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Calidad Institucional

La teatralización del poder

LA NACIÓN.- Se ha escrito mucho sobre los vericuetos y las artimañas del poder. Tal vez la obra más completa en este sentido sea la de Bertrand de Jouvenel, titulada, precisamente, El poder , y el dictum más famoso y difundido es el de lord Acton en cuanto al correlato entre la corrupción y el poder. Pero me parece que quien diseca con más profundidad las entrañas de los manipuladores del aparato político es Erich Fromm, paradójicamente una persona que no comparte ciertos fundamentos de la sociedad abierta, pero que con una pluma magistral y con un análisis soberbio en no pocos aspectos apunta en El miedo a la libertad : "Millones de hombres se dejan impresionar por la victoria de un poder superior y lo toman como una señal de fuerza. [?] Pero en sentido psicológico, el deseo de poder no se arraiga en la fuerza, sino en la debilidad". Y esto porque, como había escrito antes en la misma obra, "el individuo aterrorizado busca algo o alguien a quien encadenar su yo; ya no puede soportar más su propia personalidad" a causa de su tremendo vacío existencial.

Guglielmo Ferrero en Il Potere se alarma de los avances del Leviatán. Herbert Spencer en Man Versus the State , Tocqueville en La democracia en América y Benjamin Constant en su colección editada bajo el título de Curso de Política Constitucional advierten reiteradamente acerca de los peligros de las mayorías ilimitadas patrocinadas por Rousseau en El contrato social y sus numerosos discípulos, y mucho antes que eso, en el Tratado de la República , Cicerón sostuvo: "El imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un hombres solo, y esa tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y el nombre del pueblo".

A pesar de que muchos creen que Maquiavelo era perverso, en El Príncipe se limitó a describir los pasillos del poder. Son innumerables los autores antiguos y modernos que han mostrado una y otra vez los descalabros del abuso del poder y, sin embargo, la infección sigue su curso como si las experiencias del pasado no hubieran causado suficientes estragos.

Hoy en día, lo que comenzó en algunos países africanos y latinoamericanos se ha extendido a Estados Unidos y a ciertas naciones europeas: la teatralización del poder, que, como dice Georges Balandier en El poder en escenas , ha inaugurado "la teatrocracia" de nuestra época, el "Estado-espectáculo", la "movilización festiva", todo para "adornar la mediocridad" y "la desmesura", un "decorado destinado a provocar veneración y temor". Concluye este autor que "el mandatario oficia; el pueblo, coro inmutable, responde con una ¡viva! a cada una de sus fórmulas", todo montado y fabricado para subordinar "al individuo por completo a lo colectivo".

Esto indefectiblemente termina en una tragedia para todos los hombres de buena voluntad y para los distraídos que se dejaron atropellar, primero en minucias y luego, cuando ya es tarde, en lo sustancial. Primero "pan y circo", luego circo solamente y, en la última etapa, se derrumban también los payasos y todo el escenario se transforma en campo arrasado.

En parte, esta desgraciada vivencia se debe a que muchos se dejan encandilar por el síndrome del producto bruto, sin ver que si no puede utilizarse como le venga en gana al titular, se transforma en un producto para brutos, debido a que no pueden decidir el destino de lo suyo, que ya no les pertenece puesto que les fue arrebatada la libertad en todos los campos.

Si uno tiene la paciencia (y el estómago) y se puede abstraer del espectáculo farandulesco y mira y escucha a ciertos gobernantes, no puede menos que quedar atónito. En lugar de recato y sobriedad para centrar sus funciones en garantizar justicia y seguridad, estos energúmenos se lanzan a parlotear sobre el modo y la forma en que deberían desarrollarse todas y cada una de las actividades.

Manejan el país como si se tratara de su chacra personal (sin perjuicio de ser muy celosos en la administración de sus patrimonios individuales). En lugar de dejar paso a las energías creativas, estos gobernantes megalómanos concentran ignorancia en medio de aplausos de los "más estúpidos y abyectos de los serviles", como diría Erasmo de Rotterdam.

Lo más patético es que en sus incontinencias verbales intercalan lo que estiman gracioso, que siempre es festejado por los corifeos de turno por más que se trate de gansadas y tilinguerías asombrosamente ridículas, siempre mezcladas con anécdotas personales fruto del narcisismo exacerbado de quien lanza palabras sin la menor consideración por el decoro y la prudencia elemental.

Y todo este despilfarro de palabras procede de individuos cuya característica central es ser ordinarios hasta el tuétano tanto en el hacer, en el vestir como en el decir (por más que en países latinoamericanos algunos gobernantes traten de encajar palabras en inglés siempre mal pronunciadas y peor ubicadas).

En Estados Unidos, el cowboy G. W. Bush dejó una deuda astronómica luego de pedir cinco veces autorización al Congreso para elevarla, convirtió el superávit que le dejó su antecesor en un colosal déficit fiscal, estimuló la burbuja inmobiliaria a través de empresas paraestatales y con legislación que empujaba a préstamos hipotecarios sin las suficientes garantías y terminó otorgando masivos "salvatajes" con recursos de los trabajadores sin poder de lobby para entregarlos a muchos de los privilegiados financistas de Wall Street, en el contexto de guerras como la patraña de Irak.

Ahora Obama incrementa notablemente el Leviatán financiado con llamativas monetizaciones de la nuevamente incrementada deuda (recordemos que cuando Jefferson revisó la Constitución estadounidense en su embajada en París, manifestó que si hubiera podido agregar un artículo sería para prohibir la deuda pública, por ser incompatible con la democracia, ya que compromete el patrimonio de futuras generaciones que no participaron en el proceso electoral para elegir al gobierno que contrajo la deuda).

Por su parte, muchos países europeos se encuentran en crisis debido a promesas anteriores de imposible cumplimiento, también financiadas con cuantiosas deudas gubernamentales en el contexto de legislaciones laborales que expulsan a los que más necesitan trabajar. Estas políticas socialistas no se corrigen con medidas de sus primos hermanos: gobiernos de derecha siempre de escasa imaginación, que apuntan a equilibrar las cuentas públicas elevando aún más la succión de recursos a los esquilmados contribuyentes, en el contexto fascista del manotazo al flujo de fondos en lugar de estatizar.

En todo caso, estos personajes de opereta, (sin vestigio de poesía) sean de izquierda o de derecha pero siempre enemigos del liberalismo, se enojan hasta el paroxismo cuando alguien osa contradecirlos. Ciertos caudillos en América latina y en Africa estiman que la libertad de prensa consiste en una manada de alcahuetes que apoyan todo cuanto se diga desde el atril. Tienen una idea tan desfigurada de la división horizontal de poderes que la asimilan a la subordinación al jefe del Ejecutivo. Se burlan de la democracia convirtiéndola en pura cleptocracia.

Por eso es que hemos sugerido -y a ahora insistimos- que resulta fértil prestar debida atención a Montesquieu, que en el segundo capítulo del Segundo Libro de El espíritu de las leyes afirma: "El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia"; lo cual, dado que cualquiera podría gobernar, haría que la gente centrara su atención en defenderse de lo que podría hacer el gobernante con sus vidas y haciendas; ergo, el tema prioritario se convertiría en limitar el poder, que es precisamente lo que se requiere para mitigar sus desbarranques.

También hemos sugerido repasar los jugosos debates en la asamblea constituyente estadounidense, en donde se propuso el establecimiento de un triunvirato en el Poder Ejecutivo, "al efecto de moderar los peligros de los caudillos" enquistados en el poder.

A su vez, es de interés debatir la posibilidad de que allí donde hay arreglos contractuales, las partes establezcan las respectivas instancias para la resolución de posibles conflictos. Si no se proponen otras miradas para preservar las autonomías individuales, los resultados responderán a los incentivos de alianzas y coaliciones de mayorías dirigidas a explotar las minorías en el Congreso, que bien podría adaptarse a las extensas consideraciones que presenta Friedrich Hayek en Law, Legislation and Liberty al efecto de retomar el espíritu original de la democracia.

No es posible esperar resultados distintos aplicando las mismas recetas. Hay que trabajar las neuronas si se pretende cambiar el rumbo? y no esperar milagros.

*Publicado en La Nación.
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Carta de Lectores: María Tettamanti

Se­ñor Di­rec­tor: "El partido que nos gobierna, el Frente para la Victoria, cree que la política más adecuada para lograr que los empresarios inviertan, produzcan, exporten y cobren precios bajos -es decir, se «porten bien»- es mediante las amenazas y aprietes del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y su equipo. En lugar de apelar al más sensato mecanismo de crear las condiciones propicias para invertir y producir, se amenaza y se controla. "Ahora bien, en el caso de los diputados, parece que la lógica es otra. A estos señores sí hay que darles buenos incentivos para que se «porten bien», pagándoles una altísima dieta complementada con viáticos y privilegios. "Más allá de lo falaz de este razonamiento (roba quien es ladrón y no quien es pobre), llama mucho la atención la diferencia de interpretación y concepción del comportamiento humano en uno y otro caso. El comportamiento de los empresarios obedece y responde sólo con aprietes. El de los diputados, con buenos incentivos."
María C. Tettamanti DNI 16.761.273 Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
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La libertad económica pierde terreno frente al populismo

CRONISTA.- A nadie puede extrañar que la Argentina siga derrapando en una comparación internacional sobre las libertades económicas, dado que el objetivo explícito del gobierno es profundizar el modelo populista. El Índice Internacional sobre Libertades Económicas publicado recientemente por la Fundación Heritage, de Estados Unidos, confirma que el gobierno está logrando su objetivo a paso redoblado. Pero la sorpresa, y el dolor, aparecen cuando observamos que ya no estamos dentro de los países “Moderadamente Libres” donde figuran Uruguay, Corea del Sur, España o Israel. Ni siquiera estamos en el sector de países “Mayormente No-libres”, como Brasil, Camboya, Vietnam, Grecia, Rusia o Haití. No, el Índice de Libertades Económicas nos ubica en el puesto 158 sobre 179 países. Es decir, que hemos caído al último segmento donde se encuentran los países “Reprimidos”, espacio que compartimos con Ecuador, Burundí, Sierra Leona, Venezuela, Congo, Irán, Lesoto, Cuba, Zimbawe, Corea del Norte.

Si bien el “modelo” populista hace sentir muy bien a las personas como demuestran los indicadores de confianza de los consumidores y explica que el gobierno haya triunfado con el 54% de los votos en noviembre pasado. Lamentablemente, este bienestar siempre es efímero. A la larga, indefectiblemente la economía será cada vez más ineficiente. Como demostró el premio Nobel de Economía, Fiedrich Hayek. El planificador central -en nuestro caso, Moreno o De Vido- no tiene ninguna posibilidad de saber lo suficiente como para reemplazar al mercado libre. Cuando pone altos impuestos a las industrias eficientes y subsidia a las ineficientes, puede pensar que está ayudando a las industrias infantes hasta tanto logren competir en el mercado internacional. Pero los incentivos son perversos y los empresarios actúan en consecuencia. En lugar de esforzarse por mejorar la productividad, inventar nuevos productos y procesos, se concentran en buscar la protección estatal que le permita obtener ganancias rápidamente.

Los controles de cambios y la falta de respeto al derecho de propiedad incentivan únicamente la inversión con ganancias de corto plazo. La inversión extranjera huye, con la excepción de las empresas acostumbradas a negociar con gobiernos omnipotentes y corruptos. Si leemos a Tolkien o a Lord Acton o a los clásicos, comprenderemos que ‘gobierno omnipotente‘ y ‘gobierno corrupto‘ son hermanos gemelos, inseparables.

Las libertades económicas y el gobierno limitado son esenciales para el crecimiento económico a largo plazo como lo demuestra la fuerte correlación del PBI per capita con la calificación en el Índice de Libertad Económica. Es así porque el derecho de propiedad y la justicia independiente son indispensables para generar un ambiente favorable para el desarrollo de las empresas, el aumento de la productividad, de los salarios de las personas y la rápida superación de la pobreza. Esto fue lo que descubrió el profesor de ética, Adam Smith, cuando se dedicó a hacer una Investigación acerca de la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones. Smith descubrió que los hombres libres a través del intercambio voluntario, lograrían generar una división del trabajo que los llevaría a multiplicar fenomenalmente los bienes y servicios. Las instituciones de la libertad guían a las personas como ‘una mano invisible‘ para que al buscar su propio interés alcancen simultáneamente el bienestar general.

Basta mostrar quiénes son los países que lideran el índice de libertades económicas para comprender que la libertad y el desarrollo económico van de la mano:

Los países más libres, Hong Kong, Singapur, Australia, Nueva Zelandia, Suiza son seguidos por Canadá, Taiwán y Chile, y un poco más abajo por Irlanda, Suecia, EE.UU., Japón, Dinamarca, Reino Unido, Alemania y Holanda. En suma, todos países desarrollados, o bien, como en el caso de Chile, países que se liberaron más tarde pero que ya se encaminan rápidamente hacia el desarrollo.

Además, el informe de la Fundación Heritage se encarga de destacar que las libertades económicas no sólo son el alma del desarrollo y el progreso económico, sino que son inescindibles del resto de las libertades. Un hombre no puede ser libre si no puede disponer del fruto de su trabajo y elegir cómo ahorrar y en qué gastar sus ahorros. Un periódico no puede ser libre si depende de un funcionario para obtener su papel de impresión. Una persona no es libre si dos tercios de sus ingresos van a parar a los cofres estatales sin su consentimiento voluntario.

Aún si el resultado fuera que se pudiera crecer más rápido bajo una economía planificada; un país donde hay que pedir permiso al gobierno para comprar dólares, importar bienes, para invertir o imprimir periódicos, ha dejado de ser un país libre. Y dada la ausencia de reacción ciudadana frente a la pérdida de libertades, en cualquier momento tendremos que pedir permiso hasta para entrar o salir del país, tal como ocurre en Cuba, modelo admirado por el gobierno.

La pregunta que debemos hacernos los argentinos es ¿qué queremos, un país de siervos del Estado o un país de hombres y mujeres libres y responsables de su propio destino?

*Publicado en El Cronista.
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Esas Islas en el Atlántico Sur

 

[L]o primero es recordar un pensamiento de Borges: “Vendrán otros tiempos en los que seremos cosmopolitas, ciudadanos del mundo como decían los estoicos, y las fronteras desaparecerán como algo absurdo”. Debemos tener bien en cuenta que, desde la perspectiva de la sociedad abierta, en el presente estadio de evolución cultural, las divisiones territoriales entre países es al solo efecto de evitar los fenomenales riesgos de concentración de poder en manos de un gobierno universal. Pero de allí a creer que existe una diferencia de naturaleza entre lo local y lo extranjero, constituye pura estupidez alentada por patrioteros nacionalistas que solo se soslayan con sus ombligos en el contexto de mayores pobrezas intelectuales y materiales.

Mario Vargas Llosa, ha escrito: “Resumamos brevemente en que consiste el nacionalismo […] Básicamente, en considerar lo propio un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, algo que amenaza, socava o empobrece o degenera la propia personalidad espiritual de un país […] Que tales muletillas sean tan huecas como cacofónicas, verdaderos galimatías conceptuales, no es obstáculo para que resulten seductoras a mucha gente, por el airecillo patriótico que parece envolverlas […] el nacionalismo es la cultura de los incultos y estos son legión […] Ninguna cultura se ha gestado, desenvuelto y llegado a la plenitud sin nutrirse de otras y sin, a su vez, alimentar a las demás, en un continuo proceso de préstamos y donativos […] La manera como un país fortalece y desarrolla su cultura es abriendo sus puertas y ventanas de par en par […] la misma libertad y el mismo pluralismo que deben reinar en lo político y en lo económico en una sociedad democrática”.

Habiendo dicho esto, es menester subrayar que los orígenes de las islas del Atlántico sur a que nos referimos, desde el siglo xvi en adelante han pasado navegantes portugueses (Américo Vespucio entonces al servicio de Portugal, fue el primero en arribar a las islas), exploradores franceses (Louis de Bougainville estableció el primer asentamiento, quien bautizó con el nombre de cuya traducción textual al castellano es “Islas Malvinas”), conquistadores españoles (Esteban Gómez de la expedición de Fernando de Magallanes), aventureros británicos (John Davis, Richard Hawkings, John Strong, John Byron, John McBride, James Weddell y James Onslow) y embarcaciones holandesas (Sebald de Weert a la cabeza de la tripulación), además de emprendimientos varios como el del alemán Luis Vernet que si bien se vinculó a los argentinos vendió sus acciones de la isla en el mercado británico (lo cual dio comienzo a la Fakland Islands Commercial Fishery and Agricultural Association), de tratados como los de Tordecillas y Utrecht, la Convención de Nutka y de expediciones estadounidenses como la del Lexington. Los títulos tienen muchas aristas ambiguas y contradictorias en medio de reiteradas trifulcas, pero en todo caso, de un largo tiempo a esta parte, dos son los gobiernos que reclaman las islas como parte del territorio de sus respectivas naciones: Argentina e Inglaterra.

Dados estos antecedentes y el pésimo tratamiento del tema del gobierno argentino, principalmente a través de dos bochornosas gestiones (entre tantas otras que hemos padecido los argentinos en materias vitales). Primero el gobierno de Rosas sobre quien escribí la semana pasada en este mismo medio, a raíz de lo cual algunos lectores me solicitaron detalles respecto al episodio en el que este déspota propuso canjear las islas por una deuda. Aprovecho para intercalar esa respuesta en la presente columna. Aquí va el complemento de marras: Rosas, a través de su ministro de relaciones exteriores (Felipe Arana), el 21 de noviembre de 1838 instruyó por escrito al representante argentino en Londres (Manuel Moreno) en los siguientes términos: “Artículo adicional a las instrucciones dadas con fecha de hoy al Señor Ministro Plenipotenciario Dr. Don Manuel Moreno. Insistirá así que se le presente la ocasión en el reclamo de la ocupación de las Islas Malvinas [hecho acaecido en 1833] y entonces explorará con sagacidad sin que pueda trascender ser la idea de este Gobierno si habría disposición en el de S. M. B. a hacer lugar a una transacción pecuniaria para cancelar la deuda pendiente del empréstito argentino” (consta en el expediente No. 3 del año 1842 de la Divisiónde Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, documento publicado por Isidoro Ruiz Moreno (h) en “La Prensa”, Buenos Aires, julio 11 de 1941, y reproducido por la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, bajo la presidencia de Horacio C. Rivarola).

En segundo lugar, el desembarco militar a las islas en 1982 que tuvo por origen la inaudita y monumental irresponsabilidad de Nicanor Costa Méndez quien siendo canciller propuso la idea, la que ya había sugerido sin éxito a otro gobierno castrense anterior (del general Juan Carlos Onganía), también “para unir al pueblo en una causa común” y así agitar las pasiones xenófobas que brotan inesperadamente del subsuelo de aquel adefesio que se ha dado en llamar “el ser nacional”. Una guerra -como casi todas- para distraer a la población de graves problemas internos y que fue condenada como “una aventura militar” en el informe del Tte. Gral. Benjamín Rattenbach, titular de la Comisión Investigadora constituida en Buenos Aires el 2 de diciembre de 1982, documento en el que se pedían severas sanciones para los responsables de esa incursión bélica.

Por otra parte, en los hechos (no en algún discurso), dado el empecinado y prepotente desconocimiento de los sucesivos gobiernos ingleses sobre la voluntad de los habitantes de las islas en el supuesto retiro de las pretensiones argentinas, sugerimos que, vistos los antecedentes, en esta instancia, ambos gobiernos deberían resolver la situación de manera simultánea, problema que viene arrastrándose desde hace décadas, en el sentido de  declarar la inmediata y total independencia de los isleños para que manejen sus asuntos como lo consideren mejor sin los reclamos de soberanía británica ni la argentina, una mezcla explosiva que tantas tensiones han creado y siguen creando en la población local.

Es desear que con el conocimiento de los dislates políticos de los gobiernos argentinos de los últimos setenta años con su propia población y, en menor medida, los cometidos por los gobiernos ingleses respecto a su gente, los isleños apunten a contar con una sociedad abierta, respetuosos de los derechos de propiedad, en el contexto de mercados abiertos tanto en lo local como en lo internacional y con tributos mínimos que sirvan para garantizar seguridad y justicia. Tal vez, de este modo, las islas puedan constituirse en un ejemplo de libertad y progreso para el mundo libre y atraigan personas e inversiones de todos los rincones del planeta, recurriendo a la exitosa tradición alberdiana de los argentinos y la fértil tradición también liberal que en su momento los ingleses supieron adoptar. Aunque personalmente no soy afecto a las machaconas exteriorizaciones de símbolos nacionales (prefiero la cosmopolita “Oda a la libertad” de la Novena Sinfonía, transformada por la censura a Schiller en “Oda a la alegría”), en este caso apuntamos que los lugareños desde hace tiempo tienen su propia bandera lo cual constituye uno de los signos de algunos respecto a deseos independistas. Sin embargo, se suceden debates sobre la seguridad que por el momento les proporciona el estar vinculados a la corona británica (de allí la persistencia y actualización del mismo esquema militar apostado desde 1982), mientras la Argentina no abandone su posición  y lo haga en pos de la independencia de las islas, lo cual no es el caso en las actuales circunstancias ya sea en las esferas políticas de un gobierno como del otro.

Los dislates no se circunscribieron a los ámbitos  gubernamentales. Ahora resulta que nadie estaba enla Plaza de Mayo en abril del año de la invasión, la que desbordaba de gente gritando “el que no salta es un inglés” y otras bellaquerías de tenor semejante. Son los vergonzantes de siempre que volverán a salir de sus cuevas si hay la oportunidad de otro brote nacionalista, quienes van a misa y cantan “toma mi mano hermano” con gestos angelicales hasta que el patrioterismo los hace devorar con verdadera saña a los llamados hermanos de otras procedencias. Ya he referido antes que un integrante de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Argentina propuso se lo expulsara como Miembro Correspondiente al premio Nobel en economía Friedrich Hayek porque de regreso de una invitación mía para pronunciar conferencias en Buenos Aires declaró muy sensatamente, desde Friburgo, a un corresponsal de una revista argentina, que “si todos los gobiernos que estiman les pertenece un territorio, lo invaden, el mundo se convertirá en un incendio mayor del que ya es”. Afortunadamente la descabellada moción no prosperó, pero consigno el hecho al efecto de poner de manifiesto el grado superlativo de desequilibrio imperante.

Hay que estar atento a posibles sandeces de todos los gobiernos de todos los colores y de todos los países, especialmente, como queda dicho, aquellos que se encuentran en dificultades, porque en el momento menos pensado no es infrecuente que recurran a lenguaje y actitudes bélicas con la intención de encubrir agujeros políticos. Como hemos apuntado, ya sucedió una vez hace treinta años una terrible confrontación armada, respecto a la cual rendimos un muy sentido homenaje a los muertos y heridos.

En este contexto, es saludable siempre tener en la mira aquellas emotivas líneas de Borges tituladas “Juan López y John Ward” en las que se describe que un argentino y un inglés podrían haber sido amigos -uno admiraba a Conrad y el otro estudiaba castellano para leer el Quijote- si no hubiera sido porque “les tocó una época extraña” ya que “el planeta había sido parcelado en distintos países […] esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras […] Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen”.

*Publicado en Diario de América, New York.
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Superando el Rodrigazo

[C]elestino Rodrigo ha pasado a la historia como el hombre que generó un brutal cambio de precios relativos a mediados de 1975. Ese cambio de precios relativos fue bautizado como el rodrigazo por la magnitud del ajuste. Sin embargo, desde mi punto de vista, a Celestino Rodrigo le tocó destapar la olla a presión que había dejado José Ber Gelbard con su famosa política de inflación cero. Con los precios relativos distorsionados, déficit fiscal y atraso del tipo de cambio real, Celestino Rodrigo intentó, dentro del contexto político de aquellos años, ordenar las cuentas públicas. Por supuesto que a Rodrigo se le pueden criticar muchas cosas, pero lo cierto es que si uno analiza en contexto el llamado rodrigazo, se encuentra con que el lío lo había armado Gelbard y Rodrigo cargó con el costo político de destapar la olla a presión que había dejado Gelbard.

Formulada la aclaración sobre la situación que le tocó asumir a Celestino Rodrigo, veamos cuáles fueron los ajustes de precios que hizo el entonces ministro de Economía. Para esto voy a seguir los datos de La Economía Argentina en la Segunda Mitad del Siglo XX de mi amigo Juan Carlos von De Pablo. Cito textualmente: “El nivel general de las tarifas públicas es un agregado heterogéneo. Una desagregación imprescindible es entre YPF y el resto de las empresas, por el particular comportamiento de los precios de YPF en 1974 y 1975…En efecto, el precio del libro de nafta común subió 181%, el de la nafta especial 173%, las tarifas de transporte 75%, las de gas entre 40% y 60%, las del consumo domiciliario de electricidad entre 40% y 50% y las del consumo industrial 75%.”

Si dejamos de lado el precio del combustible, que llegó a aumentar el 181% durante el rodrigazo (creo que desde el 2002 a la fecha ha aumentado más), los incrementos de las tarifas de los servicios públicos del rodrigazo prometen ser sustancialmente menores a los que habrá que enfrentar con la sintonía fina del cristinismo.

Empecemos por el impuesto inmobiliario. La boleta que me llegó para este año en la provincia de Buenos Aires, tiene un aumento del 30% respecto a la del 2011, frente a una inflación del 9% que declaró el INDEC. Pero el impuesto inmobiliario del 2011 me había aumentado el 139% respecto a 2010, también frente a una inflación también del 9% según Moreno. Y la del 2010 había subido el 20% respecto a la del 2009. En síntesis, este año voy a pagar un impuesto inmobiliario que tiene un incremento del 274% respecto a 2009.

Sigamos, de acuerdo a la última factura de luz que pagué, si me eliminan el subsidio, el aumento será del 80 al 90 % dependiendo cómo juegue el listado de impuestos que incluye la factura. Recuerde que más arriba puse que en el rodrigazo el aumento de la luz en las casas fue del 40% al 50%. En el caso de los colectivos, sobre el cual mantienen el suspenso de cuánto tendrán que pagar los que no tienen la tarjeta SUBE, todos sabemos que el aumento tendría que estar en el orden del 300%. Veremos si se animan. En agua potable he visto aumentos del 120%. En síntesis, la magnitud de los incrementos apunta a superar el rodrigazo de 1975, con lo cual pasaremos a tener el cristinazo en nuestra historia económica argentina. Obviamente que el último bastión que les queda es el dólar.

Recuerdo que en el 2007, en una conferencia abierta en Mendoza, dije que ya se había acumulado una fuerte distorsión de precios relativos y que la emisión monetaria generaba presiones inflacionarias agudas. Cuando terminé mi exposición un empresario dijo que no coincidía conmigo y que él era muy optimista. Y recalcó lo positivo de los cambios que se habían producido en la posibilidad de que las AFJP pudieran invertir más en el exterior. Luego vino la expropiación de las AFJP y no sé en qué le habrá quedado ese optimismo. Respecto a este punto hubo más de 500 asistentes que pueden dar fe de lo que estoy contando. Pero, el punto no es escrachar a ningún empresario, sino que tomo como ejemplo ese caso porque últimamente veo que varios colegas economistas afirman que el modelo ya dio todo lo que tenía que dar y que ahora hay que cambiar. Mi punto es muy diferente.

El modelo no dio todo lo que tenía que dar, sino que destruyó todo lo que tenía que destruir, y cualquier economista medianamente serio sabía que el modelo era inconsistente. Debía saber que emisiones monetarias que empezaron con el 27% y que ahora están en el 35% son incompatibles con la estabilidad. Que licúan el tipo de cambio real. Que las tarifas de los servicios públicos estaban artificialmente contenidas y que, en algún momento, esa fiesta de subsidios iba a ser infinanciable.

Por supuesto que la economía no explotó en el 2007, pero la explosión no se produjo por las bondades del modelo, sino porque se estiró la agonía confiscando activos y destruyendo stock de capital. Una cosa es decir que el modelo es inconsistente y otra muy diferente es pronosticar con fecha y hora el fin del modelo. Eso nadie lo puede saber porque todo depende de las cajas a las que recurra el gobierno (AFJP, presión impositiva asfixiante, BCRA, etc.) y del contexto mundial. Sabemos que estas políticas populistas pueden saltar por las causas más insospechadas y en el momento menos pensado, pero son demasiadas las variables que juegan al momento de definir la muerte definitiva del modelo. Puede ser el contexto internacional, el fin de las cajas que manotea el gobierno, una sequía que depende del tiempo, etc. Lo importante es entender qué está haciendo el gobierno y qué resultados cabe esperar de esa política. Y eso es lo que no entienden, incluso, varios de mis colegas economistas cuando afirman que el plan estuvo bien al principio pero ahora se agotó. El plan nunca funcionó bien. En todo caso lo que funcionó bien fue la capacidad que tuvo el gobierno para sobrepasar todos los límites de respeto a los derechos de propiedad, regulaciones, aprietes, prohibiciones, etc. y de esta forma financiar una orgía de consumo al más puro estilo populista.

Esto nos indica que nadie tiene que sorprenderse en el futuro que vulneren más derechos de propiedad. ¿Por qué? Porque el modelo lo requiere. El modelo populista necesita de caja para sobrevivir políticamente y el populismo no respeta la república, por el contrario, rechaza la república porque es contraria a los necesidades del populismo. Y como el populismo es una forma moderna de autocracia, recurrirá a todo tipo de avasallamiento de los derechos de propiedad para mantenerse en el poder.

Insisto, nadie puede sorprenderse que hoy la gente no pueda comprar dólares libremente porque en el populismo una regulación lleva a otra. La dinámica populista es eso. “Arreglar” el lío de una regulación con otra regulación más intensa y destructiva, y así sucesivamente.

Por ahora el gobierno puede ostentar el récord de superar los ajustes, o como les gusta decir a ellos la sintonía fina, del rodrigazo. Solo falta saber en cuánto superarán con su sintonía fija los ajustes de tarifas que se viene. Cuánto más estiren esta política populista, más superarán al rodrigazo del 75.

*Publicado en Economía para Todos, Buenos Aires.
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