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Calidad Institucional

Argentina contra España

[E]spaña no tiene cómo lograr que los argentinos compensen adecuadamente a Repsol por la expropiación de la empresa. Es una batalla perdida. Los argentinos pagarán lo que les dé la gana y cuando les dé la gana. Hace una década declararon la suspensión de pagos de la deuda soberana, algo mucho más grave, y no pasó nada. Impunidad total. Borges opinaba que los peronistas no eran ni buenos ni malos. Eran incorregibles. Tenía razón. Este episodio lo demuestra.

Al gobierno de Cristina Fernández le es políticamente rentable mostrarse duro “contra la arrogante empresa extranjera que se llevaba los beneficios y dilapidaba los recursos nacionales”. Ése es un discurso que los argentinos vienen escuchando desde hace setenta años y la mayor parte se lo cree. Trae votos y genera simpatías. Incluso, tiene algunos partidarios en España. A los comunistas españoles les parece muy bien que el estado nacionalice y estatice las empresas. Es una cuestión de principios.

Ya algunos políticos y funcionarios argentinos han advertido en un tono amenazante, deliberadamente ambiguo, que en el país hay otras grandes empresas españolas que pueden ser afectadas por la posición que adopte España. Entre las compañías rehenes están Telefónica y los bancos Santander y Bilbao Vizcaya. O Madrid se porta bien con Buenos Aires, o ellas pagan la estatización de Repsol. Es muy fácil presionarlas. Basta una pinza entre el acoso sindical y los inspectores fiscales para que cunda el pánico.

Pero hay más. Queda la posibilidad de solicitarle a Repsol miles de millones de dólares por daños ecológicos. Si en Ecuador, a la petrolera Chevron, pese a los acuerdos firmados hace veinte años para poner fin a cualquier litigio, un juez local la condenó a pagar 6 300 millones de euros, o 13 600 si no se disculpaba, es muy probable que a Repsol le impongan una multa mucho más severa. En Ecuador, 30 000 firmas acompañaron la querella. En Argentina, a Doña Cristina le será muy fácil recoger un millón. El ambientalismo antiempresarial tiene muchos adeptos en el país. Es muy popular.

Nadie debe sorprenderse de este episodio. En Argentina los derechos de propiedad son muy frágiles. Si el gobierno es capaz de robarse los ahorros de sus propios ciudadanos, como sucedió con el famoso corralito, o de saquear las cajas de jubilación, y continuar ganando elecciones, ¿cómo puede nadie extrañarse de que una empresa extranjera sea despojada de sus activos ilegalmente si le conviene al mandatario de turno? Los clásicos lo decían con un tonillo barroco: “el que con infante pernocta, escarmentado alborea”. O sea, lo orinan.

Cuando vino el periodo de privatizaciones en Argentina, en torno al año 1990, algunas empresas extranjeras se beneficiaron del clima de corrupción con que se llevaron a cabo esas transacciones. Así se hicieron grandes fortunas por encima y por debajo de la mesa. Precedente que convierte en hipocresía cualquier invocación actual del Estado de Derecho. Argentina no es Suecia. Nunca lo fue. Eso se sabía.

Hay dos lecciones relacionadas al derecho que pueden aprenderse de todo esto. La primera, es que resulta enormemente riesgoso invertir en donde no existe seguridad jurídica. La ganancia fácil de hoy se convierte en una pérdida colosal cuando cambian las tornas. Tiene mucho más sentido competir en el difícil primer mundo, con reglas claras y árbitros imparciales, aunque la tasa de beneficios sea menor, que llevar los ahorros a donde, de la noche a la mañana, todo el esfuerzo empresarial desaparece por la venalidad o la conveniencia de los políticos.

La segunda lección es que si nos dan alguna ventaja injusta para entrar en un mercado (y no me refiero a Repsol, pues le supongo rectitud y transparencia), esa facilidad que hoy disfrutamos mañana la tendrá otro que, gracias a sus conexiones, también nos desplazará injustamente. Aquella frase de Groucho Marx, en la que expresaba su decisión de no pertenecer a ninguna asociación o club tan degradado que fuera capaz de aceptarlo, puede aplicarse al mundo empresarial: no vale la pena ganar hoy haciendo trampas de la mano del gobierno. Mañana nos tocará perder del mismo modo. El que a trampa mata, a trampa muere.

*Publicado en FirmasPress.com

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YPF: confiscación, no una expropiación

 

[E]l derecho de propiedad se acercó un paso más hacia su desaparición en nuestro país.

En el mundo civilizado las formas son tanto o más importantes que las cuestiones de fondo. Nuestros gobernantes, lamentablemente, no parecen entenderlo. Se trata de una consideración absolutamente relevante frente a cualquier discusión respecto de la anunciada expropiación del 51% de las acciones de YPF, hoy en manos de Repsol. Una expropiación que, en rigor, es lisa y llanamente una confiscación violatoria de la Constitución.

La expropiación está aceptada por el derecho público en todas las democracias modernas. Se trata de un derecho que han ejercido incluso gobiernos de países avanzados. Pero casi siempre lo han hecho en situaciones extraordinarias y conforme a derecho, sin necesidad de recurrir a declaraciones altisonantes y procediendo como lo indica la ley.

Para no ser una confiscación lisa y llana, algo más propio de un régimen totalitario que de una democracia, quien es expropiado tiene derecho a recibir una indemnización equivalente al valor económico del objeto expropiado. La Constitución Nacional es muy clara al respecto, en su artículo 17: "La propiedad es inviolable y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública debe ser calificada por ley y previamente indemnizada".

La decisión anunciada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el pasado lunes no sólo viola las formas, sino que es ilegal. Semejante medida no debería ni siquiera ser defendida por aquellos que están a favor de que YPF sea propiedad del Estado argentino.

La primera mandataria declaró que no iba a contestar "ninguna amenaza" ni "ningún exabrupto" porque ella representa "a todos los argentinos" y, además, "porque no soy -dijo- ninguna patotera".

¿Pero de qué otra manera que no sea de patoteril puede calificarse el hecho de que, tras el anuncio presidencial del proyecto expropiador, funcionarios de su gobierno se hicieran presentes en la sede de YPF y obligaran a todos los ejecutivos españoles a retirarse del edificio, sin orden judicial, exhibiendo un simple decreto de necesidad y urgencia? ¿Acaso no es el Congreso el que tiene que aprobar la ley de expropiación? La intervención de la empresa, realizada con antelación al tratamiento parlamentario, es un brutal atropello a los derechos de los accionistas de YPF.

Sólo en una sociedad muy primitiva se le puede ocurrir a alguien celebrar o aplaudir esta manera de hacer las cosas. No es casual que en distintos países de Europa y América la decisión adoptada por la presidenta Cristina Kirchner haya sido calificada como un acto de "patoterismo" o de "piratería".

Al mismo tiempo, funcionarios del Gobierno han anunciado su pretensión de dilatar el pago de la indemnización a la empresa española, a la vez que hacen gala de que sería cercana a cero. Y lo hacen después de haber hecho lo imposible por provocar, en las últimas semanas, el derrumbe del valor bursátil de YPF.

Nadie que sea dueño de un negocio, por más pequeño que sea, o de un activo en la Argentina puede aplaudir lo que se está haciendo con Repsol. Hay cuestiones de fondo que hacen que esta confiscación sea incompatible con la seguridad jurídica y la supervivencia de un régimen republicano.

"No actuamos contra Repsol ni contra los capitales españoles", declaró el viceministro de Economía Axel Kicillof, supuesto cerebro detrás de la decisión de confiscar. Kicillof parece un funcionario del Ministerio de la Verdad que George Orwell describió tan bien en 1984 . En esta brillante novela, cada vez más vigente, el régimen totalitario buscaba controlar el pensamiento y subvertir el concepto de la verdad a través del lenguaje. Para el Ministerio de la Verdad, la guerra es paz, la esclavitud es libertad y la ignorancia es poder. ¿Pretenderá Kicillof tomarnos a todos el pelo cuando dice que el Gobierno no está actuando contra Repsol?

¿Por qué se apropia el Estado de acciones de Repsol y no del grupo Petersen o de los otros accionistas de YPF? ¿Bajo que principio jurídico se asienta esta flagrante e inconstitucional discriminación? Hubiera resultado lógico que, habiendo decidido obtener el 51%, el Estado expropiara a todos los accionistas de manera proporcional. ¿Se habrá pensado en el Poder Ejecutivo quizá que las consecuencias judiciales serían menos serias?

¿Se habrá buscado castigar a Repsol por su origen español? Habría que recordar que la Argentina y España firmaron un acuerdo bilateral de promoción y protección de inversiones que fue aprobado por ley del Congreso. Y que discriminar a alguien por su condición de extranjero es inconstitucional.

¿Se querrá castigar a Repsol por una mala gestión? En este caso, el Gobierno estaría usurpando un derecho que corresponde a los accionistas de Repsol e YPF.

Uno de los aspectos más criticados de la gestión de Repsol ha sido la falta de inversiones y la masiva distribución de dividendos. La mayoría de las empresas petroleras que operan en la Argentina han disminuido sus inversiones y exhiben una caída en sus reservas. Y esto es consecuencia directa de la política energética adoptada por el gobierno kirchnerista desde 2003. En cuanto al pago de dividendos, desde 2007 es también consecuencia directa de la "nacionalización" de un 25% de las acciones de YPF promovida por el propio Néstor Kirchner. Como la familia Eskenazi no tenía 3500 millones de dólares para comprar dichas acciones, un grupo de bancos internacionales estructuró, con la anuencia y bendición del ex presidente Kirchner, una financiación basada en el pago de acciones mediante dividendos futuros.

Un Estado no puede comportarse como un adolescente que cambia de opinión de un día o de un año para otro. Los Kirchner no sólo alentaron el ingreso en YPF de un socio argentino sin mayor experiencia en el negocio petrolero y sin dinero para pagar sus acciones, sino que años atrás aplaudieron la privatización de la empresa.

En un país con escasez crónica de capitales como es la Argentina, el Gobierno no puede darse el lujo de ahuyentar inversiones. El presidente de Colombia no pudo haber sido más claro al respecto cuando, días después del anuncio argentino, dirigiéndose a un grupo de inversores extranjeros, dijo: "Queremos que ustedes sientan que tenemos reglas de juego estables, que aquí no expropiamos". Juan Manuel Santos estaba capitalizando los errores del gobierno argentino. Los resultados de una y otra política de Estado están a la vista. En 2011, las inversiones extranjeras en Colombia subieron el 92%. Gracias al anuncio de la expropiación de Repsol, el riesgo país de la Argentina se disparó. Esto quiere decir que nos va a costar mucho más conseguir capital para financiar proyectos en nuestro país. Y, justamente, lo que el Gobierno dice que falta en el sector energético son inversiones.

Las contradicciones del discurso oficial están a la vista. Declaró la Presidenta que YPF tendrá "una conducción absolutamente profesionalizada" y que se demostrará que "los recursos del Estado pueden ser administrados correctamente también". Cuesta encontrar ejemplos de su gobierno para sustentar tal afirmación. ¿Se referirá a Enarsa? ¿O a Aerolíneas Argentinas, que pierde dos millones de pesos por día? Resulta, a su vez, notable que la conducción transitoria de YPF haya recaído en un ministro como Julio De Vido, que es responsable de la crisis energética que tantas veces pretendió negar, y en quien condujo las finanzas de la empresa aérea, que fue el propio Kicillof.

Otra grave inconsistencia de la confiscación es su declarado objetivo. El artículo primero del proyecto enviado al Congreso declara "de interés público nacional y como objetivo prioritario de la República Argentina el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos". Nuevamente hay un tinte orwelliano en esta afirmación. En 1984, el lema del Ministerio de la Verdad era: "Quien controla el pasado, controla el presente y quien controla el presente, controla el futuro". La Argentina sólo alcanzó el autoabastecimiento de hidrocarburos con el plan Houston de Alfonsín, cuando el mercado operó con incentivos y se permitió la inversión extranjera.

La desregulación del sector y la privatización de YPF, en 1990, que lideró José Estensoro, fueron un éxito indiscutible. YPF pasó de ser una empresa deficitaria e ineficiente a ser una empresa competitiva a nivel internacional y la Argentina sobrepasó con creces el tan ansiado objetivo del autoabastecimiento energético. Estensoro siempre entendió que, aunque YPF había sido privatizada, era necesario "cuidar" a su accionista más importante, que era el Estado. Roberto Monti, que lo sucedió en el cargo luego de su trágica muerte, no entendió que YPF no era como cualquier otra empresa que cotizaba en la bolsa de Nueva York. Eso y la necesidad de caja fue lo que en 1999 provocó la venta de las acciones remanentes del Estado a Repsol. Estensoro siempre se opuso a una venta de acciones de YPF a Repsol. Tal vez si no hubiera muerto en un accidente, esa operación nunca habría ocurrido, la situación actual sería muy diferente y hasta incluso podría haberse dado que YPF comprara Repsol. Más allá de esto, con esta confiscación y la continuación de la política energética adoptada por el actual gobierno, el autoabastecimiento de hidrocarburos parece una utopía.

La mala imagen del país en el exterior ha crecido en los últimos días. A los ojos del mundo, tenemos un gobierno tan arbitrario y autoritario como el de Venezuela y somos aún menos confiables en materia de seguridad jurídica.

En resumen, la forma en que la Presidenta decidió confiscar las acciones de Repsol en YPF ha dañado seriamente la imagen del país, ha reforzado la noción de que quienes nos gobiernan no respetan la ley, ha complicado los esfuerzos diplomáticos para conseguir apoyo internacional a nuestro legítimo reclamo por las Malvinas y ha aumentado significativamente el costo de financiamiento para cualquier proyecto de inversión en la Argentina. Nada hay para aplaudir.

La crisis que aqueja a los países desarrollados desde 2008 y la muy favorable situación en los mercados de commodities que se extiende desde 2002 le presentaban a la Argentina una oportunidad única para acortar la brecha que la separaba de aquellos países. En lugar de aprovechar esta oportunidad histórica, el gobierno argentino parece decidido a desperdiciarla con este nuevo dislate que se encuentra en vías de consumar.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires.
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La ambición ignorante: una tradición (maldición) argentina

Martes, 17 de abril de 2012
Por Emilio Ocampo

[U]no de los males que aqueja a la sociedad argentina y es causa de muchos de sus problemas pasados y presentes es la ambición. Para algunos esto puede sonar a una verdad de Perogrullo. ¿No fue justamente la ambición la que condenó a Satanás al infierno? Para una tradición de pensamiento muy establecida en el mundo hispánico la ambición siempre es nociva. Ejemplo de ello es el “Coloquio de los Perros”, esa novela de Cervantes donde el protagonista, internado en un hospital de Valladolid, escucha en su delirio a dos perros, Berganza y Cipión, debatir sobre la ambición. Mientras que el primero cree que existe una ambición generosa que no causa daño, el segundo sentencia que “pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero.”

Contrariamente a este pronunciamiento canino, la ambición puede ser una fuerza vital positiva, especialmente cuando está enfocada a objetivos loables, a proyectos que contribuyen al desarrollo cultural, económico o político de la sociedad. Pero hay un tipo de ambición que es muy nocivo y lamentablemente muy común en Argentina. Me refiero a la ambición ignorante. Esta es la ambición de aquellos que se creen capaces de todo y cuando llegan al poder no son capaces de nada, excepto causar un enorme daño a la sociedad.

Antes de continuar, aclaremos de que estamos hablando. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la ambición es “el deseo ardiente de conseguir riquezas, poder, dignidades o fama” mientras que la ignorancia es “falta de ciencias, letras y noticias”. Es decir que la ambición ignorante no sería más que la alianza en el alma humana entre un exceso y una carencia. Pero se trata de una alianza nefasta ya que no se compensan ni equilibran sino que potencian sus aspectos más negativos.

Como decíamos, la fusión de la ambición con la ignorancia es particularmente dañina. La ignorancia está directamente relacionada con la estupidez. El común de la gente (influida por los lingüistas) piensa que la estupidez es la falta de inteligencia (o conocimientos o ciencias o letras). Pero esta definición es muy incompleta y no abarca el verdadero significado de la estupidez. La estupidez en realidad no es la falta de inteligencia sino la diferencia entre la inteligencia que uno tiene y la que cree tener. Es lo que el economista Armando Ribas alguna vez definió como “la brecha racional de la estupidez”. Es decir, la ignorancia respecto a nuestra propia capacidad de comprensión es la que define el alcance de nuestra estupidez. Desde esta perspectiva socrática, la ambición ignorante es en gran medida una ambición estúpida.

El historiador y economista italiano Carlo Cipolla abordó el tema de la estupidez en un ensayo muy interesante. Según Cipolla, la estupidez se rige por cinco leyes fundamentales. De acuerdo a la primera ley uno siempre e inevitablemente subestima la cantidad de estúpidos que pululan por el mundo. La segunda ley sostiene que la probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica que la defina. Es decir, se puede ser ambicioso y estúpido e ignorante al mismo tiempo. Cipolla aclara que la estupidez no tiene raza, sexo o nacionalidad. La naturaleza parece haberla distribuido de manera igualitaria en toda la especie humana. La tercera ley define al estúpido como aquella persona que causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener al hacerlo ganancia personal alguna, o, incluso peor, a veces dañándose a sí misma en el proceso. De esta ley surge como corolario una taxonomía de las personas según el daño o beneficio que su conducta genere para si mismas y al resto de la sociedad. Por ejemplo, los inteligentes según Cipolla, son aquellos que se benefician a si mismos y a otros, mientras los estúpidos se encuentran en las antípodas. Por otro lado los incautos o “santos”, son aquellos que benefician a otros con su conducta pero no a si mismos, mientras que los “bandidos” o malvados son los que siempre se benefician a costa de los demás. Esta clasificación tiene sus problemas. ¿Cómo definir a alguien que se beneficia beneficiando a algunos y causando daño a otros? Cipolla reconoce que hay múltiples gradaciones y que su clasificación apunta a un comportamiento promedio. Su cuarta ley establece que los no-estúpidos siempre subestiman la enorme capacidad de los estúpidos para causar daño y olvidan que asociarse con estúpidos es un error costoso. Finalmente, la quinta ley dice que “una persona estúpida es la persona más peligrosa que puede existir.” Aunque no tiene el status de ley, Cipolla agrega otra definición importante que nos acerca al concepto socrático de la estupidez: mientras que el inteligente sabe que es inteligente, el incauto es consciente de su candidez y el malvado de su maldad, el estúpido no sabe que es estúpido.

Es obvio que la peligrosidad del estúpido es función directa del poder que detenta. Lamentablemente en ciertas sociedades como la nuestra el camino al poder está plenamente abierto para los estúpidos. Es más, quizás podría decirse que la estupidez les allana el camino. Según Cipolla, cuanto más primitiva una sociedad, más probable que sea gobernada por estúpidos.

En la Argentina, la ambición ignorante o estúpida no es un fenómeno reciente (aunque la actualidad nos abruma con ejemplos) sino que ha sido, con excepción de un intervalo de casi cinco décadas, una constante en nuestra historia desde mayo de 1810. Muchos de los grandes errores de política (interna, exterior, económica, etc.) que nos han llevado desde la barbarie a la decadencia sin transitar por la civilización fueron consecuencia de la ambición ignorante. La lista de estos errores es larga pero podría incluir, por ejemplo, la decisión de Lavalle de derrocar y ajusticiar a Dorrego para luego entregarle el poder a Rosas, la guerra con Paraguay, el golpe de estado de Uriburu, el alineamiento con la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial, el derrocamiento de Frondizi, la entronización de López Rega y la invasión de las Malvinas. Seguramente al lector se le pueden ocurrir algunos ejemplos más recientes.

Como se puede apreciar en esta lista no exhaustiva la ambición ignorante no tiene preferencias ideológicas y puede afectar tanto a militares como a civiles, a derechistas como a izquierdistas. Pero cuanto menos límites institucionales y constitucionales hay en una sociedad, mayor es su influjo. En 1789 la Revolución Francesa le puso el bonete a las monarquías absolutistas y hereditarias. Curiosamente, aunque esta primitiva forma de gobierno se extinguió en el Viejo Mundo, parece haber sido reflotada en nuestras costas. De esta manera se le abre a la ambición ignorante un campo de acción libre e ilimitado.

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Axel Kicillof, mi profesor

Jueves, 19 de abril de 2012
Por Adrián Ravier

[I]nicié mis estudios de grado en 1997 en la Licenciatura en Economía que dictaba la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Por ese entonces no sabía quiénes eran Marx, Keynes, Friedman o Hayek, aunque sí me identificaba desde temprano con lo que hoy entiendo son las ideas de un liberalismo clásico.

Mi formación en la UBA fue bastante pobre, pues apenas me acerqué a Marx y a Keynes, pero “nada” escuché de Friedman y Hayek. El “neoliberalismo menemista” ya estaba en su última fase y no había curso en el que no se criticara al neoliberalismo, la convertibilidad, la apertura económica y la privatización. Julio Olivera era un prócer olvidado que merecía el Premio Nobel. Marcelo Ramal era el profesor marxista que comenzaba a abandonar la academia para ingresar en la política. Pablo Levín era “el mejor profesor” de la facultad según el Centro de Estudiantes. ¡Axel Kicillof era ¡la gran promesa!

Llegué a cuarto año en el 2000 y tuve que elegir dos materias optativas. La lista era extensa y la elección era difícil pues estaban “cálculo financiero”, “mercado de capitales”, “economía agraria”, “instituciones al derecho público” y “Economía Marxista”, entre muchas otras. Para ese entonces mi formación ya era más rica, o al menos, puedo decir, me había acercado bastante más a Keynes, Friedman y Hayek. El mérito de ese “enriquecimiento” debo decir que no se lo debo a la UBA, sino a seminarios privados que tuve la suerte de cursar en UCEMA, ESEADE y UCA, y gracias al esfuerzo de fundaciones privadas.

Desde joven me interesó la economía comparada, conocer los argumentos de ambos lados. Fue así que decidí optar por “Economía Marxista”, dictada en ese momento por Pablo Levín y su ayudante, Axel Kicillof. Pablo Levín era un hombre mayor y participó muy poco del curso. Recuerdo sólo dos cosas: 1) recomendó su libro sobre “El capital tecnológico”, recientemente publicado en Ed. Catálogos (1997); 2) su explicación de la teoría del valor de Aristóteles. Explicó que para Aristóteles el intercambio sólo podía ser justo si las dos cosas que se cambiaban tenían exactamente el mismo valor. Y luego pidiendo disculpas por el término que utilizaría dijo que salvo “una puta casualidad” las cosas que se intercambian nunca tienen el mismo valor. Muy rápidamente Levín pasó a ser un mito para mí.

Pero el curso tuvo su valor. Es que Axel Kicillof ofrecía la claridad que a Levín le faltaba. Recuerdo que llegó con El Capital y nos preguntó qué preferíamos: Si estudiarlo completo, o dedicar atención sólo a los primeros capítulos, haciendo un análisis muy profundo, de tal modo que después cada uno pueda recorrer el camino por su cuenta en los años siguientes. Pero antes de escuchar una respuesta, sugirió tomar este segundo camino. Recuerdo haber sido el único que prefería estudiarlo completo. Aprobé el curso con una síntesis crítica del capítulo I de El Capital –sobre mercancía-, pero no recibí ningún comentario.

En 2002 terminé la licenciatura, pero siempre seguí a Kicillof de cerca. Puedo confirmar su militancia constante dentro de la Facultad y el reconocimiento general que adquirió como académico. Constantemente ofrecía Talleres de Lectura para los estudiantes, profundizando en autores clásicos como Adam Smith, David Ricardo, Alfred Marshall, John Maynard Keynes y hasta el mismo Karl Marx. El Centro de Estudiantes siempre lo apoyó.

Recuerdo que defendió su tesis doctoral sobre los “Fundamentos de la Teoría General”, para lo cual realizó extensas investigaciones entre 1998 y 2005. No pude asistir a ella, pero compré el libro que publicó en 2007 y que lleva ese título, y de hecho, suelo recomendarlo a mis alumnos cuando hago alguna referencia a Keynes o su Teoría General. Si uno se pregunta por qué un libro tan confuso, mal escrito e inconsistente –según indican los especialistas- tuvo tremendo impacto, en este libro puede encontrar una respuesta.

Kicillof fue uno de los pocos jóvenes que en la UBA obtuvo cargos docentes en forma constante. Domina la microeconomía, también la macroeconomía y la teoría monetaria, y es un experto en la historia del pensamiento económico. Diré que es de los pocos académicos que intenta ignorar los manuales tradicionales, y en su lugar, va a las fuentes, algo que aprendió del mencionado Pablo Levín.

Recuerdo que hace unos años recibí un correo electrónico suyo convocando a un taller de lecturas en la misma UBA para desarrollar una “Macroeconomía Marxista”. En ese momento yo mismo elaboraba mi tesis doctoral, y trataba de incluir un estudio comparado de los distintos enfoques macroeconómicos. Incluía la macroeconomía del trabajo de Keynes, también la macroeconomía del dinero de Friedman, las expectativas racionales de Lucas y la macroeconomía del capital de Hayek-Garrison, pero nada sobre Marx. Asistí al evento, pensando que podía enriquecer mi tesis con ello.

La reunión tuvo lugar en un subsuelo de la Facultad y recuerdo que asistieron unas 60 personas, con una importante “vocación marxista”. Circularon panfletos y comentarios en extremo anti-capitalistas, a los cuales no estaba muy acostumbrado. La presentación introductoria de Kicillof no podía dejar de ser histórica y no podía dejar de criticar los programas de estudio que no incluían a Marx todo lo que él hubiera querido. Recuerdo haber dicho que estaba en desacuerdo, pues yo mismo era egresado de la UBA y no había estudiado otra cosa que Marx-Keynes, pero se me ignoró. A los pocos minutos se habló del marginalismo de Menger-Jevons-Walras, y recuerdo que Kicillof me preguntó si estaba bien decir que Menger era neoclásico. Le dije que no, pero también me ignoró y siguió adelante. Kicillof ya me reconocía como a un austriaco. Después de esto tuvimos un diálogo por mail donde le envié el artículo sobre el Methodenstreit de Jesús Huerta de Soto, para que observe las diferencias entre la Escuela Austriaca y la Escuela Neoclásica, pero si bien me lo agradeció, nunca supe si lo leyó.

También recuerdo un debate entre Juan Carlos De Pablo y Juan Carlos Cachanosky que tuvo lugar en ESEADE en 2006, para discutir la relevancia de la Teoría General de Keynes, después de 70 años de su publicación. Kicillof estaba sentado al fondo y al terminar me le acerqué para consultar su opinión sobre esta discusión. Su comentario resumía que había tenido un inesperado bajísimo nivel. Por supuesto que yo disentía, pero las críticas a Keynes habían sido muy fuertes y el público era tan hostil a sus ideas como lo fueron aquellas de la UBA con las mías.

En 2010 publicó otro libro que también compré y recomiendo a los interesados en el campo de estudio: “Siete lecciones de historia del pensamiento económico”.

No mucho tiempo después, Kicillof pasó a ocupar un cargo en el Directorio de Aerolíneas Argentinas. Me sorprendió mucho, pues lo consideraba un académico serio (aun sabiendo que no tiene numerosas publicaciones en revistas científicas bien rankeadas). Por supuesto que estábamos y estamos en las antípodas, pero no podía imaginarme a un intelectual en dicho cargo.

Seguí bastante los debates en torno a Aerolíneas Argentinas, interesado particularmente en escuchar sus argumentos. Se lo criticó por los déficits anuales que acumulaba la compañía, pero él siempre argumentó que tomó una empresa en quiebra con 10.000 millones de dólares de déficit, el que se fue reduciendo año a año. Explicó que una aerolínea de bandera siempre iba a perder dinero, pues el objetivo no es ganarlo, ni equilibrar las cuentas, sino conectar a todas las provincias del país, aun aquellas en donde mantener los vuelos no es rentable. De allí surgió mi pedido de una política de cielos abiertos, debate que aun está fuera de discusión.

También recuerdo informes suyos criticando al INDEK, pero desde que se acercó al kirchnerismo no volvió a omitir opinión sobre esta institución. Sí recuerdo haberme sorprendido hace unos pocos días cuando desmintió que hubiera un des-aceleramiento de la economía, algo que todos los analistas coinciden es un hecho.

Desmintió varias veces el cargo de Ministro de Economía que le imputaban los medios, pero hoy ya ocupa el cargo de Vice-Ministro y tiene un acercamiento e impacto real sobre las decisiones de la Presidente.

Su exposición pública va en aumento y lógicamente no pierde la claridad que lo caracteriza. Al contrario de la política tradicional, Kicillof es una persona de ideas claras. Si accede a una entrevista, le cuesta mentir, no puede ser confuso y es muy transparente.

Hace sólo unos días le preguntaron sobre la estatización de las pensiones y de YPF. Con mucha naturalidad explicó que lo único que se está haciendo es revertir el proceso tomado durante el “noventismo neoliberal”, son su apertura irracional y con sus “salvajes” privatizaciones, para devolverle al Estado las funciones que puede y debe cumplir.

Como se ve, el debate es de filosofía política, de libro de texto. ¿Qué funciones debe cumplir el Estado? Detrás del noventismo y del kichnerismo hay diferentes respuestas, y se procede en consecuencia, sin atender en ninguno de los dos casos a la Constitución Nacional, ni a las instituciones. Son las ideas, entonces, las que hoy nos permiten entender que este proceso de estatizaciones apenas está comenzando. Lo único que le pido a los lectores es que no caigan en el fatal error de pensar que noventismo y kichnerismo son las únicas opciones. Insisto en conjeturar que el desenlace de este modelo, no será muy diferente del anterior.

*Publicado en Punto de Vista Económico.
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Jesús Huerta de Soto le dice Sí al Euro

   
Por Iván Carrino

[J]esús Huerta de Soto es catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y director del Máster de Economía de la Escuela Austríaca en la misma institución. A continuación les dejamos una entrevista con él profesor armada a partir de un artículo suyo pronto a publicarse titulado “En defensa del Euro: un enfoque austriaco (Con una crítica a los errores del BCE y al intervencionismo de Bruselas)” y al que hemos tenido el privilegio de acceder.

Profesor Huerta de Soto usted piensa que el sistema monetario debería ser modificado radicalmente ¿Cuál es su propuesta?

Es imprescindible un profundo rediseño del sistema financiero y monetario mundial que solucione de raíz la fuente de los problemas que nos aquejan y que debe fundamentarse en las tres reformas siguientes: a) el restablecimiento del coeficiente de caja del 100 por cien como principio esencial del derecho de propiedad privada en relación con todo depósito a la vista de dinero y sus equivalentes; b) la abolición de todos los bancos centrales, innecesarios como prestamistas de última instancia si se cumplimenta la reforma anterior y c)la vuelta al patrón oro clásico como único patrón monetario mundial que proporcionaría una base monetaria no manipulable por los poderes públicos.

Este ideal parece bastante difícil de alcanzar en la situación actual ¿Qué puede hacerse mientras tanto?

Los economistas de la Escuela Austríaca de siempre han considerado que, mientras no se logre el sistema monetario ideal, es un grave error de teoría económica y de praxis política defender tipos de cambios flexibles en un entorno de nacionalismo monetario.

Mientras no sean abolidos los bancos centrales y no se reinstaure el patrón oro clásico con un coeficiente de reserva bancaria del 100 por cien, habría que hacer todo lo posible para que el sistema monetario vigente se aproximara al ideal. Esto exige limitar al máximo el nacionalismo monetario, eliminar la posibilidad de que cada país desarrolle una política monetaria autónoma y encorsetar tanto como se puedan las políticas inflacionarias de expansión crediticia.

Es en esta perspectiva, estrictamente coyuntural y “posibilista”, en que con carácter exclusivo debe entenderse el análisis de relativo “apoyo” al euro.

¿Quiere decir que los tipos de cambio fijos son mejores que los flexibles?

Ya decía Hayek que “… los tipos de cambio fijo constituyen un freno prácticamente irremplazable al que tenemos que forzar a los políticos y a las autoridades monetarias para que se mantenga estable el valor de la moneda” y similar defensa hacía Mises cuando se refería al patrón oro: “El patrón oro no colapsó. Los gobiernos lo destruyeron (…) Los gobiernos se salían del patrón oro porque querían que los precios y salarios domésticos subieran por encima del nivel del mercado mundial y porque querían estimular las exportaciones y desincentivar las importaciones. La estabilidad de los tipos de cambio era para ellos una desgracia, no una bendición.”

Solo cuando los tipos de cambio son fijos los gobiernos se ven forzados a decir la verdad a sus ciudadanos. Y, aunque no exista el patrón oro, los tipos fijos encorsetan y disciplinan la arbitrariedad de los políticos. Los economistas de la Escuela Austríaca son partidarios del patrón oro porque frena y limita la arbitrariedad de los políticos y gobernantes. En suma, porque supone un freno a la mentira y a la demagogia.

¿Y cómo se relacionan los tipos de cambio fijo, el patrón oro y la idea de encorsetar las ambiciones políticas  con la defensa del euro?

Pues bien, el establecimiento del euro en 1999 y su culminación efectiva a partir de 2002 supuso la desaparición del nacionalismo monetario y de los tipos de cambio flexibles en la mayor parte de la Europa continental. Los diferentes Estados de la Unión Monetaria cedieron y perdieron completamente su autonomía monetaria, es decir, la posibilidad de manipular su moneda local poniéndola al servicio de las necesidades políticas de cada momento. En este sentido, el euro comenzó a actuar y sigue actuando de una forma muy similar a como en su día operaba el patrón oro.

Muchos ven esto como un problema. ¿Por qué su visión es distinta?

Hasta la adopción del euro, cuando llegaba una crisis, los gobiernos y bancos centrales invariablemente actuaban de la misma manera: inyectando toda la liquidez necesaria, dejando flotar a la baja y depreciando su divisa local, posponiendo indefinidamente las dolorosas reformas estructurales de liberalización económica, desregulación, flexibilización de precios y mercados, reducción del gasto público y repliegue y desmantelamiento del poder sindical y el Estado de Bienestar. Con el euro, y a pesar de todos los errores, debilidades y concesiones, este tipo de irresponsables huidas hacia adelante ya no ha sido posible.

¿Y qué se ha hecho entonces?

En España, por ejemplo, en el corto espacio de un año, dos gobiernos sucesivos se han visto literalmente obligados a tomar una serie de medidas que, aunque todavía son muy insuficientes, hasta ahora hubieran sido tachadas de políticamente imposibles. Por ejemplo, se ha introducido en el artículo 135 de la constitución el principio antikeynesiano de la estabilidad y el equilibrio presupuestario, se han interrumpido súbitamente todos los proyectos faraónicos de incremento del gasto público, se han congelado los sueldos de todos los funcionarios públicos y se ha rebajado en más de un 15 por ciento el gasto público total presupuestado entre otras cosas.

Y lo mismo que ha sucedido en España se está verificando en Irlanda, Portugal, Italia e incluso países que, como Grecia, hasta ahora representaban el paradigma de la laxitud social, de la falta de rigor presupuestario y de la demagogia política.

Dice que el euro funciona de una manera similar al patrón oro ¿hay alguna diferencia?

Bueno, en realidad abandonar el euro es mucho más difícil de lo que en su día fue salirse del patrón oro. En efecto, las monedas ligadas al oro mantenían su denominación local (franco, libra, etc.) por lo que fue relativamente fácil, a lo largo de los años treinta del siglo pasado, romper el anclaje con el oro. Esta posibilidad está hoy completamente cerrada para aquellos países que deseen o se vean forzados a abandonar el euro. Al ser esta la única denominación monetaria compartida por todos los países de la Unión Monetaria, su abandono exige la introducción de una nueva moneda local, de capacidad adquisitiva mucho menor y desconocida, con el surgimiento de los inmensos trastornos que ello conllevaría para todos los agentes económicos del mercado: deudores, acreedores, inversores, empresarios y trabajadores. Al menos en este aspecto, y desde el punto de vista de la Escuela Austriaca, es preciso reconocer que el euro supera al patrón oro.

Y respecto de los tipos de cambio fijo ¿cómo son distintos a la moneda común?

La diferencia radica en el proceso de ajuste que se desarrolla cuando surgen diferentes grados de expansión crediticia e intervención entre los distintos países. En el sistema de tipos de cambio fijo, estas diferencias se manifiestan con fuertes tensiones en los tipos que, eventualmente, culminan en devaluaciones explícitas. En el caso de una moneda única, como es el euro, estas tensiones se manifiestan en términos de pérdida generalizada de competitividad, que solo puede recuperarse si se introducen las reformas estructurales necesarias para garantizar la flexibilidad.

Se refiere al euro como manera de evitar cierta autonomía o discreción por parte de los políticos ¿no teme que se lo acuse de proponer un sistema antidemocrático que juegue en contra de la soberanía de cada país?

La realidad es justo la contraria. Hasta ahora la democracia crónicamente sufría corrompida por la acción política irresponsable basada en la manipulación monetaria y la inflación, verdadero impuesto de efectos devastadores que, al margen del parlamento, se imponía de forma gradual, oculta y sinuosa a todos los ciudadanos. Hoy, con el euro, el recurso al impuesto inflacionario se ha bloqueado. Por tanto, la sucesiva caída de los gobiernos de Irlanda, Portugal, Italia, Grecia y España, lejos de manifestar un déficit democrático pone de manifiesto el creciente grado de salud democrática que el euro está induciendo en sus respectivas sociedades.

¿Si no es el euro, cuál es el problema de Europa?

Nadie puede negar que la Unión Europea sufre crónicamente de una serie de importantes problemas económicos y sociales como, por ejemplo, la insostenibilidad del hipertrofiado estado de bienestar o de los omnicomprensivos programas de ayudas y subvenciones como la Política Agraria Común. Y, sobre todo, de la cultura de ingeniería social y agobiante regulación que, so pretexto de armonizar las diferentes legislaciones nacionales, fosiliza e impide que el mercado único europeo sea un verdadero mercado libre.

No obstante lo anterior, el problema más grave es el hecho incuestionable de que una política de expansión crediticia mantenida de forma sostenida por parte del Banco Central Europeo durante una etapa de aparente bonanza económica es capaz de eliminar, al menos temporalmente, el efecto disciplinado del euro sobre los agentes económicos de cada país. Durante varios años, en flagrante incumplimiento del Tratado de Maastricht, el Banco Central Europeo permitió que la M3 creciera a niveles incluso superiores al 9 por ciento al año, muy por encima del objetivo del 4,5 por ciento de crecimiento de la masa monetaria establecida en el tratado.

Usted considera que el comportamiento de las autoridades monetarias en Estados Unidos e Inglaterra, por ejemplo, ha sido mucho peor que el de las europeas ¿Cuál es su argumento?

A partir de la crisis financiera y la recesión económica iniciadas en 2007-2008, tanto la Reserva Federal como el Banco de Inglaterra han emprendido políticas monetarias consistentes en la reducción prácticamente a cero de los tipos de interés; la inyección masiva de medios de pago conocida con la eufemística expresión “quantitative easing” y la masiva y continua monetización directa sin rubor alguno de la deuda pública soberana.

En contraste, en el área euro ni la inyección monetaria puede efectuarse con tanta facilidad ni el descontrol presupuestario puede mantenerse tan impunemente de forma indefinida.

Mientras que la agresión monetaria y el descontrol presupuestario son deliberadamente emprendidos en el mundo anglosajón sin rubor ni reparo alguno, en Europa este tipo de políticas se llevan a cabo, como si dijéramos, “a regañadientes”, después de múltiples, sucesivas e interminables “cumbres”, fruto de largas y duras negociaciones a muchas bandas en las que es preciso lograr el acuerdo de países con intereses muy diferentes. Y las inyecciones monetarias y el apoyo a la deuda de los países en dificultades se dosifican y llevan a cabo a cambio de reformas basadas en la austeridad presupuestaria y en la introducción de políticas consistentes en impulsar la liberalización y competitividad de los mercados.

Profesor usted menciona a menudo la disciplina que viene impuesta desde arriba. Pero el BCE no tiene nada “arriba”. ¿Qué impide que este organismo se comporte con la irresponsabilidad con la que ya se ha comportado durante el boom?

Es muy posible que, en cuanto transcurra algún tiempo y la memoria histórica sobre los recientes acontecimientos monetarios y financieros se haga más tenue, el Banco Central Europeo caiga de nuevo en sus graves errores del pasado. Pero no debemos olvidar que los pecados de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra han sido todavía mucho peores y que, al menos dentro de la Europa Continental, el euro ha acabado con el nacionalismo monetario y para los estados de la Unión Monetaria está actuando, siquiera sea tímidamente, como un proxy del patrón oro, impulsando el rigor presupuestario, las reformas tendentes a mejorar la competitividad y poniendo coto a los abusos del Estado de Bienestar y la demagogia política.

Profesor Huerta de Soto, muchas gracias.

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