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Campo, Brasil y el verano económico

ÁMBITO.COM.- Hay gran expectativa sobre el crecimiento económico de la Argentina en 2013, aunque cada dato que se conoce va limando un poco más el optimismo. ¿En qué se basan las estimaciones de recuperación del nivel de actividad frente a las tendencias recesivas de 2012?

devaluacion

Uno de los factores es la reactivación en Brasil; ya que nuestra industria tiene una gran dependencia en sus ventas externas de la demanda de dicho país. Sin embargo, cierto cambio de rumbo de la política de Dilma Rousseff respecto a la de sus antecesores ha enlentecido la economía y difícilmente crezca más de 3% en 2013; aunque es más que el 1% de incremento que habría rondado el año pasado.

Por otro lado, está el sector agropecuario que sufrió sequías e inundaciones en 2012 y, ahora, aguardan que el clima sea mejor; pero los rendimientos de la cosecha fina no estuvieron a la altura de lo esperado y parece que la “gruesa” tampoco lo estará. Los precios podrían subir un poco, pero difícilmente se logren los máximos del año pasado. De todas formas, el sector agropecuario incrementará su producción y sus ventas al exterior, generando más riqueza que motorizará la economía.

Hasta acá, tenemos un inicio de año que, para el sector exportador, se plantea mejor que el de 2012. Sin embargo, hay problemas que persisten y otros que se agravarán. Continuarán las restricciones a las importaciones que obligaron a muchos productores a usar insumos locales de menor calidad y mayor precio; por lo que sus bienes finales son peores y más costosos. Por otro lado, se dificulta la posibilidad de seguir produciendo con stocks mínimos (“just in time”), aún en el caso de proveedores locales que incorporan insumos importados que pueden ser trabados en su ingreso al país.

En tanto, el Banco Central deprecia el peso para cobrar un creciente impuesto inflacionario y transferírselo al gobierno para financiar sus excesos de gasto; pero, con el cepo, no reconoce plenamente la devaluación en el tipo de cambio oficial. El problema es que la inflación sí se refleja en su totalidad en los costos de los productores. Por lo tanto, podemos imaginarnos un tsunami y la gente subiendo por la escalera a la azotea de un alto edificio para ganarle a la suba del agua. Los que estén en mejor forma tendrán más chances de lograrlo, los otros se ahogarán. Muchas industrias y economías regionales ya están sufriendo la asfixia del cepo; pero, dado que la brecha entre lo que vale el peso y lo que le reconoce a los exportadores el Banco Central se incrementará, la situación será cada vez peor y abarcará a más sectores productivos.

Hasta acá, vemos que habrá una recuperación exportadora, pero las políticas del gobierno harán cada vez más difícil ser competitivo y colocar productos en el exterior. Este año, las ventas al exterior no crecerán más del 10%, con viento a favor, y la situación empeorará en los años siguientes.

Por lo tanto,  es vital abandonar el cepo cambiario cuanto antes.; pero, como el gobierno ya devaluó y el peso vale no más de un séptimo de dólar, eso implica tener que reconocer la realidad en el tipo de cambio oficial (US$1 más de $7). La peor forma sería hacerlo sin corregir el problema que nos llevó hasta acá: la necesidad de exprimir al Banco Central para financiar los excesos de gasto del gobierno. Aún así habrá que pagar algún costo político; pero cuanto más tiempo se tarde en encararlo, mayor será la “factura” social y económica que deberemos abonar el conjunto de los argentinos.

Dado que no hay voluntad del gobierno de resolver la inconsistencia cambiaria del modelo ni de normalizar las importaciones, la competitividad seguirá desmejorando y las exportaciones sufrirán las consecuencias negativas. Tampoco existe un ambiente propicio para la inversión. Nadie coloca su capital en una empresa para que un funcionario de segunda línea le diga cómo producir, a quién y a qué precio venderles. Si lo hace es porque prevé ganancias extraordinarias; pero ¿para qué sirven si luego no se puede disponer libremente de ellas? Por lo tanto, se invertirá en negocios extremadamente rentables o para mantener la operatividad mínima de la empresa; lo que probablemente signifique un poco más que en 2012. Algo de sustento le dará a la construcción la necesidad de algunos capitales “blancos” de buscar refugio contra la inflación y el incremento de las obras pública en un año electoral, pero no se recuperarán los niveles de 2011.

El consumo tendrá como único incentivo las dificultades para acceder a activos externos, la imposibilidad de encontrar opciones domésticas que preserven el valor del ahorro. Sin embargo, tanto la inversión como el gasto, deberían tender a moderarse o retraerse ante el creciente estrés político previo a una elección legislativa en la que el gobierno pretende “ir por todo”; porque interpreta que, si no lo logra, se queda sin nada. Además, las medidas tendientes a profundizar el modelo incrementarán el “lastre” con el que se mueve la economía. Conclusión: hay un margen para un “veranito” gracias al campo y a Brasil; pero hay que prepararse para el “invierno”.

*PUBLICADO EN ÁMBITO.COM, 30 DE ENERO DE 2013
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La arrogancia de los planificadores

INFOBAE.COM.- Quienes pretenden planificar la economía estudian los fracasos anteriores para poder decir: “esta vez va a funcionar”. Como desde hace miles de años fracasan uno tras otro todos los intentos de planificar la economía, tienen un gran material de estudio. Sesudos y perseverantes los planificadores siguen probando. Así, hace poco se le ha escuchado decir a Kicilloff que ha descubierto que “el problema es que antes no teníamos computadoras”. Mientras que Guillermo Moreno pretende reinventar la rueda, implementando un nuevo sistema de control de precios. Uno más, de los tantos que fracasaron en la Argentina.

PLANIFICAR FINANZAS

Me recuerdan a Oscar Lange, el economista polaco, ferviente socialista, que pretendió simular con planillas de cálculo y otros artificios el sistema de precios de libre mercado. Pero tampoco funcionó. La caída del muro de Berlín en 1989 expuso al mundo el dramático fracaso de estos inventos.

Los planificadores no comprenden que la complejidad de la economía les excede. No ven que el aparente orden que observamos en la economía surge de manera espontánea de un caótico océano de sentimientos, pensamientos, gustos, deseos, imaginaciones, inventos, pulsiones, dolores y afectos que se multiplican y mutan incansablemente en las cabezas de los 7000 millones de personas que interactúan en el mundo. No logran ver que el valor de los bienes depende de la subjetividad cambiante de todas estas gentes. No observan que el cambio es lo único que permanece en el sistema capitalista. Que las ideas se unen, se aparean y procrean nuevas ideas permanentemente y cada vez a mayor velocidad. Que la libertad es la que impulsa la imparable creatividad de millones de cerebros dispersos y que por eso el cambio es impredecible e incontrolable.

En su fatal arrogancia, los planificadores como Kicilloff o Moreno creen que con las computadoras podrán hacer rápidamente los cálculos para dirigir la economía. Olvidan que esa herramienta también está en manos de millones de personas e incrementa y acelera la innovación. No comprenden que los mercados se mueven en la incertidumbre escrutando el futuro.

Jamás sus computadoras podrán explicar y mucho menos prever por qué el precio de una empresa como Apple cae un 36% en la Bolsa. Cientos de miles de inversores especulan día a día sobre lo que vendrá y parecen temer que, sin Steve Jobs, la empresa no logre mantenerse a la altura de sus innovaciones pasadas. El éxito anterior no alcanza para asegurar su futuro, sólo cuentan los próximos inventos, el iWatch, la nueva generación de celulares de Samsung con sus grandes pantallas donde los jóvenes quieren mostrar sus fotos o las expectativas que generan los anteojos inteligentes de Google. Nada de eso está incluido en los modelos de los economistas.Jamás un planificador central podrá inventar o siquiera prever la invención de un iPod.

La crisis mundial será superada por los inventos de los científicos que trabajan en Singularity University o en la Universidad de Tel Aviv, especializándose en nanotecnología, biogenética, inteligencia artificial, robótica y otras nuevas disciplinas. O por la cooperación internacional que se da libremente en la web y permite reducir costos de manera astronómica y multiplicar el conocimiento, muchas veces, de forma gratuita.

Los planificadores estatales harían bien en leer la conferencia que dio Von Hayek al recibir el premio Nobel en 1974 sobre La pretensión del conocimiento. En aquel tiempo muchos países desarrollados se enfrentaban a la amenaza de la inflación acelerada, provocada por el uso excesivo de políticas keynesianas recomendadas por famosos economistas de aquel entonces, tal como se repite hoy tardía y torpemente, en la Argentina de Kicilloff y Moreno. En dicha conferencia, Hayek explica los límites al conocimiento con que nos enfrentamos los economistas y que pretenden desconocer los planificadores. Explica por qué los economistas no contamos con herramientas suficientes como para reemplazar con eficacia al milagroso mecanismo del mercado libre.

Mientras tanto, con los nuevos controles de precios más el retraso de las tarifas de servicios públicos, los acuerdos “sugeridos” de salarios, las restricciones a las importaciones, las  retenciones a las exportaciones,  y el cepo cambiario, Argentina vive una bonanza ficticia como ocurría hacia fines de la convertibilidad. Inevitablemente terminará con una nueva desilusión, más o menos como nos anticipan las fuertes devaluaciones en Venezuela.

El problema más grave es que cuanto mayor sea el tiempo de este conjunto de restricciones a la libertad, mayor será la brecha que nos distanciará de los países avanzados, mayor será la descapitalización de nuestro país y mayores serán las distorsiones que se acumulan en nuestra economía.

*PUBLICADO EN INFOBAE.COM, MIÉRCOLES 20 DE FEBRERO DE 2013.
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Los controles de precios fueron y serán siempre un fracaso

INFOBAE.COM.- El 25 de enero de 2013 en un discurso pronunciado en la Casa Rosada, la presidenta de la Nación dijo: “Está demostrado por el paso de la historia que obligar, acordar, esas cosas no sirven, es el propio usuario y consumidor el que tiene que hacer valer sus derechos“. Sin embargo el 4 de febrero, diez días después, el secretario Guillermo Moreno acordó un congelamiento de precios con las principales cadenas de supermercados.

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Más allá de la abierta contradicción entre los dichos de la presidenta y el nuevo intento de “congelamiento” es necesario analizar tres cuestiones.

1) El congelamiento en el fondo implica un aumento por cuanto las cadenas de supermercados dejarán de publicar rebajas del 15%, 20% y 30% como lo hacían habitualmente hasta el último fin de semana.

2) El objetivo del congelamiento es “calmar el agua” dado que los meses de febrero, marzo y abril son muy febriles, en términos de negociaciones paritarias. Y aquí el gobierno tiene dos problemas. Por un lado, fuertes aumentos de salarios pueden inducir a las empresas a ajustar aún más los precios a la suba. Por otro lado, las paritarias del sector público implican un serio riesgo para la situación fiscal ya seriamente comprometida.

3) El control de precios, fue, es y será siempre un fracaso. La historia argentina es lapidaria.

Entre febrero de 1967 y noviembre de 1989 transcurrieron 24 ministros de economía y 274 meses. Sólo en el 10% de ese tiempo hubo libertad de precios. El resto del tiempo los precios estaban controlados, concertados, pautados o administrados por la autoridad pública. Sin embargo, la inflación fue devastadora en todo el período.

Según un informe de FIEL, el régimen de precios de ese período se distribuye de la siguiente manera.

  • 30 meses con precios libres                 10,9%
  • 57  meses con precios vigilados         20,8%
  • 45 meses con precios concertados   16%
  • 76 meses con controles de precios   27%
  • 26 meses con precios pautados          9%
  • 95 meses con precios máximos          35%
  • 36 meses con precios congelados      13%

El fracaso fue total e incuestionable. Esta batería de mecanismos no evitó que aquello que costaba 1$ m/n en 1967  llegara a costar en 1989 nada menos que 3.945.977.971,92 $ m/n. (eso sí, expresados en australes).

De esos 23 años, en sólo uno la inflación anual fue menor al 10%. Durante catorce años la inflación anual superó el 100%. El final, en 1989 fue la trágica hiperinflación, que muchos ya olvidaron.

Ni el nazismo ni los soviéticos

Los nazis quisieron controlar el precio de la carne y no pudieron. El 26 de noviembre de 1936 establecieron un control de precios que les ponía un límite (entre ellos la carne) hasta el 17 de octubre de dicho año (la coincidencia con el día peronista es sólo casual). Tiempo después, el jerarca nazi responsable del planeamiento económico Herman Goering, siendo prisionero, confesó que “si intentan controlar precios y jornales, es decir el trabajo del pueblo, deberán controlar la vida de las personas y ningún país puede intentarlo a medias. Yo lo hice y fracasé. Asimismo, una nación tampoco puede imponer un control absoluto. Y lo intenté y también fracasé”.[1]

Los soviéticos vieron fracasar el más cruel sistema de control de precios, vidas y personas.

Para mitigar las nefastas consecuencias del control en términos de desabastecimiento y hambrunas, los soviéticos popularizaron una adivinanza. “¿Qué cosa mide cincuenta metros de largo y come papas?. Respuesta: el pueblo ruso haciendo la cola para comprar carne”.


[1] Extracto del libro 4000 años de controles de precios y salarios. Robert Schuettinger y Eamonn F. Butter. Editorial Atlántida, The Heritage Foundation, 1979

*PUBLICADO EN INFOBAE.COM, 6 DE FEBRERO DE 2013.
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Dólar, un invento argentino

Gracias a la importancia que ha cobrado la moneda estadounidense en el mundo, la Fed (Banco Central Norteamericano) es considerada por muchos como el modelo de política monetaria a imitar. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro.

En un reciente estudio realizado por los profesores Selgin, White y Lastrapes, de distintas universidades de los Estados Unidos, se pone de manifiesto que la Fed cumplió de una manera bastante deficiente los objetivos que ella misma se propuso en el momento de su creación, 100 años atrás.

Por ejemplo, si tomamos el objetivo de mantener los precios estables y lo comparamos con el índice de inflación en los Estados Unidos, podemos ver que, desde la creación del Banco Central, el dólar perdió el 96% de su valorEs decir, si en 1913 uno compraba 100 caramelos con un dólar, en 2012, sólo pudo comprar 4.

La caída del poder adquisitivo del dólar (que se puede ver en el gráfico) es la contracara del aumento del nivel de precios, que en los años posteriores a 1913 se multiplicaron por 23.

Poder-adquisitivo-del-Dolar

Ahora bien, ésta no es la única señal de la debilidad de la moneda norteamericana. Si tomamos como referencia el mes de mayo de 2003, por ejemplo, podemos ver que el precio del dólar se ha derrumbado en toda la región, con caídas del 30% en Brasil, 32% en Chile y Uruguay, 37% en Colombia y 26% en Perú.

Por último, cabe decir que desde que la Fed decidió flexibilizar su política monetaria con la ilusión de combatir la crisis financiera de 2008, el dólar se ha visto muy golpeado en los mercados que sirven para resguardar el valor como, por ejemplo, el oro. El oro, que Keynes alguna vez denominó “reliquia bárbara”, aumentó desde la quiebra de Lehman Brothers un 100%, pasando desde US$ 825 la onza a más de US$ 1600 en la actualidad.

Economía a contramano

A contramano del mundo, desde la asunción de Néstor Kirchner, en la Argentina el precio del dólar subió un 71% (lo que hace difícil entender que algunos digan que el cepo es para no devaluar, cuando la definición de devaluación es la pérdida de valor nominal de la moneda nacional frente a una moneda extranjera). Por otro lado, si consideramos el dólar libre, la suba fue de 130%. Es decir que, si uno tenía un dólar en mayo de 2003, lo conservó hasta diciembre de 2012 y lo vendió en el mercado libre, ahora tiene, medido en pesos, más del doble de fortuna.

Dolar-Libre-vs-Dolar-Oficial

En muchos lugares podremos leer que este ascenso brusco del precio del dólar es una respuesta natural a la elevada inflación que padece nuestro país. Pero como bien nos recordaba el economista austríaco Ludwig von Mises “la inflación no es un acto de Dios, no es una catástrofe natural, ni una enfermedad que aparece como una plaga. La inflación es una política”.

Y es una política destinada a los que -al principio- parecen objetivos nobles como “reactivar la economía” o financiar al gobierno para que pueda mejorar el “bienestar social”. Sin embargo, si bien en el corto plazo esta política puede tener cierto éxito, la realidad es que, en el mediano y largo plazo, pasa sus facturas.

Ahora bien, no existe un país en el mundo que no tenga, aunque sea, un poco de inflación. Es decir, no existe país en el mundo en el que no haya una política inflacionista. Ni siquiera, claro está, en los Estados Unidos.

Con lo que, en conclusión, y parafraseando al ex presidente Juan Domingo Perón, lo que evidencia la suba del dólar no es que la política monetaria de la Fed sea tan buena, sino que la del Banco Central de la República Argentina es tan mala que, a su lado, los verdes parecen óptimos.

*PUBLICADO EN INFOBAE.COM, 14 DE FEBRERO DE 2013.
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Reportaje a Aldo Abram para el diario El Cronista

  Teniendo en cuenta la devaluación en Venezuela, crees que se puede dar un efecto espejo en Argentina? El régimen cambiario de Venezuela, es similar al local en cuanto hay control o “cepo”, pero difiere en que el valor permanece fijo y realiza esporádicas y fuertes correcciones. En la Argentina, va subiendo lentamente y se retrasa respecto a la verdadera devaluación del peso; por lo que, también, requerirá correcciones. Una realidad es que, cada  vez más gente, se va a dar cuenta de que, más allá de la diferencia comentada, ambos sistemas cambiarios son similares. Por lo tanto, eso generará dudas crecientes respecto a la sustentabilidad del esquema argentino. Un dato que creo que es bueno tener presente es que, en los últimos 70 años, la Argentina tuvo más de 20 planes con control cambiario y todos terminaron mal. Si bien en los más antiguos la brecha llegó a superar los 300%, como en Venezuela, en la medida que fue pasando el tiempo, los puntos de quiebre de estos regímenes se dieron con diferencias menores, de alrededor de 100%. Esto se justifica en que la gente va ganando experiencia y tiene mucha más capacidad e instrumentos para reaccionar defensivamente contra el mal manejo del gobierno, gestando huidas del dinero local que derivan en necesarias crisis cambiarias.

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Considerás que el con el manejo del tema dólar el Gobierno ya está llevando adelante una devaluación de hecho? No es cierto lo que dice el gobierno de que el “corralito verde” es una política que evitó la devaluación. El objetivo del cepo es no reflejar en el valor del dólar oficial, la verdadera depreciación del peso, de la misma forma que el INDEC no lo hace en su IPC. El gobierno exprime al Banco Central para financiar un gasto excesivo y obliga a este último a cobrarnos un creciente impuesto inflacionario para transferirle esos recursos. Es decir, si bien el cepo lo oculta, hoy el valor del peso es de menos de un séptimo de dólar; por lo tanto, la devaluación ya se produjo. Si alguna vez decidimos volver a tener un mercado cambiario único y libre, vamos a tener que reconocer la realidad del valor del peso y hacerlo será más costoso social y económicamente, cuanto mayor sea el tiempo que pase y la brecha se siga ampliando. Por eso, hay que salir del control cambiario lo más rápido posible y, si se intenta hacerlo perdurar, terminaremos en una crisis, como tantas que vivimos en iguales circunstancias en el pasado. Para poder normalizar el mercado cambiario, es vital resolver el problema de origen, es decir la tendencia del gobierno a incrementar ilimitadamente su gasto. Una vez controladas las erogaciones públicas, será factible empezar a corregir la pérdida de solvencia del Banco Central y, a partir de allí, enfrentar una necesaria corrección del valor del dólar oficial. Quién gana y quién pierde con una devaluación así en la Argentina? Lo primero que hay que tener en cuenta es que el cepo tiene un impacto sumamente negativo sobre el sector inmobiliario, la construcción y el turismo que viene del exterior, cuyas consecuencias ya son visibles. Sin embargo, también, afectará a todos los sectores productores de bienes que no cuenten con alguna protección o privilegio. Hay que tener en cuenta que la verdadera depreciación del peso no se refleja en el dólar oficial y que de éste dependen los precios de dichos productos; mientras que la inflación impacta plenamente en sus costos, lo que implica una creciente pérdida de competitividad. Otra forma de verlo es como una retención creciente a los productos exportables. En la medida que el tipo de cambio “cepo” refleja una menor proporción del verdadero valor del peso y, por lo tanto, el Banco Central le da menos moneda local por dólar de lo que debería entregarle. Sea como sea que uno quiera ver el actual esquema cambiario, la realidad es que los sectores menos eficientes de la economía perderán competitividad y, por ende, tendrán dificultades para poder producir. Eso ya se observa con las economías regionales y las industrias menos eficientes; pero, también, terminará afectando negativamente a las áreas agrícolas marginales e, incluso, los rendimientos e inversión de los que tienen ventajas comparativas, como la zona núcleo sojera. Por lo tanto, el cepo lleva ineludiblemente hacia tendencias recesivas en el mediano plazo; lo que lo hace insostenible. La peor alternativa sería devaluar e intentar dejar el esquema actual; ya que difícilmente se pueda evitar una crisis. Es más, aunque lo lograran, sería por un corto tiempo; ya que se volverían a gestar nuevas distorsiones que habrá que corregir con otras devaluaciones. Lo ideal es encarar la solución adecuada y salir a un mercado cambiario libre y único, reconociendo completamente la depreciación del peso que ya se produjo. Esto normalizará a todos los sectores de la economía que actualmente ahoga el cepo. Es cierto, el gran perdedor será el gobierno; ya que deberá controlar su adicción a un aumento insostenible del gasto público.
*Este reportaje fue utilizado en el suplemento WE del Cronista. Para leer la nota completa hacer click aquí.
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