento. Lo bueno o malo es lo que hace bien o mal a las personas para su acercamiento o alejamiento de la autoperfección en su condición humana, para actualizar las potencialidades en busca del bien o para renegar y desconocer esas potencias del ser humano. Lo moral es inseparable del concepto de respeto: a si mismo en el vínculo intrapersonal o a terceros en las relaciones interpersonales. La moral alude a lo normativo, es un ámbito prescriptivo no descriptivo, no se refiere a lo que fue o a lo que es sino a lo que debe ser. Algunas religiones (la mayoría, desde las más antiguas) adoptan principios morales que son anteriores al ejercicio de su culto, pero la condición moral no está atada a determinada religión (un agnóstico puede ser tan moral como un religioso consistente con su credo). Como queda dicho, en no pocas ocasiones se circunscribe la moral a cuestiones sexuales y equivalentes, pero el territorio abarca áreas muy vastas hasta comprender toda la conducta humana (solo los humanos pueden ser catalogados bajo la vara moral debido a su libre albedrío y, consecuentemente, a su responsabilidad individual). Como se ha señalado, el respeto a la propia persona es un aspecto de la moral, el respeto a otros lo completa y enriquece. Esto último -el respeto a otros- se refiere a la necesidad de abstenerse de recurrir a la fuerza agresiva: todos los actos que invaden autonomías individuales son inmorales. Todas las acciones que agreden a otros, sea atacando la propiedad, la vida o la libertad de nuestro prójimo son inmorales y, desde luego, no hay diferencia que cometa la agresión una persona, una institución o un gobierno (la inmoralidad puede ser, y frecuentemente es, legal o sea apoyada por el aparato de la fuerza). Hoy en día todos los gobiernos en mayor o menor medida le faltan el respeto a los gobernados. Podemos decir que el siglo de oro del respeto se ubica entre el Congreso de Viena al finalizar las guerras napoleónicas hasta la Primera Guerra Mundial, período en el que la participación promedio de los gobiernos en los países civilizados era del seis por ciento de la renta total, donde no existían pasaportes, en un régimen de patrón oro, donde los contratos eran palabra sagrada, prácticamente sin aduanas, sin sistemas de la mal llamada “seguridad social”, en un clima de progreso moral y material, donde el contacto con el aparato gubernamental era (eventualmente) con el policía de la esquina si se cometía una infracción. Hoy parece que solo se hace patente la inmoralidad de los sistemas autoritarios cuando se observan en documentales los rostros desencajados de andrajos humanos con sus bolsitos al hombro escapando de las fauces del Leviatán que ha cometido todo tipo de atropellos inimaginables en el sangriento y despiadado siglo veinte. Más tenebrosa que la antiutopía de Orwell del Gran Hermano se torna más cercana la de Huxley en la que la gente pide ser esclavizada para desgracia de quienes conservan su autoestima y dignidad. Se ha descuidado a Tocqueville cuando sentenció que “Se olvida que en los detalles es donde es más peligroso esclavizar a los hombres. Por mi parte, me inclinaría a creer que la libertad es menos necesaria en las grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede asegurar una sin poseer la otra” y, antes que eso, el grito de varios de los Padres Fundadores en Estados Unidos en el sentido que “el costo de la libertad es su eterna vigilancia”. Por momentos, con todo el bien que han hecho las religiones oficiales cuando abandonan la exterminación recíproca (en nombre de la bondad y la misericordia) y aceptan el ecumenismo, parecería que a algunos les hace mal a la cabeza cuando -en un alarde de hipócrita doble discurso- justificadamente critican el ataque al corazón de la propiedad con el nombre de “redistribución de ingresos” si está en boca de demagogos, pero les parece una receta aceptable en boca de sus sacerdotes. Enceguecidos, no se percatan del nexo causal entre una idea malsana y la ejecución de una política destructiva para la moral. El parto contemporáneo de la idea liberal, es decir la idea del respeto irrestricto a los proyectos de vida del prójimo, se sitúa en las decimonónicas Cortes de Cádiz, donde por vez primera el liberalismo pasó de ser un adjetivo a ser un sustantivo para oponerse a los denominados “serviles” a contracorriente de José (Pepe Botella) Bonaparte y Fernando VII que ni bien reasumió abrogó la Constitución del 12. Como es sabido, el liberalismo no es una línea política sino una forma de vida social con la esperanza de ubicarse, en esta instancia del proceso de evolución cultural, en dosis diversas, en todos los partidos de una sociedad abierta en el contexto pluralista puesto que, como ha insistido Popper, las corroboraciones son siempre provisorias y sujetas a refutaciones por lo que se requiere debate abierto en ausencia de las siempre cavernarias ideologías que pretenden un sistema inexpugnable y terminado (me referí con algún detenimiento a esto en mi artículo de La Nación “El liberalismo como anti-ideología”, Buenos Aires, mayo 31 de 1991). Por ello es tan ilustrativo el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, es decir, no hay palabras finales en un clima de permanente evolución. No pocos han sido los autores que han anunciado la muerte del bien y el mal en un contexto transvalorativo pero la distinción prevalece en el hombre civilizado (e incluso se intuía en el primitivo), por ello es que históricamente los códigos de mayor difusión han rescatado el bien y condenado el mal. Sin duda que en las relaciones sociales no cabe dictaminar sobre el fuero íntimo de cada uno que está reservado a la conciencia de cada cual, de lo que se trata es del respeto recíproco. Resulta por cierto alarmante la indiferencia al avasallamiento de los derechos de terceros, y cuando toca lo propio es más desconcertante aún que el damnificado explica como se adaptará a la nueva norma salvaje, hasta que los espacios de libertad se reducen a la respiración y a algún movimiento irrelevante. Quienes pretenden dar la voz de alarma en esta situación es como si lo hicieran desde el fondo de un pozo sin buena acústica y en la oscuridad y abandono más absolutos (por ejemplo, para ilustrar con lo de hoy, cuando advierten de otro doble discurso superlativo: los bailouts a Chipre que se acaban de cerrar con el apoyo del FMI por la principal razón de que más de la mitad de los depósitos del sistema bancario pertenecen a capitostes vinculados al gobierno ruso).

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El doble discurso y la indiferencia moral anestesian la mente frente al peligro. Es una especie de jujitsu al revés: como se sabe, se trata de una técnica marcial iniciada por los samurai del Japón feudal por la que en el combate cuerpo a cuerpo se utiliza la fuerza del contrario para vencerlo. Pues bien, no pocas personas de nuestro mundo moderno, al abandonar valores morales, paradójicamente están recurriendo a su propia fuerza para autoaniquilarse. La contracara de tanta hipocresía consiste en que, de un tiempo a esta parte, han surgido jóvenes entusiastas que han decidido dar batalla en los frentes intelectuales para establecer un sistema de tolerancia y respeto recíproco que constituye la base de un sistema ético. Hay que celebrar con alegría estos acontecimientos que tienen lugar en muy diversos rincones del planeta… y, desde luego, sería un acto de imperdonable cobardía el dejarlos solos.

* PUBLICADO EN DIARIO DE AMÉRICA, NUEVA YORK, JUEVES 28 DE MARZO DE 2013.
 
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