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Calidad Institucional

Empobrecer al vecino

LA RAZÓN (Madrid).- Tras recuperarse ligeramente entre mediados de 2009 y mediados de 2011, la economía española se frenó primero, cayó después, y ahora atraviesa una situación crítica. ¿Puede haber alguien interesado en que esto suceda? ¿Qué beneficios económicos, o de otro tipo, podrían obtener quienes hoy nos atacan? ¿Cómo es posible que nuestra pobreza enriquezca a otros?

Esta última idea dio origen a una expresión que fue utilizada en la otra gran crisis del último siglo: la de los años 1930. La expresión era: «empobrecer al vecino», o en inglés «beggar thy neighbour». La idea definía las políticas mediante las cuales un país intentaba mejorar su situación empeorando la de los demás. Por ejemplo, podía imponer aranceles o dificultar las importaciones, favoreciendo a los empresarios locales a expensas de los extranjeros. Otra forma clásica de hacer esto es devaluar la moneda.

El problema de estas medidas proteccionistas es que nunca han servido para su objetivo declarado. Los países crecen cuando abren sus mercados, no cuando los cierran. España pudo ser un país próspero cuando el régimen de Franco dejó de practicar la absurda autarquía que caracterizó su política comercial hasta la reforma de 1959. Cerrar los mercados puede, en efecto, empobrecer a nuestros vecinos, impidiéndoles hacer negocios con nosotros, pero no nos beneficia a nosotros, entendiendo por «nosotros» a la mayoría de la sociedad, puesto que el proteccionismo sí puede beneficiar a pequeños sectores improductivos manteniéndolos al abrigo de la competencia exterior. Digamos, las autoridades argentinas, al cerrar la importación del jamón español, pueden haber beneficiado a los productores argentinos de jamón, pero lo han hecho a costa de perjudicar a los consumidores de ese país. Hablando de Argentina, cabe traerla a colación para desmentir que la devaluación de la moneda sea la receta para la prosperidad: si lo fuera, los argentinos serían mucho más ricos que los suizos.

Sin embargo, aunque las medidas que pretenden «empobrecer al vecino» no tienen resultados dignos de mención, resultan políticamente atractivas, porque permiten al gobernante presentarse como el que salva a la patria, primando lo nacional. Nótese además, que son medidas que sólo se pueden aplicar desde la política y no en el mercado. Aunque las empresas españolas, Mercadona o Zara, pongamos por caso, estuvieran deseosas de perjudicar a Carrefour y H&M, en un régimen de competencia sólo tienen una manera de hacerlo: ofrecer productos mejores y más baratos que los de esos dos rivales extranjeros. La diferencia con la otra estrategia es abismal, porque las medidas destinadas a «empobrecer al vecino» culminan en daños a los consumidores nacionales, mientras que si Zara consigue derrotar a H&M, eso es algo que sólo puede hacer si beneficia más al consumidor.

Lo mismo vale para los países: en el mercado, no hay forma de empobrecer al vecino sin enriquecer a otros ciudadanos; pero cuando hay políticos de por medio, es posible que el desenlace acabe por empobrecer a la mayoría. La forma de evitarlo es detectar tanto las tensiones políticas como los errores económicos de nuestros gobernantes que dan pie a estrategias de inversión que pueden resultar empobrecedoras para los no inversionistas. Por ejemplo, a propósito de los «especuladores», grandes chivos expiatorios de los desaguisados de los Estados, es importante no emprender políticas insostenibles, que fomentan la especulación, y asegurar la competencia, de modo que si los especuladores ganan, ganen ellos, pero si pierden, nunca puedan socializar sus pérdidas con el conjunto de la sociedad –algo que, recuérdese, sólo se puede hacer mediante la intervención del Gobierno.

Una trampa clásica es la del nacionalismo esgrimido como argumento económico. Por ejemplo: «la culpa de nuestros males es de Alemania». Pero Alemania, o, más precisamente, su Gobierno, no tiene la culpa de nuestro paro, de nuestro alicaído crecimiento o de la caída de Bankia. Esos males son nuestros, o, más precisamente, de nuestras autoridades.

Esto no quiere decir que no pueda haber conflictos entre las autoridades: al contrario, esos conflictos son reales y explican parte de lo que nos sucede. Por ejemplo, al Gobierno de Alemania le puede interesar desviar la atención de sus propias dificultades hacia los manirrotos subsidiados de la Europa periférica; al Banco Central Europeo le puede interesar promover un crecimiento de su propio poder dándole patadas en la espinilla al Banco de España a cuenta de su deficiente labor supervisora.

Nuestro Gobierno debería emprender la mejor estrategia para que se reconozca que hacemos las cosas bien: hacerlas bien. Va por el buen camino si contiene el gasto público y abarata los costes y abre los mercados para que crezcamos, y va por el mal camino si sube los impuestos. Ha tomado medidas correctas en los tres frentes en los que se juega el futuro de nuestro bienestar: hacienda pública, sistema financiero y reformas estructurales. No sabemos aún si lo que ha hecho es suficiente para no impedir la recuperación de la economía. Bien podría suceder que nuestra prima de riesgo, tan elevada estos días, estuviera sobrepenalizada en los mercados, en cuyo caso no se sostendrá.

Si las cosas mejoran, convendrá recordar los errores cometidos, para no repetirlos, y no olvidar que las estrategias de «empobrecer al vecino» mediante la intervención política son, en el mejor de los casos, inútiles, y en el peor, dañinas. Y si las cosas empeoran, convendrá recordar que esencialmente nuestros males son responsabilidad de nuestros políticos, no de ninguna conspiración judeomasónica.

*Publicado en La Razón, Madrid.
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Un país en el que se puede vivir

 

[S]e­ñor Di­rec­tor: 

"Soy argentino, 45 años, empresario, padre de familia. Como muchos. Puedo comprar y vender dólares cuando quiero. Transfiero a mis proveedores del exterior por Internet desde mi casa en cualquier momento. Recibo todo el tiempo muestras en la Aduana, que retiro sin problemas, pagando los derechos correspondientes, en un trámite que me lleva 50 minutos. Importo y vendo a comercios en todo el país. Si quiero pagar con dólares en algún comercio, lo hago, y me dan, si quiero, el vuelto en dólares. Hago todo el tiempo trámites ante organismos del Estado, en los cuales me tratan con respeto y amabilidad. Pago con infinito placer todos los meses los impuestos que me corresponden.

"Ah, vivo en Uruguay desde hace seis meses. Era esto o un infarto en mi país."

Andrés Brunner  Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires. 
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Respuesta a 10 objeciones al Oro

 

[S]on varios los economistas que han presentado objeciones a un posible retorno al Patrón Oro, desde Presidentes de la Reserva Federal como Alan Greenspan y Ben Bernanke, economistas de renombre como Tyler Cowen y Paul Krugman, y analistas como Eduardo Porter, Jesús Fernández Villaverde y tantos otros.

A modo de respuesta, a continuación me propongo –siguiendo a Lawrence H. White- analizar diez argumentos centrales contra el Patrón Oro:

1. El Patrón Oro deja que la cantidad de dinero sea determinada por fuerzas accidentales

Hay un germen de verdad en este punto, puesto que el Patrón Oro permite que la cantidad de dinero en circulación sea determinado por las fuerzas de la oferta y la demanda en el mercado del oro. Sin embargo, en el sistema vigente de Banca Central y dinero fiat la oferta de dinero es controlada por las decisiones de un comité de expertos de la Reserva Federal. La pregunta que queda es bajo cuál sistema se comporta mejor la cantidad de dinero y su poder adquisitivo.

La experiencia dicta que el stock de oro nunca fue estable. Sin embargo, durante el mayor descubrimiento de oro en California, en 1848, la caída del poder adquisitivo del dinero fue ínfima. En el intervalo de mayor inflación, el índice general de precios para los Estados Unidos subió de 5.71 en 1849 a 6.42 en 1857, un incremento de 12.4 por ciento en un período de ocho años.

La literatura es clara en este respecto, en expertos de historia monetaria como Hugh Rockoff o Rolnich y Weber.

(Algunos críticos del oro pueden pensar que un alquimista podría descubrir la forma de convertir plomo en oro, pero aun esto es contrastado con algo un poco más usual o probable: ¿Qué pasaría si el presidente de la Reserva Federal se vuelve loco?)

2. El Patrón Oro produciría una deflación dañina

Si bien el Patrón Oro ofreció bastante estabilidad mientras operó, es cierto que en ciertos momentos hubo deflación de precios. Por ejemplo, entre 1880 y 1900, Estados Unidos evidenció un prolongado período de deflación récord. Sin embargo, dicho período no fue para nada desastroso en la economía real. El producto real per cápita comenzó dicho período en $3.379 y terminó en $4.943 (ambos en dólares de 2000). El crecimiento real per cápita fue más que saludable con un 46 %, lo que implica que el producto real más que se duplicó.

Es así que, como explica George Selgin, los economistas debemos aprender a distinguir un proceso de deflación benigna y saludable, de otro dañino, como el que en efecto ocurrió entre 1929-1933 en la conocida Gran depresión. La deflación benigna sería aquella que viene acompañada por aumentos de productividad, donde la caída de precios sólo redunda en un aumento del salario real.

3. El Patrón Oro fue responsable de los pánicos bancarios del siglo XIX y de la contracción monetaria de 1929-33, con la consecuente gran depresión

La contracción monetaria de 1929-33 es precisamente el ejemplo clásico de la deflación dañina. Pero hay que notar que esta no se generó bajo la existencia de un sistema de Patrón Oro, sino precisamente bajo la atenta mirada de la Reserva Federal. Uno podría observar el caso de Canadá en el período 1929-33 y ver que efectivamente bajo Patrón Oro no hubo pánico. Tampoco encontramos pánicos en Canadá en el siglo XIX. Fue el Sistema de Banca Central en definitiva el que debilitó al sistema bancario.

4. El beneficio del Patrón Oro (controlar la inflación) se podría alcanzar con un costo menor, simplemente controlando la cantidad de dinero fiat.

Si bien este condicional es cierto, en la práctica no ocurrió tal cosa. El propio Alan Greenspan ha explicado que lo mejor que la Reserva Federal puede hacer en política monetaria, es intentar replicar exactamente lo que un sistema de Patrón Oro habría hecho en cada caso. Greenspan incluso ha reconocido que en los años 1970 la Reserva Federal generó una inflación acelerada porque el Patrón Oro no limitó la política monetaria. Y es que en ausencia de competencia las autoridades monetarias no tienen conocimiento ni incentivos para administrar bien el dinero.

Además, aun reconociendo que en los últimos 30 años la inflación ha sido más baja que en el período de posguerra, aun estos niveles de inflación actuales son mayores que los que evidenció el sistema de Patrón Oro.

Por otro lado, el costo del sistema de Patrón Oro ha sido exagerado por los economistas, incluso por Milton Friedman, al asumir que el 100 por ciento de la oferta monetaria (M2) debía estar respaldada en oro. Pero Lawrence H. White ha demostrado bajo su estudio de la historia monetaria que un sistema de banca libre con reserva fraccionaria puede operar con sólo un 2 % de los billetes respaldados en oro, lo cual reduce drásticamente la cantidad de oro necesaria para retornar a dicho sistema.

Finalmente, debemos señalar que dicho costo es realmente muy bajo en relación con los daños que el Sistema de Banca Central ha generado en la sociedad en el último siglo.

5. El Patrón Oro no implica ningún límite, porque el gobierno podría devaluar o simplemente suspender la obligación de respaldar sus billetes en cualquier momento que lo desee

Objeciones como esta podrían presentarse a otras normas o reglas, como es el caso de la Constitución. Pero aun así, las reglas constitucionales resultan útiles. Kydland y Prescott han señalado exitosamente la necesidad de fijar reglas para la política monetaria, lo cual redunda en un compromiso de parte de las autoridades monetarias, al mismo tiempo que ofrecen previsibilidad.

Demás está decir que el Patrón Oro no es la única regla. El propio Milton Friedman ha ofrecido su regla de una tasa de crecimiento monetario fija para cada período, o los objetivos de inflación regulan hoy la política monetaria de varios bancos centrales. Pero el Patrón Oro tiene una historia mucha más extensa y exitosa que estas reglas alternativas y es la única alternativa que no requiere de un banco central. Dejar la política monetaria en manos de banqueros privados bajo competencia, en lugar de la institución gubernamental, como era el caso de Estados Unidos antes de 1913, elimina la posibilidad de las dañinas sorpresas monetarias.

También es cierto que el gobierno puede suspender el Patrón Oro en situaciones de emergencia como fue el caso en la Guerra Civil, pero el espíritu del Patrón Oro presiona para retornar al sistema y a la paridad, como de hecho ocurrió en Estados Unidos, según han demostrado Bordo y Kydland.

6. El Patrón Oro, como cualquier sistema de tipo de cambio fijo, es vulnerable a la especulación

Nicolás Cachanosky ha explicado que en un sistema de Patrón Oro no hay tipos de cambio, por lo que no puede haber especulación sobre ellos. Lo que sí tenemos es paridad, pero la aclaración es necesaria.

Lo que abre la puerta a la especulación es la debilidad de la paridad que ofrece un sistema monetario, sea el sistema de Patrón Oro o cualquier otra moneda de reserva. Un Banco Central puede ser débil, y ese es precisamente cuando combinamos un sistema de Banca Central con el Patrón Oro. Afortunadamente, el Patrón Oro no requiere de un Banco Central. White y Selgin muestran que con un sistema de emisores privados de dinero descentralizado, no hay institución capaz de devaluar, por lo que no hay razones para esperar la peligrosa especulación.

7. El dinero fiat es necesario para que un prestamista de última instancia responda a las necesidades de liquidez del sistema bancario

La historia muestra que un prestamista de última instancia prácticamente no sería necesario bajo un sistema monetario sólido y estable. Nuevamente vale la pena comparar el caso de Estados Unidos y Canadá en el siglo XIX. En los casos excepcionales donde tal cosa fuera necesaria,Richard H. Timberlake enseña que las cámaras de compensación pueden resolver el problema.

8. El cambio a un sistema de Patrón Oro involucra costos masivos de transición

El costo de transición para retornar al Patrón Oro sería muy bajo. A diferencia del caso europeo con la transición al Euro, no sería necesario re-denominar los precios, porque la denominación del dólar se mantendría. A la tasa adecuada entre dólar y oro, los precios no necesitarían pegar un salto.

9. Abandonamos el Patrón Oro en primer lugar por buenas razones

Como bien explica Juan Carlos Cachanosky, en 1933 el Presidente Roosevelt devaluó el dólar de $20.67 a $35 por onza de oro, pero el problema no era el Patrón Oro, sino la debilidad del sistema de la Reserva Federal. La deflación se podría haber resuelto con una mejor política monetaria y reforma bancaria, pero sin abandonar el Patrón Oro.

En 1971 Nixon declaró la inconvertibilidad del dólar con el oro porque la propia Reserva Federal había expandido la oferta monetaria demasiado como para mantener la paridad del dólar en $35 la onza. Se hubiera evitado esto si la Reserva Federal no hubiera aplicado políticas monetarias tan agresivas en los años 1960.

Benjamin Anderson o Murray Rothbard explican que no fueron las reglas del Patrón Oro las que fallaron. Fue, más bien, la Reserva Federal la que falló.

10. No hay oro suficiente y Estados Unidos no puede recrear el sistema de Patrón Oro internacional por sí mismo.

Sí hay oro suficiente para retornar al Patrón Oro “si definimos correctamente el precio del dólar en términos de oro”.

Pero la segunda parte de este argumento ha quedado para el final porque representa la objeción más fuerte presentada contra el retorno a este sistema. Un retorno unilateral de Estados Unidos al Patrón Oro privaría a su economía de los beneficios de un sistema de Patrón Oro internacional. Es por ello que un acuerdo global resulta necesario.

Esto, sin embargo, no parece ser un gran obstáculo. En tiempos tan inestable como los actuales, la búsqueda de un sistema monetario sólido está a la orden del día. Un retorno global al oro puede ser la solución real a la crisis financiera global de los últimos años.

 
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¿Explota el Modelo?

DIARIO DE AMÉRICA.- En general las personas ocupadas y preocupadas con situaciones graves que ocurren en sus países estiman que los acontecimientos que van por mala senda deben llegar a una instancia en la que todo vuela por los aires, punto en el que se rectificaría el rumbo. Incluso se pone de manifiesto que es conveniente y necesario que “se toque fondo” al efecto de producir una reacción saludable.

Estimamos que las cosas no suceden de este modo. En primer lugar, no hay tal cosa como “el fondo”. No hay piso para el error. Solo habrá posibilidad de rectificación si se conecta adecuadamente lo que ocurre con las causas que generan los sucesos criticados. Mientras no tenga lugar la aludida conexión causal, no habrá sosiego para la caída libre. Al sostener que los problemas se atribuyan a causas que no son tales, no habrá remedio ni posibilidad de rectificación del rumbo.

En cuanto a las esperadas explosiones salvadoras, debe puntualizarse que hechos tales como corridas cambiarias y bancarias, asaltos a supermercados, incendios y actos violentos equivalentes, no corrigen ni modifican el fondo del camino emprendido. Pueden cambiar los protagonistas, pero el problema no se resuelve con las antedichas explosiones. Más aún, los susodichos climas explosivos pueden desembocar en situaciones mucho más graves que las vividas.

En verdad, la única explosión (aparente) que modificó de modo radical los acontecimientos para bien fuela Revolución de las colonias inglesas en lo que luego fue Estados Unidos en 1776, pero no se debió a la explosión sino a la transformación de las ideas prevalentes a favor de una sociedad abierta, fruto de largos estudios, maduraciones intelectuales y experiencias desafortunadas. En la dirección opuesta, ni siquiera la Revolución Bolchevique modificó en la base la forma de vida de los rusos que venían del terror blanco para convertirlo en el terror rojo y el derrumbe del Muro dela Vergüenza transformó a Rusia en el gobierno de las mafias administrado por ex funcionarios dela KGB.

La propia Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra por la que Jacobo II (VII de Escocia) fue destronado por su hija María Estuardo y Guillermo III de Orange, que si bien había problemas con la convocatoria al Parlamento, exacerbación por los crecientes privilegios y otras vicisitudes, fue primordialmente una trifulca religiosa a la que luego se acoplaron las ideas liberalizadoras de  Algernon Sidney y John Locke las cuales sellaron la suerte del futuro inglés, comenzando porla Declaración de Derechos que expandió grandemente los principios insertos en la Carta Magna de 1215 arrancada a Juan sin Tierra.

Las Cortes de Cadiz de 1812 donde por vez primera se recurrió a la expresión “liberal” como sustantivo, fueron una revuelta intelectual basada en las contribuciones de la llamada segunda generación de Salamanca (la primera dio origen a la benemérita Escolástica Tardía tan ponderada por los liberales clásicos) y en los “Juicios de Manifestación” (el antecedente del habeas corpus), principalmente procedentes de los fueros leoneses del siglo XII, Cortes cuya Constitución fue abrogada por Fernando VII ni bien reasumió luego del interregno bonapartista. También fueron fruto de una revolución intelectual las propuestas liberales de la generación del 98 en España.

En el caso argentino, la Revolución de Mayo no cambió el eje central de la ruta mercantilista emprendida bajo el dominio español sino que, al decir de Juan Bautista Alberdi, trocó el régimen colonial de España para “ser colonos de nuestros propios gobiernos”. La evolución favorable acaecida a partir de 1853 se debió a una revolución en las mentes que, a su vez, produjo el derrocamiento de la tiranía rosista y el establecimiento de marcos institucionales de raigambre netamente liberal.

No hay milagros posibles, las transformaciones en las políticas inexorablemente se deben a transformaciones previas en las ideas. Si se quiere recurrir a la expresión “explosiones” hay que centrar la atención en las que se producen en el interior de las personas, de lo contrario, con otros personajes y eventualmente con otras formas, se mantendrán las cosas en lo sustancial.  Las “explosiones” positivas (o negativas) tienen lugar todos los días en las conversaciones en la mesa familiar, en las reuniones sociales, en los esfuerzos académicos y educativos, en los medios periodísticos, en las entidades empresarias, deportivas y artísticas.

Para cambiar es indispensable ejercitar el intelecto y la imaginación. Se hace necesario mirar en otras direcciones y no repetir razonamientos falaces. En este sentido, Edward de Bono nos enseña el “lateral thinking”, esto es, en lugar de seguir escarbando en el mismo hoyo, cavar en otras direcciones. Para ilustrar ese concepto de imaginar otros escenarios, el autor relata un cuento en el que a un fulano se le reclama una deuda monetaria pero el acreedor dice que la podría perdonar si la hija del deudor se somete a una prueba para eventualmente contraer nupcias con el prestamista. La hija en cuestión acepta el desafío que consistía en que el novio en potencia recogería una piedra blanca y una negra del piso colocando cada una en sendas bolsitas. Si la niña tomaba la negra debía casarse, si era blanca quedaba liberada. Llegado el momento, la supuesta novia se percató que el acreedor hacía trampa puesto que observó que colocaba piedras negras en ambos recipientes. Sin inmutarse, la hija del preocupado deudor tomó una piedra y simuló un accidente por lo que la dejó caer al suelo e inmediatamente dijo que no había motivo de alarma puesto que con mirar la otra bolsa y constatar su color la otra debía haber sido de color distinto con lo que la mujer quedó en libertad y su padre canceló la deuda.

No resulta posible tener éxito repitiendo recetas fallidas. Es menester hurgar en otras direcciones y estudiar otros caminos posibles, para lo cual no es cuestión de operar como si se estuviera ubicado en la platea mirando al escenario en la esperanza de que otros resuelvan los entuertos. Cada uno debe poner su granito de arena. Todos somos responsables de nuestro destino. Después de décadas de estatismo galopante es indispensable liberar energías creativas y adoptar el sistema liberal y la consiguiente responsabilidad individual y la preservación de las autonomías y los derechos de las personas para proteger la situación de todos, muy especialmente la de los más necesitados (quienes siempre pagan en mayor medida los platos rotos de un Leviatán desbocado).

No resulta posible alterar la secuencia lógica, no puede ponerse la carreta delante de los caballos. Primero se requiere la comprensión y aceptación de una idea y luego recién puede ejecutarse. Nada cambia si se producen explosiones y revueltas varias si no se tiene en claro que sucede y por qué ocurren las cosas. Como ha consignado Séneca “ningún viento es favorable si no se sabe a donde se va”. Por eso es que el debate de ideas resulta tan vital. Las series estadísticas, los cuadros y gráficos sobre la coyuntura nada resuelven si no se comparte un esqueleto conceptual previo. La función educativa no se encuentra en el nivel de la política puesto que esta exige la negociación y conciliar distintas posiciones. La tarea de formación debe apuntar a la excelencia sin miramientos a los “políticamente correcto” al efecto de abrir perspectivas fértiles en personas de buena voluntad, ya que la maldad y la mala fe -afortunadamente minoritarias- no son receptivas tal como consigna Marcelino Cereijido en su libro Hacia una teoría general sobre los hijos de puta. Un acercamiento a los orígenes de la maldad que necesita ser complementado con la muy sesuda obra de Stanton Samenow Inside the Criminal Mind.

Desde tiempo inmemorial se viene sosteniendo que la educación es a largo plazo sin percibir que ya han vencido infinidad de plazos y se sugieren pretendidas medidas escapistas que ni siquiera postergan ni mitigan el desbarranque. Como he escrito antes, Mao Tse-Tung no es mi autor preferido pero bien decía que “la marcha más larga comienza con el primer paso”. En esta línea argumental, para terminar y al efecto de evitar la “teoría de las explosiones o del piso final” y para enfatizar el rol preponderante de las ideas, cito a Albert Schweitzer de su The Philosophy of Civilization: “Kant y Hegel han comandado a millones que nunca leyeron una línea de sus escritos y que ni siquiera supieron que estaban obedeciendo sus órdenes. Aquellos que ejecutan, ya sea en pequeña o gran escala solo pueden hacerlo en la medida en que ya estaba listo el pensamiento de la época [...] Si los pensadores de cierto período producen una beneficiosa teoría del universo, entonces las ideas pasarán a la práctica con garantía de progreso; si no son capaces de esa producción, entonces la decadencia aparecerá de una forma u otra […] Adam Smith, el filósofo moral, debido a que estaba dotado de un optimismo racional, es también el fundador de la doctrina económica del laissez-faire dela Escuela de Manchester. El encauzó a la industria y al comercio en su lucha por la liberación del  ruinoso e injurioso tutelaje de la autoridad. Hoy podemos calibrar la grandeza de los logros de este gigante intelectual y benefactor de la humanidad, cuando la vida económica está otra vez empañada entre la gente con ideas de muy corta visión respecto de autoridades que nunca piensan en términos económicos”.

*Publicado en Diario de América, New York.
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La previsible decadencia del modelo K

DESAFÍO EXPORTAR.- Desde principios de 2011, la Argentina viene mostrando un proceso de desaceleración de la economía que se fue agravando con el correr de dicho año y que se ha profundizado en lo que va de 2012. Si bien las cifras de actividad oficiales se negaron a reconocer esta realidad hasta las elecciones, comenzaron a reflejarlas partir de fines del año pasado. La pregunta es por qué está pasando esto.

Algunos hablan de una crisis internacional, con origen en los problemas de deuda soberana de la eurozona, que estaría afectando al país. Sin embargo, esto no parecería tener el mismo impacto en nuestros vecinos. Sólo la Argentina lidia con un proceso de fuga de capitales que presiona al alza el tipo de cambio local; mientras el resto tiene dificultades en sostener el valor del dólar en sus mercados, debido al flujo de inversiones externas. Nuestro país fue el único de la región que disminuyó sus reservas internacionales durante 2011. Entonces, el problema parece ser doméstico y no de contexto mundial. Tiene que ver con la imposibilidad de vivir por encima de nuestras posibilidades para siempre, en algún momento se acaba el ahorro y el crédito y la “fiesta se acaba”. En 2003, el gobierno de Néstor Kirchner empezó su camino hacia un modelo populista de redistribución del ingreso. El instrumento principal para llevar a cabo este tipo de políticas es el gasto y la inversión pública. Si bien encontró un Estado quebrado y sin crédito, también recibió una economía que había comenzado a reactivarse a fines de 2002, fundada en la recuperación de la demanda interna, a lo que se sumó un contexto mundial que le permitió navegar con vientos favorables. Por lo tanto, la recaudación tributaria tendió a crecer mucho más rápido de lo esperado, brindando los recursos para recomponer la situación fiscal e incrementar fuertemente las erogaciones estatales.

Un factor adicional para el aumento de la presión impositiva fue la buena performance internacional del precio de los commodities, de gran relevancia en la producción y exportación argentina. No sólo permitió un mayor crecimiento, sino que con retenciones, restricciones a las ventas externas y congelamiento de precios, fue fuente de recursos extras para la redistribución de riquezas. Sin embargo, el crecimiento del gasto público pronto tomó un impulso mayor al incremento de los ingresos. Ante la carencia de crédito, se buscó aumentar la presión tributaria sobre la producción agropecuaria, intentando llevarla a niveles confiscatorios, en algunos casos. La exitosa rebelión fiscal del campo echó por la borda esta posibilidad; pero las erogaciones del gobierno continuaban subiendo y alguien tenía que pagar la cuenta. Por ello, se confiscaron los ahorros de los aportantes al sistema previsional de capitalización y se los obligó a abonar sus aportes al régimen de reparto estatal. Sin esta última medida, el gobierno hubiera entrado en déficit primario durante 2009.

En búsqueda de otras cajas

El problema es que esta medida no fue suficiente y, de todas formas, los recursos alcanzaban a cubrir una porción cada vez menor del pago de ven cimientos de deuda. La solución fue apropiarse de otra “caja”, las reservas internacionales del Banco Central, que inicialmente se utilizaron para pagar pasivos externos con organismos internacionales y, a partir de 2010, todos los nominados en moneda extranjera. El uso intensivo de las arcas del Banco Central implicó un fuerte incremento de la emisión para prestarle pesos al gobierno y, también, para comprar divisas que se usaban para pagar los pasivos externos del Estado. Así es como, para financiar el gasto electoral de 2011, se lo exprimió hasta llevar la relación de reservas con sus pasivos financieros a niveles tan bajos que la autoridad monetaria perdió capacidad de manejo del mercado cambiario. De allí que se decidiera ir a un control de cambios y se exacerbaran las medidas proteccionistas.

El desbarajuste fiscal que el gobierno gestó para ganar los comicios presidenciales (replicado en las provincias por la mayoría de los gobernadores) se volvió insostenible. Inicialmente, el Poder Ejecutivo planteó la reducción o eliminación de gran parte del festival de subsidios indiscriminados de los últimos años. Sin embargo, el alto costo político y algunos eventos que golpearon duro la imagen presidencial lo llevaron a dar marcha atrás. Era necesario volver a incrementar la caja; lo que se logró modificando la Carta Orgánica del Banco Central para reducir las restricciones que tenía para usarlo como fuente de financiamiento. Pues bien, si con el uso hecho hasta ahora hemos perdido la posibilidad de un mercado cambiario libre, con un saqueo mayor del Banco Central será imposible recuperarlo; por lo que estamos condenados al control de cambios y a la cerrazón de la economía.

Otra “caja” de recursos para la redistribución de riquezas es la que surge de las inversiones pasadas en infraestructura, transporte y energía. Esto le permitió al gobierno subsidiar el consumo de estos servicios y bienes obligando a sus oferentes a vender a un precio menor al de mercado. En algunos casos, cuando el costo superó el de las tarifas, el gobierno se hizo cargo con los recursos de los contribuyentes. En el caso del transporte, con transferencias directas a las empresas y, en el de la energía, asumiendo el costo mayor de tener que importarla.

Este fue un rasgo que diferenció a este gobierno de otro con similares objetivos, como el de Venezuela. El Presidente Chávez basó la redistribución del ingreso en la expropiación creciente de la propiedad privada; lo que ha resultado un fracaso, debido a la incapacidad del Estado de manejar las empresas. Por ejemplo, Sidor es una de las compañías estatizadas, hoy produce un tercio de lo que producía cuando la manejaba Techint. Desde 2002, solo dos países petroleros redujeron la producción de hidrocarburos, a pesar del fuerte incremento de su precio. Uno fue Venezuela, donde la producción es dominada por PDVSA, la petrolera estatal. El otro, la Argentina.

Expropiar la renta

El gobierno “K” tuvo clara la ventaja de dejar que la producción quedara en manos privadas. En el caso del sector agropecuario, sigue siendo la gente del campo la que siembra, cosecha o cría ganado. En el sector energético, son los empresarios con experiencia en la materia los responsables de la producción. Sin embargo, una vez maximizada la riqueza, el modelo le permite al gobierno apropiarse de la mayor parte de ella para redistribuirla a voluntad. Es cierto que esto funciona mejor que lo del “chavismo”, pero en el corto plazo. Si uno le quita gran parte de sus ingresos a alguien, es esperable que no tenga el necesario incentivo a producir e invertir lo suficiente. Por lo tanto, en el tiempo, esos bienes y servicios tenderán a escasear.

Desde 2003, muchos economistas y especialistas venimos advirtiendo que si no se corregía el rumbo tendríamos problemas de oferta de energía en el futuro. Pues el futuro nos alcanzó. La respuesta razonable para recuperar el autoabastecimiento sería restablecer condiciones y precios de mercado para el sector. De hecho, la historia argentina de los últimos 75 años demuestra que, cuando esto fue así, la producción de hidrocarburos se incrementó fuertemente; por ejemplo, en la Presidencia de Frondizi y en los ´90. En cambio, cuando la injerencia del Estado fue mayor, la evolución del sector fue pobre o negativa. De esto último, el mejor ejemplo es el período del gobierno “kirchnerista” que intervino fuertemente en el mercado de producción y distribución de energía. No es extraño que, además de Venezuela, sea el único otro país petrolero que desde 2002 bajó sus niveles de producción. (Ver gráfico)

La respuesta ideológica del gobierno fue expropiar el 51% de las acciones de YPF que pertenecían a la empresa española Repsol, cuando todas las compañías que operan en la Argentina (incluida Energas, la estatal creada por el “kirchnerismo” para explotar en exclusividad la extensa y rica plataforma submarina argentina) tuvieron, más o menos, la misma mala performance. Cosa que vimos era lógica dada la pésima política sectorial del gobierno “K”. De esta forma, se violentaron las leyes locales, los tratados internacionales y la Constitución Nacional, que regulan la forma en la que tiene que hacerse una expropiación. Este avasallamiento de la seguridad jurídica tendrá un alto costo en término de inversiones y desarrollo futuro. Además, queda claro que, con el actual rumbo, la posibilidad de recuperar el autoabastecimiento se diluye definitivamente.

YPF se transformará en una fuente de recursos para sostener los subsidios a la energía y al transporte, además de un “botín de guerra” donde aumentar los afiliados del gremio o colocar “soldados K” con muy buenos sueldos; por lo que es de preverse que pronto dará pérdidas. Recordemos que, antes de ser privatizada, tenía 10 veces más empleados de los que necesitaba y su resultado anual era negativo en alrededor de US$ 2.000 millones, a valores actuales.

No cabe duda que esta historia de decadencia del modelo continuará; ya que las “facturas” de las erradas políticas económicas “K” seguirán llegando. Más allá de algunas fintas que permitan postergar su pago, las “cajas” a saquear escasean y la economía seguirá resintiéndose. Llevará tiempo tocar fondo y habrá espacio para nuevas violaciones de la libertad económica y de los derechos de propiedad; por ejemplo en sectores del transporte u otros relacionados con la energía. Costará mucho remontar el desastre en que terminará esta gestión populista. Esperemos que, en esta ocasión, los argentinos aprendamos de la experiencia y nos dejemos de tropezar periódicamente con la misma piedra.

*Publicado en Desafío Exportar. 
 
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