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La disolución de los derechos económicos

 
domingo, 8 de abril de 2012

[L]os argentinos nos cuesta relacionar el respeto del derecho de propiedad o de la libertad económica con nuestra calidad de vida diaria, a pesar de que, por ejemplo, están profundamente relacionados con la tragedia de Once. En cualquier país serio hay tres protagonistas que garantizan la calidad y seguridad de los servicios de las concesionarias de transporte en general:

a) El principal controlador es el usuario, que es la fuente más importante de ingresos de las compañías, por lo que deben garantizarle un viaje seguro y razonablemente cómodo como para que no opte por otro medio de locomoción.

En la Argentina, gracias a la política demagógica del Gobierno, el verdadero "cliente" de las empresas de transporte es el Estado (contribuyentes), que les aporta más de dos tercios de sus entradas. Por lo tanto, si la gente viaja o no, es irrelevante, ya que lo importante es asegurarse que los funcionarios sean lo suficientemente generosos para pagar los costos y dejarles el mayor margen de ganancias posible.

Las empresas tampoco tienen incentivos a ser eficientes, ya que eso implica una mayor conflictividad con gremios y proveedores, lo que ahorra plata al Estado, pero no se traduce en mayores ganancias.

b) El Estado es quien fija las condiciones para la prestación de los servicios de transporte y, por ello, debe controlar que se cumplan dichas pautas de calidad y seguridad. Sin embargo, debido a la distorsiones de la política "K", esto implicaría mayores costos para enfrentar con recursos públicos que son escasos, por lo que el Gobierno no supervisa los servicios en un acuerdo "tácito" con la empresa.

c) La compañía de seguros controla el nivel de seguridad y otras condiciones de prestación que se fijan en la póliza, ya que tendrá que hacerse cargo de los pagos por accidentes. Según una nota de LA NACION, TBA estaba asegurada por dos millones de pesos y pagaba una prima de 800.000 pesos. Es decir, un monto de cobertura extremadamente bajo y a un costo altísimo, lo que refleja que la aseguradora consideraba alta la probabilidad de ocurrencia a la contingencia asegurada y, como no tenía posibilidades de exigirle mejoras en la seguridad del servicio, le cobraba mucho.

Este gobierno desmanteló todas las alternativas de control del servicio de transporte urbano de pasajeros, por lo que pretender resolver el problema cambiando algunos funcionarios es condenar a los usuarios a futuros accidentes. La alternativa de estatización ha demostrado que agrava los problemas de descontrol y déficits a sufragar por los contribuyentes. Basta mirar a Aerolíneas Argentinas.

La verdadera solución es restablecer un sistema de contratos de concesión con empresas prestadoras idóneas y responsables, cuyos ingresos vengan en su mayoría de quienes usan sus servicios, con condiciones de seguridad y calidad adecuadas que el Estado monitoree eficientemente y con pólizas de seguro que verdaderamente cubran las contingencias y que obliguen a la aseguradora a controlar a la empresa asegurada.

 UNA CRISIS ANUNCIADA

Otro ejemplo del impacto que tiene el avasallamiento de los derechos de propiedad en la vida de los ciudadanos es el de la política energética. Durante los últimos siete años, muchos advertimos que era insostenible y que, en el futuro, nos iba a llevar a una situación de actual escasez. No hacía falta ser vidente, ya que, si alguien tuviera un negocio y el Estado le sacara más de la mitad de sus ingresos, trataría de invertir lo menos posible en él. Pues bien, eso pasó con las petroleras que, durante años, cobraron menos de la mitad de lo que salía el crudo en el exterior y hasta un sexto de lo que le costaba al Estado importar el gas.

Consecuentemente, las empresas invirtieron lo mínimo necesario y la Argentina perdió el autoabastecimiento. Un absurdo que le sale al Estado cada vez más caro, porque tiene que pagar la diferencia con lo que se trae de afuera.

La solución no puede pasar por una mayor intervención del Estado ni por la actual embestida contra las petroleras, ya que eso implicará menor atractivo para un negocio que necesita decenas de miles de millones de dólares de inversión, que el sector público no podría realizar. Con solamente recomponer el valor de sus productos, los incentivos a explorar y producir volverán y, en los próximos años, iremos superando el problema de escasez de energía.

Recientemente, la Fundación Libertad y Progreso presentó un Indice Internacional de Respeto de Derecho de Propiedad, que se realiza para 130 países del mundo. La Argentina figura en el 33% de naciones peor calificadas.

En enero, el indicador de Libertad Económica de la Fundación Heritage mostró que descendimos a la categoría de los represivos de este derecho ( http://www.libertadyprogresonline.org/2012/01/17/preocupante-deterioro-de-la-libertad-economica/ ).

Conclusión, no parece que los argentinos estemos construyendo un futuro con mejor calidad de vida y mayores oportunidades de progreso.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires.
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El muro antiargentino en Malvinas

 
Lunes, 2 de abril de 2012

[L]a cuestión fundamental en la larga disputa por las islas Malvinas ha sido la presencia de una población de número reducido, pero fuertemente adherida a su raigambre y tradición británicas. En repetidas ocasiones, el gobierno inglés exploró formas de negociación con la Argentina, pero cada vez que se percibió algún avance en ese sentido, los representantes de la comunidad malvinense movilizaron suficientes resistencias en el Parlamento y en los medios políticos ingleses para neutralizarlas. Esto ocurrió antes de 1982, y con más razón será la constante de cualquier intento de negociación en el futuro. El sentido de pertenencia británico de los algo más de dos mil habitantes permanentes de las islas no podrá ser modificado con ninguna concesión ni gesto de acercamiento. Con más razón luego de la guerra.

Dos mil personas caben en el cine Gran Rex, pero son ellas y sólo ellas las que están radicadas en los 12.000 km2 del archipiélago. Resulta curioso encontrar esta situación demográfica después de más de un siglo y medio, cuando las islas están a 15.000 kilómetros de Londres y a sólo 400 de la costa argentina. La explicación es sólo una: la propiedad en las islas por parte de argentinos ha sido impedida desde la ocupación realizada por Gran Bretaña. Luis Vernet y los colonos argentinos desplazados en 1833 fueron los últimos propietarios argentinos en Malvinas. Debe agregarse también que no sólo ha sido impedida la compra de tierras y propiedades por ciudadanos de nuestro país; también se ha evitado la radicación de argentinos sin propiedad. Los casos han sido excepcionales y referidos a algún matrimonio mixto o a estadas transitorias, como lo fueron las del representante de LADE, las dos maestras de castellano o algún operario de YPF y Gas del Estado. Desde 1833 ha habido un muro de exclusión a la propiedad y la radicación de ciudadanos argentinos. El rechazo no ha sido similar respecto de los chilenos, que hoy alcanzan a aproximadamente trescientos y están naturalmente solidarizados con la resistencia a cualquier presencia argentina.

Hasta la expansión pesquera posterior a 1982, la economía de las islas era sumamente simple y bien doméstica. El control de la Falkland Islands Company (FIC), que poseía gran parte de las tierras del archipiélago, podía lograrse con unos pocos millones de dólares. De hecho, en 1977 el empresario argentino Héctor Francisco Capozzolo intentó comprar ese control a través de una compañía en el exterior. La inteligencia inglesa se enteró y frustró la operación. Igual suerte corrió Conrado Etchebarne (h.), luego de acordar con su dueño la compra de una isla de menor tamaño en el archipiélago.

Con tan escasa población, el cambio de su composición hubiera sido un hecho natural si se hubiera admitido la propiedad y radicación de argentinos. El fenómeno no hubiera sido distinto del ocurrido en la Patagonia y en Tierra del Fuego. Los deseos de los isleños respecto de su pertenencia colonial inglesa seguramente habrían evolucionado de otra forma y la cuestión tal vez se hubiera zanjado ya hace mucho tiempo. Quienes hoy se han manifestado en favor de que nuestro país respete la voluntad de los habitantes de Malvinas deberían tener en cuenta que la perduración de esa voluntad se construyó limitando la libertad de ciudadanos argentinos de poder habitar e invertir en las islas.

Tal cual están las cosas hoy, no hay probabilidad de cambio en la férrea posición de los isleños. No sólo rechazan cualquier negociación con la Argentina, sino que también continuarán impidiendo el traspaso de propiedad o la admisión de residentes.

Sin embargo, el desbloqueo de este tipo de resistencia puede ser más sencillo. El gobierno inglés pude aducir que respeta la voluntad de los habitantes, pero difícilmente pueda explicar en el plano internacional que impide la propiedad extranjera o que pone barreras migratorias discrecionales, según sea la nacionalidad de origen. Este es un frente de acción para nuestra diplomacia que hasta ahora no ha sido explorado. Debiera hacérselo. De cualquier manera, nada podrá ocurrir en tiempos cortos.

*Publicado en La Nacion, Buenos Aires.
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Apunte sobre un buen ejemplo argentino

 
Jueves,  5 de abril de 2012

[L]amentablemente hay muchos pésimos ejemplos de los gobiernos argentinos de los últimos largos tiempos. Sin embargo, después de la tiranía rosista,la Constituciónde 1853/60 permitió convertir a ese país sudamericano en la vanguardia del mundo libre. Los inmigrantes competían entre Estados Unidos y Argentina para “hacersela América” debido a que los salarios del peón rural y los obreros de la incipiente industria eran superiores a los de Alemania, Francia, España e Italia. Todos los indicadores de progreso más relevantes ubicaban ala Argentinaen los primeros puestos del concierto de las naciones más civilizadas del orbe.

Luego comenzó el populismo yrigoyenista y los nacionalismos de los Manuel Gálvez, Leopoldo Lugones y Manuel Carlés que contribuyeron a crear un ambiente de xenofobia y estatismo incompatible con el progreso, y la revolución fascista del año treinta y sus continuadores de tradición conservadora introdujeron la banca central, el impuesto progresivo y las juntas reguladoras, todo lo cual fue acentuado en grado exponencial por el peronismo de la década siguiente con el agregado de la corrupción alarmante y la persecución política hasta extremos inconcebibles. Félix Luna en su Breve historia de los argentinos escribe que “Perón, que llegó con un lenguaje nuevo, trajo también una serie de elementos del pasado, como por ejemplo el plan económico de Miguel Miranda de 1947, que tenía varios elementos del de Pinedo establecido en 1940 por un régimen conservador” y Emilio Hardoy  se queja amargamente en No he vivido en vano de las impugnaciones electorales de los conservadores y del denominado “fraude patriótico” patrocinado por esa corriente política.

Pero en esta nota me propongo destacar muy brevemente un extraordinario ejemplo de la mejor tradición liberal del constitucionalismo argentino lo cual señala con notable enjundia Jorge Labanca en su ensayo titulado “El que preside no gobierna”, publicado en la compilación organizada por Ezequiel Gallo en homenaje a mi padre (Liberalismo y sociedad. Ensayos en honor de Alberto Benegas Lynch, Buenos Aires, Editorial Macchi, 1984).

En este comentario telegráfico me baso en el muy documentado trabajo de Labanca en donde cada afirmación se sustenta en el respectivo texto constitucional y donde el autor subraya la sustancial modificación del rol del Ejecutivo que, de un considerable tiempo a esta parte, ha tenido lugar y que en un proceso de contrabando se le ha ido otorgando de facto potestades que son propias del Legislativo a contracorriente del pensamiento que dio origen ala República Argentina y, en cambio, ha inflado de modo superlativo los poderes de la presidencia hasta límites que la convierten en “un monarca electivo” según una ajustada expresión del mencionado autor.

En el referido ensayo se apunta que el texto constitucional hace que el Ejecutivo se constituya en un órgano administrador que ejecuta lo sancionado por el Congreso, al contrario de lo que viene ocurriendo, situación en la que aparece como el primer mandante que incluso subordina a los gobernados a la condición de mandatarios, invirtiendo el orden de las cosas en el contexto republicano.

Así, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas el Ejecutivo depende del Congreso para declarar la guerra y definir al enemigo, para designar oficiales superiores, establecer el número de la tropa y declarar el fin de las hostilidades. Como representante del gobierno en materia de relaciones exteriores, recibe y envía funcionarios, pero es el Congreso el órgano que aprueba tratados entre naciones. Su poder de veto está limitado a quela Cámarade origen y la revisora no insistan en la promulgación con las mayorías necesarias. La presentación de un proyecto de ley por parte del Ejecutivo no obliga al Congreso ni siquiera a tratarlo y la apertura de las sesiones parlamentarias constituye una rendición de cuentas ante el Legislativo. Por otra parte, la convocatoria a sesiones extraordinarias es precisamente para contar con la legitimidad en la administración y, por último, la designación de jueces y la declaración del estado de sitio durante el receso del Senado operan bajo el contralor de los organismos correspondientes y dentro de las limitaciones que exige el derecho en un clima de pesos y contrapesos propio de la división horizontal de poderes.

Jorge Labanca con razón se alarma frente a la “progresiva transferencia del las prerrogativas concretas de gobierno del Parlamento al Ejecutivo […] A través de la asignación de fines a la acción administradora del Poder Ejecutivo se verifica una mutación progresiva y a veces insensible de los fines del Estado. No parece muy difícil demostrar quela Constituciónde 1853/60 está moldeada sobre el ideal de la libertad individual […] Esta finalidad se desdibuja y se transforma cuando la ley impone al administrador, como fines perseguidos por éste, cada vez que le atribuye una responsabilidad prestacional o reguladora.”

Como una nota al pie destaco que durante un gobierno argentino de muy reciente data, el Congreso delegó las funciones de la hacienda pública en el Jefe de Gabinete con lo que sus miembros podrían haber renunciado a sus bancas en masa (y a sus dietas) ya que el contralor de las cuentas fiscales es responsabilidad primordial del Legislativo. Estas funciones fueron el eje central del nacimiento del Parlamento: cuidar de las finanzas administradas por el rey en tierras inglesas o del emperador en tiempos de la república romana, al contrario de lo que se considera hoy, es decir, que el Congreso está facultado para dictar leyes a diestra y siniestra en una carrera inaudita de ingeniería social y de diseño arrogante, en contraste con aquellos fallos judiciales en competencia tal como ocurría en los comienzos del common law. Hoy un adiposo Leviatán está desbocado en no pocos lugares: las reiteradas manifestaciones de la tan temida “tiranía de los jueces”, poder integrado muchas veces por magistrados mediáticos con actitudes impropias de su investidura que, además, frecuentemente renuncian a la indispensable independencia, la soberbia patética y tragicómica del Ejecutivo y el desborde del Legislativo que no reconoce mojones o puntos de referencia extramuros de la ley positiva.

*Publicado en Diario de America, New York.
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¿Ayuda estatal a lugares aislados?

Jueves, 29 de marzo  de 2012

[E]scribo este artículo periodístico a raíz de que en estos momentos estoy preparando un libro en forma de diálogo con un colega y amigo desde Barcelona y surgió el tema en conexión a propuestas de “ayudas” estatales en materia educativa a lugares aislados en los que el sector privado no tiene interés en invertir.

Sin duda que la reflexión de marras no se limita a la educación, sino que se sostiene que hay que echar mano coactivamente a los recursos de los contribuyentes para instalar líneas férreas, telefonía y todo tipo de servicios con el mencionado argumento de que los privados no prestan esos servicios porque no se justifica económicamente y, por ende, se conjeturan quebrantos de diversa magnitud.

Es importante destacar que si se estiman pérdidas y se obliga a la comunidad a absorberlas, de hecho, se está empobreciendo las fuentes productivas con lo que los resultados negativos se extienden y se empobrece la sociedad en su conjunto. Si se insiste con esta política se corre el riesgo de que resulten aislados lugares que hasta ese momento no se consideraban tales.

Esto nos lleva a otro plano de análisis, cual es que, en última instancia y en definitiva, la geografía no produce aislamiento (aunque lugares separados del mundo geográficamente como Australia han podido prosperar con marcos institucionales civilizados y otros geográficamente accesibles como Haití o Angola han quedado aislados, en la práctica debido a sus políticas estatistas).

El aislamiento lo generan las medidas empobrecedoras de gobiernos socialistas que ahuyentan personas y capitales al tiempo que no atraen inversiones del exterior. Canadá tiene lugares inhóspitos por la nieve feroz, los vientos huracanados y las montañas que hacen de vallas aparentemente infranqueables y, sin embargo, sus políticas relativamente más liberalizadoras que en otros lugares ha hecho que más bien sean otros países los que queden asilados de ellos aunque con ventajas geográficas y climáticas. Los recursos naturales tampoco definen la situación ya que, por ejemplo, Japón es un cascote que solo el veinte por ciento es habitable, mientras que África es el continente que dispone de mayores recursos naturales del planeta, sin embargo, salvo Sudáfrica que adoptó otra política (especialmente post aparteheid), todos esos países en mayor o menor grado se debaten en la miseria debido a las absurdas y abusivas disposiciones gubernamentales.

Un mismo país puede a su vez modificar su grado de aislamiento o integración al mundo a través del tiempo. Por ejemplo, el caso de Alemania Oriental que bajo la égida comunista era una región miserable y una vez liberada de las garras totalitarias se convirtió en uno de los lugares más prósperos de Europa. Lo mismo ocurre con Cuba que antes de la criminal satrapía castrista era el país con mayor ingreso por habitante de América Latina a pesar de los lamentables desvaríos de gobernantes tipo el esquizofrénico Batista, y desde hace seis décadas se ha convertido en un pueblo paupérrimo que ha vivido de las transferencias soviéticas primero y ahora de los giros venezolanos.

Entonces, los aislamientos o integraciones dependen de lo que tenemos de las cejas para arriba, de nuestras neuronas, de la capacidad de darnos cuenta sobre las inmensas ventajas de una sociedad libre al efecto de no solo respetar las autonomías individuales sino de dar rienda suelta a la energía creadora. Si Europa y Estados Unidos insisten en recorrer el camino que han emprendido de estatismos a mansalva quedarán aislados como lo fueron antes de ser civilizados, en lugar de ofrecer los buenos ejemplos al resto del mundo como los que solían brindar a contramano de los pésimos ejemplos y espectáculos bochornosos que hoy están dando al resto de sus congéneres.

Howard Gardner en su libro Mentes flexibles. El arte y la ciencia de saber cambiar nuestra opinión y la de los demás en el que el capítulo noveno se titula “Cambiar la mentalidad de uno mismo” en donde se deduce la importancia de las mentes que todo lo cuestionan, que son curiosas, que les fascina el descubrimiento de lo nuevo, que miran el mismo asunto desde distintos ángulos, que no dan nada por sentado y que en definitiva tienen en claro que el conocimiento es un proceso siempre en marcha que no tiene término y, como dice Popper, tiene el carácter de la provisionalidad sujeto a posibles refutaciones. Todo esto es radicalmente opuesto al dogmático, al ideólogo, al fundamentalista, en definitiva, a la mente cerrada que “no le entran balas” y que no entiende el magnífico lema inscripto en la Royal Society de Londres: nullius in verba (no hay palabras finales) o el sabio aforismo latino ibi dubium ibi libertas (donde hay duda, hay libertad).

Gardner, en el mencionado capítulo, consigna ejemplos de cambios drásticos de mentalidad como fueron los de los célebres Whittaker Chambers y Arthur Koestler desde el comunismo a la sociedad libre y, tal vez, el más famoso de todos: San Pablo en el camino a Damasco (cambios que nunca son súbitos sino que encierran un largo proceso interior de digestión y cuestionamiento que pasa por diversos puntos de inflexión que finalmente surgen a la luz). Este es el proceso que se requiere para pasar del asilamiento a la integración, lo cual primero se replica en la mente: de una aislada y cerrada a una abierta e integrada. Como hemos dicho, no se trata de un fenómeno físico-material sino de uno mental-espiritual.

Como tantos otros campos que son contraintuitivos, la financiación compulsiva del aparato estatal para los mencionados menesteres puede aparecer a primera vista como algo laudable, pero ni bien se lo mira de cerca se ven las consecuencias empobrecedoras que produce y la generalización y extensión de lo que precisamente se deseaba evitar. Siempre hay que realizar la gimnasia del contrafáctico para sopesar el destino que se le hubieran dado a los recursos en cuestión que, con la intención de paliar un problema en el corto plazo, en definitiva agravan la situación.

De más está decir que nada impide que los que consideran que debe ayudarse a gente en problemas (estén o no aislados) lo hagan con recursos propios o los reúnan de terceros voluntarios, esto es, como se dice en el mundo anglosajón, put your money where your mouth is, en otros términos, ser coherente y no pretender resolver los problemas haciendo uso de un micrófono refiriendo todo al uso de la tercera persona del plural en lugar de proceder en consecuencia y usar la primera del singular.

Reiteramos que los lugares aislados del mundo por su pobreza se deben al aislamiento mental y no a meros accidentes geográficos, es decir, se deben a telarañas y cerrazones que no permiten mirar hacia horizontes abiertos y oxigenados. Viene muy al caso recordar el adagio anglosajón en la materia: Minds are like parachutes, they only work when they are open. También viene a cuento tener presente la trayectoria formidable de la primera revista dirigida a difundir los postulados de la sociedad abierta, es decir, a despejar mentes y evitar el aislacionismo: The Freeman, fundada por Albert Jay Nock en 1920, continuada por SuzanneLa Fayette y finalmente adquirida por la institución pionera en el mundo establecida con el mismo propósito noble en 1946 por Leonard Read,la Foundation for Economic Education de New York que, después de 66 años, sigue marcando rumbos liberales en el sentido clásico del término.

*Publicado en Diario de América, New York.
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El timón está en la gente

  [L]a propaganda ha sido mucha y muy fuerte para convencer que los gobernantes están rodeados de un halo de magnificencia inigualable. De allí es que se autodenominan “su majestad”, “el excelentísimo”, “la honorable” y demás adjetivos que rebalsan de pomposidad y grandilocuencia. De allí las reverencias, saludos serviles, venias, trompetas, alfombras coloradas y demás parafernalia. En medio de este enjambre de agachadas pusilánimes y fraseología que desparrama por doquier la expresión “dignatario”, el gobernante es proclamado como “el primer mandatario” pero en vista de tanta genuflexión actúa como el primer mandante ya que en los hechos sustituye a las personas en esa figura.

No parece concebirse que en una sociedad abierta los gobernantes no son más que empleados de los ciudadanos, sin embargo anotan en sus carpetas curriculares los cargos que han desempeñado como si fueran de la mayor importancia sin percatarse que trabajan para la población que los mantiene y, en última instancia, son los que para bien o para mal imparten las directivas. En realidad esto último finalmente no ocurre y son los miembros de la sociedad los que parecen recibir las directivas y también retos de los gobernantes debido a la desenfrenada propaganda antes mencionada que termina tergiversando roles.

Pero si se piensa bien, las reservas y la fuerza se encuentran siempre en la gente sepa o no administrar esos recursos de que disponen. Tengo muy presente que Ortega tituló uno de sus mejores ensayos “La gente es nadie”, pero permítaseme la licencia gramatical y metodológica al emplear la palabra “gente” y similares como sustitutos para referirme al conjunto de los individuos que integran la comunidad (Borges solía decir que “todos es una abstracción mientras que cada uno es una realidad”). Se afirma con mucha razón que el pueblo tiene el gobernante que se merece puesto que surge de sus filas y ejecuta las ideas que están en el ambiente y son aceptadas y toleradas por la población. Esto ocurre por más que en no pocas ocasiones la gente cansada y humillada se da por vencida y no ejerce el control y se deja arrastrar por los megalómanos de turno.

El gobernante siempre es el resultado de las ideas que flotan en la sociedad. Entonces, en estas líneas invito a los lectores que hagamos juntos una apreciación de la realidad política distinta de la habitual y dejemos de lado los lugares comunes y archirepetidos.

No es infrecuente que cuando una persona se destaca se le diga que debería ser presidente o ministro de tal o cual ramo. Esto es un gravísimo error. Lo importante no es el gobernante sino la gente: de sus estudios y difusión de valores y principios depende todo lo demás. El político, como cazador de votos, está obligado a recurrir a un discurso que la gente pueda digerir, si se sale de ese libreto pierde apoyo electoral.

Por tanto, el eje central de mi invitación a los lectores es que nos miremos por dentro y veamos que allí radica la fuerza de nuestros destinos. No es como hacen los tilingos de siempre que endosan sus responsabilidades en la esperanza que otros sean los que les resuelvan los problemas (lo más que hacen es distribuir boletas el día de las elecciones como si se tratara de una gran proeza cívica).

¿Cómo pueda cada uno contribuir a la resolución del los problemas que nos aquejan? Pues de mil maneras. Las más efectivas son la cátedra, el artículo, el ensayo o el libro, pero la que resulta más adecuada y posible para la mayoría de la gente consiste en reunirse en grupos pequeños para estudiar y debatir libros que contengan ideas que apuntan a los fundamentos filosóficos, económicos y jurídicos de una sociedad de hombres libres. Estos cenáculos reducidos, en la etapa siguiente se subdividen en otros tantos grupos según la capacidad de los primeros integrantes de coordinar futuras agrupaciones y así sucesivamente.

 Al extenderse esta fuerza persuasiva en la sociedad, necesariamente se modifica el cuadro de situación y hace que los mandatarios sean tales y no mandantes dotados de una arrogancia y una presunción de conocimiento dignos de mejor causa. De este modo, se desinflará el rol de los gobernantes y se verá con mayor claridad que están revestidos de mayor importancia faenas tales como la de los panaderos, los arquitectos, las costureras y los fabricantes de dentífricos que son los que producen, mientras que los gobernantes solo consumen lo producido por otros y lo deben hacer en funciones exclusivamente dirigidas a garantizar los derechos que son anteriores y superiores a su propia existencia.

Es cierto que en esta instancia del proceso de evolución cultural los cazadores de votos principalmente apuntarán a la franja más extendida de la población en la que la excelencia es por su naturaleza más escasa en cuanto a la comprensión de cuestiones económicas y jurídicas. Precisamente por ello es que emplean un discurso de menor calado en el que cubren el común denominador al efecto de captar un bulto numérico mayor. Pero aquí viene el rol de quienes han tenido mejores oportunidades de cultivarse en los distintos estratos sociales: el de servir de ejemplo y contribuir a despejar telarañas mentales y falacias de diverso orden en el contexto de debates abiertos y competitivos. Esa es la tarea decisiva de los antes aludidos ateneos.

Este es el sentido del proverbio chino en cuanto a que “el pez se pudre por la cabeza” o el pasaje bíblico en el sentido de aquello de “heriré al pastor y el rebaño se dispersará”. Por esto es que cuando se observa la degradación de empresarios, sacerdotes y equivalentes y la decadencia en los colegios y universidades, puede anticiparse el desbarranque puesto que no hay mojones o puntos de referencia congruentes con el espíritu de libertad.

En definitiva, es la gente la que dirige a los políticos en funciones  sea por acción u omisión. Esta es la fuerza que debe ser utilizada todos los días en la trabajosa tarea por comprender y difundir los valores de la sociedad abierta. Abdicar de tamaña responsabilidad es entregar las vidas y las haciendas a los leones. Ese es el sentido por el que los Padres Fundadores en Estados Unidos insistían en que “el precio de la libertad es su eterna vigilancia”. Todos estamos interesados en que se nos respete independientemente de cuales sean nuestras profesiones e inclinaciones, por tanto, todos los días debemos contribuir a las ideas que se sustentan en ese respeto y consideración elemental.

Es más cómodo mirar para otro lado y seguir empeñados en nuestros arbitrajes personales, muy legítimos por cierto pero que no sobreviven sin un marco civilizado. Dentro nuestro está la solución y no en proclamar que debe aparecer como por arte de magia un político que nos resuelva todo. Se dice que la política es el arte de lo posible, lo cual es una perogrullada pero la tarea de quienes no están en la arena política es hacer que lo posible resulte mejor, esto es, correr el eje del debate para que lo que aparece como políticamente imposible sea posible, situación que nunca ocurre si todos adhieren a lo que al momento cuenta con generalizada aceptación.

Por todo esto es que el timón de los acontecimientos se encuentra nada más y nada menos que en las preferencias y las acciones cotidianas de la gente. El asunto radica en abandonar el escepticismo y la apatía y poner manos a la obra cuanto antes. Se ha dicho que las tareas educativas son de largo plazo, es cierto pero cuanto antes se comiencen mejor será. Como ha dicho Mao Tse-Tung (que desde luego no es mi autor favorito): “la marcha más larga comienza con el primer paso” o como ha aconsejado el marxista Antonio Gramsci “tomen la cultura y la educación y el resto se dará por añadidura”. No hay sustituto para la trasmisión de ideas. El timón está a disposición de la gente, el asunto es que lo use para navegar por aguas tranquilas y no se deje engatusar por polizontes que apuntan al naufragio.

*Publicado en Diario de América, New York.
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