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Educarse sin ir a la escuela, ¿es posible?

LA NACIÓN.- Aunque no hay números oficiales, cada vez más familias deciden formar a sus hijos en sus hogares disconformes con la educación formal.

"A veces, cuando en tenis o en jockey me preguntan a qué escuela voy, y yo les cuento que a ninguna, porque estudio en casa, lo ven como medio raro, pero entienden. Y enseguida todos me dicen: «¡Qué bueno!»", cuenta Corina Kerr, que sólo fue a una escuela con aulas, maestras, directora, patio y demás durante el jardín de infantes y el primer grado. Preparada por su madre en su propia casa, rindió libre segundo, tercer y cuarto grados de la primaria. Ahora, a los diez años, está estudiando los contenidos de quinto, según un régimen de educación a distancia.

Corina y sus hermanos -Santiago de 8; Sofía, de 5, y Timoteo, de 3- se levantan "relajados" y, a las 9, se instalan en el living de su casa, en Pilar, con los libros y cuadernos de la materia que les corresponda y bajo la mirada y guía de su madre, Silvina Kerr. Una escena similar se vive a diario en la casa de la familia De Peu, en Belgrano, donde Stacy conduce el estudio de sus hijos Charlie, de 10 años; William, de 9, y Nathaniel, de 7, según la currícula de quinto, cuarto y segundo grados que rendirán como alumnos libres a fin de año en una escuela pública.

Los Kerr y De Peu adoptaron la modalidad de la educación en casa o homeschool, que ha crecido en los últimos años sobre todo en los Estados Unidos, único país del que se conocen cifras de este fenómeno (ver aparte). En la Argentina, este fenómeno aún no es registrado por las autoridades educativas, que no lo prohíben, pero tampoco lo promueven.

"Yo no estoy en contra de la escuela; es el momento que estamos viviendo", explica Mara Vanthienen de Fraile, de San Isidro, que tiene cuatro de sus doce hijos cursando primario y secundario fuera de la escuela tradicional, con un sistema de educación a distancia. En los 25 años de escolarización de los ocho hijos mayores, Mara advirtió una creciente decadencia educativa y notó que cada vez más sus chicos volvían a casa "angustiados, sin hacer lo que les gustaba". Con su esposo, Guillermo, dijeron basta. "Ninguno de los chicos había tenido problemas de comportamiento ni de aprendizaje, pero con la octava hicimos un quiebre", recuerda Mara, y enumera a los que están cursando a distancia: Felipe, de 17, que termina este año el secundario que cursó prácticamente por entero en su casa y que se está preparando en física y matemáticas para estudiar arquitectura en la UBA; Andrés, de 15, en tercer año del secundario; Tomás, de 13, en séptimo grado, y Candelaria, de 12, en sexto.

"Por mi inquietud de encontrar el ideal de escuela, han ido cambiando de institución y nos ha tocado de todo. Fueron a colegios donde la pedagogía estaba muy instalada, pero fallaba lo social, ya que eran los primeros alumnos de un colegio que se abrió nuevo? Vimos que se promete educación personalizada, pero a los dos años te das cuenta de que se convierte más en una empresa que en una escuela. Por eso buscamos colegios para que estudien a distancia y encontramos más de lo que creíamos que había y los anotamos en el colegio De la Victoria, de San José de Metán, Salta", relata la madre, frente a los cuadernillos recién impresos y anillados con el material teórico y práctico enviado desde Salta para el segundo trimestre, que comenzó esta semana.

Borges ironizaba sobre la buena educación que había recibido... hasta que debió comenzar la escuela. Pero más allá de los cuestionamientos a la educación formal, el homeschooling genera discusiones entre los teóricos de la educación. Se cuestionan si la obligatoriedad implica presencia y si la socialización se logra meramente por estar en grupos de pares.

"La ventaja de estudiar de esta forma es que tengo tiempo libre para hacer lo que me gusta, como tocar el piano. Hace poco también pinté una parte de la casa, cosa que no haría si tuviera que ir a la escuela. Estar ocho horas encerrado en un colegio es muchísimo", dice Felipe Fraile, a quien no le faltan amigos de sus actividades "extracurriculares".

En el país, para cumplir con la obligatoriedad de la enseñanza los padres pueden elegir entre establecimientos gestionados por el Estado o por privados, cuya estructura es la misma. En este contexto, Constanza Mazzina, investigadora de Eseade y coordinadora del área educativa de la fundación Libertad y Progreso, considera que la educación en la casa es una opción interesante "en un marco que desmonopolice y desregule la oferta escolar y permita la verdadera competencia entre sistemas educativos".

LAGUNA LEGAL

¿Es legal? "La ley federal de educación deja un espacio a este respecto, probablemente por no diferenciar entre instrucción obligatoria y escolaridad obligatoria. En este sentido, aparecen lagunas, contradicciones entre diversos artículos y, en definitiva, no queda el tema definido", afirma Mazzina.

"Por lo que hemos investigado, esto no está prohibido a nivel legislativo, pero tampoco está regulado. Es un tema medio gris", admite Silvina Kerr, que dedica sólo dos mañanas a trabajar como médica para priorizar la formación de sus hijos, que este año siguen los programas de educación a distancia del Ejército.

Ana Caraballo, psicopedagoga de la consultora Caraballo & Segat, que implementa el programa de coaching estudiantil desde hace ocho años, afirma: "La escuela en casa impide la posibilidad de compartir con pares diferentes momentos y actividades, competir y, entre otras cosas, aprender a convivir con las diferencias". A su oficina han llegado consultas de padres para aplicar este sistema "sólo en casos de fuerza mayor, como los que vienen desde el extranjero, y tienen un tiempo de desfase entre el sistema del que vienen y el nuestro".

En ámbitos gubernamentales no tienen registrado aún este fenómeno.

"Ultimamente se han acercado algunos padres, en general, con domicilio en la provincia de Buenos Aires que adhieren al sistema homeschool , que se usa mucho en las comunidades Amish, pero no tenemos demasiados datos", dijo la viceministra de educación porteña, Ana Ravaglia.

Las autoridades educativas de la ciudad, según esa funcionaria, no consideran apropiadas esas modalidades para el nivel primario, "salvo excepcionalmente, porque no hay construcción social de los aprendizajes tal cual prescribe el diseño curricular a través de la resolución de problemas". Ravaglia agrega: "Asistir a la escuela es algo más que una rutina; es asistir a un ámbito de socialización y de construcción colectiva de conocimientos". No obstante, dice la funcionaria, "lo importante es que el niño tenga su certificado que acredita la aprobación de un nivel obligatorio por ley y que nosotros como Ministerio de Educación podamos atender la necesidad puntual enmarcando el caso dentro de una normativa que, si no existe, se deberá pensar con vistas a implementar".

La búsqueda de la certificación de los contenidos aprendidos puede llevar a la incertidumbre de no saber "si se ha aprendido o si solamente hemos fiscalizado pasos formales", considera Mazzina.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires. 
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¿Por qué crecen los países? (y por qué no crecen)

ÁMBITO FINANCIERO.- Hace ya casi cinco años que comenzó la crisis financiera global que empujó al mundo a la peor recesión desde 1930. Quizás una de las pocas industrias que ha prosperado desde entonces es la editorial, especialmente la publicación de libros que pretenden explicar por qué el mundo está como está y cómo volver a la senda de crecimiento económico.

Requeriría mucho tiempo leer todo lo que se ha escrito sobre el tema en idioma inglés. Algunos autores se ocupan de la coyuntura y enfatizan las políticas que a su juicio permitirán al mundo desarrollado salir de la actual recesión. Entre ellos se destacan los premios Nobel de economía Krugman y Stiglitz. Otros autores se ocupan de las tendencias a largo plazo e intentan contestar qué explica el auge y decadencia de las naciones a través de la historia. Dentro de este grupo hay varias corrientes según sea la formación del autor. Desde la perspectiva histórica a los clásicos de Paul Kennedy y David Landes se suman obras más recientes de Ian Morris y Niall Ferguson, para nombrar algunos de los más conocidos y difundidos. Jared Diamond aportó la perspectiva de la biología y la antropología. Hace un par de años Alan Beattie, editor del Financial Times, en «False Economy: A Surprising Economic History of the World» analizó las razones detrás del éxito y el fracaso de los países a lo largo de la historia. Ahora, dos jóvenes economistas, Daron Acemoglu, profesor de economía en MIT, y James Robinson, profesor de ciencia política en Harvard, publicaron un interesantísimo libro titulado «Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty» en el que plantean una nueva teoría de la riqueza y de la pobreza. Curiosamente el libro ha sido bien recibido tanto por economistas de izquierda como de derecha (ambos moderados, obviamente).

Según Acemoglu y Robinson ni la cultura ni la geografía, aunque importantes, son determinantes para que una sociedad crezca y se desarrolle. En opinión de estos autores, el crecimiento económico es consecuencia de la existencia de instituciones que aseguren los derechos de propiedad, la ley y el orden, la libre competencia en los mercados, el acceso a educación e igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. A este tipo de instituciones las denominan «incluyentes». Es el único marco institucional donde pueden prosperar la innovación tecnológica y la «destrucción creativa» necesarias para el crecimiento económico sostenido. Esta tesis se inspira en los trabajos de Mancur Olson y Douglass North (premio Nobel de Economía en 1993) que fueron los primeros en sostener que la clave del desarrollo económico de Inglaterra y Estados Unidos fueron las instituciones. Es decir la manera en que estas sociedades protegieron los derechos de sus ciudadanos, especialmente el derecho de propiedad.

Para Acemoglu y Robinson la variable que mejor explica el subdesarrollo es la existencia (y persistencia) de instituciones políticas y económicas «extractivas». Sostienen que en la actualidad y a lo largo de la historia la mayoría de las sociedades se han regido por instituciones económicas que permiten a grupos de poder influyentes «extraer» recursos del resto de la sociedad. Para sobrevivir, estas instituciones económicas necesitan de un ambiente propicio, es decir, de un marco político institucional favorable. Acemoglu y Robinson dividen las instituciones políticas en incluyentes o extractivas. Las primeras fomentan el pluralismo, la división de poderes, el imperio de la ley y el control de los políticos. Las segundas permiten la concentración del poder y se caracterizan por la ausencia de límites institucionales (léase sometimiento del poder judicial e irrelevancia, inoperancia u obsecuencia del poder legislativo).

Con un lenguaje menos técnico, sin estudios empíricos, ni modelos econométricos, el genial Juan Bautista Alberdi llegó a una conclusión similar hace ciento cincuenta años:

«El Gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza. La riqueza, es hija del trabajo, del capital y de la tierra; y como estas fuerzas, consideradas como instrumentos de producción, no son más que facultades que el hombre pone en ejercicio para crear los medios de satisfacer las. necesidades de su naturaleza, la riqueza es obra del hombre. ¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro; que no le haga sombra. Asegurar una entera libertad al uso de las facultades productivas del hombre; no excluir de esa libertad a ninguno, lo que constituye la igualdad civil de todos los habitantes; proteger y asegurar a cada uno los resultados y frutos de su industria: he ahí toda la obra de la ley en la creación de la riqueza».

Para usar la terminología de «Why Nations Fail?», la Constitución de 1853 sentó las bases de un marco institucional «incluyente» que en pocas décadas convirtió a la Argentina en una potencia económica. Sin embargo, no es Alberdi ni este capítulo de la historia argentina el que Acemoglu y Robinson citan a lo largo de su libro. Como muchos otros destacados economistas encontraron en la Argentina un modelo de lo que no hay que hacer. Los autores de «Why Nations Fail?» sostienen que nuestro país «ha sufrido la mayoría de los problemas institucionales que han plagado a América Latina» y se encuentra atrapado «en un círculo vicioso». La ausencia de una Corte Suprema independiente es uno de estos problemas ya que según ambos economistas ha permitido a las elites gobernantes «extraer» con impunidad recursos de cualquier sector o actividad económica que amenace su permanencia en el poder.

Acemoglu y Robinson encuentran un patrón similar en el resto de América Latina. El origen del problema es en su opinión la manera en que la región fue colonizada. A diferencia de los ingleses en Norteamérica, en el sur del continente los españoles establecieron instituciones «extractivas». La experiencia en África y el Medio Oriente es en cierto sentido similar y explicaría su relativo subdesarrollo. Por otro lado fue una revolución política en 1688 la que en Inglaterra sentó las bases de una sociedad pluralista donde los gobernantes debían responder ante sus conciudadanos y la gran mayoría de la población podía desarrollar y aprovechar oportunidades sin ser expoliada.

Teniendo en cuenta lo antedicho, lógicamente Acemoglu y Robinson no son muy optimistas respecto de China. Sostienen que si la elite gobernante no logra transformar el marco institucional y hacerlo más «incluyente», la economía china pronto se topará con un límite al crecimiento.

Hay mucho más que esto en «Why Nations Fail». Los interesados en la historia económica no se verán defraudados. Pero no hay que esperar que los políticos y las elites gobernantes aprendan algo de libros como éste. Como reconocen sus autores, «Quienes detentan el poder toman las decisiones que crean la pobreza. No lo hacen por error ni por ignorancia sino deliberadamente».

*Publicado en Ámbito Financiero, Buenos Aires. 
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Dólar: rebelión fiscal contra la inflación

LA NACIÓN.- En su discurso de ayer, la Presidenta volvió a referirse al tema del dólar. En algún pasaje de su discurso afirmó que iba a pasar sus ahorros en dólares a pesos "para que esto que nos quieren hacer a los argentinos de volvernos locos no lo hagan de nuevo".

En rigor la fuga de capitales no es de ahora sino que comenzó con intensidad a mediados de 2007 y ya llevamos acumulada una fuga de capitales de más de U$S 87.000 millones.

En segundo lugar, aquí no hay ninguna conspiración de corporaciones y grupos concentrados, como suelen decir en sus discursos los miembros del Gobierno cuando hablan del dólar. Según datos del BCRA, en 2011 del total de demanda de billetes por parte de los particulares, el 54% fueron operaciones de entre U$S 1000 y U$S 50.000. Es decir, operaciones de ahorristas chicos. Obsérvese que hoy un departamento de 2 ambientes puede costar U$S 80.000, de manera que tomar U$S 50.000 entra, a mi juicio, entre el chiquitaje.

Pero la fuga de capitales del primer trimestre de este año confirma aún más, siempre en base a datos del BCRA, que es el pequeño ahorrista el que se fuga del peso y se refugia en el dólar. En efecto, como decía antes, el año pasado, las operaciones de entre U$S 1000 y U$S 50.000 representaron el 54% de la compra de billetes, pero en el primer trimestre de este año el Central informa que la compra de esos montos de chiquitaje llegó al 75% del total. Por ejemplo, mientras en 2011 las compras de hasta U$S 1000 representaron el 6% del total, en el primer trimestre de este año fueron el 12% y las operaciones de hasta U$S 5000 pasaron de 26% del total al 33%. Es decir, el mismo BCRA reconoce que es el pequeño ahorrista el que no quiere tener los pesos que emite esa institución como reserva de valor y prefiere el dólar.

Si bien como dialéctica política inventar un enemigo conspirativo que nadie sabe quién es puede resultar interesante, la realidad es que lo que debería preguntarse el Gobierno es lo siguiente: ¿Por qué la gente no quiere ahorrar en pesos? ¿Por qué prefiere los dólares que emite la Reserva Federal, y no los que produce el Central?

En mi opinión hay varios factores. El primero y fundamental es la inflación, que el Gobierno sigue negándose a reconocer. La gente la percibe todos los días en sus compras e ignora los datos del Indec al respecto. Por lo tanto hace lo que viene haciendo desde hace décadas: busca una moneda que tenga capacidad de reserva de valor cuando el impuesto inflacionario es alto. Desconozco a qué tasa de interés depositará la Presidenta sus ahorros ahora que los pasará a pesos, pero cualquier mortal, si hiciera lo mismo que ella, recibiría una tasa de interés equivalente a la mitad de la tasa de inflación real, lo que se conoce como tasa de interés real negativa. Nadie quiere perder sus ahorros porque el Gobierno se niegue a frenar el proceso inflacionario y prefiera apelar a un falso nacionalismo.

La segunda causa de la fuga de capitales tiene que ver con la imprevisibilidad en las reglas de juego.El listado de confiscaciones, medidas arbitrarias y regulaciones que conforman el prontuario de política económica de este Gobierno es tan alarmante que la gente quiere tener su dinero bien lejos de la mano del Estado. Es la ausencia de esa cosa horrible para el viceministro de Economía que es la seguridad jurídica lo que genera que la gente compre dólares y los meta en una caja de seguridad, debajo del colchón o en el tarro de la cocina. La gente ha comprobado que cualquier medida es posible bajo este Gobierno y por eso tiene miedo.

En tercer lugar, el mismo Gobierno ha dado todas las señales para que la gente se asuste. El tsunami de medidas para restringir la compra de dólares (autorización de la AFIP, formularios para viajar, perros en la calle olfateando a la gente para ver si tienen dólares, crecientes restricciones a las importaciones, etc.) es la señal inequívoca que el Gobierno reconoce que tiene un serio problema de divisas. Ellos saben que no disponen de U$S 47.000 millones de reservas, sino que, en el mejor de los casos, llegan a un tercio de ese monto, y que el saldo de balance comercial ya no financia la fuga de capitales y la fiesta de consumo.

Como he sostenido en otras oportunidades, cuando la gente se fuga del peso y se refugia en el dólar, estamos en presencia de una rebelión fiscal contra el impuesto inflacionario.

Es posible que la mayoría de la población no compre dólares, como dice la Presidenta, pero eso es porque la gente no tiene capacidad de ahorro, lo cual habla mal del modelo. La inflación, que el Gobierno se empeña en negar, está haciendo estragos en los ingresos. Cualquier persona que no ande en helicóptero, un AUDI o una Harley-Davidson, y sea un ciudadano común, ve que un billete de $ 100 se le evapora en dos pavadas. Es la pobreza y la indigencia que generó el modelo lo que no permite que la gente tenga capacidad de ahorro. Y aquellos que tienen esa capacidad no están dispuestos a rifarla quedándose en una moneda que se derrite como una barra de hielo. Se rebelan contra el impuesto inflacionario y se refugian en el dólar. Y eso no tiene nada que ver con la Patria porque el peso no es un símbolo patrio, es sólo un vale para hacer transacciones de corto plazo. Ha dejado de ser moneda porque, justamente, no es reserva de valor.

De manera que acá no estamos frente a un acto de patriotismo con el tema del peso y del dólar, acá estamos frente a una política económica que ha hecho del impuesto inflacionario una forma de financiar el gasto. En definitiva, la demanda de dólares no tiene nada que ver con actos de patriotismo, sino de mala praxis económica, porque es incapaz de tener una moneda en el estricto sentido de la palabra, disciplina fiscal y respeto por los derechos de propiedad.

*Publicado La Nación, Buenos Aires. 
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Riesgo país y calidad institucional

CRONISTA.- Al observar las cifras del riesgo país de Argentina, se puede apreciar cómo se ha vuelto a disparar desde junio de 2011 superando los niveles que se veían al inicio de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Además, en octubre de 2008 se dio una increíble subida que se debió a los primeros actos del gobierno en contra de los derechos de propiedad, como por ejemplo la resolución 125 o la estatización de Aerolíneas Argentinas. Al año siguiente, se sumó la expropiación de los fondos jubilatorios.

¿Por qué es malo que el riesgo país sea alto? Es grave debido a que el índice muestra cuan atractivo es un país para la inversión extranjera. Si una economía no recibe capitales extranjeros, su crecimiento se encontraría comprometido en el largo plazo. En última instancia, que el riesgo país aumente implica problemas para el mandatario de turno en lo que respecta a la inversión en el país y para su desarrollo a futuro.

Si se compara esta situación con la de algunos países vecinos (Brasil, Uruguay) se observará que ambos países presentan cifras mucho más bajas, lo que genera que los capitales extranjeros vayan a esos países y no al nuestro. Esto también brinda una pauta de que algo se está haciendo mal. Después de todo, tanto Brasil como Uruguay son países limítrofes y no debería ser tan difícil obtener un comportamiento similar al de ellos.

Las cifras del índice de riesgo se encuentran correlacionadas con la calidad institucional de un país. Violentar las normas y la Constitución Nacional vigente para apropiarse de los ahorros previsionales, de las reservas del Banco Central y del 51% de YPF no hace más que debilitar la calidad institucional y aumentar el riesgo país. El gobierno tiene tanta necesidad de caja que no le importa hipotecar el futuro a cambio de hacerse de dinero en el corto plazo. Es cierto que podrá obtener efectivo ahora, pero el costo institucional es muy caro y tarde o temprano habrá que pagarlo.

Considerando los resultados obtenidos del Índice de Calidad Institucional (ICI) 2011 y del Índice Internacional de Derechos de Propiedad (IIDP) 2012 no es de extrañar que el riesgo país siga creciendo. Por un lado, en el ICI, Argentina se encuentra en la posición 125 de 194 países analizados. Esto quiere decir, que hay 124 países que respetan más el rol de las instituciones que la Argentina. En otras palabras, hay 124 países que tienen mayor probabilidad, en términos institucionales, de recibir inversión extranjera. Más aún, Argentina (junto con Nicaragua) es el país que más posiciones descendió (32) desde que comenzó a publicarse el ICI en el 2007. Con estos resultados, el incremento del riesgo país parece tener sentido.

En lo que respecta al IIDP, los resultados tampoco son alentadores. En este caso, la Argentina obtiene el puesto 87 de 130 y en el sub-indicador de “Derecho de Propiedad Física” se encuentra entre los 10 peores. Nuevamente, puede observarse una correlación entre calidad de instituciones y riesgo país. De esta manera, los requisitos para invertir exigirán una tasa de retorno cada vez más alta, la cual será más difícil de satisfacer y esto espantará a las inversiones.

Obviamente, es la necesidad financiera del gobierno la que lo lleva a tomar decisiones que comprometen la calidad institucional del país. La necesidad de caja pesa demasiado. En 2009, se obtuvo un resultado financiero negativo. En 2010, fue levemente positivo (hay que tener en cuenta que hubo apropiaciones de reservas del BCRA). El año pasado también fue negativo (lo que llevó a la reforma de la Carta Orgánica del BCRA).

La necesidad de caja se hizo fuerte y por eso se realizó la reciente expropiación del 51% de los activos de YPF pertenecientes a Repsol. Sin embargo, por más expropiaciones que realice el gobierno, no puede solucionar el problema de fondo; ya que se apropia de stocks de caja y no de flujos (YPF dará flujos de caja solamente si está bien administrada aunque Aerolíneas Argentinas no parece marcar un buen precedente al respecto).

En síntesis, al gobierno se le achican las alternativas de financiamiento: Aumentar impuestos no sería políticamente viable debido a que ya están demasiado altos; vender activos o privatizar sería ir contra sus principios; emitir moneda terminaría por acelerar el alto proceso inflacionario que ya se vive y endeudarse es cada vez más difícil por la poca credibilidad que genera el país. Por último, la situación se agravará más en el 2013 debido al faltante de caja ya mencionado y a que el gasto se incrementará por las elecciones legislativas.

*Publicado en El Cronista, Buenos Aires. 
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Acerca de la maldad

DIARIO DE AMÉRICA.- Vez pasada publiqué una columna en la que como una anotación marginal hice mención a dos libros: Hacia una teoría general de los hijos de puta. Un acercamiento científico a los orígenes de la maldad de Marcelino Cereijido y, de Stanton Samenow, Inside the Criminal Mind. A raíz de mi referencia, me llamó la atención el haber recibido correos en los que lectores me sugieren que me explaye sobre este apunte que deslicé al margen, incluso en número mayor de los e.mails ingresados que aluden al eje central de mi artículo. Pongo entonces manos a la obra, un tema sobre el cual ya he escrito y que ahora estoy en vena de volverlo a hacer explorando otros andariveles.

Lo primero que se me ocurre precisar es que cuando se hace alusión a la maldad no se hace referencia a aquellos actos que pueden ser viciosos e inconvenientes pero no lesionan derechos de terceros. Los grados de malicia, de perversidad, el engaño, la trampa, el daño, las acciones criminales y las abominables contra personas siempre están conectadas a la demolición de las autonomías individuales de otros.

Creo que debe distinguirse el vicio del crimen (que puede o no ser castigado por la ley…incluso hay leyes que son en si mismas criminales). Cuando con razón se dice que “como la luna, todos tenemos nuestro lado oscuro” no necesariamente se alude a la maldad sino al desbarranque personal en la búsqueda de la excelencia y de hábitos viciosos. Lo mismo va para lo que podríamos denominar “la psicología del doctor Jekyll y mister Hyde” (para recordar a Stevenson) donde se exponen dos costados que en el contexto de esta nota que ahora escribimos no alude necesariamente al mal en el sentido de lesionar derechos de terceros (aunque ese ingrediente esté potencialmente presente, no se actualiza debido al autocontrol).

Ahora bien ¿cómo es que se gesta el mal? Es un tema de razonamiento, de modo de ver el mundo y la propia persona del malvado. Es la indiferencia por el daño infringido a otros y la petulancia de considerarse superior al resto de los mortales y digno de satisfacer cualquier demanda respecto a lo que pertenece a otros. Sin duda que la educación influye en las personas para bien o para mal según lo que se trasmita, pero en el caso que nos ocupa se trata de sentimientos, de instintos que marcan la maldad del homicidio, de no hacer llorar y sufrir con deliberación y alevosía al vecino, de no engañarlo y trampearlo, no violar a sus hijas, ni sustraerle sus pertenencias, ni torturar y martirizar al prójimo. La educación y, sobre todo, la autoeducación y el ejercicio diario de abstenerse de observar hechos delictivos contribuye a formar (o, caso contrario, a desformar) la propia sensibilidad, pero no hace que la persona se convierta en una malvada. Todos nuestros ancestros provienen de las cavernas, eran rústicos, brutos y muy precarios pero no necesariamente criminales.

Es de gran interés prestar debida atención a lo que dice Stanton en la obra citada: “Cuando comencé este libro creía que el comportamiento criminal era un síntoma de conflictos enterrados en la persona fruto de traumas y depravaciones de un tipo u otro. Pensaba que los criminales lo eran debido a desórdenes psicológicos de algún tipo, una situación social opresiva o ambas cosas [….] sin embargo, descubrí que debía desaprender prácticamente todo lo que había aprendido en mis estudios de posgrado […] El propósito de este libro es mostrar que nuestras conclusiones habituales sobre las causas de la criminalidad están totalmente equivocadas y por qué las soluciones convencionales no son en absoluto soluciones […] La noción que los desempleados cometen crímenes es absurda, en primer lugar los desocupados no son todos delincuentes, más bien muchos de los criminales no desean trabajos honestos […] Constituye una idea racista de la peor especie el suponer que porque una persona es negra (marrón o amarilla) es inadecuada para asumir su entorno y, por ende, no puede dejar de convertirse en un criminal […] Situaciones económicas difíciles se suelen asociar a la criminalidad […] Si eso fuera correcto tendríamos mucho mas crímenes de los que tenemos. La mayor parte de de los pobres respetan la ley y la mayor parte de los que provienen de hogares destruidos no son delincuentes”. En verdad, el atribuir la criminalidad a la pobreza constituye un insulto gratuito a nuestros ancestros que provienen de las miserias más escalofriantes.

Stanton explica que “Los criminales causan crímenes, no padres inadecuados, la televisión, los colegios, las drogas o el desempleo. El crimen reside en la mente del criminal y no es causada por condiciones sociales […] Todo debe comenzar atribuyendo la plena responsabilidad al autor de las ofensas. Esto significa que la persona es responsable por haber cometido un crimen, independientemente de sus antecedentes sociales o de las adversidades que debió afrontar […] La conducta es consecuencia del pensamiento. Todo lo que hacemos es precedido o acompañado y seguido de pensamientos […] Los criminales aprenden a engañar a psiquiatras y a las cortes para obtener encierros en hospitales que son más cortos y benévolos que hacerlo en prisión […] Los criminales son todo menos enfermos. El criminal es frío, calculador y deliberado en sus acciones. Los criminales distinguen el bien del mal. De hecho, algunos de ellos conocen las leyes mejor que sus abogados […] Los criminales no fueron forzados por otras  personas a ser criminales, ellos eligen compañeros que aprecian y admiran […] Al colocarse en la situación de víctimas, buscan la simpatía y mantienen la esperanza de ser absueltos de culpabilidad”.

Thomas Szasz en The Myth of Mental Ilness apunta que no hay tal cosa como “enfermedad mental” ya que la medicina enseña que la enfermedad constituye una lesión orgánica y que, por tanto, es una metáfora muy peligrosa concluir que la mente, la psique o las ideas son susceptibles de estar enfermas en el sentido en el que la patología usa esa expresión, lo cual no excluye la posibilidad de problemas orgánicos (químicos) en el cerebro situación que alude a otro plano de discusión bien distinto.

Hay quienes tienen la manía de atribuir estados de “enfermedad” a todos aquellos cuyas conductas estiman se apartan de la media. En este sentido, es muy provechoso prestar atención al título de una de las obras de Erich Fromm: La patología de la normalidad para mostrar que cada persona tiene sus características especiales sobre las que debe asumir su responsabilidad. La tesis contraria (y la más común) proviene de Sigmund Freud quien era determinista-materialista y, por ende, no creía en la libertad y consecuentemente atribuía todo a causas anteriores, lo cual pone de manifiesto, entre otros escritos, al referir “la ilusión de que existe algo como libertad psíquica […] eso es anticientífico y debe ceder ante la demanda del determinismo lo cual se extiende a la vida de la mente” (Introductory Lectures on Psychoanalysis, en The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmond Freud, Londres, Hoargath Press, vol.XV, 1917/1974, p.106), al contrario de autores que se separaron de esa visión como Alfred Adler quien, por ejemplo, respecto a los criminales, escribió que adolecen de “una equivocada concepción del mundo y una equivocada noción de su importancia y de la importancia de otras personas” (en “Individual Psychology and Crime”, Quartely Journal of Corrections, 1930/1977), p.11).

Hace unos días un ex alumno mío me mostraba que había incorporado en uno de sus trabajos en curso, estadísticas de fuentes varias sobre la criminalidad en cierto país en las que se exhibía que el grueso de los crímenes eran perpetrados por jóvenes provenientes de condiciones muy pobres y, también, que la impunidad era grande debido a que la mayor parte de los imputados se los excusaba de la cárcel o, a poco andar, quedaban el libertad. En esa oportunidad pregunté si se había incluido en las referidas estadísticas a llamados empresarios que lucran en gran escala debido al favor oficial pero que, en la práctica, significa esquilmar a la gente como, por ejemplo, cuando se decreta que los bancos no deben devolver los depósitos a sus clientes y así sucesivamente. También pregunté a mi contertulio si había incluido en esos cuadros y gráficos a los crímenes de los narcotraficantes multimillonarios. La respuesta fue que no se incluyeron esos crímenes en ninguno de los dos casos, de lo contrario hubiera quedado en claro que la impunidad es mucho mayor de la que se supone, la edad promedio hubiera subido y los montos también se hubieran elevado exponencialmente.

Por su parte, en el trabajo mencionado de Cereijido se ilustran muy bien maldades de diverso calibre, aunque, de modo contradictorio, el autor suscribe el determinismo físico o materialismo filosófico con lo que la imputación de maldad desaparece debido a la negación del libre albedrío y el dualismo mente/cuerpo, suponiendo que los humanos somos solo kilos de protoplasma (además de los errados supuestos que surgen en el mismo libro donde se instala la suma cero como fundamento de las transacciones de mercado). Los ejemplos de perversidad son múltiples en esa obra. En este sentido, ni siquiera por haber sido la cuna de la aparición del homo sapiens se respetó a los habitantes del continente africano, puesto como escribe el autor, la “rapiña y abuso omnipresente tuvieron y siguen teniendo alturas de sublime hijoputez. Así, entre 1440 y 1870 se llevó a cabo un tráfico de esclavos que sentó las bases de muchas economías planetarias. Los africanos, hombres y mujeres, luego de su captura, eran trasportados en barcos, sin ropa, ensardinados unos junto a otros y engrillados todo el tiempo; situación en la que hacían sus necesidades, unos sobre otros”. Alude también a quienes roban y saquean en medio de catástrofes como terremotos o inundaciones. Subraya que “el político recurre a usar cierto tipo de palabras, trajes y peinados; se fotografía con su familia y su perro en un lugar apacible de la casa. Y sonríe. Hasta el más truhán logra aparecer en las fotos como un candidato moralmente sano y responsable. En algunas de éstas, carga con sus brazos a algún bebé desconocido en un acto público para que el retrato sugiera que es humano, sensible y protector”…cáscara del poder para dominar, en este sentido recordemos el aforismo de que “cuando se detenta un martillo, todos los problemas comienzan a parecer clavos”. También Cereijido sostiene que “Una forma menos obvia, pero no por ello menos maligna, es el adoctrinamiento de los niños en dogmas que perjudican su capacidad de interpretar la realidad”. Se refiere a las guerras “habitualmente hechas por unos pocos individuos que poseen gran poder (líderes nacionales, estadistas respetados), quienes en general actúan aconsejados por sus más inteligentes estrategas […] A pesar de que los cuadros los pintan blandiendo su espada a la vanguardia de sus escuadras, los generales están en verdad muy alejados del frente de batalla; normalmente, dejan su espada en el guardarropa y entran a sus despachos para dar órdenes de aniquilar al enemigo sin más agresión o emoción que cuando ordenan al jardinero cortar el césped o regar los jazmines”. Finalmente, este doctor en fisiología destaca en su libro las iniquidades de la venta de indulgencias,la Inquisición, el robo y la vejación a desvalidos y otras maldades (que, dicho sea al pasar, muchas de ellas nunca aparecieron en las estadísticas de la criminalidad).

Entonces, no es que la maldad resulte irreversible, el tema central es evitar a toda costa formular un diagnóstico equivocado y, a partir de eso, si se quieren corregir estos problemas, lo primero es comprender que el malvado debe asumir toda la responsabilidad y comenzar a desandar el camino percatándose y detectando sus razonamientos desquiciados, lo cual puede ser apoyado y ayudado con el concurso de terceras personas siempre y cuando se lleven a cabo con recursos propios y no succionando el fruto del trabajo ajeno…y menos aun de las propias víctimas de los crímenes.

Finalmente, queda para otro trabajo analizar el mal realizado por personas de buena fe pero que destruyen vidas de otros, por ejemplo, a través del aparato estatal propugnando medidas autoritarias. En este caso, nada calza mejor que aquello de que “el camino al infierno está empedrado con buenas intenciones”.

*Publicado en Diario de América, New York. 
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