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Calidad Institucional

Un nuevo auge insostenible en la economía argentina

Antes de las últimas elecciones que resultaron en la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, escribí la siguiente conclusión en un artículo publicado en el primer número de la revista PERSPECTIVAS de la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa:

Todo indica que el escenario más probable para los próximos años es:

1) ausencia de inversión privada y consecuentemente un estancamiento del crecimiento económico, con efectos negativos sobre la creación de empleo;

2) dificultades fiscales que impedirán actualizar los salarios en el sector público;

3) sucesivos paros generales y revueltas sociales reclamando justamente un aumento del gasto público;

4) presiones éstas que redundarán necesariamente en una aceleración de la inflación;

5) lo cual no puede tener otra consecuencia que el crecimiento de la indigencia y la pobreza.

Hoy ya pocos discuten los puntos 1, 2 y 3. Lamentablemente, los puntos 4 y 5 sobrevendrán en 2013, e incluso pueden acelerarse hacia fines de este 2012.

*Publicado en Punto de Vista Económico
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La Moringa de Fidel

Fidel Castro se ha enamorado de la Moringa. Es un amor crepuscular. A sus 86 años, como en los boleros, ha encontrado otra razón para vivir. La Moringa es una planta milagrosa que viene de la India. Es una fuente inagotable de proteínas y minerales que crece casi sin agua y en cualquier terreno. Por qué la Moringa no ha efectuado sus prodigios en la India es una pregunta incómoda que el viejo Comandante no se hace. Fidel es un hombre de respuestas, no de preguntas. No conoce la duda, esa actitud típica de los agentes de la CIA. Fidel está seguro de que esta vez ha acertado con la bala de plata adecuada para matar de un tiro todos los males económicos que aquejan al país. Será su legado final a la nación que ha dirigido desde hace tres generaciones, aunque en el tramo final lo asiste su hermano Raúl, en tantos sentidos, pequeño.

No es la primera vez que Fidel resulta iluminado por estas intuiciones geniales. El economista Marzo Fernández, escapado del manicomio hace unos años, sintetizó muy bien la lista de hallazgos portentosos debidos a la iniciativa de Fidel: una semilla de gandul que crecía hasta en el cepillo de dientes; el arroz IR8; el café Caturra que no necesitaba sombra, ni agua, ni tierra, porque, como la hidra, arraigaba tenazmente hasta en las piedras; un plátano maravilloso cultivado por microjet; un tipo de ganado con vacas generosas que daban ríos de leche y toneladas de carne que no cumplió lo que se esperaba, pero al menos les dejó a los cubanos la única estatua que existe en el mundo a una vaca, la gloriosa Ubre Blanca, junto a un toro semental, ambiguamente llamado Rosa Fe, también venerado, que murió en acto de servicio y en los brazos amorosos de un mamporrero tras la milésima eyaculación revolucionaria.

¿Para qué seguir? La revolución cubana es algo así como la versión caribeña del Gabinete del Doctor Caligari o la consulta del Dr. Frankenstein. La sociedad cubana es un laboratorio experimental colocado a la disposición de un tipo arbitrario y lleno de imaginación, colérico y autoritario, que lleva más de medio siglo buscando un truquito que catapulte a la fama y a la prosperidad la hacienda de su propiedad llamada Cuba. Ese personaje, Fidel, ha acaparado y se ha reservado absolutamente la capacidad de tomar iniciativas. Es él quien precisa cuáles son las necesidades y las resuelve. Es él, en exclusiva, quien descubre las oportunidades y se lanza a explotarlas.

Por eso, entre otras razones, ese régimen es un fracaso absoluto. Si le vamos a creer a los discípulos de Vilfredo Pareto –y hay razones para tomar en cuenta a este extraordinario economista italiano– el 20% de la sociedad tiene el ímpetu que se necesita para tirar del 80 restante. De esa quinta parte llena de energía surge la mayor parte de las iniciativas. Eso quiere decir que en un país como Cuba, Fidel Castro se ha apoderado de las facultades creativas de más de dos millones de personas y las ha condenado a la pasiva obediencia de sus caprichos más delirantes, lo que explica (en parte) la miseria y la desesperanza que imperan en esa pobre nación, de la que los jóvenes quieren escapar a bordo de cualquier cosa porque, dada la experiencia, son incapaces de creer que algún día conseguirán mejorar la calidad de sus vidas.

Raúl Castro no ignora nada de esto. Él sabe que los arrebatos de su hermano son responsables de una buena parte del fracaso económico del país, pero su autoridad no le alcanza para frenarlo. Lo ha obedecido ciegamente toda su vida y esos comportamientos se convierten en hábitos. En todo caso, Raúl es un déspota diferente. Administra el desastre, pero no lo provoca. Su intención es mantener el poder político a cualquier costo y quiere copiar el modelo vietnamita, aunque no se sabe muy bien qué es ese engendro. Me cuentan que Raúl despachó la historia de la Moringa con un comentario melancólico e impotente: “son cosas de Fidel”.

*Publicado en El Nuevo Herald, Miami
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¿Son determinantes los números fiscales?

DIARIO DE AMÉRICA.- Se observa a diario que no solo las revistas especializadas, sino los noticiosos televisivos, en programas radiales, los periódicos y hasta las conversaciones sociales giran en torno a indicadores coyunturales: el humor de los gobernantes, anécdotas y trascendidos políticos de pasillo, la inseguridad, los montos de las exportaciones, la falta de justicia, la evolución del turismo, manipulaciones en el tipo de cambio, el volumen de los depósitos, la marcha de la industria automotriz, los vericuetos de la construcción, el gasto, la deuda y el déficit públicos, el desempleo, la corrupción, desajustes actuariales en sistemas estatales de pensiones, la inflación, las operaciones en el mercado inmobiliario, la venta de electrodomésticos, las reservas netas de la banca central, las proyecciones del producto bruto y demás datos del momento, cifras, ratios y evaluaciones que prácticamente ahogan toda otra consideración sobre el fondo de los problemas.

Tal vez convenga hacer un alto en el camino y mirar las cosas con otra perspectiva y preguntarnos si realmente la raíz del problema son los antedichos guarismos o estos son meras consecuencias y efectos circunstanciales de algo de mucho mayor calado.

Veamos el asunto despacio. Lo primero es concluir que el ser humano necesita operar sin cortapisas en base a sus potencialidades en busca de sus personalísimos caminos, respetando iguales posibilidades de otros. El libre albedrío es lo que caracteriza al hombre y lo diferencia del resto de las especies conocidas. Rebajarlo a la condición de oveja que obedientemente sigue los pasos de la majada bajo la dirección de un omnipotente y omnisciente pastor lo degrada, humilla, pervierte y empobrece en grado superlativo.

Entonces, si la vida misma y la definición del ser humano estriba en su libertad y consiguiente responsabilidad, las imposiciones y el uso de la fuerza agresiva lo cosifican y asfixian el eje central de su dignidad. No es entonces una cuestión de contar con pan y circo aunque lo uno y lo otro se vayan evaporando como resultado del autoritarismo, se trata de algo de categoría más elevada de lo cual depende lo demás. Liberar las energías creativas permite mejores niveles de vida pero el punto de partida no es lo crematístico sino el oxígeno vital de la libertad. En múltiples ocasiones he citado un pensamiento de Alexis de Tocqueville tomado de su obra The Old Regime and the French Revolution que ahora vuelvo a reproducir debido a su notable sabiduría: “De hecho, aquellos que valoran la libertad por los beneficios materiales que ofrece nunca la han mantenido por mucho tiempo […] El hombre que le pide a la libertad más que ella misma, ha nacido para ser esclavo”.

Supongamos que fuera posible que un régimen totalitario pudiera hacer que todos sus súbditos fueran millonarios, de que sirve si nadie puede elegir los contenidos de los colegios de sus hijos, si no hay justicia, si se retiene el fruto de sus trabajos para propósitos con los que no concuerdan, si se destruye la moneda, si los medios de comunicación están amenazados o en manos del oficialismo, si no se puede ahorrar en los activos que se desean, si el comercio exterior está estatizado, si se obliga a subsidiar actividades que no se estiman prioritarias, si las cargas tributarias siempre son crecientes, si no hay, en fin, seguridad para la propiedad ni para las personas. ¿De que sirven los millones si lo esencial se ha perdido? Más aun, como se ha puntualizado, a la postre, una y otra vez se pone en evidencia que, además, la manía planificadora y estatista termina por reducir los ingresos de todos menos los de los megalómanos en el poder que se enriquecen a costa de los gobernados.

No se trata de abandonar las referencias estadísticas respecto a lo que sucede, se trata más bien de no perder de vista lo vital y crucial en nuestras vidas. Paradójicamente, se suele desdeñar y menospreciar las referencias a la bendición de la libertad estimándolas como disquisiciones “filosóficas” en un sentido peyorativo, mientras que las cifras del producto bruto y semejantes serían manifestaciones de “practicidad” con lo que evidentemente se pretende poner el carro delante de los caballos confundiéndose causas con consecuencias.

Wilhelm Röpke ha escrito en su obra traducida al castellano con el título de Más allá de la oferta y la demanda que “La diferencia entre una sociedad abierta y una sociedad autoritaria no se basa en que en la primera haya más hamburguesas y heladeras. Se trata de sistemas éticos-institucionales opuestos. Si se pierde la brújula en el campo de la ética, además, entre muchas otras cosas, nos quedaremos sin hamburguesas y sin heladeras”.

Antes he consignado que el hombre no puede dejar de ser libre en el sentido de que se ve impelido a tomar decisiones. Si, así es, paradójicamente se ve forzado a ser libre. No puede renunciar a su naturaleza, no puede convertirse en un avión ni en una lapicera, es un ser humano y como tal debe decidir constantemente entre diversos cursos de acción. Incluso cuando decide quedarse quieto está eligiendo, prefiriendo y optando. También cuando delega sus decisiones en otro, está revelando su libertad. En resumen, el ser humano es libre a pesar suyo. Ahora bien, esa libertad puede ser ancha como un campo abierto o puede convertirse en un sendero estrecho, angosto y oscuro en el que apenas se pasa de perfil. Lo uno o lo otro dependen de que los hombres entre si no restrinjan la libertad del prójimo por la fuerza. No dejamos de ser libres porque no podemos volar por nuestros propios medios, ni dejamos de gozar de la libertad porque no podemos dejar de sufrir las consecuencias al cometer actos estúpidos, ni somos menos libres debido a que no podemos desafiar las leyes de gravedad ni las ineludibles leyes biológicas. Solo tiene sentido la libertad en el contexto de las relaciones sociales y, como queda dicho, se disminuye cuando otros hombres se interponen recurriendo a la violencia.

Se necesita prestar mucha más atención a los fundamentos de la libertad, es decir, a la razón misma que caracteriza la existencia del ser humano. No es cuestión de dejarse envolver en estadísticas y perder de vista la dirección hacia lo propiamente humano. Hace mucha falta repasar el significado y la trascendencia de la libertad y no distraerse con fuegos de artificio, lo cual no solo es contraproducente, sino que se corre el riesgo de perder el rumbo. Y no es cuestión de rendirle obligado, superficial y desteñido tributo a la libertad mientras las faenas cotidianas van en otro sentido. Muy acertado está Anthony de Jasay cuando escribe que “Amamos la retórica y la palabrería de la libertad a la que damos rienda suelta más allá de la sobriedad y el buen gusto, pero está abierto a serias dudas si realmente aceptamos el contenido sustantivo de la libertad”.

De tanto descuido de lo principal por lo accesorio termina por olvidarse el motivo esencial de lo que se hace, lo cual me recuerda un cuento de Hans Christian Andersen en el que un fulano concentrado en el adorno de su casa abandonó la atención a los cimientos por lo que a poco andar se le desplomó la vivienda. Revisar los cimientos en nuestro caso significa, por ejemplo, estudiar, entender y difundir el significado de la propiedad privada como institución vital de una sociedad abierta. Estar atento a la calidad de los cimientos es no dar nada por sentado en cuanto a los fundamentos filosóficos, éticos, jurídicos y económicos de la convivencia civilizada.

El concepto que venimos elaborando en cuanto a distinguir lo principal de lo accesorio es lo que hace que el premio Nobel en Economía James M. Buchanan se declare alejado de la coyuntura y escriba en Freedom in Constitutional Contract que “Mi rol como cientista social-cum-filósofo es abrirme paso en la jungla que describe las percepciones de la realidad para introducir orden conceptual. Este esfuerzo tiene un propósito dual de proveer un mejor entendimiento de lo que observamos y dejar sentado algunas bases para su mejoramiento. Tal como personalmente concibo este rol, la productividad social del análisis abstracto es alta”.

Todos estamos interesados en que se nos respete, por ende, todos tenemos la obligación de contribuir al estudio, la difusión, el sostenimiento y la manutención de la sociedad abierta. De lo contrario, será como el soneto que escribió Albrecht Haushofer en su prisión por reaccionar contra Hitler cuando ya era demasiado tarde, después de haber distraído con nimiedades y datos inconducentes los crímenes nazis como profesor de coyuntura histórica en el Instituto Alemán de Política: “Me acusa el corazón de negligente/ por haberme dormido la conciencia/ y engañarme a mi mismo y a la gente/ por sentir la avalancha de inclemencia/ y no dar voz de alarma claramente”. Fue ejecutado de un tiro en el cuello por un oficial de la SS.

*Publicado en Diario de América, New York
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García Linera, el Estado, y el capital

LIBREMERCADO.- Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, es definido así en Wikipedia: "Ha sido y es el miembro más aguerrido del gobierno actual (en concordancia con su corriente ideológica del llamado esencialismo dialéctico) y, en funciones de principal teórico gubernamental, ha delineado gran parte de la estrategia política del gobierno de Morales".

Sospecho que lo del "esencialismo dialéctico" se lo podemos dejar a Les Luthiers. Más grave es la influencia política de sus ideas, que son tan disparatadas como peligrosas. Hace poco desempolvó La Razón esta declaración del señor García Linera: "Hoy el Estado es el principal generador de riqueza del país, y esa riqueza no es valorizada como capital; es redistribuida en la sociedad a través de bonos, rentas y beneficios sociales directos de la población".

Es decir, aquí la idea central es la maldad de la propiedad del capital. No se atreve el vicepresidente a decir que hay que acabar con ella. No lo dice, pero el Gobierno expropiador del compañero Morales lo hace, paso a paso. Lo que sí implica claramente la frase de García Linera es que para la población es mejor que el capital no se valorice y que la riqueza sea generada y distribuida por el Estado.

Todo lo que sabemos de la teoría y la práctica va en sentido contrario. Los Estados no son capaces con su coacción de generar riqueza ni en la cantidad ni calidad comparable a como lo hacen los ciudadanos libres con sus propiedades y sus contratos voluntarios. Lo que sí pueden hacer los Estados, en cambio, es frenar la prosperidad o incluso acabar con ella.

¿Cómo es posible que un graduado universitario con dos carreras como Álvaro García Linera no sea capaz de reconocer que su afirmación sobre la superioridad del Estado choca con innumerable experiencias de políticas ruinosas para el bienestar y redistribuciones forzadas lesivas para la justicia?

Mi conjetura es que está cegado por el más antiguo señuelo antiliberal: el odio al beneficio. Cree realmente que es mejor para el pueblo que no haya beneficios del capital, o que sean fuertemente limitados por el poder político, como si eso fuera bueno para el pueblo.

El odio al capital y a su legítimo beneficio es en realidad el odio a la propiedad privada, y, en consecuencia, el odio a la libertad.

*Publicado en Libremercado, Madrid
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Un gobierno incapaz, pero con ambiciones autocráticas

ECONOMÍA PARA TODOS.- Con la recesión a la vuelta de la esquina y la pesificación de facto, sumados a los problemas comerciales y fiscales, la segunda mitad del año luce complicadísima: ¿qué puede pasar?

Desde el punto de vista económico, el segundo semestre de 2012 se presenta bien complicado. La recesión que se esperaba para la segunda mitad del año se anticipó y ya en mayo y junio diferentes indicadores muestran caídas en términos absolutos. Ya no podemos hablar de desaceleración, sino que tenemos que empezar a pensar en una recesión.

Si bien las inconsistencias del modelo permitían pronosticar este desenlace, la realidad es que el Gobierno se ha empeñado en profundizar y adelantar la crisis adoptando medidas absurdas como la pesificación de facto, el cierre de la economía, los conflictos con nuestros socios comerciales y meterse con los depósitos del sistema financiero decidiendo a quién le debe prestar los bancos la plata que les deposita la gente. Cada discurso de Cristina Fernández de Kirchner es un estímulo adicional a la fuga de capitales y al pánico de los agentes económicos. No solo por lo que dice y hace, sino porque, además, se observa a un gobierno sin rumbo, incapacitado para afrontar una economía en que la escasez de recursos se hace sentir y, encima, con un relato de soberbia que la gente no termina de distinguir si es soberbia, ignorancia o una mezcla de las dos cosas.

En lo estrictamente económico, el Gobierno optó directamente por prohibir la compra de dólares para ahorrar. El argumento inicial que esgrimió, cuando estableció la autorización previa de la AFIP para comprar dólares, era que se hacía para verificar que los fondos estuvieran justificados impositivamente. Un disparate, porque la AFIP no puede o no debería fiscalizar el ejercicio en curso. Pero con la resolución del BCRA quedó en claro que el mensaje fue: “Ustedes se quedan con los pesos que se deprecian día a día y yo me quedo con los dólares”.

No comparto la visión que leí en algún lugar, según la cual el comunicado del BCRA prohibiendo la compra de dólares era para cubrirle jurídicamente las espaldas a la AFIP. La realidad es que si de algo se caracteriza este gobierno es por ignorar el orden jurídico existente, por no decir que se ríe de la justicia. Desde mi punto de vista, es solo una torpe medida más de redoblar la apuesta y empezar a cubrirse para el conflictivo segundo semestre que se viene. Solo un dato a tener en cuenta: la recaudación tributaria viene subiendo menos que la tasa de inflación y la suba del gasto es incontenible, por lo tanto, en el segundo semestre es muy probable que el Central inunde el mercado de pesos generando un proceso inflacionario muy agudo en un contexto recesivo.

Por el flanco fiscal, si bien no soy Sciolista, es claro que la acusación del gobierno al gobernador de la provincia de Buenos Aires de que tiene que administrar mejor, es injusta. Y es injusta porque el gobierno nacional administra horrible, basta con ver el décifit fiscal que crece a pesar de la extraordinaria presión impositiva existente para darse cuenta de que no es el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner un ejemplo a seguir. Es más, ella puede pedirle al BCRA que emita moneda, tomarle las reservas a cambio de bonos basura o confiscar nuestros ahorros en las AFJP, cosa que no pueden hacer los gobernadores. Y, en todo caso, la provincia de Buenos Aires, aporta a la coparticipación mucho más de lo que recibe de acuerdo a su PIB.

¿Por qué este empeño en tratar de incendiar la provincia de Buenos Aires? ¿Por qué, usando las palabras del diccionario kirchnerista, esta acción destituyente con Scioli?

Se me ocurren dos respuestas posibles a estos interrogantes. La primera es evitar que vuelva a formarse una liga de gobernadores que le pongan un límite al gobierno como ocurrió en el 2001 y que terminó con la caída de De la Rúa. Puesto en otros términos, el kirchnerismo no se caracterizó por buscar alianzas por su proyecto sino que buscó disciplinar a los gobernadores e intendentes con la caja. La pregunta es: ¿por qué los gobernadores van a seguir subordinándose a los caprichos del gobierno central si no reciben plata a cambio? Y aquí viene el punto: ¿tiene el Gobierno recursos para seguir disciplinando a los gobernadores? Me parece que no. Como decía antes, no tiene ni para sostenerse él, menos va a tener para seguir con la misma estrategia de disciplinamiento. ¿No será que, por miedo a la liga de gobernadores, Cristina Fernández de Kirchner quiere desplazar a Scioli, que es la provincia más grandes y más complicada de Argentina y, de paso, le manda un mensaje al resto de los gobernadores para desbaratar la liga, si es que existe tal probabilidad?

La otra opción que me pasa por la cabeza es la siguiente. Saben que transitar el segundo semestre será muy complicado. La combinación de recesión con inflación más desocupación creciente puede derivar en desbordes sociales. ¿Por qué no acelerar la crisis social y declarar el estado de sitio denunciando a los intereses destituyentes y demás inventos para hacer el ajuste con la Gendarmería en la calle y, de paso, profundizar el autoritarismo?

Reconozco que mis especulaciones pueden resultar desmedidas y con cierto contenido de fantasmas especulativos, pero la realidad es que el desmanejo económico, lo que viene en economía y la feroz interna peronista hacen pensar que algo raro puede pasar en el segundo semestre.

Sí hay algo que parece bastante obvio: no es fácil imaginar tres años más con semejante descalabro económico, social y político. Las opciones serían: autocracia o le dejo el lugar a otro para que se haga cargo del problema. Negociar con la oposición, los sindicatos, los gobernadores, etc., para dominar la crisis, jamás. Eso no entra en el manual del buen kirchnerista, porque en definitiva el kirchnerismo es incapaz de construir un país y menos de gobernar con escasez de recursos, pero mantiene intactas sus ambiciones autocráticas.

*Publicado en Economía Para Todos
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