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Cuba como una mancha de sangre

DIARIO DE AMÉRICA.- Escribo estas líneas a raíz del suceso que tuvo lugar la semana pasada que, sin duda, fue el espectáculo del más grande y morboso humor negro de estos tiempos por el que el gobierno cubano se opuso a que se retirara la confianza al presidente de Paraguay puesta de manifiesto por la Cámara de Diputados y confirmada por la de Senadores de ese país, objeción debida a que el aparato político de la isla estima que se ha incurrido en “un golpe de Estado”. Sin entrar ahora a juzgar el hecho en si mismo ocurrido en tierras paraguayas, si no fueran dramáticas las circunstancias la declaración cubana de marras movería a carcajadas homéricas debido la fuente de donde proviene la condena que constituye una tomada de pelo colosal y una estruendosa bofetada al sentido común. Esta admonición fue acompañada por algunos de los gobiernos que aplauden entusiastamente la tiranía impuesta a rajatabla en Cuba.

Es inconcebible pero cierto que la isla-cárcel cubana se ha mantenido por más de medio siglo en las garras y fauces criminales de los sátrapas castristas donde irrumpe por doquier la miseria más espeluznante y sobrecogedora, las golpizas y encierros en truculentas mazmorras a quienes se atreven a levantar la voz de queja, la inexistencia de la prensa y el asfixiante parloteo del partido único. Este clima bochornoso y nauseabundo parte el corazón de cualquier persona normal, pero todavía hay cretinos que alaban el régimen totalitario, organizaciones internacionales que aceptan que las integre representaciones de los antedichos asesinos seriales y hay quienes viajan a las playas cubanas reservadas como emboscada para recoger divisas a turistas que no parece importarles el hecho de que sirven para alimentar las tropelías de los carceleros hacia su pobre gente (si se me permite la grosería, re-coger es un término muy apropiado del léxico argentino) en el contexto de los balseros que cruzan el mar en busca de libertad, asumiendo los tremendos riesgos de los fusileros de la isla, los tiburones o el naufragio.

Como es sabido, desde que los aborígenes descubrieron la expedición de Colón se asentaron en la isla los españoles imponiendo su esquema colonial hasta la trifulca del siglo dieciocho con los británicos que en su carácter de victoriosos se les entregó a cambio de Cuba la península de La Florida, etapa en la que España reforzó el envío de tropas y redobló su cerrado mercantilismo hasta el episodio del Maine por el que la metrópoli perdió la susodicha base de operaciones y luego de la breve ocupación estadounidense Cuba se independizó, en términos muy generales con la idea básicamente liberal (aunque con desvíos mayores o menores según la época) que había esbozado con anterioridad el por entonces muerto José Martí, un admirador de Estados Unidos y residente durante largos períodos en ese país donde escribió que “ Estoy, por fin, en un país donde todos aparecen como amos de sí mismos. Uno puede respirar libremente, aquí la libertad es el fundamento, el escudo y la esencia de la vida” (citado en John M. Kirk “José Martí and the United States: A Further Interpretation”, Journal of Latin American Studies, Cambridge University. noviembre de 1977). Por su parte, Hugh Thomas en sesuda obra titulada Cuba. La lucha por la libertad señala que después de la independencia “gracias a la ayuda norteamericana […] La Habana era aún una ciudad española, pero a punto de adoptar el estilo norteamericano”.

Como he apuntado antes, a pesar de las inauditas e inaceptables  barrabasadas de Batista, Cuba era la nación de mayor ingreso per capita de Latinoamérica, eran sobresalientes en el mundo las industrias del azúcar, refinerías de petróleo, cerveceras, plantas de minerales, destilerías de alcohol, licores de prestigio internacional; tenía televisores, radios y refrigeradores en relación a la población igual que en Estados Unidos, líneas férreas de gran confort y extensión, hospitales, universidades, teatros y periódicos de gran nivel, asociaciones científicas y culturales de renombre, fábricas de acero, alimentos, cigarros, turbinas, porcelanas y textiles. La divisa cubana se cotizaba a la par del dólar. Pero debido a los pasos de Batista en dirección al paulatino cercenamiento de libertades, el pueblo cubano recibió de buen grado el levantamiento contra ese estado de cosas en vista de las promesas de los insurrectos en cuanto al establecimiento de la democracia, todo lo cual, de más está decir, a poco andar se transformó en una tiranía de infinito peor calado en el contexto de permanentes fusilamientos a los miles de detractores que surgían e incluso a los anteriores amigos de la revolución que se iban percatando de las características nefastas del nuevo régimen.

Como también he escrito en otras oportunidades, hoy resulta inadmisible que alguien con dos dedos de frente insinúe que la educación en Cuba es aceptable puesto que, por definición, un régimen tiránico exige domesticación y solo puede ofrecer lavado de cerebro y adoctrinamiento (y con cuadernos sobre los que hay que escribir con lápiz para que pueda servir a la próxima camada, dada la escasez de papel). Del mismo modo parecería que aun quedan algunas mentes distraídas que no se han informado de las ruinas, la miseria y las pocilgas en que se ha transformado el sistema de salud en Cuba y que solo mantiene alguna clínica en la vidriera para impresionar a necios fogoneados por la mala fe, pese a los múltiples registros de esta lamentable e infrahumana situación.

Y no se trata de aprobar los inconducentes bloqueos estadounidenses a la isla que sirven de pretexto al régimen para explicar sus desventuras, bloqueo que por otra parte es abiertamente violado a través de operaciones trianguladas y equivalentes. Se trata de un tema de decencia elemental por el que toda persona con un mínimo de espíritu independiente debería condenar en todos los frentes este agravio y esta herida abierta que sangra en sentido literal de manera abundante y en sentido figurado como un estremecedor alarido en busca de apoyo moral, a contracorriente de tantas instituciones civiles y religiosas que la juegan de imparciales pero que esconden un puñal bajo el poncho Solo para citar un par de ejemplos, las autoridades de la Facultadde Derecho -si, la casa de estudios donde se enseña derecho- dela Universidad de Buenos Aires, dieron cabida al tristemente conocido barbudo para que cante loas a su régimen totalitario desde las escalinatas de ese edificio educativo y, tal como consta en documentos oficiales del Vaticano, desde las más altas esferas se ha reiterado que el régimen imperante en la isla promueve “el espíritu de solidaridad” y constituye un “pilar del edificio de la paz” (sic).

Y ¿que me cuentan estimados lectores de los imbéciles que jamás contribuyeron a la libertad de nadie (siempre fueron free-riders del trabajo de otros) y dicen que adquirir activos en Cuba puede ser “una excelente oportunidad de un jugoso arbitraje” para cuando caiga la tiranía comunista? Frente a situaciones críticas siempre se pone al descubierto quien es quien, como ha sentenciado Warren Buffett “cuando la marea baja se descubre quienes nadaban desnudos”.

Los liberales herederos de las Cortes de Cádiz que integraban la llamada Generación del 98 en España -puesta en primer plano a raíz de la antedicha guerra por Cuba- se oponían tenazmente a todo autoritarismo, movimiento que puede decirse representaba bien Miguel de Unamuno quien resumió su pensamiento al escribir que “El socialismo, última transformación de los sistemas absolutistas, subordina la sociedad al Estado, sacrifica la libertad a la igualdad”, en cambio, consigna que “el liberalismo es la fórmula suprema del alma del hombre”.

Para cerrar este apunte telegráfico -aunque me consta de las muchísimas personas que contribuyen diariamente a la liberación de la Cuba castrista fuera y dentro del ese país- quiero rendir sentido homenaje a un muy célebre y reconocido cuarteto contemporáneo de ejemplar coraje y valía: Carlos Alberto Montaner, Armando Valladares, Huber Matos y al ya desaparecido Guillermo Cabrera Infante, a quienes todos los hombres libres debemos estar sumamente agradecidos.

*Publicado en Diario de América, New York
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El país reprobó en calidad institucional

LA NACIÓN.- La Argentina reprobó en calidad institucional, según un índice que elaboró una fundación privada, y es, junto con Nicaragua, el país de América latina que más posiciones perdió en los últimos seis años.

Según el Indice Internacional de Calidad Institucional (ICI) 2012, de la Fundación Libertad y Progreso, la Argentina ocupa el lugar 122°, cerca de Mali, Guyana, Kenia y Azerbaiján, donde el secretario Guillermo Moreno está en misión comercial.

El índice se elabora sobre indicadores políticos -basados en la vigencia del Estado de Derecho, la libertad de prensa y la corrupción, según el Banco Mundial, Transparency Internacional y Freedom House- e indicadores económicos de libertad comercial y competitividad.

Estos resultados fueron presentados ayer en la Facultad de Derecho por Martín Krause, consejero de Libertad y Progreso y autor del índice, y los constitucionalistas Gregorio Badeni y Daniel Sabsay.

"La calidad de las instituciones afecta los motores del crecimiento, la inversión y las innovaciones, y esto afecta la calidad de vida de las personas", opinó Krause, al señalar que los países mejor posicionados son los de mejores ingresos.

En 2007, la Argentina ocupaba el puesto 93°, pero este año, pasó al 122° entre 191 países. Descendió 29 posiciones en seis años. El índice registra las posiciones relativas, calificando del 0 al 1. Cuanto más cerca está un país del 1 significa que mejor fue su desempeño. La Argentina obtuvo 0,37 puntos en 2012, es decir que el 37% de los países estuvieron peor. Krause comentó que "el control cambiario, las trabas a las importaciones o la reforma de la carta orgánica del Banco Central serán ponderados en 2013", por eso los resultados serán peores, pronosticó.

Lideran el índice Finlandia, Dinamarca, Suiza, Nueva Zelanda y Canadá. Chile y Uruguay están primeros en América latina.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires

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El remedio K es romper el termómetro

LA NACIÓN.- Algunos funcionarios minimizaron el alza del tipo de cambio "paralelo" por su poca operatoria relativa. Es como si uno mirara el termómetro con el que acaba de medir la temperatura del paciente y, como marca 40 grados, lo rompe; porque ¿a quién le importa un pequeño termómetro?

No es la primera vez que el kirchnerismo decide que el mejor remedio es romper el termómetro. A partir de 2007, lo hizo con el Indec y, desde entonces, la inflación es de un dígito; la pobreza y la indigencia están en los niveles de los países desarrollados y, en 2011, crecimos a "tasas chinas". Sería mejor que el gobierno comprendiera que el problema no es el termómetro, que señala la elevada temperatura que tiene el paciente. Al ignorar ese indicador, corremos serios riesgos de que el enfermo se agrave por no recetarle los "remedios" adecuados.

Es un error diagnosticar una "fiebre del dólar" y recomendar la "desdolarización" como solución. En realidad, no es que los argentinos se hayan vuelto locos por tener "billetitos verdes", porque es el color de moda. Lo que sucede es que residentes y extranjeros están huyendo de los pesos y de todo lo que tenga riesgo argentino, para lo cual demandan activos externos.

Entonces, el remedio es recuperar la confianza en el peso y en el futuro del país. Sin embargo, todas las restricciones y controles a la compra de divisas, todas las medidas tendientes a obligar a los argentinos a demandar moneda local, lo único que generan son más incertidumbre y temor. Se interpreta que el Gobierno no está dispuesto a hacer nada para que los atesoremos voluntariamente.

Hasta el tercer trimestre de 2011, nadie hubiera dudado de la capacidad del Banco Central (BCRA) de ejercer cierto manejo del mercado cambiario. Pero el corralito cambiario dejó claro que esa facultad se perdió. No es casualidad. Si bien el Gobierno ya financiaba su gasto con recursos del Central, durante 2010 y 2011, hizo abuso de esa posibilidad, quitándole solvencia y, por ende, capacidad de moderar la suba del valor local del dólar. Para recuperarla, solamente había que acotar el despilfarro motivado por los comicios y bajar la presión para emitir pesos.

Sin embargo, la respuesta fue reformar la Carta Orgánica del BCRA para eliminar o flexibilizar las restricciones vigentes para financiar al Gobierno. Queda claro, entonces, que el objetivo será hacer mayor uso, aún, del impuesto inflacionario para permitir que el gasto público siga creciendo en exceso. Para lograrlo es necesario forzar al máximo a los argentinos a atesorar pesos, que es la base imponible de dicho tributo. Conclusión: hay que olvidarse de que los controles cambiarios se vayan a revertir mientras esta estrategia persista.

Así es como el BCRA excluyó del mercado oficial a la mayor parte de los compradores particulares y empresas para comprar reservas a un precio más barato, con emisión. Estas divisas se transfieren al Gobierno, lo mismo que una gran cantidad en moneda nacional. Como la gente no demanda tantos pesos y, mucho menos, sabiendo que no pueden cambiarse libremente por otras divisas, el resultado es una caída en su valor. En una palabra, no es que el "dólar libre" sube, es que el peso baja y seguirá siempre que la medida que la actual política continúe. Sin embargo, como el BCRA querrá acotar lo que paga por las reservas, el resultado será una brecha creciente con la cotización oficial, además de una creciente inflación.

HISTORIA REPETIDA

En los últimos 60 años, la Argentina implementó controles cambiarios más de una decena de veces y todas terminaron mal. No es raro que los argentinos dejemos de consumir y de invertir. Para colmo, los exportadores perdieron competitividad como consecuencia de las trabas a las importaciones que los obligan a mantener mayores stocks de los necesarios y/o comprar insumos locales de peor calidad y mayor precio.

Además, por el control de cambios, cobran por las divisas que traen un menor valor del que justifica la depreciación del peso; lo que se transforma en una retención sobre sus ingresos. No es que el "mundo se nos cae encima", sino que las erradas políticas oficiales aplastan la producción al bajar la demanda interna y las posibilidades de vender al exterior; lo que se nota en los "termómetros" económicos.

Si comprendemos el origen del problema podemos evitar repetir las recurrentes crisis argentinas. Lo antes posible, hay que establecer una estrategia para volver a un mercado único y libre de cambio, disminuyendo el crecimiento de las erogaciones del Estado, para permitir que baje el ritmo de emisión para financiarlo. Además, el BCRA debe contraer la oferta monetaria excedente usando, razonablemente, los instrumentos con los que cuenta.

Habrá que acelerar la suba del tipo de cambio "oficial"; pero cabe tener en cuenta que el "salto" necesario para unificar los mercados será mayor cuanto más se demore en resolver este problema. Un tema que puede bajar muchísimo el "costo" de salida es mostrar voluntad de rever las políticas intervencionistas y estatistas que han diluido la seguridad jurídica en el país. Esto podría incrementar la demanda de activos locales, moderando la presión sobre el mercado cambiario.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires. 
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Paraguay y Fernando Lugo

EL DIARIO EXTERIOR.- No hay duda de que la letra de la Constitución paraguaya de 1992 legitima y ampara lo sucedido. Tampoco de que el juicio fue demasiado expedito, pero la ley no establece el tiempo que debe durar el pleito. El artículo 225 dice, simplemente, que las dos terceras partes del Congreso pueden pedir el enjuiciamiento político del Presidente, y las dos terceras parte del Senado, tras escuchar los alegatos en pro y en contra, tienen la potestad de expulsarlo del poder por gobernar indebidamente.

¿Por qué, si el asunto es tan claro, algunos gobernantes demócratas, como el colombiano Juan Manuel Santos y el chileno Sebastián Piñera, reaccionaron con cierta sorprendente vehemencia contra una decisión soberana del Senado paraguayo, perfectamente ajustada a Derecho?

Hay tres razones.

La primera, es que a los presidentes les pone muy nerviosos que se expulse del poder a un colega, ya sea por las buenas o por las malas. Existe el muy humano temor al contagio. Hablar de impeachment a cualquier presidente es mencionar la soga en casa del ahorcado.

La segunda, es que Fernando Lugo es una persona agradable y amistosa con quien se reunían frecuentemente en cumbres o visitas bilaterales. En esos encuentros se crean vínculos afectivos que trascienden los lazos oficiales. No estaban respaldando al presidente extranjero víctima de una arbitrariedad, sino al amiguete en desgracia. Dentro de los valores de la cultura iberoamericana la lealtad personal tiene tanto peso como los argumentos jurídicos.

La tercera razón es la consecuencia de la intimidación mediática del chavismo. La capacidad de la izquierda carnívora para desacreditar a sus adversarios es temible. Ningún político quiere ser acusado de “fascista o golpista al servicio del Imperio”. Es mucho más seguro posar de “progre”.

Al chavismo todavía le quedaba la “carta brasilera” para tratar de desestabilizar al nuevo gobierno paraguayo del Dr. Federico Franco –un joven y prestigioso médico vinculado al viejo partido de los liberales–, pero parece que la presidente Dilma Rousseff no se dejará arrastrar en esa peligrosa dirección y limitará sus quejas al ámbito retórico.

Es natural. Los brasileros hace unos años vivieron algo parecido cuando expulsaron del poder al presidente Collor de Mello. Por otra parte, Brasil y Paraguay comparten intereses comunes en la enorme central hidroeléctrica de Itaipú –una de las mayores usinas del planeta–, mientras hay un grupo importante de inversionistas brasileros instalados en el país vecino. Carece de sentido poner en riesgo esos valiosos vínculos por defender una causa injusta y, sobre todo, perdida.

¿Cómo juzgará la historia al ex presidente Fernando Lugo? A mi juicio, de manera benévola. Pese a su simpatía por los disparates de la Teología de la Liberación, no fue un gobernante extremista, ni afilió a su país al coro delirante del chavismo, ni nadie lo ha acusado con pruebas de actos de corrupción. Además, abandonó el poder pidiendo hidalgamente que no se le apliquen sanciones económicas a su país porque eso afectaría a los paraguayos más pobres. Eso lo honra.

Si Lugo es culpable de algo, no obstante, es de una absoluta falta de instinto político. Es inconcebible que un mandatario cuya popularidad apenas rozaba el 30%, sabedor de que ninguno de los grandes partidos del país lo respaldaba, no hubiera cuidado al aliado que lo llevó al poder, el Partido Liberal Radical Auténtico. Lugo se enemistó con todos, y todos, en su momento, le pasaron la cuenta. No entendió que gobernar en democracia es negociar y forjar consensos. Le faltó cintura política.

Le sobró, en cambio, la otra cintura. Sus mayores faltas pertenecen al ámbito privado, no por haber violado el voto de castidad –una extraña limitación genital que sólo le afectaba a él y escandalizaba a sus correligionarios–, sino por la censurable conducta de no haberle hecho frente responsablemente a un par de casos en los que sus amoríos tuvieron consecuencias. Eso no se hace, especialmente en un país en el que los hogares monoparentales son sinónimo de pobreza. Es algo muy feo.

*Publicado en El Diario Exterior
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El invento de la conspiración para no hacerse cargo

ECONOMÍA PARA TODOS.- Recurriendo a las típicas frases hechas y vacías, la semana pasada y en el marco de la Cumbre Social del Mercosur realizada en Mendoza, el canciller Héctor Timerman afirmó que los grupos concentrados de poder y los medios están conspirando contra Cristina Fernández de Kirchner. También habló de oscuros intereses sectoriales. Según Timerman, todos ellos se ven afectados por el modelo nacional y popular, por lo que quieren voltear a la Presidente.

Hablar de “oscuros intereses sectoriales” y “grupos concentrados de poder” es no decir nada en concreto. Puro verso para tratar de sacarse de encima la responsabilidad que le cabe al Gobierno por los desastres económicos que viene generando. Puesto de otra manera, el problema que tiene el Gobierno esta vez es que, a diferencia de otras oportunidades, son ellos mismos quienes armaron el desastre y sin ellos quienes tienen que hacerse cargo de los costos de arreglarlos. En su ambición por acumular poder, heredaron sus propios desastres y ahora tienen que, al más puro estilo autocrático, buscar enemigos imaginarios para tratar de justificarse ante la sociedad por los conflictos económicos que comienzan a aparecer, todos juntos como si fueran un tsunami.

El cierre del frigorífico Carnes Pampeanas (en realidad todo el sector frigorífico está en crisis por las políticas de Guillermo Moreno, el secretario de Comercio Interior), de la empresa Nucete de La Rioja que no puede exportar a Brasil, y las suspensiones en la industria automotriz y en Alpargatas son solo una muestra de muchas empresas grandes, medianas y chicas que están sufriendo los efectos de los groseros errores de política económica de todos estos años. Como el modelo se agotó, ahora buscan culpables imaginarios para no hacerse cargo de las consecuencias de tanto populismo. Que el modelo se agotó significa, en castellano básico, que no hay más plata para financiar el populismo y la fiesta de consumo. Por algo Hugo Moyano, líder de la CGT, dejó de ser aliado para transformarse en opositor y hasta en enemigo en términos K. Que no quieren hacerse cargo implica, también en castellano básico, falta de honestidad intelectual, por no decir un comportamiento bajo.

Tan bajo es el comportamiento del Gobierno que, más allá de la gestión que puede estar haciendo Daniel Scioli como gobernador en la provincia de Buenos Aires, Cristina Fernández de Kirchner dijo que las provincias tenían que aprender a administrar como “administra esta Presidenta”. Siempre autorreferencial, se puso como ejemplo, como si lo suyo fuera un ejemplo de buena administración.

La realidad es que esta Presidente (y no presidenta) se financia vaciando al BCRA, con emisión monetaria y confiscando activos como fueron nuestros ahorros en las AFJP, por no volver a citar el caso de la destrucción del sistema energético, ganadero y lácteo. Eso no es administrar, eso es financiar el populismo más barato y, además, son mecanismos que las provincias no pueden usar.

Volviendo al tema de la inventada conspiración, lo que tenemos es a una población cada vez más preocupada por la situación económica por culpa del famoso modelo Nac@Pop.

¿Por qué la gente se queda desocupada en empresas que no pueden exportar? Porque Moreno, al ponerle trabas arbitrarias a las importaciones recibió represalias de los países afectados. Por eso es una ironía que Cristina Fernández de Kirchner haya dicho que este modelo cierra la economía para defender el trabajo nacional. Que le vaya a preguntar a los operarios de la industria automotriz, de las papas congeladas, de las aceitunas y de los frigoríficos, si el modelo Nac@Pop les defiende las fuentes de trabajo con las medidas de Moreno.

Pero más irónica resultó la afirmación de Cristina Fernández de Kirchner cuando dijo que había que exportar carne de cerdo. ¡No podemos cumplir con la cuota Hilton, rubro en el que seríamos competitivos, y quiere exportar carne de cerdo!

La inflación que genera el Banco Central con su emisión desmesurada es la causante de los problemas de caída del salario real y, encima, el aumento del impuesto a las ganancias al no actualizarse el mínimo no imponible. El descontento de la gente es fogoneado por el mismo Gobierno y no por supuestos grupos concentrados, intereses oscuros y demás inventos del canciller.

La caída del tipo de cambio real es consecuencia de haber tenido clavado el tipo de cambio durante años con una inflación galopante que, ahora, le pega en el sector externo achicándole el saldo de balance comercial. La solución genial de Moreno, con el visto bueno de Cristina Fernández de Kirchner, fue frenar las importaciones, profundizando la recesión, frenando más la actividad industrial y abriendo frentes de conflicto en todo el mundo con nuestros socios comerciales (Brasil, Uruguay, EE.UU., toda la Unión Europea, entre otros).

La locura de los proyectos de pesificación y la existencia de un dólar virtual oficial al que nadie puede acceder, paralizó la actividad inmobiliaria y frenó la construcción, dejando gente en la calle.

El gasto público récord, en nivel e ineficiencia, obligan al Gobierno a llevar a cabo un ajuste que consiste en aumentos de salarios menores a la inflación real y el pago de más impuesto a las ganancias.

Este Gobierno, que tanto critica a Cavallo, está haciendo lo mismo que hizo el ex ministro de economía en 2001 cuando ya no había caja. Al menos Cavallo fue más honesto y bajó en términos nominales los salarios para reducir el gasto. Esta gente baja los salarios licuándolos con la inflación y aumentando la presión del impuesto a las ganancias.

Mientras tanto, como la Nación no puede financiarse a sí misma, deja a las provincias libradas a su suerte y, como medida precautoria, ya anunció que retira a la Gendarmería de las provincias para que cada una se haga cargo del orden público. ¿Qué hay detrás de esta jugada? El Gobierno sabe que el país es un polvorín por el acelerado deterioro económico, por lo tanto, ante un posible desborde social en las calles tampoco quiere hacerse cargo y asumir el costo político de controlar el eventual desorden en las calles. Que los gobernadores se arreglen. Esa es la forma en que les paga a todos los besa manos que durante todos estos años fueron clapers en sus discursos desde el atril.

En síntesis, la destrucción económica que ha generado el Gobierno con su modelo económico, que está totalmente agotado, está produciendo ese malestar social al que hacía mención anteriormente. El Gobierno sabe que hay creciente malestar y sabe que puede haber conflictos sociales, porque está fumando en la destilería. Como no quiere hacerse cargo del problema que ellos generaron y decir que toda la fiesta de consumo de todos estos años fue una mentira basada en artificios, ahora pretende inventar culpables hablando de grupos concentrados, intereses oscuros y demás sandeces con intensiones destituyentes. Es decir, una expresión tan vaga e imprecisa que, llegado el momento, cualquiera puede ser señalado como conspirador y sufrir las consecuencias de un gobierno autoritario.

Que quede claro, acá no hay ninguna conspiración. Lo que hay es un Gobierno que no quiere hacerse cargo de pagar el costo político de haber lanzado al país al populismo más exacerbado.

*Publicado en Economía Para Todos
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