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Liberales de izquierda

Liberales de izquierdaEn los procesos sociales hay dos planos diferentes pero que se complementan de modo tal que no resulta posible escindirlos. Por un lado, el continente y, por otro, el contenido. Lo primero alude a lo que habitualmente se denomina “libertad política” que consiste en todo el tejido institucional que garantiza las libertades individuales. Éstas últimas consisten en las acciones cotidianas de las personas en libertad, siempre y cuando no lesionen iguales derechos de terceros.

Tengo buenos amigos que se dicen “liberales de izquierda”, término decimonónico que comenzó a emplearse por el genial Frédéric Bastiat con un sentido que fue ubicado con anterioridad a la Francia contrarevolucionaria lo cual integraba en aquél binomio una misma significación. En cambio, contemporáneamente, son personas que provienen a secas de la izquierda moderna pero que finalmente han reconocido algunas de las enormes ventajas que propone el liberalismo. Es un primer paso en dirección a aceptar todas las ventajas que proporciona la libertad, pero como no han estudiado campos tales como al economía ni se interesan en esa rama del conocimiento, rechazan buena parte de los procesos de mercado.

Esta postura, en última instancia, se traduce en que adhieren al continente pero curiosamente rechazan el contenido. Es decir, alaban la libertad política pero cuando cada uno procede a disponer de lo que lícitamente adquirió les niegan esa posibilidad. En otros términos, queda el continente vacío de contenido, lo cual se convierte en un sinsentido.

Y tengamos en cuenta que cuando se hace referencia a las izquierdas, debe distinguirse claramente el origen tan fértil de aquellos que en los prolegómenos de la Revolución Francesa se sentaron en la Asamblea a la izquierda del rey para desde allí objetar el antiguo régimen de privilegios y para sugerir enfáticamente la libertad y el respeto a todos, lo cual se degradó en grado superlativo con el advenimiento de la contra-revolución: el terror, la guillotina, los jacobinos y la oposición a los preceptos originales. En todo caso, con el paso del tiempo, las izquierdas perdieron su sentido primero y a cada paso recurren a las botas de los aparatos estatales para intervenir y negar los derechos de las personas hasta cuestionar el derecho de propiedad y transformar la proclamada igualdad ante la ley en igualdad mediante la ley (tengamos en cuenta que la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789 aludía en su primer artículo a la igualdad de derechos y en el segundo que esos derechos son a la libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión).

Del mismo modo que ocurre con todas las etiquetas, no puede ponerse a todos en la misma bolsa. Eso no solo va para los izquierdistas sino también para los liberales y todas las corrientes intelectuales, a menos que se trate de totalitarios que se arrogan la facultad de imponer el pensamiento único, lo cual contradice toda idea de pensamiento.

Demos un ejemplo a vuelapluma, subrayando que, como queda dicho, hay excepciones en los diversos enfoques. Los “liberales de izquierda”, en general, insisten en la necesidad de “redistribuir ingresos”, situación en la que ocurre lo siguiente: la gente distribuye sus recursos en los supermercados y equivalentes con lo que se premia a algunos con ganancias y se castiga a otros con pérdidas. Pero henos aquí que a la salida de los supermercados, las estructuras y reparticiones gubernamentales vuelven a distribuir por la fuerza lo que distribuyó pacífica y voluntariamente la gente.

Lo dicho significa que se despilfarran factores de producción con lo que naturalmente se consume capital que es lo único que explica el incremente en salarios e ingresos en términos reales. Esta es la diferencia entre un país pobre y uno rico. No se trata de la metereología, de aspectos étnicos (por lo que eso pueda significar) o de recursos naturales (África es el continente que dispone mayor dosis de recursos naturales, mientras Japón es un cascote en el que solo es habitable en veinte por ciento).

Entonces, las diferencias o deltas de ingresos y patrimonios de las personas son del todo irrelevantes, el asunto consiste en que se administren del mejor modo posible a criterio del plebiscito diario del mercado (y tengamos en cuenta que el mercado significa millones de arreglos contractuales que cotidianamente celebran las personas que usan y disponen de los suyo). En todo caso es relevante el promedio ponderado de ingresos al efecto de verificar en que climas de libertad mejoran todos (incluso los mendigos ya que las limosnas son más abundantes en Canadá que en Sri Lanka)

En todo este contexto la propiedad privada resulta medular. Como los bienes y servicios no crecen en los árboles y no hay de todo para todos todo el tiempo, la asignación de ese derecho hace que las posiciones patrimoniales cambien de manos según su respectiva atención a los requerimientos de los demás.

Desde luego que esto no ocurre si los gobernantes les otorgan a los comerciantes privilegios. En este caso, sus ingresos y patrimonios no obedecen a la eficiencia para atender las demandas del prójimo sino como consecuencia de su miserable explotación.

Es pertinente recordar que Marx y Engels en el Manifiesto Comunista declaran que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada”. Dejando de lado las masacres stalinistas y equivalentes, en todas las variantes socialistas, en la medida en que se afecta la propiedad privada, dejan de tener sentido los precios (que precisamente expresan las estructuras valorativas cruzadas de las partes que intercambian propiedades) y, por tanto, desaparece la posibilidad de evaluación de proyectos y contabilidad ya que, como queda dicho, los precios no son simples números que las autoridades gubernamentales dictan. Por su parte, los fascismos son estratégicamente más eficaces en imponer el totalitarismo puesto que permiten que se registre la propiedad a nombre de privados pero usan y disponen desde el aparato estatal, lo cual deriva en el mismo significado que de los socialistas pero con un disfraz distinto.

En la tradición republicana, los gobiernos han sido concebidos para la protección de los derechos de los gobernados no como una gracia o un favor sino para garantizarlos y, sin embargo, resulta que se embarcan en todo tipo de aventuras incompatibles con sus funciones menos lo que deben hacer, a saber: instaurar seguridad y justicia para que cualquiera que sufra una invasión en sus derechos deba ser castigado con toda la fuerza de la ley.

Las mal llamadas “conquistas sociales” son figuras demagógicas que perjudican a los más necesitados. La típica son los salarios mínimos impuestos por decreto. Esto revela que no se ha entendido el tema. Los salarios dependen exclusivamente de las tasas de inversión y no de la voluntad de políticos (si fuera así habría que decretar que todos fuéramos millonarios y no andarse con porcentajes tímidos).

El salario mínimo -por definición superior al de mercado- logra el efecto contrario al propuesto: expulsa del mercado laboral a los que más necesitan trabajar. Es por eso que aparece el mercado negro tan criticado por mucha gente sin percatarse que es la defensa que tiene la gente para no morirse de hambre puesto que los niveles políticos del “blanco” y los consiguientes impuestos al trabajo los afecta gravemente y quedan desempleados.

En este cuadro de situación, muchos liberales de izquierda machacan con que está bien aceptar los resultados de los esfuerzos personales pero constituye una “injusticia social” el que algunos partan en la carrera de la vida con ventaja debido a herencias recibidas. Este razonamiento es autodestructivo. Si se sigue con esa metáfora deportiva de la carrera, al partir todos sin ventajas patrimoniales, el que hizo el mayor esfuerzo exitoso y llegó primero deberá ser nivelado nuevamente ni bien se largue la segunda carrera ya que su prole no podría recibir el resultado de los esfuerzos de su padre con lo que lo realizado en la primera disputa deportiva resultó inútil.

Es debido a la nefasta idea de la redistribución coactiva que se adopta el impuesto progresivo, lo cual, a diferencia del proporcional, implica que las alícuotas son crecientes a medida que aumenta el objeto imponible. Esto tiene cuatro efectos principales. En primer término, es un privilegio para los ricos que se ubicaron en el vértice de la pirámide patrimonial antes de introducir el mencionado gravamen.

En segundo lugar, altera las posiciones patrimoniales relativas, con lo que se contradicen las previas indicaciones operadas en base a las preferencias de la gente que, a su vez, significan derroches de capital que, como hemos señalado, hacen mermar los salarios. Asimismo, el impuesto progresivo es regresivo ya que las tasas más altas a los de mayores patrimonios hacen que los salarios de los menos pudientes se contraigan, por las razones antes apuntadas. Por último, resulta por lo menos extraño que se diga que debe producirse lo más que se pueda y, al mismo tiempo, se castiga fiscalmente en grados progresivos (y no proporcionales) a los que mejor lo hacen.

Finalmente destaco una vez más que el término “justicia social” puede tener solo dos acepciones. Una grosera redundancia ya que la justicia no puede ser mineral, vegetal o animal o, de lo contrario, la acepción más difundida, es decir, el sacarles a unos lo que les pertenece para entregarlo a quienes no les pertenece, lo cual contradice abiertamente la clásica definición de Justicia en cuanto a “dar a cada uno lo suyo”.

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Manuel una noche echó a andar rumbo al norte

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Vale la pena, aunque pone los pelos de punta, leer el informe sobre “Extorsiones y Secuestros por Rescate” de la empresa Hazelwood Street, dirigida por el abogado Bruce Kaplan. Se puede consultar por medio de internet. De esos sangrientos y millonarios negocios viven los más siniestros grupos terroristas del planeta: los narcotraficantes, las mafias étnicas, los mareros, y todo aquel que posee un arma de fuego, y carece de escrúpulos y de temor a una casi siempre inexistente justicia. Empiezo la historia.

Digamos que se llama Manuel. No quiero facilitar ningún dato que permita que lo agarren y deporten de Estados Unidos. Es hondureño, tiene 24 años, esposa, y una niñita pequeña y revoltosa. Manuel es laborioso como una hormiga. Trabaja de sol a sol como jardinero.

Hace pocos años, en su país natal, lo visitaron unos mareros conocidos en el barrio por un sanguinario historial de violencia. Le dijeron que lo necesitaban en el grupo. Manuel es alto y fuerte, y tenía una camioneta con la que trabajaba. Lo querían para traficar con cocaína y para participar en labores de extorsión. La invitación era inapelable. Si se negaba, lo mataban a él, o a su hijita, o a su mujer, o mejor a los tres. El número de cadáveres nunca es un problema en ese torturado rincón del planeta.

Manuel pidió unos días para pensarlo. No tenía sentido acudir a la policía. Probablemente, algunos de los uniformados eran cómplices de los pandilleros y éstos sabrían la fuente de la denuncia. Manuel era una persona honrada y desesperada. Incluso, era religioso. Su madre, cuando chico, le leía la Biblia por las noches y le quedó la costumbre de rezarle a la Virgen de Suyapa. No quería convertirse en un delincuente. Tampoco quería morir o que le mataran a su mujer o a su hijita.

Finalmente, vendió la camioneta, le dieron cuatro mil dólares, contactó a un coyote y se los entregó. Después de mil peripecias, logró cruzar la frontera e instalarse en California. Hoy sostiene a su familia con su trabajo honrado. Sueña con que su hijita, que ya habla inglés, se convierta en una americana con todos los derechos. Quiere que sea dentista cuando crezca. Le han dicho que los dentistas ganan mucho dinero.

Técnicamente, Manuel es un inmigrante ilegal. En realidad, es un escapado del terror. Hay que distinguir entre quien emigra en busca de un destino mejor —lo cual es perfectamente razonable—, y el que escapa de una sociedad brutal y sin ley para que no lo maten. El matiz es trágicamente importante.

Lo que falla en América Latina es el Estado de derecho. Falla por la cúpula cuando los políticos y funcionarios roban impunemente. Falla cuando los legisladores se dejan sobornar y los jueces prevarican o venden sus sentencias. Falla cuando los mandos intermedios cobran coimas y nada se puede hacer por evitarlo. Falla en la base cuando los pandilleros hacen y deshacen sin que nadie los detenga.

¿Qué mensaje recibe la sociedad venezolana cuando Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, y todo el gobierno, dirigidos por la dictadura cubana, protegen a un general acusado de narcotráfico y de asociarse con bandas criminales para cometer toda clase de delitos?

El mensaje es obvio: las leyes no sirven para nada. El discurso oficial es falso. Lo que importa es enriquecerse a cualquier costo.

¿Por qué los bolivianos van a respetar la ley si le han oído decir a Evo Morales que él viola las normas y allí están los abogados para arreglarlo?

¿Qué pensarán los brasileros de Dilma Rousseff, los argentinos de Cristina Fernández, los uruguayos de Pepe Mujica, los ecuatorianos de Rafael Correa y los nicas de Daniel Ortega, cuando ven a sus presidentes respaldando la inmundicia venezolana y riéndole las gracias a un demente que habla con los pájaros?

Piensan que sus líderes, realmente, viven encharcados en el cinismo y la mentira. Piensan que son más educados, pero no mejores que los asaltantes de las favelas.

Ahí está el origen del mal: la columna vertebral de las Repúblicas es el respeto a la ley y la capacidad del Estado para proteger a las personas. Esto se ha perdido en casi toda América Latina. Por eso, Manuel, desesperado, echó a andar rumbo al norte. Cuentan que lloraba por las noches.

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Lecciones de Game of Thrones para la Argentina

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En uno de los episodios de la popular serie de TV Game of Thrones, uno de los protagonistas, Tyrion Lannister, flamante tesorero de un mítico reino medieval, explica a su tosco guardaespaldas Bronn, un principio elemental de las finanzas que es particularmente relevante para la Argentina de hoy. (Ver la escena aquí)

Tyrion Lannister: Durante años escuché que Meñique es un mago. Siempre que la corona necesita dinero, frota las manos y puf... montañas de oro. (*) Bronn: Déjame adivinar. No es un mago. Tyrion: No. Bronn: ¿Lo está robando? Tyrion: Peor. Lo pide prestado. Bronn: ¿Qué tiene de malo? Tyrion: Que no puede darse el lujo de devolverlo. Bronn: Nunca pedí dinero prestado. No tengo claro cuales son las reglas. Tyrion: Bueno... el principio básico es que te presto dinero y luego de un período de tiempo que hayamos acordado me lo devuelves con intereses. Bronn: ¿Y qué pasa si no lo hago? Tyrion: Bueno, tienes que hacerlo. Bronn: ¿Pero qué pasa si no lo hago? Tyrion: Por eso no te presto dinero.

Este diálogo ejemplifica de manera elocuente las consecuencias del nuevo default. Por no pagar a unos pocos acreedores porque supuestamente su reclamo es éticamente ilegítimo, el gobierno argentino ha decidido no pagarle a la mayoría, cuyo reclamo reconoce como legítimo.  Es un cálculo basado en la matemática del absurdo. La consecuencia de esta decisión será un menor flujo de capitales a la Argentina, justo cuando mas lo necesita para crecer.

El gobierno oscurece el problema con distinciones semánticas. En su relato, el culpable de este trágico desenlace es el juez Thomas Griesa. Para la tribuna, el anciano magistrado cumple a la perfección el papel del chivo expiatorio. Es cierto que la lucidez de Griesa no está en su máximo esplendor y hay quienes opinan con fundamento que el caso se le ha ido de las manos. Pero no es menos cierto que la estrategia adoptada por sucesivos gobiernos desde diciembre de 2001 en adelante es la que ha llevado al país a esta situación. La lista es larga: un retraso de más de tres años para resolver el default, una de las quitas más altas de la historia, la Ley Cerrojo, la ausencia de “exit consents”, la redacción de la cláusula RUFO, una retórica belicosa, etc. Pero hay otro aspecto que rara vez se menciona: la inconveniente estrategia legal adoptada por los abogados de la Argentina para enfrentar las demandas en los tribunales de Nueva York.

Como surge de la transcripción de la última opinión del juez Griesa, durante diez años la Argentina no reconoció la legitimidad del reclamo de los demandantes ni las sentencias adversas de los tribunales, y, consecuentemente, se privó de presentar argumentos válidos para defenderse. Aunque es algo obvio, vale la pena recalcarlo: aunque el argumento del pari passu data de 2010, las demandas contra la Argentina tienen más de diez años.

Entre fines de 2004 y principios de 2005 en la Argentina se iniciaron dos procesos de reestructuración de deuda que involucraron acreedores externos. Una la hizo la gobierno nacional y la otra, la provincia de Mendoza. La primera sólo fue aceptada por 75% de los acreedores, lo que inevitablemente dejó la puerta abierta a sentencias judiciales adversas e imposibilitó que el país se reintegrara plenamente a los mercados internacionales de capitales. El canje de 2010 redujo significativamente estos dos problemas pero no los eliminó por completo.

En contraste, aunque la restructuración de Mendoza inicialmente consiguió un menor nivel de aceptación, la estrategia legal que adoptó le permitió, al cabo de pocos años, neutralizar completamente en los tribunales de Nueva York a los mismos fondos buitres que hoy ponen en jaque a la Argentina. La lección es muy simple: aunque la politización del conflicto con los holdouts pudo haberle generado algún rédito electoral al gobierno, le ha terminado costando muy cara al país.

Lo que nos lleva nuevamente a la lección que Tyrion Lannister quiso enseñarle a su guardaespaldas. No pagar tiene un costo. Es cierto que los mercados tienen memoria corta. Ecuador tuvo dos defaults en lo que va de este siglo y hace un mes volvió a los mercados con una emisión de bonos a 10 años por 2.000 millones de dólares. Aparentemente la demanda de los inversores cuadruplicó el tamaño de la colocación. Dado que la izquierda mal informada siempre pone a Ecuador como el ejemplo que la Argentina debería seguir, vale la pena destacar que esta nueva emisión se hizo bajo la jurisdicción de las leyes de Nueva York. Es decir que si Ecuador no paga se las tendrá que ver con un juez norteamericano. ¿Una abyecta renuncia a la soberanía nacional o un calculado pragmatismo? Las declaraciones recientes del presidente Rafael Correa no dejan dudas. “Uno de los cuellos de botella para todos los países es el financiamiento. Si podemos conseguir dinero mas barato y diversificar nuestras fuentes de financiamiento sería estúpido no hacerlo.” Los partidarios del repudio de la deuda externa se quedaron sin su ídolo, que encima los insulta.

¿Qué podemos concluir de todo esto? Como consecuencia del default de 2008 durante seis años Ecuador se tuvo que financiar a una tasa de interés más alta que la que podría haber conseguido en los mercados internacionales. En el caso de la Argentina, el costo del default fue significativamente mayor. Justamente por la corta memoria de los mercados, prolongarlo indefinidamente es una estrategia tan costosa. Y quien más ha tenido que pAagar este alto costo ha sido el sector privado argentino, que se ha visto imposibilitado de financiar sus inversiones a tasas razonables en los mercados de capitales internacionales (el mercado de capitales local dejó de existir hace años). Si no se resuelve pronto, este nuevo default, o como quieran llamarlo, va a profundizar el problema e impedir que la Argentina pueda atraer los capitales que necesita para crecer.

Publicado en La Era de la Burbuja, blog personal de Emilio Ocampo
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(*)  Cuando Tyrion dice "frota las manos y puf... montañas de oro", es un guiño la frase "frota dos monedas juntas para crear una tercera", presente en los libros que inspiraron la serie de TV. Esta frase parece ser una referencia del autor, George R.R. Martin, a la práctica medieval de "recorte de monedas".

El segundo ilustra muy bien cómo Petyr "Meñique" Baelish, ocupante del cargo real de Maestro de la Moneda -una suerte de ministro de finanzas públicas- recurre a las tres formas posibles de financiamiento estatal: impuestos, deuda e inflación monetaria. Dado que los impuestos y la deuda no son suficientes para pagar la guerra y los lujos extravantes de la nobleza, Baelish recurre a la inflación monetaria.

En la Edad Media, cuando no los gobiernos no podían simplemente imprimir papel dinero, la inflación monetaria se lograba con un método conocido como 'recorte de monedas'. Básicamente, se recortaban o limaban monedas hechas con metales preciosos y el excedente metálico era fundido para acuñar nuevas monedas, consiguiendo así nuevos fondos para la corona. El efecto inevitable de esto era multiplicar base monetaria y devaluar la moneda, generando un alza de precios.

Esta es otra lección de economía básica que Game of Thrones podría enseñarle al gobierno nacional.

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Un ejemplo de honestidad intelectual

Ron Paul, Congressman (R-TX), doctor, 1/4/08

David Theroux, el presidente del Independent Institute, me invitó a presenciar por la vía cibernética la conferencia en vivo de Ron Paul copatrocinada por esa entidad y pronunciada en el auditorio de la Universidad de California en East Bay el 9 de abril del corriente año.

Como es sabido, Ron Paul fue elegido por cuatro períodos consecutivos miembro del Congreso en Washington DC y en tres oportunidades fue candidato presidencial (una por el Partido Libertario y dos por el Partido Republicano). Es médico y autor de veinte libros sobre economía, educación y filosofía política, la mitad de ellos estuvieron en la lista de “best-sellers” durante varios meses en The New York Times. Actualmente conduce un programa de televisión y preside varias fundaciones.

Muchos son los temas que el orador abordó en la mencionada ocasión, pero para esta nota periodística selecciono algunos de lo que estimo fueron los puntos sobresalientes de su disertación. En primer lugar, se mostró alarmado por lo que dijo viene ocurriendo en la configuración social en su país. Señaló que en este sentido que la característica tradicional en Estados Unidos ha sido una amplísima franja de personas de ingresos medios y en las puntas los más exitosos y, por ende, muy prósperos por haber sabido satisfacer las necesidades de sus semejantes y en la otra los de menores ingresos con grandes aspiraciones y posibilidades de ascender en la escala social debido a su dedicación, esmero y cultura del trabajo.

Sin embargo, manifestó que lo que viene sucediendo es realmente alarmante: en una punta se destacan nítidamente los amigos del poder que se han enriquecido como consecuencia del privilegio otorgado por el aparato gubernamental de turno, la franja del medio, en gran medida se ha erosionado y el extremo más bajo se ha engrosado exponencialmente con pocas perspectivas de mejorar. Esto dijo se debe a las políticas intervencionistas de las últimas largas décadas que básicamente se tradujeron en subas extraordinarias de impuestos, incrementos impagables de la deuda pública, déficits fiscales esporádicos pero incompatibles con la prudencia financiera más elemental y regulaciones crecientes que recortan peligrosamente las libertades individuales, en un contexto de dependencia cada vez mayor del gobierno central y desmoronamiento del federalismo.

Ahora se publicó un libro de David Stockman en el que enfatiza lo dicho por Ron Paul en cuanto a los peligros de la modificación del cuadro social debido a los inmorales bailouts y equivalentes realizados con el fruto del trabajo de quienes no tienen poder de lobby. El libro se titula The Great Deformation. The Corruption of Capitalism in America. Es parecido a lo que señala Dinesh D´Souza en el también reciente libro titulado America: Imagine a World Without Her y a la colección de Thomas Sowell bajo el muy sugestivo título Desmantling America. Esta triada se ha traducido en un muy llamativo y gratificante éxito editorial en el mercado estadounidense.

En la referida exposición, Ron Paul subrayó que a los habitantes de su país se los perjudica dos veces todos los días: cuando se les cobra impuestos desmedidos y cuando se les da destino a esos ingresos tributarios dirigidos a recortar los espacios de libertad de cada uno, en cuyo contexto se detuvo a considerar numerosos ejemplos de lo que consideró un inaceptable desborde de las funciones del aparato de la fuerza incompatibles con los preceptos constitucionales.

Se detuvo a analizar el escandaloso programa de espionaje a ciudadanos pacíficos denunciados por quienes calificó como héroes por denunciar a quienes violaron de modo grotesco el espíritu y la letra de la Constitución estadounidense. En esta línea argumental subrayó que los rechazos mayores a esta política partieron de gobernantes de otros países al verificar que estaban siendo espiados pero poco se dijo de lo más bochornoso, como queda dicho, el ataque a la privacidad de los mandantes, es decir, los gobernados que de este modo se convierten meros súbitos.

Destacó la irresponsabilidad del gobierno al insistir en la frustrada e inconveniente guerra contra las drogas alucinógenas para usos no medicinales en el contexto de la fenomenal corrupción de políticos, policías, jueces y miembros de oficinas encargadas de combatir la producción, distribución y consumo de las drogas en cuestión (salvo la Guerra del Opio en China debido precisamente a los controles, desde 2000 AC no hubo problemas con las drogas hasta que Nixon impuso la prohibición en 1971 que, además, los márgenes operativos justifican al irrupción de las sintéticas). Se quejó de la impertinencia que los gobiernos consideraran vicios como crímenes y del encarcelamiento de personas que nunca lesionaron derechos de terceros así como también del crecimiento de la drogadicción debido al estímulo de márgenes operativos enormes resultado de la prohibición, todo lo cual mantuvo que se genera por las mismas causas a que condujo la llamada Ley Seca (ahora hay un push para liberar el consumo solamente lo cual favorece aun más a las mafias del narcotráfico).

Se extendió en la malsana tendencia al igualitarismo de ingresos y recalcó que se debe no solo a la ignorancia en temas económicos puesto que las diferencias dependen de las decisiones de los consumidores en el mercado libre cuando no hay privilegios ni empresarios prebendarios, sino también al resentimiento y la envidia que finalmente producen igualdad en la pobreza de la que principalmente escapan los burócratas y sus amigos.

Volvió sobre los resultados catastróficos de la política exterior estadounidense en cuanto a las intervenciones militares en otros países que han perjudicado gravemente las vidas de los soldados y sus familias, han desmembrado la economía local, han exterminado a inocentes y torturado y han creado una muy mala predisposición contra Estados Unidos debido a sus arbitrariedades difundidas con una propaganda digna de la Gestapo. En este capítulo manifestó que no deberíamos hacer a otros lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros.

Se detuvo a analizar la política monetaria que apuntó nos conducirá tarde o temprano a otra crisis severa. Resaltó lo contraproducente de la Reserva Federal y sus nefastas decisiones, lo cual dijo es advertido cada vez por una mayor cantidad de economistas apoyados en una nutrida bibliografía y en investigaciones de envergadura.

Aludió a la importancia de trabajar en el terreno educativo al efecto de que se comprendan y acepten los valores y principios que son consubstanciales a la mejor tradición de Estados Unidos para obligar a los políticos a exponer un discurso muy distinto a la demagogia que se viene practicando hace ya muchas décadas.

Apuntó que la idea de la libertad es en realidad reciente en la muy larga historia de la humanidad, lo corriente era el despotismo. Dijo que solo hacen ochocientos años que comenzó una lucha abierta y sistemática a favor de la protección de los derechos individuales, pero, comentó que de un tiempo a esta parte se ha tendido a revertir esa dirección para aceptar nuevamente el autoritarismo. En este contexto puso en evidencia que en los momentos que corren hay mucha gente que se ha percatado de este serio problema y hacen esfuerzos muy fértiles para frenar la avalancha y volver a las fuentes de la libertad y no solo en Estados Unidos sino en muy diferentes países. Consignó que esto último constituye indudablemente una esperanza cierta y muy vigorosa para el futuro.

Lo mencionó a Leonard Read que en la década de los cuarenta comenzó la lucha intelectual de modo sistemático y metódico a favor de la libertad al crear la Foundation for Economic Education en New York, pero estaba muy solo. Hoy, en cambio, pasó revista a una larga serie de nuevas instituciones y cátedras que le dan sustento al optimismo del distinguido orador. En sentido opuesto, se explayó sobre las buenas intenciones de tantas personas que para salir de la pobreza aconsejan recetas dañinas para la gente y sus posibilidades de progreso, pero dijo que las intenciones nunca resuelven los problemas si no se ha entendido cual es el diagnóstico y su correspondiente tratamiento.

ron-paul-gobFinalmente, en el período de preguntas luego de la disertación tuvo la oportunidad de ampliar los fundamentos de sus sugerencias y agregar otros temas como el último punto que encaró sobre la llamada ayuda externa a países denominados subdesarrolados, lo cual criticó con vehemencia al mostrar los perjuicios de apoderarse de recursos coactivamente a través de organismos internacionales para entregarlos a gobiernos estatistas y, muchas veces, corruptos. Luego de lo cual obtuvo de la nutrida audiencia una larga ovación de pie.

Por nuestra parte observamos tal como lo habíamos hecho en otras oportunidades, que la honestidad intelectual de Ron Paul se destaca nítidamente en las épocas que corren: es un ejemplo de integridad y conducta frente a todos los cómplices de la decadencia y timoratos que les da pánico pronunciarse por algo “políticamente incorrecto”, incapaces de abrir cauce a ideas nobles.

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No es Griesa, es el gasto público

gasto publico

LA NACIÓN.- Si finalmente el país ingresa en un default, no será justamente un hecho inédito para la economía argentina. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la fecha el país estuvo en cesación de pago más del 50% del tiempo en cuatro períodos diferentes. Pero, al mismo tiempo, desde que fue creado el Banco Central (BCRA) en 1935, la Argentina destruyó cinco signos monetarios. El peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino, el austral y éste que está agonizando.

La pregunta es: ¿por qué tantos defaults y destrucciones monetarias? La respuesta es muy sencilla, el gasto público no ha parado de crecer durante todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI, y por eso el incremento de la presión impositiva hasta niveles confiscatorios ha sido insuficiente para financiar el gasto público. Dicho de otra manera, el populismo imperante en la Argentina desde hace décadas ha disparado constantemente el gasto público hasta niveles en que el déficit fiscal requería de endeudamiento público externo (por eso la deuda pública y los continuos defaults) para financiar el desequilibrio de las cuentas públicas. ¿Y por qué deuda en moneda extranjera? Porque las diferentes monedas que tuvimos nunca lo fueron en el estricto sentido de la palabra ya que no fueron reserva de valor. La inflación las asemeja a barras de hielo que se derriten. Pero, lo más importante, los persistentes ataques a la propiedad privada, fundamentalmente vía el sistema impositivo, hicieron que el ahorro de los argentinos se fugara al exterior en busca de seguridad jurídica, por lo que el mercado de capitales interno siempre fue muy reducido.

Hay poca oferta de ahorro interno porque la gente que lo hace opta por realizarlo en el exterior en la búsqueda de seguridad jurídica. Recordemos que el ahorro es la contrapartida del crédito: sin aquel, que es ingreso no consumido, no hay crédito. De manera que, un país como la Argentina, sometida a décadas de populismo, ha generado escasa riqueza, es decir ingreso. Como éste es reducido, el ahorro también y, encima el escaso ahorro que se genera se fuga al exterior. Por lo tanto, la oferta de ahorro interno es tan reducida que si el Estado entra al mercado a tomar crédito para financiar el gasto público, desplaza rápidamente al sector privado, eleva la tasa de interés y genera recesión. Un ejemplo sencillo nos puede dar una idea de lo mínimo que es el mercado de capitales doméstico. Mucho se habla de Vaca Muerta. El tiempo dirá si es tan importante como se dice o se limita a ser otra fantasía más de las que inventamos los argentinos. Lo cierto es que más allá del verdadero potencial del yacimiento, nadie piensa que las inversiones necesarias para explotarlo puedan llevarse a cabo con ahorro del mercado local. Todos piensan en inversores de afuera del país que tienen fácil acceso al mercado de capitales externo. Bien, si el ahorro interno no alcanza para financiar las inversiones en Vaca Muerta, mucho menos para financiar el gigantesco déficit fiscal en el que solemos incurrir en cada una de las fiestas populistas que llevan el gasto público hasta niveles exorbitantes.

No es casualidad, entonces, que los argentinos vivamos destruyendo nuestros signos monetarios y cayendo en default. Es el alto nivel de gasto público el que requiere de financiamiento extra, emisión monetaria y endeudamiento externo, hasta llegar a un punto en que la inflación se dispara destruyendo por completo la moneda y la deuda es impagable.

Nuestro problema no es el juez Thomas Griesa, ni la cláusula RUFO, ni el stay, ni los holdoutsNuestro problema es el gasto público que requiere de niveles de financiamiento que, llegado un punto, nos lleva al default y a la inflación, megainflación e hiperinflación, porque en esa materia también probamos todo.

Obviamente, el gasto crece porque buena parte de la dirigencia política nos ha vendido que ellos tienen el monopolio de la bondad y la solidaridad, así que hay que subir el gasto para redistribuir, hacer planes que ellos llaman sociales y a contratar legiones de burócratas que no hacen nada productivo. Más bien se dedican a entorpecer a quienes producen. Entre los empleados públicos a nivel nacional, provincial y municipal y los que viven de los llamados "planes sociales" son cada vez más los que consumen sin producir y cada vez menos los que producen para sostener el aparato estatal.

Quien haya leído la Rebelión de Atlas, de Ayn Rand, puede llegar a pensar si ese libro no fue escrito para la Argentina actual, porque como ocurre en él, finalmente la gente productiva se cansa de ser explotada por los burócratas y dejan de producir o busca otros países para hacerlo.

Nuestro problema es que tenemos un Estado que no solo gasta fortunas y en forma ineficiente, sino que, además, se encarga de complicarle la vida a los que producen y pagan impuestos, con lo cual, el gasto público termina siendo no financiable y cada tanto hacemos alguna llamarada inflacionaria para bajarlo en términos reales y/o "defaulteamos" la deuda. En realidad nos encanta hacer una combinación de ambas.

Ya estamos en niveles de presión impositiva brutales. No hay ahorro interno que pueda financiar este nivel de gasto. Cada vez es más difícil cobrarle a la gente el impuesto inflacionario y no tenemos acceso al mercado de crédito externo. Todo esto quiere decir que con Griesa o sin él, con RUFO o sin esta cláusula, el nivel de gasto público llegó a un punto en que ya no puede financiarse y estas reglas de juego son insostenibles.

Publicado en La Nación
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