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No al relativismo

LA RAZÓN.- Por recomendación de una gran amiga he leído a Howard Gardner, Truth, Beauty and Goodness Reframed. Educating for the virtues in the Twenty-First Century, Nueva York, Basic Books, 2011. Me ha gustado mucho su crítica al relativismo pseudoprogresista conforme al cual no hay manera de determinar qué es verdadero, bello y bueno. Es sabio y prudente al reconocer que una cosa es que seamos ignorantes y otra cosa es sumirnos en la parálisis intelectual, y que no es verdad que seamos el paradigma de la tolerancia, porque en realidad somos más tolerantes que antes en algunas cosas, y en otras lo somos menos. Y es valiente y ejemplar al condenar el vacío moral que a menudo prevalece en la modernidad digital, una suerte de exacerbación de la adolescencia, y al sostener que en lo fundamental siguen valiendo los Diez Mandamientos. Paradójicamente, esas posiciones se solapan con otras políticamente correctas, desde los «modelos de ciudadanía», que son nada menos que la ONU y la Corte Penal Internacional, hasta los llamamientos en pro de «un planeta frágil», pasando por aplausos a Chomsky o a Soros, y recomendaciones de autocensura para no ofender al islam. Es particularmente lamentable en su distorsión de la economía, que presenta como un ámbito privado de valores, donde todo debería ajustarse mágicamente, y en realidad es un Estado de naturaleza hobbesiano. Lógicamente, concluye que la virtud dictamina que lo que debemos hacer es… ¡pagar impuestos!

*Publicado en La Razón, Madrid
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Martín Krause: "Borges era un anarcocapitalista"

Argentina tiene arreglo y existen otras soluciones a la crisis que no pasan por la salida del euro. Así de optimista se muestra Martín Krause, el economista más prestigioso de Argentina.

Toda una vida dedicada a la ciencia económica da para mucho. Martín Krause es, con diferencia, el mejor de los economistas argentinos y uno de los más reconocidos mundialmente. Es profesor de la Universidad de Buenos Aires, del prestigioso Eseade y del Swiss Management Center. Se encuentra actualmente en España impartiendo una serie de lecciones magistrales sobre economía en un momento en el que todo el país habla de eso.

Muchos comparan la situación de España actual con la de Argentina hace 50 años, ¿es acertada la comparación?

Son dos casos distintos. En España, con todos los problemas que tiene, hay un mayor grado de institucionalidad del que tenía Argentina. Hay una cierta limitación al populismo que proviene de pertenecer a la Unión Europea. La Argentina podía cometer cualquier descalabro sin ningún tipo de disciplina externa. Podía, por ejemplo, emitir la cantidad de dinero que quisiera emitir, y el país terminó en hiperinflación. España no puede salir de la crisis vía emisión de moneda.

Ahora bien, las raíces de la crisis son las mismas: crecimiento del gasto y endeudamiento. En nuestro caso la gran crisis del Estado bebía de tres factores: la quiebra del sistema público de pensiones, el déficit de las empresas estatales y la indisciplina absoluta de las provincias.

¿Debería salir España del euro?

Sería una salida que no ataca el problema central, que es el de exceso de gasto. Ocasionaría la monetización de la deuda, y eso es una forma artificial de solucionar el problema. Es una forma menos visible de abordar el ajuste, pero igualmente cruda. Hay formas de salir de la crisis que no implican salir del euro.

Los males que afligen a la zona euro son muchos, ¿cuál es para usted el peor de todos?

Todo empezó con esa licencia que todos creyeron tener para gastar, pensando en que luego llegaría para salvarte el quinto regimiento de la caballería, en el último momento, cuando estás rodeado por los indios como en las películas de cowboys. Y esto comenzó con los países más importantes, los primeros que incumplieron los límites fijados en Maastricht fueron Francia y Alemania generando poca credibilidad en las normas.

Es un problema de calidad institucional. Aunque pareciese que Europa tenía instituciones sólidas, la realidad es que no estaban. Si los grandes no lo cumplen, ¿por qué lo va a cumplir Grecia o cualquier otro? Y así empieza esa carrera de a mi lo que me interesa es gastar y endeudarme porque a la larga me van a rescatar. Y ahora hay que enfrentar el problema de que no hay para rescatarlos a todos.

Argentina, su país, siempre ha tenido grandes pensadores liberales que ha combinado con los peores políticos del mundo, ¿por qué esa dualidad?

Argentina ha tenido grandes intelectuales liberales, pero también grandes intelectuales socialistas. El progresismo intelectual siempre ha florecido en Argentina y controla el mundo cultural. El último gran liberal que tuvimos en ese campo, y que a la izquierda le costó muchísimo aceptar, fue Borges, que era un anarcocapitalista. Ellos no podían entender cómo la mayor estrella de la literatura nacional pudiera pensar de esa forma.

Pero, por regla general, el mundillo cultural argentino siempre ha estado influenciado por el progresismo, que siempre ha mirado a Europa. A este tipo de intelectual le encanta Francia y esos intelectuales franceses que, cuanto más complicado escriba y hable, mejor.

Esto ha generado un sistema político perverso, en el que los que llegan, por el mero hecho de llegar muestran que han dejado sus principios en la puerta.

Parafraseando al clásico, ¿en qué momento se jodió la Argentina?

Tuvo un papel preponderante en eso Perón, que accede al poder en 1945, pero yo creo que empezó antes, en la década del 30. La gran depresión golpeó mucho a Argentina y empezaron a predominar allí opiniones tomadas de Europa, especialmente de los nacionalismos que hubo en España e Italia. Hay algunos autores que plantean una tesis interesante y es que, fue tal el influjo de la inmigración basado en el éxito de la Argentina liberal, que llegó un momento a principios del siglo XX que la mitad de la población de Buenos Aires no hablaba castellano.

Esto despertó en la clase dirigente preocupaciones nacionalistas, porque ellos querían formar una nación que no existía, aquel era un país nuevo. Preocupados por este aluvión de extranjeros que ni siquiera hablaban la lengua, fueron implementando estructuras gubernamentales y educativas de tipo nacionalista y militarista. Estas estructuras llevaron a esta serie de golpes militares, Gobiernos nacionalistas, lo que, mezclado con el populismo, creo todo este invento criollo que es el peronismo.

¿Y a estas alturas tiene arreglo?

Por un lado los argentinos parece que siempre aprendemos luego de una crisis. Por otro, algunos de esos aprendizajes han calado hondo y otros no tanto, y ahí está la debilidad. El argentino ha aprendido, por ejemplo, que tiene que olvidarse de desórdenes institucionales de tipo golpe militar. La democracia podrá generar un gran número de problemas pero ya es algo que no se negocia.

Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con los temas económicos. Lo que estamos viviendo ahora es, en cierta forma, lo mismo que vivimos en los años 70 y 80, que terminó en crisis económica, hiperinflación y drásticos programas de ajuste. Pareciera que eso hay que volver a aprenderlo. Yo me doy cuenta que mis alumnos no vivieron la época de la hiperinflación y la época de economías reprimidas que explotaban. No vivieron eso y les cuesta comprenderlo.

Siempre se habla de que los alemanes no toleran la inflación por lo del año 23, pero, si lo piensas, no queda nadie vivo que recuerde aquello. Pero se les transmitió a los alemanes y siguen teniendo eso en el corazón. Nosotros también hemos pasado por una hiperinflación, pero, lamentablemente, no se transmitió de la misma forma. Vamos a tener que pasar de nuevo por lo mismo para que aprendamos que no había que hacer eso.

La otra que tendríamos que haber aprendido es la de 2001-2002. De ahí debimos aprender que no hay que endeudarse, porque después fíjate lo que te pasa. Sin embargo ahora el Gobierno vuelve nuevamente a endeudarse. ¿Otra vez tenemos que llegar a eso para entenderlo? Eso es lo que te frustra respecto al posible cambio de la Argentina.

¿Después de Kirchner qué?

No sé que puede venir, pero la demanda de la gente va a ser hacia alguien que sea amable, que respete la institucionalidad y un cierto grado de división de poderes y, especialmente, calma. No hay que implementar ningún modelo fantástico que se tenga en mente. Hay que generar algo de tranquilidad para que cada uno genere el modelo que quiera desarrollar. Esta visión mesiánica que tiene este Gobierno de vamos a por todo porque hay que profundizar en el modelo lleva a este cansancio general. La gente quiere que le dejen hacer su vida y le den ciertas normas fundamentales que le permitan vivir tranquilo.

El próximo Gobierno, a menos que la situación se vuelva demasiado dramática, no va a ser demasiado revolucionario, pero sí más institucional que este Gobierno, que ha sido un atropello constante en la división de poderes, la independencia de la Justicia, la prensa... La gente va a querer que todo eso se respete más.

*Publicado en La Gaceta, Madrid
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Los tres misterios de Hugo Chávez

Cuando le preguntaron a Churchill sobre cierto aspecto de la política exterior de la URSS dijo, en clave de humor, una frase memorable: “Se trata de una incógnita envuelta en un misterio rodeado de un enigma".

Algo de esto sucede con el venezolano Hugo Chávez. Y la primera de las perplejidades tiene que ver con el cáncer que padece. ¿Se muere o no se muere? Según los síntomas corporales aparentes, no hay duda de que ha mejorado. Se le redujo la impresionante gorguera de grasa y cortisona que le nimbaba el rostro. Ha vuelto a hablar incansablemente y canta, salta e insulta. Lo de siempre: delira, luego existe.

Pero hay otros síntomas más sutiles. Raúl Castro, que conoce las tripas de Hugo Chávez como la palma de su mano derecha, salió a buscar plata y anudar alianzas con China, Rusia, Vietnam, y con cualquier país capaz de aliviar la crisis que supondría para la Isla el súbito fin del subsidio venezolano ante una eventual desaparición del pintoresco personaje.

Raúl es precavido. Su hermano previó el descalabro del comunismo soviético unos meses antes de que ocurriera, pero no hizo nada por paliar las consecuencias que eso tendría para Cuba. Entonces sobrevino la debacle. Raúl no quiere que el fin de Chávez lo sorprenda con los pantalones en los tobillos.

Pero hay más. La prensa cubana, al menos hasta ahora, no se ha atrevido a afirmar que Chávez está curado. Granma está calladito. El periódico oficial del gobierno de los Castro no quiere repetir el ridículo que hizo hace unos años cuando anunció la recuperación de Fidel y su inminente regreso al poder. Los periodistas y comisarios que lo perpetran saben que ninguna persona seria habla de la curación de un cáncer hasta cinco años después de terminados los tratamientos.

El segundo misterio es tanto de Chávez como de sus adeptos. Parece que sube en las encuestas. El país hace 14 años que está dividido a la mitad entre los que lo adversan y los que lo aman, separados por una rara franja de venezolanos políticamente frígidos, los ni-ni (ni una cosa ni la otra), congelados en un inocente gesto dubitativo.

No obstante, últimamente la aceptación de Chávez ha aumentado, pese a los graves problemas de inseguridad (19 000 asesinatos en un año), la inflación (la más alta de América Latina) y el desabastecimiento esporádico de bienes básicos de consumo masivo. Cómo y por qué se puede gobernar tan rematadamente mal y no pagar por ello un precio en las urnas es, realmente, un desafío al sentido común.

Pero tampoco es un fenómeno inédito. Perón nunca bajó del 70% de popularidad aunque hundió a la Argentina en la miseria. Como sucedió en la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, los pueblos pueden conectar emocionalmente con un líder torpe y temerario que los lleva al desastre. Es una de las mil variantes del “Síndrome de Estocolmo” o el de la “Mujer maltratada”.

Acaso el tercer misterio, relacionado con el anterior, es el más extraño de todos: ¿por qué Hugo Chávez se mantiene fiel a una alianza absurda con Irán, Siria, Bielorrusia, Corea del Norte y otros estados de la misma familia universalmente repudiada? ¿Por qué apoyó al dictador Gadafi hasta el ultimo día de su tiranía?

Según denuncian los israelíes, Venezuela ayuda a Irán en su proyecto de construir armas nucleares. ¿Qué sentido tiene introducir a Venezuela en el peligroso avispero del Medio Oriente? ¿Por qué les inflige ese daño a sus compatriotas?

Es posible que Fidel Castro, padre y maestro mágico de Hugo Chávez, le haya comunicado su pasión por las aventuras internacionalistas y sus sueños por construir una alianza capaz de enterrar a Occidente. Pero si Chávez puede observar serenamente –algo así como pedirle peras al olmo–, descubrirá que lo único que su mentor caribeño consiguió, realmente, en más de medio siglo de delirios y batallas, fue enterrar a miles de cubanos en cementerios africanos y en cuanto paraje agreste le resultó propicio para sus locas fantasías de guerrillero planetario.

Así son los misterios. Pura irracionalidad.

*Publicado en FirmasPress
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Reseña de Axel Kicillof: Volver a Keynes

A España habían llegado noticias o comentarios sobre Axel Kicillof por su labor política, por haber sido subgerente de Aerolíneas Argentinas, la compañía aérea más deficitaria de América Latina, por integrar el importante y privilegiado grupo de poder denominado La Cámpora, ligado al hijo de los señores Kirchner, por haber apoyado la usurpación de los fondos de pensiones privados de la Argentina, por haber sido uno de los padres intelectuales de la confiscación de las acciones españolas de YPF y autor de esta frase, pronunciada nada menos que en el Congreso: “el concepto de seguridad jurídica es horrible”; y en general por su complicidad y protagonismo en la intervencionista, sectaria, y onerosa gestión con la que la dinastía Kirchner ha dañado al pueblo argentino.

Ahora sabemos también que es autor de este libro, que defiende a Keynes explícitamente y reivindica a Marx implícitamente. Las consignas más típicas del marxismo aparecen desde el principio, pero no se le atribuyen. Es Keynes el que se dedica a “desentrañar el carácter histórico de las doctrinas económicas…existe una relación directa entre cada periodo histórico y la teoría económica dominante... La teoría económica debe siempre reflejar con fidelidad los procesos sociales de su tiempo” (pp. 43, 55, 56). Su torpe historicismo encaja con distorsiones habituales, como que el lema del liberalismo es el “egoísmo individual”, tiene “escaso contenido científico”, y no es apoyado porque la gente aprecie la libertad sino por favorecer “los intereses de la fuerza social dominante” (p. 69).

Finalmente, quien acaba con el liberalismo no es el Estado sino “la historia” (p. 100), mientras que el Estado adquiere protagonismo “de manera espontánea” (p. 95), y el patrón oro, que fue liquidado por los estados, murió “de muerte natural” (p. 105). Eso sí, el mercado es ciego (pp. 96, 255, 273, 405, 409). Sobran otros errores y confusiones en ámbitos técnicos de teoría económica, y también el relativismo y la arrogante demonización de las ideas no intervencionistas, que no son solo erradas sino reaccionarias, inconfesables, etc. Pero es increíble que un historiador del pensamiento económico sugiera que no hubo teorías del paro, ni de los sindicatos, ni de los efectos expansivos del gasto, anteriores a Keynes, o que prevaleció el liberalismo a ultranza en el siglo XIX, o que antes de Keynes todo el mundo daba por sentado el pleno empleo como axioma, o que J.S.Mill se adhirió abiertamente a la ley de Say. Nada de esto puede sostenerse con el aval de los textos originales y la historiografía.

Finalmente, en la página 424, Kicillof llega a esta conclusión: “Para Keynes, el trabajo, ayudado por el estado de la técnica y operando en cierto ambiente natural, es la única fuente de nuevo valor”. Esto, independientemente de que es un clamoroso disparate, es en un punto indudable: se trata del eje de la teoría de Marx, es la base de su noción de la explotación del obrero por el capitalista, teoría que sus seguidores intentaron defender a capa y espada ante sus flagrantes deficiencias y contradicciones. Asombrosamente, es algo que Keynes no reconoció ¡y tampoco reconoce el propio Kicillof! ¿Cómo dejar de mencionar algo tan trascendental? Kicillof lo suelta, y habla de Ricardo, que precisamente no tenía, al revés de Marx, una teoría del valor-trabajo al 100 % (parafraseando a Stigler). Caben tres hipótesis, a cual más inquietante: o el autor no sabía que esa es la teoría de Marx, o no le pareció importante señalar la identificación, o bien prefirió no aclararla.

Ahora bien, si lo que quería demostrar Kicillof es que Keynes era un enemigo de la libertad, no era necesario escribir medio millar de páginas petulantes para ello. Eso es sabido, no solo por los análisis de los economistas e historiadores sino porque el propio Keynes se ocupó de subrayarlo una y otra vez, aunque quizá nunca como en el prólogo a la edición alemana de la Teoría General de 1937, del que Kicillof evita citar estas líneas: “La teoría del producto como un todo, que es lo que el presente libro procura plantear, se adapta con mucha más facilidad a las condiciones de un estado totalitario que... a las condiciones de libre competencia y un amplio grado de laissez-faire”.

*Publicado en El Cultural, Madrid
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