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La Cultura Inflacionaria Pudo Más Que la Ley

 

Por qué no se cumplen las prescripciones de la Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina, que lo obligan a defender la estabilidad de la moneda y no recibir órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo Nacional? La respuesta es porque la ley 24.144 (que en 1992 estableció las prerrogativas y obligaciones de esta institución) es contraria a la cultura inflacionaria prevaleciente en el país, lo que significa que su violación no preocupa demasiado a la mayoría de la población y -lamentablemente-tampoco a la mayoría de la dirigencia. Es un caso parecido al del artículo 29 de la Constitución, que tiene por “infames traidores a la patria” a los legisladores que votan poderes extraordinarios, pero cuya violación reiterada no genera sanciones porque ese artículo también es contrario a la cultura prevaleciente: en este caso, la cultura de caudillos.  Ambos casos se inscribirían dentro del caso general que dice que en la Argentina cuando una ley es contraria a la cultura prevaleciente, a menos que la dirigencia haga un esfuerzo explícito para que la ley cumpla, la misma no se cumplirá y nadie será sancionado. La experiencia de la segunda mitad del siglo XX es elocuente: La Argentina fue entonces una sociedad mayoritariamente adicta a la inflación como sistema. Y esto fue porque se trata de un impuesto que la mitad más rica del país logra eludir (sin incumplir con ninguna ley) y que la mitad más pobre paga, pero sin lograr comprender su verdadera naturaleza. La dificultad de este grupo para comprender la naturaleza monetaria de la inflación hace que ‘compre‘ el mensaje de demagogos que le dicen que la culpa es de quienes ‘suben los precios‘. ¿Que mejor para muchos políticos irresponsables que un impuesto por el que no hay que rendir cuentas, que no es resistido por nadie y que, por el contrario, más de uno alaba como “progre” afirmando que sin inflación no habría crecimiento? A estos últimos habría que preguntarles cómo hicieron los países que tienen el doble o el triple del ingreso per capita argentino y un décimo de nuestra inflación. La ley que estableció la Carta Orgánica del banco central fue aprobada por el Congreso de la Nación en septiembre de 1992 cuando la sociedad estaba todavía bajo el shock de las hiperinflaciones de 1989 a 1991. Dicha ley tomó algo de las normas que crearon al Banco Central de la República Argentina en 1935 - normas que fueron arrasadas en 1946 - y le dio a la institución los mandatos y la autonomía que tienen los bancos centrales exitosos. Pero tras una década, pasados los miedos, se volvió a las andadas. Alarma y desilusiona la complicidad de parte tan grande de la dirigencia con algo que se sabe objetivamente malo. Convencida que la inflación no es su responsabilidad (porque descree del vínculo entre el crecimiento de los precios y el de la cantidad de dinero) y quela Carta Orgánica vigente no refleja la voluntad de la mayoría, la presidente del banco central la ignora olímpicamente. Y no tiene -ni teme- sanción porque sabe que juega a favor de la cultura general, como tampoco la tienen los legisladores que votan superpoderes para el Poder Ejecutivo. Porque cuando la mayoría dirigente es irresponsable y timorata, la cultura mata a la ley.

*Martin Lagos es consejero academico de LyP, publicado en El Cronista.
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Nace Otro Adefesio en Caracas

 
En Venezuela, acaba de constituirse una nueva organización continental que, por razones políticas, excluye a Canadá y Estados Unidos, que adoptó el rimbombante y grandilocuente nombre de Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños que naturalmente tiene su sigla: CELAC. Esta novel entidad se agrega y superpone a UNASUR, ALADI, MERCOSUR, CAN, OEA, CEPAL, CARICOM y SELA, todas con sus funcionarios, organigramas, estatutos y demás parafernalia.
Tengo un libro en mi biblioteca cuyo título ilustra lo que quiero trasmitir en esta nota: Organismos internacionales, expertos y otras plagas de este siglo de Ángel Castro Cid, profesor de derecho en la Universidad de Chile en el que se lee que “hoy, en cambio, los economistas siembran el oscurantismo en todo el globo; el flagelo de los planificadores azota a la humanidad entera y los expertos muestran por todas partes su lenguaje esotérico y sus mentes difusas. Ni siquiera los esquimales o los watusis se encuentran libres de los organismos internacionales, cuyas misiones pueden caerles en cualquier momento, con la velocidad del avión y la potencia destructiva de la bomba atómica […] Nos infunde respeto la oscuridad del lenguaje de quienes nos guían, y no nos detenemos a meditar si ella obedece a profundidad conceptual o a poca claridad de las ideas”. Hace años se publicó  en la revista Newsweek un artículo de Philip Brougthton que aludía al léxico sibilino y pastoso de los burócratas internacionales para lo que ilustró su punto con un cuadro de tres columnas de nueve palabras en cada una e invitaba a los lectores a combinar una palabra de cada columna para el armado de expresiones típicas en los ensayos, libros y, sobre todo, documentos de trabajo de megalómanos. Recojo cinco ejemplos traducidos, siguiendo la metodología sugerida: “programación funcional equilibrada”, “movilidad estructural paralela”, “proyección direccional sistemática”, “instrumentación global integrada” y “dinámica operacional coordinada”. Esta palabrería hueca sirve para impresionar a los incautos y es la cáscara que envuelve los deseos superlativos de funcionarios estatales que aspiran a incrementar su poder sobre la vida y la hacienda del prójimo bloqueándoles todo resquicio de confort mientras ellos viajan en primera clase, se hospedan en suntuosas suites de hoteles de lujo, pasan por las aduanas sin ser revisados y obtienen suculentas remuneraciones, todo a cargo de los contribuyentes. En Venezuela, acaba de constituirse una nueva organización continental que, por razones políticas, excluye a Canadá y Estados Unidos, que adoptó el rimbombante y grandilocuente nombre de Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños que naturalmente tiene su sigla: CELAC. Esta novel entidad se agrega y superpone a UNASUR, ALADI, MERCOSUR, CAN, OEA, CEPAL, CARICOM y SELA, todas con sus funcionarios, organigramas, estatutos y demás parafernalia. Se dice que en este caso no habrá costos adicionales aunque la sola inauguración significó viajes de mandatarios, adiposas comitivas, hotelería, comidas suculentas y bebidas de todo tipo, estrambóticos ramos florales en los salones del evento, equipos de audio, fotógrafos y regalos entre mandatarios. En la sesión en la que hacía uso de la palabra Raúl Castro hubo una multitudinaria y ruidosa marcha de protesta en Caracas, en las inmediaciones del lugar en donde se celebraba la reunión, “por el insoportable desempleo, alta inflación y la inaceptable inseguridad”. El orador interrumpió su discurso para preguntar a que se debían las explosiones y el griterío a lo que Chávez respondió que era “para festejar el establecimiento de la organización”. Por su parte, Rafael Correa de Ecuador, Porfirio Lobos de Honduras y Ricardo Martinelli de Panamá la emprendieron contra el periodismo independiente a lo que se agregaron las reiteradas expresiones de Ortega de Nicaragua en el sentido de condenar enfáticamente la tradición filosófica de Estados Unidos (y no por su actual latinoamericanización), todo ello con el aval del dueño de casa que puso de manifiesto “la valentía” de semejantes declaraciones con el epílogo de suscribir la política de Irán. Por otro lado, Cristina Kirchner de Argentina dijo que había que “aprovechar esta oportunidad para convertirnos en protagonistas del mundo” y “encarar de manera efectiva la crisis económica mundial” que a su modo ejemplifica con el envío de gendarmes y sabuesos al mercado cambiario para amedrentar a los demandante de dólares en Buenos Aires. Por otro lado, informa Prensa Latina que Evo Morales de Bolivia conjeturó que “Luego de 500 años de resistencia indígena, 200 años de independencia, por fin nos juntamos para liberarnos”. Finalmente, dos de los mandatarios presentes declararon “off the record” que asistían “por razones estrictamente diplomáticas”. Por su parte, la denominada “Juventud Rebelde de Cuba” declaró que CELAC “es un hito en la historia mundial” y que con eso “estamos enviando un mensaje a los indignados y pobres del mundo”, suscribiendo con entusiasmo la Declaración de Caracas de 39 puntos, la mayor parte de los cuales resulta anodina como suele suceder en los ámbitos de organismos internacionales al efecto de recolectar el mayor número de adhesiones posible, salvo el punto 30 que declara la “participación voluntaria” para suscribir una larga serie de otros documentos con fuerte carga estatista y el punto 26 que apunta a la “reducción de desigualdades sociales”, desigualdades que en gran medida se generan, por una parte, como fruto de la cópula entre empresarios que surgen de la dádiva y los aparatos gubernamentales y, por otra, consecuencia de las alarmantes corrupciones de gobernantes, puesto que las desigualdades en el contexto del mercado libre se deben a las votaciones que a diario efectúa la gente en el supermercado y afines, con lo que las consecuentes tasas de capitalización permiten elevar salarios en términos reales. No solo descreo en general de los organismos internacionales (excepto los del tipo de Interpol, siempre que se incluya en sus funciones el atrapar a gobernantes que se fugan con dineros malhabidos) y creo en marcos institucionales que garanticen y aseguren la protección de derechos individuales, sino que, a esta altura de los acontecimientos, descreo de la existencia de embajadas las cuales se establecieron al efecto de adelantarse a posibles conflictos en vista de la precariedad de los medios de comunicación de épocas remotas. Pero, hoy en día, con Internet y la posibilidad de teleconferencias, no tiene sentido continuar con costosas estructuras del tiempo de la carreta, las cuales pueden suplirse con un simple consulado (la embajada norteamericana que se está construyendo en Irak tiene semejanzas con el Vaticano). Incluso, las actividades comerciales se llevan a cabo de un mejor modo a través de la comunidad empresaria (Guatemala no mantiene relaciones diplomáticas con China y, sin embargo, es el país con el volumen más alto de comercio por habitante de Latinoamérica con China). Las reverencias, los saludos y las pomposas formaciones en los aeropuertos, las alfombras coloradas, las ceremonias, las marchas militares, los discursos y los elogios desmedidos (nunca tienen en cuenta aquello de que “entre lo sublime y lo ridículo hay solo un paso”), son parte esencial y alimento vital de los demagogos del momento, cuya incontinencia verbal y desproporción en el uso del idioma es directamente proporcional a la pauperización de quienes habitan en sus jurisdicciones. Ese es el sentido por el que propuse retomar el debate en la asamblea constituyente de Estados Unidos sobre la conveniencia de designar un Triunvirato en el Ejecutivo: es para aplacar tanta arrogancia y soberbia y mitigar en algo el deseo irrefrenable del caudillo (y mejor aún si se eligiera por sorteo como sugirió Montesquieu, en cuyo caso la atención se concentraría en limitar el poder puesto que cualquiera lo podría ocupar). Es por eso que en el último debate presidencial en Estados Unidos, Rick Perry ha sugerido que el Legislativo se limite a sesionar dos meses en el año y durante el resto del tiempo cada uno se dedique a actividades útiles ya que constituye un peligro la carrera por dictar leyes (“la inflación de las leyes se traduce en su depreciación” ha sentenciado Palniol). Es por eso que Bruno Leoni insiste en retomar la costumbre del common law y la República romana de contar con jueces en competencia en un proceso de descubrimiento del derecho y no de ingeniería legislativa, limitando al Parlamento a sus funciones originales, es decir, administrar y controlar las finanzas del rey o el emperador y abstenerse de fabricar nueva legislación frente a cada problema que se presenta, que además de encorsetar la situación la estropea. Por último, es por ello que los Padres Fundadores estadounidenses subrayaban la importancia de descentralizar el poder vía el federalismo, al contrario de lo que proponen los entusiastas de los centralizadores y unitarios organismos internacionales. Si queremos que las cosas cambien pero mantenemos las mismas “vacas sagradas”, el resultado no se modificará un ápice. Afortunadamente hay quienes trabajan denodadamente para revertir la situación con propuestas de fondo que revelan honestidad intelectual y coraje moral que evitan a toda costa lo que Hannah Arendt bautizó como “el síndrome de la indefensión” que es el darse por vencido paralizado por la inacción, el pesimismo, la desidia y el miedo. Se requiere más recato y pudor en las funciones gubernamentales que, en esta instancia del proceso de evolución cultural, se limiten a la seguridad y la justicia, que, como hemos dicho una y otra vez, son las faenas que en general no cumplen para dedicarse a otras que no solo no le competen sino que dañan los intereses de la gente. En lugar de crear nuevos organismos internacionales superpuestos a los anteriores, los aparatos estatales debieran retomar la senda del constitucionalismo liberal al efecto de abrir  cauces a la energía creadora que da lugar a niveles de vida más dignos y fortalece el respeto recíproco.
*Publicado en Diario de America, NY
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Historia. Un traje a medida.

 

La implementación de un Instituto de Revisionismo Histórico en Argentina, reinstala, con inusual potencia, un debate que convive con nosotros desde hace años.Es que el sistema de educación pública, tan ciegamente defendido por la totalidad del arco político global, viene nutriendo, desde hace décadas, un compulsivo esquema de adoctrinamiento que sigue evolucionado peligrosamente.Nuestros niños, vienen siendo instruidos en el sistema escolar de un modo cada vez más burdo, más lineal, menos disimulado. La idea central del sistema es implantar “sus” paradigmas correctos, para que eso funcione como un lente a través del cual evaluar lo bueno y lo malo,Esa ideologizada perspectiva es la que intenta evitar que los más jóvenes desarrollen un juicio crítico, para que ellos no tengan que pensar y que solo procesen información previamente masticada por otros. De hecho manuales, docentes, todo el material disponible y sugerido, se inscribe en un alineamiento de los hechos que se corresponde con el discurso único.

En este marco, no sorprende la creación del nuevo Instituto Estatal en Argentina. Se trata solo de un escalón más, un peldaño adicional, vulgar y alevoso, que muestra el grado de impunidad de un sector de la sociedad, que se cree con un extraño derecho concedido por una circunstancial mayoría electoral, para imponer su visión al resto de sus conciudadanos.

Después de todo es el formato que vienen aplicando en muchos aspectos. Ellos entienden a la democracia como un botín, como un premio para el que gana una elección. Bajo ese precepto, el que logra la eventual mayoría, obtiene ese derecho de imponer su mirada a los demás.

Aún muchos ciudadanos de nuestros países siguen creyendo que la democracia es un fin en sí mismo, sin comprender que solo se trata de un  medio, ineficiente por cierto, aunque el menos imperfecto que hayamos construido, hasta hoy, los seres humanos para vivir en paz y armonía.

Algunos fundamentalistas de la democracia que ejercen con profunda vocación de poder su actividad política, han desarrollado una reinterpretación del concepto, poniendo especial hincapié en la necesidad de conceder al triunfador, amplios poderes para hacer y deshacer a su gusto.

En realidad los sistemas de gobierno, cualquiera que sean, acertados o equivocados, con más o menos defectos, pretenden encontrar mecanismos para garantizar el pleno ejercicio de los derechos individuales, un adecuado esquema de normas tendientes a permitir una vida repleta de acuerdos, consensos y modos de vida compartidos.

No son sistemas para imponer, para hacer claudicar al resto, para doblegar con la moral propia a la ajena. La convivencia supone tolerancia, respeto por la diversidad, vivir y dejar vivir, y no como siguen pretendiendo algunos, una herramienta para obligar a los demás, para escarmentar a los que no piensan igual.

Sin embargo, en nuestro país, avanza este Instituto de Revisionismo Histórico, para reinterpretar lo hasta acá conocido. Y habrá que decir que el objetivo no es descartable. Después de todo, cualquier ciudadano o grupo de ellos que pretenda reunirse voluntariamente para desarrollar una actividad lícita, están en pleno derecho de hacerlo.

Lo inmoral, es hacerlo desde un gobierno, usar el Estado para ello, apelando a la utilización de recursos detraídos previamente de la comunidad ( toda ) vía impuestos para hacer prevalecer una mirada por sobre las del resto.

El problema no es lo que hacen, sino la soberbia, la discrecionalidad y el  autoritarismo ejercido sobre el mecanismo de pretender que todos paguen con sus recursos su visión, una mirada que ni siquiera comparten, solo porque ellos quieren que sea la que prevalezca.

El argumento reiterado hasta el cansancio por los defensores de esta temeraria iniciativa, es que consideran que el relato vigente es el opuesto, y que ellos también tienen derecho a que su visión sea escuchada igualmente.

El derecho es indiscutible. Lo que no resulta razonable es pretender que TODOS financien su pluralismo retórico. El Estado está para garantizar derechos no para imponer visiones ajenas a la totalidad de los habitantes de una comunidad.

Y si tan loable es su mirada, si tan necesaria es esa reinterpretación de la historia para rescatar personajes de la misma, pues seguramente no faltaran personas dispuestas a aportar los fondos necesarios de modo voluntario para tan noble causa.

Investigar la historia, seguir hurgando en nueva información que enriquezca con nuevas percepciones sobre los hechos, es bienvenida. Ahora, montar un Instituto Estatal con un sesgo preanunciado en el decreto de creación que dice entre sus metas “reivindicar a todas y todos los que defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante” es realmente una aberración digna de ser cuestionada.

El conocimiento científico siempre merece ser revisado, siempre, pero no a cualquier precio ni utilizando medios inadecuados, sino desde la seriedad, el profesionalismo y la ética imprescindible para que el resultado de esa investigación tenga el aval necesario. La ciencia llega a resultados después de cuestionarse mucho, y no arranca desde las conclusiones pretendidas para construir luego, desde allí, las premisas.

Evidentemente, no se conforman con obtener medios económicos esquilmando a todos para reescribir su interpretación de la historia, sino que ahora estos pseudo científicos pretenden que sus preferencias ideológicas conviertan a la historia en un verdadero traje a medida.

*Publicado en diariocrisol.com
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El Proyecto de Ley de Tierras Atenta Contra el Crecimiento Económico y la Constitución

 

Al proyecto de ley de tierras se lo presenta como una estrategia para proteger los intereses nacionales, pero por el contrario, atentará contra el crecimiento económico del país.

“En primer lugar, limita las inversiones extranjeras en un país que está demandando mayor inversión, como solicitó la presidenta en el discurso que dio durante la asunción de su segundo mandato”, dijo Aldo Abram, director de la fundación Libertad y Progreso (LyP).

“También perjudicará a todos los propietarios de tierras rurales ya que al restringir la demanda, se devaluará el valor de los campos. Esto es especialmente perjudicial para los pequeños productores que puedan necesitar vender o alquilar sus propiedades o que tendrán menos acceso al crédito para producir sus tierras; ya que éstos dependen del valor de la propiedad”, agregó Abram.

Según el director de LyP, también decrecerá el precio de los alquileres rurales. Hoy el 60% de las tierras en las que se desarrolla la producción agropecuaria son arrendadas. “Por lo tanto, los grandes beneficiarios serán los pool de siembra que basan su negocio en el alquiler de campos y los grandes productores que quieran comprar para expandirse”, señaló.

Tampoco hay evidencia de que un productor local vaya a cuidar más del recurso natural que el extranjero, en todo caso, los dos están sujetos a las mismas normas tendientes a preservar el medio ambiente.

Por último, el proyecto de Ley que se propone avanza sobre varios artículos de la Constitución Nacional (art. 14, 16, 20, 25 y 28, más el Preámbulo).

Anexo

A continuación se pueden leer los artículos de la Constitución Nacional a los que nos referimos

Art. 14.- Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar yejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.

Art. 16.- La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas.

Art. 20.- Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano;pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República.

Art. 25.- El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.

Art. 28.- Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio.

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Taylor Caldwell y las Predicciones

 
Se presentan casos múltiples en los que escritores de ficción aciertan mucho más respecto del futuro que los ampulosos comités gubernamentales constituidos y financiados con los recursos de los contribuyentes al efecto de pronosticar los sucesos por venir. En este aspeco, el caso de Taylor Caldwell sobresale por su actualidad.
Se presentan casos múltiples en los que escritores de ficción aciertan mucho más respecto del futuro que los ampulosos comités gubernamentales constituidos y financiados con los recursos de los contribuyentes al efecto de “pronosticar los sucesos por venir”. Tales han sido los casos, por ejemplo, en materia tecnológica de Julio Verne o H. G. Wells en el pasado o de Asimov o Carl Sagan más contemporáneamente y, en temas sociales, las novelas revestidas de un impresionante realismo, por orden de aparición: The New Utopia de Jerome K. Jerome, We de Yevzeny Zamayatin, The Lonley Crowd de David Reisman y, posteriormente, las célebres composiciones de Huxley y Orwell. El caso de Caldwell hoy sobresale por su actualidad: presenta un peligro enorme si su prognosis fuera correcta (como hasta ahora lamentablemente parece serlo en Estados Unidos) en su novela que lleva el mismo título de una de Morris West: The Devil's Advocate. El eje central de esta novela -escrita en 1952, repito y subrayo: en 1952- plantea la grave situación estadounidense en que ese país que en su ficción (¿ficción?) se vuelve socialista y, entre muchas otras cosas, escribe que “Siempre había una guerra. Siempre había un enemigo en alguna parte del mundo que había que aplastar […] Denle guerra a un nación y estará contenta de renunciar al sentimiento de libertad […] En los días en que América [del Norte] era una nación libre, sus padres deben haberles enseñado la larga tradición de libertad y orgullo en su país. Sus profesores tienen que haberles enseñado, y sus pastores, sus rabinos y sus sacerdotes. La bandera, en un momento, debe haber significado algo para ellos. La Constitución de los Estados Unidos, la Declaración de la Independencia: seguramente habría entre ellos quienes recordarán. ¿Por qué entonces permitieron que la Constitución se pusiera fuera de la ley? ¿Por qué desviaron sus miradas cuando sus artículos, uno por uno, fueron devorados por las ratas? ¿No hubo una sola hora en la que se sublevaron como hombres en sus corazones y levantaran la voz en protesta? […] Todo empezó tan casualmente, tan fácil y tantas palabras grandilocuentes. Comenzó con el uso odioso de la palabra `seguridad ` […] ¿Por qué han estado tan ansiosos de creer que cualquier gobierno resolvería los problemas por ellos, los cuales habían sido resueltos una y otra vez tan orgullosamente por sus padres?”.  Esta notable escritora de una treintena de trabajos extraordinarios (que hubieran sido más si su segundo marido no hubiera quemado parte de sus manuscritos inéditos), nació en Inglaterra y, a principios del siglo pasado, sus padres la llevaron a Estados Unidos cuando niña al efecto de brindarle a la familia un ámbito de mayor libertad, donde se radicó y obtuvo muchas distinciones como la Medalla de Oro de la National League of American Pen Women. A los doce años escribió su primera novela que fue elogiada y admirada por sus maestros y, de mayor, cultivó la amistad de las grandes personalidades de la época. Murió octogenaria en 1985, en su patria adoptiva, no sin cierta tribulación con el desabarranque que ya vislumbraba en el seno del baluarte del mundo libre. El párrafo que hemos transcripto de una de las obras de Taylor Caldwell penetra y se anticipa como nadie en el corazón del país en el que en su momento tuvo lugar el experimento más fértil en lo que va de la historia de la humanidad. También la autora llevó  a cabo una meticulosa faena de investigación respecto a la vida y obra de Cicerón en La columna de hierro. Encabeza este trabajo a modo de epígrafe una cita del hondo pensador y destacado tribuno romano en la que se lee una medulosa reflexión que resulta capital para entender el significado del derecho como un proceso de descubrimiento y no como uno de diseño e ingeniería social tal como nos tienen acostumbrados los megalómanos de la rama legislativa apoyada con entusiasmo por integrantes de las otras dos ramas de gobierno. El epígrafe de marras dice así “El poder y la ley no son sinónimos. La verdad es que con frecuencia se encuentran en irreductible oposición. Hay la Ley de Dios [la ley natural], de la cual proceden todas las leyes equitativas de los hombres y a la cual deben estos ajustarse si no quieren morir en la opresión, el caos y la desesperación. Divorciado de la Ley eterna e inmutable de Dios, establecida mucho antes de la fundición de los soles, el poder del hombre es perverso, no importa con que nobles palabras sea empleado o los motivos aducidos cuando se imponga. Los hombres de buena voluntad, atentos por tanto a la Ley dictada por Dios, se opondrán a los gobiernos regidos por los hombres, y si desean sobrevivir como nación, destruirán al gobierno que intente administrar justicia según el capricho o el poder de jueces venales”. En torno a este principio gira la labor de Caldwell al referirse a lo más excelso de la Roma de entonces como ejemplo para las futuras generaciones, especialmente en instantes en que -salvo honrosas excepciones- de las facultades de derecho no egresan abogados sino estudiantes de enjambres normativos que, en el mejor de los casos, recitan e identifican la legislación y el inciso correspondiente pero no tiene idea en que consiste el fundamento ni los mojones y puntos de referencia extramuros de la ley positiva. Estas dos citas contundentes y sumamente esclarecedoras ilustran bien las ocupaciones y preocupaciones de la escritora a la que nos referimos muy sucintamente en esta nota periodística pero que resultan suficientes para poner al descubierto dos de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo: lo que viene ocurriendo con los gobiernos norteamericanos y, estrechamente vinculado a esta decadencia, la manifiesta y generalizada incomprensión del significado y trascendencia del andamiaje jurídico universal del que habían bebido los Padres Fundadores y todos los jurisconsultos de las naciones más prósperas. En última instancia, en los distintos países de la actualidad, prevalece la degradada y enfermiza tendencia de gobernantes que consideran que las cosas ocurren por sus expresos mandatos y coordinaciones, sin percatarse que el orden de la libertad es el resultado de la interacción de millones de personas en un proceso de conocimientos siempre fraccionados y dispersos y que cuando se pretenden sustituir por dictados de los encaramados en la cima del poder político inexorablemente concentran ignorancia y generan desorden. Hoy resulta tragicómico prestar atención a los reiteradas peroratas de funcionarios públicos que la juegan de gerentes de una supuesta empresa que sería el país en el que operan donde los habitantes serían sus empleados, desconociendo olímpicamente la diferencia entre uno y otro caso y como si la sociedad abierta no estuviera formada por personas que persiguen muy diversos objetivos y que solo requieren marcos institucionales en los que se establece el respeto recíproco para progresar (el antedicho ejercicio gerencial también se comprueba en los últimos “State of the Union” presidenciales en el recinto del Congreso estadounidense). Entre otros autores, Lorenzo Infantino describe a las mil maravillas este fenómeno en su obra titulada Ignorancia y libertad en la que explica que los fantoches de referencia pretenden sustituir la falibilidad por el absolutismo característico del tribalismo que alimenta y nutre a la “sociedad cerrada” descripta en las elucubraciones popperianas de La sociedad abierta y sus enemigos. Afirma Infantino que “las instituciones liberales son para defenderse de los errores humanos” al efecto de “combatir la ignorancia” que “marca antropológicamente al hombre”. Este es el sentido del sabio dictum latino: ubi dubium ibi libertas (donde hay duda, hay libertad). Desafortunadamente los gobernantes de los que otrora eran países civilizados se están pareciendo a los déspotas de naciones cavernarias que todo lo pretendían resolver a puro golpe de timón con órdenes emanadas de discursos altisonantes y grandilocuentes, caracterizados tan ajustadamente por Woody Allen en Bananas. En su último libro recién aparecido, Niall Ferguson en la práctica comparte las preocupaciones de Taylor Caldwell: sostiene en su Civilization. The West and the Rest que el progreso no se debe a climas, a cantidad de colonias, a la suerte, ni a ningún otro factor que no sea las instituciones que se basan en garantizar el derecho de cada uno y, de modo especial, la protección a la propiedad privada, lo cual libera energía creativa para aplicar a las crecientes demandas de las sociedades avanzadas. Escribe Ferguson que “fue una idea la que hizo la diferencia crucial entre Gran Bretaña [sus colonias norteamericanas] e Iberoamérica, una idea acerca de cómo gobernarse. Algunas personas incurren en el error de llamar esa idea `democracia´ imaginando que cualquier país puede adoptarla meramente llamando a elecciones. En realidad, la democracia era la cima de un edificio que tenía sus fundamentos en el derecho, para ser preciso, en la santidad de la libertad individual y la seguridad de la propiedad privada”.  Pero, en este contexto y hablando de predicciones, debemos tener muy presente la advertencia de Paul Johnson cuando escribe que “Una de las lecciones de la historia que uno debe aprender, a pesar de ser algo desagradable, es que ninguna civilización puede darse por sentada. Su permanencia nunca estará garantizada; siempre habrá una edad oscura esperando a la vuelta de la esquina”. Como una nota al pie, es de interés apuntar que, en una línea diferente de predicciones, hay autores que se adelantan a su tiempo al introducir temas revolucionarios que sientan las bases de lo que vendrá. Tal ha sido, por ejemplo, el caso de Borges con Internet. Así lo pone de manifiesto Alfonso de Toro quien afirma que el autor argentino (cosmopolita, más bien) introdujo el pensamiento de la www (world wide web), especialmente aunque no exclusivamente en “El jardín de senderos que se bifurcan” y en “La biblioteca de Babel” que dice de Toro que “son como ventanas que se abren” y que “carece de interés si Borges no supo nada de computadoras ni de Internet, que en aquella época no existían. Solo importa la estructura de su pensamiento” todo lo cual lo consigna en su reciente libro Borges infinito. Borges virtual, testimonios a los que accedí gracias a la generosidad de María Castellano que me entregó documentos de su archivo personal. A veces, la futurología no se concreta en análisis de específicas y valiosas meditaciones del tipo de Huxley- Orwell-Taylor, sino que establecen los cimientos para futuras teorías de colosal trascendencia como es el caso de las ricas e imaginativas intuiciones borgeanas.
*Publicado en Diario de America, NY.
                                                               
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