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La Propiedad Privada bajo ataque

Supongamos que Ud. tiene una casa. Esa casa figura en el registro de propiedad a su nombre. Ud. cree que esa casa es de su propiedad. Pero supongamos que el gobierno decide si puede alquilarla o no, a qué precio puede alquilarla, a quién puede alquilar, cuánto tiempo puede alquilarla, si puede venderla o no e infinidad de otras restricciones. Bien, en ese caso la casa figurará a nombre suyo, pero no será de su propiedad porque el uso de la misma estará tan arbitrariamente restringido por el gobierno que el verdadero dueño de su casa será el Estado y no Ud. La propiedad estará a su nombre pero la disponibilidad de la propiedad estará en manos del Estado. Esto quiere decir que la propiedad privada no desaparece solamente cuando el Estado la confisca, sino que también desaparece, o se ve fuertemente limitada, cuando el Estado decide por Ud. sobre el uso de la misma.

Seguramente más de uno considerará que el siguiente párrafo es exagerado, pero Argentina está transitando el camino de la abolición de la propiedad privada cuando consideramos que la propiedad privada implica poder disponer libremente de ella.

Por ejemplo, tomemos el ejemplo de una persona que trabaja y tiene cierta capacidad de ahorro. Por el fruto de su trabajo recibe un pago en pesos, fruto de su trabajo que le pertenece. Esos pesos son propiedad privada del trabajador, pero el Estado le condiciona o le prohíbe la compra de dólares dependiendo de lo que decida la AFIP. Cuando la gente compra dólares como forma de ahorro es porque considera que los pesos que emite el BCRA no sirven como reserva de valor. Lo que hace el trabajador es defender sus ahorros, que son el fruto de su trabajo, pero el Estado no se lo permite o lo limita. Y aquí no corre el tema del control impositivo porque para eso están las declaraciones juradas anuales de ganancias en las cuales cada uno de nosotros tenemos que explicarle a la AFIP si generamos o no ese ahorro que destinamos a la compra de dólares. Para la AFIP todos somos sospechosos hasta que demostremos lo contrario, lo cual implica violar los derechos humanos, porque el gobierno, por no tener una moneda confiable, trata de frenar la compra de dólares destruyendo un principio jurídico que solo establecen las dictaduras: esto es. Todos son sospechosos hasta que se demuestre lo contrario. En vez de emitir una moneda confiable, el gobierno destruye su reserva de valor y obliga a la gente a tener pesos y no le permite defender sus ahorros, que finalmente, al ser el fruto de su trabajo, también es propiedad privada. En definitiva, al limitarle el acceso a la defensa de sus ahorros, el gobierno le confisca parte de sus ahorros con el impuesto inflacionario.

Sigamos con el ejemplo del trabajador que, con el fruto de su trabajo, decide comprarse algún bien importado. El Estado ha decidido que no tiene derecho a usar el fruto de su trabajo cómo a Ud. mejor le plazca, sino que, por serios problemas cambiarios, el gobierno limita el uso de la propiedad privada, decidiendo que Ud. con su esfuerzo diario no tiene derecho a comprar un producto importado. Lo limitan a comprar productos nacionales que por calidad o precio Ud. no quiere adquirir. Es más, tal vez Ud. quiera comprar un producto importado porque simplemente se le da la gana. Bien, el Estado ha decidió que su propiedad privada, su salario, puede usarse solo en lo que el Estado lo permite.

También, el Estado le aplicará un impuesto a las ganancias para financiar los llamados “planes sociales”. Sin ajuste por inflación de los mínimos no imponibles, el Estado le quitará una parte creciente del fruto de su trabajo. Ud. no podrá decidir a quién desea ayudar con su salario. El Estado ha decidido que le va a quitar a Ud. parte de su trabajo para que, en cadena, la presidente decida a quién le da y a quien no le da. Digamos que hace “beneficencia” con el dinero ajeno. El gobierno considera que tiene el monopolio de la “beneficencia” y que el resto de los argentinos somos todos avaros que no estamos dispuestos a ayudar a nuestros semejantes. Claro, al autoproclamarse como el único que tiene el monopolio de la “beneficencia” nadie puede controlar a quién beneficia, porqué lo beneficia y para qué lo beneficia.

Como gran “invento” de política económica, el gobierno ha decidido conformar una comisión multisectorial que se encargará de analizar los balances de las empresas de todos los sectores, definir si sus gerentes ganan mucho o poco, analizar sus costos y utilidades y decidir si ganan mucho o poco. De esta forma, supuestamente, el gobierno tendrá los elementos para definir qué aumento de salarios deberá pagar el sector privado según los “concienzudos” cálculos de los burócratas de turno.

Primera reflexión que surge inmediatamente. Ante la requisitoria de saber cuánto gana el gerente de una empresa, la respuesta sería: ¿y a Ud. que le importa? Ud. está en el Estado para defender el derecho a la vida, a la propiedad y la libertad de las personas, no para meterse, tipo KGB o SS, a averiguar cuánto gana mis gerentes. Para eso está la AFIP que recibe las declaraciones juradas anuales.

Respuesta del funcionario: “pero yo tengo el 54% de los votos”. Respuesta: Y a mí que me importa. Nuevamente, ese 54% solo lo habilita a utilizar el monopolio de la fuerza para defender mi derecho a la vida, la propiedad y la libertad. Ese 54% no le otorga poderes ilimitados para violentar los derechos individuales y el derecho de propiedad. No solo no lo habilita a violar los derechos del 46% que no la votó, sino que no lo habilita a violar el derecho de una sola persona. Ud. confunde método de elección con los derechos que le otorga ganar una elección. Primero están los derechos de las personas y los límites que tiene que tener el gobierno en el uso del monopolio de la fuerza, y luego está la forma de elección. Se lo digo más claro: la persona elegida no puede hacer un uso discriminado del monopolio de la fuerza. La forma de elegir es solo un mecanismo para ver quién administrará la cosa pública bajo las restricciones establecidas. Si quiere podemos cambiar el método y elegir al presidente tirando los dados, apostando a las cartas o arrojando una moneda al aire, pero lo que no está en debate son los derechos individuales, la propiedad privada y el derecho a la libertad y la vida. Esos derechos no pueden violarse ni con el 54% de los votos ni con el 99%.

Segundo punto económico. Esa comisión interministerial va a analizar los balances y decidirá qué aumento de salarios corresponde aplicar en base a las utilidades obtenidas por las empresas. Sería bueno recordarles a quienes integran esa comisión que los balances son historia. Que una empresa haya tenido utilidades “altas” no quiere decir que este año las vaya a repetir. Proyectar salarios futuros en base a utilidades empresariales pasadas es un disparate conceptual. Y mayor disparate es cuando estamos en un país en el que nadie puede hacer cálculo económico porque no tenemos moneda por efecto de la inflación y, encima, a un señor se le ocurre cambiar todo el tiempo las reglas de juego. ¿Quién puede definir la utilidad que va a tener este año si no sabe cuál será la carga tributaria que tendrá que afrontar, si podrá producir lo que espera producir porque en una de esas le prohíben importar insumos que le bajan la producción, le cortan la energía e infinidad de otras incertidumbres?

Si el gobierno quiere seguir el criterio de fijar salarios en base a utilidades de sus balances, lo primero que tiene que hacer es, como mínimo, bajarle el sueldo a los directivos de Aerolíneas Argentinas.

A la hora de fijar salarios por productividad, ¿qué salario le corresponde a Moreno por entorpecer la producción, destruir riqueza y disminuir la eficiencia de la economía Argentina?

Tercer punto, definir si una utilidad es alta o baja depende, entre otras cosas, del riesgo institucional en el cual se maneja la empresa. Si la arbitrariedad en las reglas de juego está a la orden del día, la incertidumbre institucional determina que el accionista le pida una tasa de rentabilidad muy alta a su inversión. Si el riesgo institucional es bajo, la tasa de rentabilidad que se le pedirá a la inversión será más baja.

El salario real se determina como cualquier otro precio de la economía. En un país en que se invierte mucho, se demanda mano de obra. La mayor demanda de mano de obra eleva los salarios. Si el BCRA no destroza la moneda generando inflación, la mayor demanda de mano de obra obligará a pagar más salarios para que el empleado no se vaya a otra empresa y elevará el poder de compra de los salarios. Por otro lado, si por cada trabajador aumenta el sotck de capital, su productividad mejora, hay más oferta de bienes en el mercado y más demanda de mano de obra con lo cual su salario real sube. Esta es la fórmula que no tiene atajos para la prosperidad no demagógica.

Como el gobierno no genera confianza para que haya inversiones, la productividad de la economía no crece y la demanda de trabajo hoy se mantiene en niveles cercanos a los de la crisis del 2002. Nadie quiere tomar una persona más en su empresa. A lo sumo reemplazará algún puesto de trabajo. Inflación, baja inversión y productividad hacen imposible que el salario real mejore. Dado que el gobierno no va a cambiar su rumbo intervencionista, lo que cabe esperar es que, en su desesperación por tratar de emparchar los líos que hace a diario, inevitablemente termine avanzando cada vez más sobre la propiedad privada.

Antes hablaba los salarios, una empresa hoy tiene que pedir permiso para importar, para girar utilidades, para comprar dólares, para exportar, para aumentar sus precios, para pagar importaciones y cuántas regulaciones más se le ocurra al gobierno. La realidad, les guste o no a los empresarios, es que han dejado de ser dueños de sus empresas. Solo se limitan a gerenciarlas en base a las pautas que le impone Moreno, pautas que responden a las necesidades políticas de Cristina Fernández.

Los accionistas de las empresas solo tienen a título nominal la propiedad de las mismas. El verdadero dueño es el Estado que les dice qué pueden y qué no pueden hacer con sus empresas, flujos, utilidades, estrategias comerciales, exportaciones, importaciones, los salarios que deben pagar, etc.

En síntesis, hoy Ud. con su salario, que es el fruto de su trabajo, solo puede comprar lo que le autorizan los burócratas de turno. Y Ud. con su empresa, solo puede hacer lo que le autorice a hacer el gobierno. La propiedad privada en Argentina está, como mínimo, limitada a los caprichos de los gobernantes.

Insisto, mi afirmación puede lucir exagerada cuando afirmo que la propiedad privada está bajo ataque. Si no me cree, espere un poco más y después hablamos.

*Publicado en Economía Para Todos, Buenos Aires.
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¿Crisis final del Capitalismo?

En estos momentos se está viviendo una crisis del capitalismo europeo, americano y japonés. Podríamos decir, una crisis del capitalismo geriátrico, en especial el europeo, rico pero anquilosado y con un Estado que allí debe ocuparse de la felicidad de todos: sólo trabajar 35 horas por semana, jubilarse antes de los 60 años y vivir de los demás hasta los 85 o 100 años. Inicialmente, altos impuestos para que el Estado después les de a cada uno lo mismo que les sacó, pero redistribuyéndolo hacia los que no lo produjeron. Para evitar quejas, en otra etapa, gran incremento del gasto público, primero cubierto con altos impuestos y después, cuando éstos llegan a un límite intolerable, recurriendo al incremento de la deuda pública, traspasando los límites de lo razonable ya sea colocando bonos soberanos o tomando crédito de los bancos.

Los bancos han colaborado con este sistema actuando como agentes de los gobiernos para vender su deuda al público o, con su falta de separación entre banca de inversión y banca comercial, colocando dinero del público en papeles de riesgoso recupero, pero papeles bien calificados por las agencias de rating, que luego éstas mismas degradarán cuando ya no sea posible salir del bono y cualquier profano note que esa inversión no será recuperable.

Todos aquellos que han comprado bonos de algunos países europeos se sienten como cuando uno llega al aeropuerto y allí se entera de que se ha sobrevendido el avión y muchos tendrán que quedarse esperando. La indignación puede ser grande, pero la situación no tiene remedio. Hay que esperar y perder. La cantidad de depósitos bancarios y bonos privados y públicos más los demás instrumentos financieros son muchísimo más grandes que la cantidad de los bienes reales disponibles. El sistema está sobrevendido, incluso mucho más de lo que las normas de Basilea II o III permiten, que es alrededor de 10 veces el capital de una entidad de crédito. Los que administran los sistemas financieros los dejan hacer esto, que es rifar las entidades financieras, bajo el supuesto de que todo el mundo que ahorra va seguir ahorrando en el futuro.

¿Qué pasa cuando todo el mundo duda de que le puedan devolver su ahorro con la misma capacidad de comprar cosas reales (no contabilidad) que tenía al inicio más algo adicional por esperar para realizar su consumo o su inversión real? Es lo que está pasando ahora con el capitalismo financiero que tendrá que remodelarse para seguir siendo creíble. El intento de seguir como "aquí no pasó nada" que intentan los bancos, fondos, hedged funds y demás no es viable, pero lo están intentando, quieren seguir con el juego de suma cero. Lo que pasa es que aún no se sabe cuál será el plan de negocios futuro de un banco o entidad financiera grande, así que intentan lo mismo, pero no funciona. Ellos mismos no pueden cambiar si no es con una crisis, que sería evitable si se pudiera razonar a tiempo de otra manera.

¿Donde está la fuente o razón ultima de este funcionamiento? Hay más de una razón, pero la principal está en que no es viable el capitalismo estatista de la Economía del Bienestar, principalmente europea, (aunque últimamente también impulsada por amplios sectores de la política americana).

El exceso de gasto público va burocratizando el sistema productivo que se vuelve anquilosado y no competitivo, no responde al no tener incentivos adecuados. En una situación así, las entidades financieras prefieren prestarle al Estado o actuar como agentes colocadores de bonos del Estado del Bienestar, bien calificados por las agencias de rating (la calificación de las empresas privadas o bancos siempre es menor que la de la deuda soberana del país en el que actúan). Pero llega un momento en que el Estado de Bienestar no puede devolver el dinero o pagar los bonos, y es degradado ahora, tarde, por las agencias de rating, con lo que el mecanismo llega a su fin de una manera caótica. Esto ocurre porque el sistema financiero no tiene límites bien establecidos de antemano que le impidan prestar antes de llegar a la cesación de pagos del Estado Benefactor financiado con deudas.

Esta no es, entonces, una crisis final del capitalismo como algunos autores la han titulado, sino de algunos excesos de ese sistema en países principalmente desarrollados. Crisis en lo que menos tiene el sistema de capitalista ya que es por un exceso de estatismo, por exceso del Estado del Bienestar.

La crisis final del capitalismo fue profetizada muchas veces por diversos autores, entre los que se destaca Karl Marx, según el cual la crisis se generaría por la revolución de la masa de desocupados que para él era creciente en este sistema, pero que nunca se produjo. También, posteriormente, profetizó lo mismo Lenin, en "El Imperialismo, etapa superior del Capitalismo", que al ver que no ocurrían las predicciones "del profeta de la justicia sin ternura", lo corrigió poniendo el énfasis en la plusvalía financiera, que al no poder aplicarse a ninguna producción, generaría en algún momento una crisis total del sistema. La única crisis final en los últimos 200 años fue la del sistema ideado por el marxismo-leninismo, con base en Rusia, la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas, el comunismo, que colapsó en 1989. En cambio los chinos, que son "comunistas políticamente" pero pragmáticos, adoptaron el capitalismo como sistema económico y están creciendo a "tasas chinas" del 9-10% anual en los últimos 35 años. Los actuales seguidores del marxismo-leninismo o sus variantes ideológicas, que son muchas, ven o desean ver una crisis final del capitalismo en las dificultades del sistema que ocurren con cierta regularidad. Esta crisis final no solo no ocurre, sino que esas fluctuaciones mejoran el funcionamiento práctico del capitalismo.

Desde que hay estudios sistemáticos de las crisis del capitalismo, desde 1620 hasta ahora, se registran 40 crisis, según Charles Kindledberger. Esto significa una crisis, de mayor a menor magnitud, cada 10 años. Ese es el periodo en que el sistema se depura de los excesos de los agentes económicos o financieros, excesos generalmente originados en fallas de los Estados, o por gastos públicos insostenibles financiados con deudas, o por falta de control de una regulación adecuada cumplible.

Puede ser que no nos guste el capitalismo, pero es el único sistema que obtiene resultados económicos espectaculares allí donde se aplica. Tiene mala prensa, especialmente entre los intelectuales, los que ponen el acento en sus problemas más que en sus logros. Pero es el sistema que te permite, por ejemplo, iniciar tus proyectos en un modesto garage y llegar a cambiar el mundo al cabo de pocos años, como fue el caso de Bill Gates. En el sistema opuesto, eso lo tendría que haber hecho el Estado y no cualquiera de nosotros que tuviera una idea e intentara desarrollarla, bien, regular o mal. Nosotros los argentinos no creemos mayormente en la libertad del capitalismo y preferimos el estatismo (que permite negocios para los amigos), a pesar de los resultados de largo plazo que están a la vista. Tenemos que ver mejor lo que más nos conviene.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires.
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La Invención de la Mentira

 

Estaba releyendo un discurso de Débora Giorgi sobre inversiones en el país. Debo confesar que mi ex compañera dela UCA parece ser más cristinista que la misma Cristina Fernández porque nos muestra un país que, según ella, es mejor que el que nos pinta CFK. Para ser justos, en rigor, cuando uno escucha a los funcionarios del gobierno, parece estar viendo una competencia para ver quién de ellos se deshace en alabanzas al modelo y a la gestión del kirchnerismo.

Pero bueno, cada uno tiene sus propias ideas y visión del mundo y no hay por qué molestarse. Lo cierto es que en ese discurso Giorgi sostuvo que: “la Argentina registró la tasa de inversión más alta de los últimos 30 años en el tercer trimestre de 2011, que llegó al 26,2 por ciento del PBI”. Debo confesar que me sorprendió que no dijera en los últimos 200 años como dice Cristina. Ahí se quedó corta en sus alabanzas al modelo. La próxima vez que se acuerde que tiene que decir que todo es mejor que en los últimos 200 años porque en el relato kirchnerista nadie puede superar lo hecho por el matrimonio desde 2003 ala fecha.

Pero volviendo al discurso, agregó: “Esto es producto del proceso de reindustrialización del país que permitió, desde 2008, sustituir importaciones por más de 10.000 millones de dólares”. Otra pifiada, tiene que recordar que todo lo bueno en Argentina comenzó en 2003. Nunca antes ni después que Néstor Kirchner llegó al gobierno gracias a la genial jugada política de Duhalde, el que, como gran jugador de ajedrez, pensó veinte jugadas adelante y Néstor le cantó mate en 2 jugadas.

Sigo con el discurso de Giorgi. Según la Ministro, el 28% de las inversiones anunciadas en 2011, que llegaron a los U$S 35.000 millones, según la información oficial, fueron destinados al sector de gas y petróleo.

El primer dato curioso de Giorgi es que no habla de inversiones realizadas por U$S 35.000 millones, sino que habla de ANUNCIOS de inversión. Me parece que hay una gran diferencia entre ANUNCIAR una inversión e INVERTIR. Dicho en castellano básico para que hasta un k pueda entenderlo: una cosa es decir y otra es hacer. Y la Ministro, siempre atenta a los discursos de Cristina para ver cuándo tiene que festejarle con una risa algo que diga la presidente, debería poder distinguir entre ANUNCIAR una inversión y REALIZAR una inversión.

Pero vayamos al tema de la sustitución de importaciones por el cual, el modelo (que ahora necesita sintonía fina con pequeños y quirúrgicos ajuste de tarifas de algo más del 100% superando al rodrigazo del 1975) permitió sustituir importaciones por U$S 10.000 millones. Si este número, que solo Él sabe de dónde salió, es cierto ¿por qué a Moreno le agarró el ataque de cerrar herméticamente las importaciones?

Si tan exitoso fue el modelo en sustituir importaciones, hoy no estaría tan necesitado de divisas comerciales cerrando la economía. La verdad es que no se entiende. Por un lado el modelo es fantástico porque generó sustitución de importaciones y por otro lado tienen que cerrar las importaciones para defender el trabajo argentino, según dichos de los funcionarios kirchneristas. O las inversiones que permitieron sustituir inversiones por U$S 10.000 millones producen basura que nadie quiere y por eso crecen las importaciones o en el discurso oficial hay algún dato que está mal.

Es más, según Giorgi el 28% de las inversiones fueron destinadas a gas y petróleo. Si tal es la envergadura de las inversiones del sector: ¿por qué las importaciones de combustibles aumentaron el 110% en 2011 respecto a 2010? Justamente, el 28% del aumento de las importaciones del 2011 (unos U$S 17.000 millones más que en 2010) se explican por el aumento de las importaciones de combustibles gracias a la horrorosa política energética del gobierno.

Pero, por un lado Giorgi, en sus alabanzas al modelo, dice que el sector tuvo grandes inversiones y a los pocos días, Cristina Fernández despotrica contra el sector diciendo que porque no invirtieron hubo que aumentar las importaciones de combustibles en un 110%. Me parece fantástico que los funcionarios kirchneristas les canten loas al modelo y a Cristina Fernández en particular. Si se sienten cómodos en el papel de grandes aduladores, al punto de hacer el ridículo, es algo que no me corresponde juzgar porque cada uno elige el grado de dignidad con que quiere vivir, pero, por lo menos, que sean un poco más prolijos cuando dan datos y dicen cosas, porque finalmente uno se termina confundiendo.

Gorgi dice que el sector de gas y petróleo bate récords de inversión y Cristina Fernández se queja porque las inversiones del sector no alcanzan y hay que importar más combustibles. Obviamente que la culpa nunca es de ellos, sino que siempre hay algún desestabilizador y conspirador que quiere terminar con la felicidad del pueblo argentino que el modelo, Él y ella le dieron al pueblo.

Cuando me tope con estas groseras contradicciones y falaces anuncios, porque, como decía antes, una cosa es ANUNCIAR inversiones y otra INVERTIR, me acordé de una película que estaba viendo con mi hijo por televisión. La película se llama La Invención de la Mentira (The Invention of Lying en inglés). En la película se plantea un mundo donde nadie miente. Nadie conoce la mentira. Si uno va a un banco y pide retirar un monto de dinero mayor al que dice el sistema que dispone, la cajera le entrega el dinero porque asume que el sistema está fallando y el cliente no miente.

En ese mundo en el que nadie miente, el personaje principal descubre que mintiendo puede obtener grandes beneficios en ese mundo en que nadie miente. Justamente lo descubre cuando va al banco a retirar un monto mayor al que tenía en su cuenta y la cajera le entrega la suma porque asume que el sistema falló. El personaje sigue mintiendo y ve cómo puede beneficiarse de la mentira, pero por momentos entra en contradicciones y tiene que inventar más mentiras para sostener la primera.

La película, que es una comedia, termina con un final feliz. La diferencia con la realidad argentina es que en la versión oficial The invention of lying es tan grande que cada vez tienen que inventar un lying mayor para poder justificar la lying anterior.

Debo reconocer que, por ahora, la invención de la mentira del modelo le está dando muy buenos resultados de apoyo de la gente. Eso sí, cada vez tendrán que agrandar la siguiente mentira para poder sostener el discurso de una realidad que no es tal, con lo cual, en algún momento la gente descubrirá The Invention of Lying del modelo. Lo que falta por ver es si tanto invento de mentira tiene un final feliz como el de la película, porque una cosa es la ficción de la película y otra la ficción que nos presenta el gobierno.

Como decía Lincoln: “Se puede mentir a pocos, mucho tiempo. Se puede mentir a muchos, poco tiempo. Pero no se puede mentir a todos, todo el tiempo”.

*Publicado en Economía Para Todos, Buenos Aires.
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Copago, eficiencia y justicia

Nadie se atreve a poner en cuestión el Estado del Bienestar, y por eso los socialistas de todos los partidos adulteran el asunto presentándolo como si el único problema de dicho Estado fuera "cómo lo pagamos". Tanto la retórica colectivista ("lo pagamos") como los mensajes ("salvemos la sanidad pública", etc.) apuntan a identificar la coacción política y legislativa con facetas características de la sociedad civil y los contratos voluntarios en el mercado. Al ser incuestionable el Welfare State, su análisis sólo pasa por aspectos organizativos y de gestión, como si el Estado fuera un tema de management o de urgencia solidaria que afectara a ciudadanos que tienen intereses en común, como una familia, una empresa o un club. En ese contexto de confusión se plantea el copago, que padece tres distorsiones.

En primer lugar, la que acabamos de mencionar: al tratarse al Estado como si fuera un club, entonces ante una situación crítica los socios deben acordar "cómo pagamos", "qué sacrificios hacemos", y "cómo salimos de esta crisis". Pero el Estado no es un club porque puede obligar a la gente a pagar, y hasta puede encarcelar a quien no pague. Esa coacción es, por cierto, y al revés de lo que se supone habitualmente, lo que priva al Estado de contenido ético plausible: no existe ninguna virtud en hacer cosas buenas si se hacen con bienes extraídos a la fuerza a una ciudadanía que no tiene otra alternativa que pagar. Por tanto, es una falacia alegar que como ha caído la recaudación entonces la sanidad pública es insostenible y resulta imprescindible obligar a la gente a pagar aún más.

La segunda distorsión es defender el copago no por motivos recaudatorios sino de eficiencia. Se dice que como la sanidad es "gratis", o parece serlo, se incentiva la conducta (perfectamente racional, por otra parte) del público a sobreutilizarla. La eficiencia requeriría ponerle un precio a lo que parece gratis, de modo que se moderara el consumo. Pero esto es lo que hacen los seres humanos libres, lo hace el mercado: los precios son las señales que nos orientan en nuestras compras y hacen que sean razonables, moderadas y ajustadas a nuestras ilimitadas necesidades y nuestros limitados presupuestos. Si pensamos que la redistribución coactiva conduce a la ineficiencia, habría que suprimirla por completo, y permitir que los recursos fueran asignados libremente en el mercado. Como nadie quiere hacer eso, que no nos vengan con el cuento de que el copago tiene una razón técnica de eficiencia en la asignación de unos recursos que jamás se plantea devolver a sus legítimos propietarios.

La tercera distorsión es la que afirma que el copago es una medida "justa". Este es un punto que apela al sentido común y es ampliamente compartido por personas de toda ideología y condición. En efecto: ¿cómo es posible que los jubilados con la pensión máxima no paguen absolutamente nada por los medicamentos? ¿cómo es posible que los ricos y los pobres paguen lo mismo en educación? etc. etc. La conclusión parece obvia: los ricos tienen que pagar más, y por tanto el copago es algo muy justo siempre que paguen más los que más tienen.

Sin embargo, los equívocos que rodean a esta idea son tan copiosos como los que aquejan a las otras dos. De entrada, quitarle a la gente el dinero de modo progresivo no es "más justo" que quitárselo de modo proporcional. ¡Lo más justo es no quitárselo de ninguna manera! La fiscalidad progresiva no es justa sino políticamente atractiva: el ciudadano medio puede pensar que lo que le quitan está justificado si a otros que ve como más ricos les quitan aún más. Por eso el Estado recurre al argumento de la discriminación, intentando probar que sus violaciones de la libertad operan siempre en aras del bien común (esto lo hace con el dinero y con todo: por ejemplo, viola la libertad de los fumadores pretextando que esa libertad vale menos que la salud pública, etc.).

En el mercado, los precios de los bienes y servicios son los mismos para todos los compradores, independientemente de su renta o riqueza. Si varían éstos, entonces los ciudadanos cambian el destino de sus compras (si compran los mismos objetos que antes, serán probablemente más caros y mejores), pero las cosas nuevas que se compran también tienen los mismos precios para todos los compradores. Precisamente como el Estado viola esta norma del mercado libre con la excusa de que no puede discriminar entre los ciudadanos, y a todos tiene que darles, por ejemplo, "sanidad universal y gratuita", el resultado es la explosión incontenible de los costes, y finalmente la discriminación del copago, que niega tanto la universalidad como la supuesta gratuidad. Cabe añadir que la sanidad y la educación públicas no son universales, porque millones de ciudadanos prefieren utilizar el suministro privado, con lo cual pagan dos veces.

Otra de las características del intervencionismo es la injusticia, la arbitrariedad y el caos de la coacción. El ejemplo del copago lo prueba claramente. Si los ricos tuvieran que pagar más por los medicamentos, por ejemplo, el mismo razonamiento podría aplicarse a muchos otros pagos, oficiales o no, públicos o privados, que no distinguen entre los ciudadanos: además de la patente dificultad de definir quiénes son exactamente los que más tienen o más ganan, o los ricos (la suma de sus bienes, los activos, el patrimonio, el salario, la renta, etc.), ¿por qué no pagan proporcionalmente más los más ricos por el gas, el agua o la luz, o cuando superan los límites de velocidad, obtienen el DNI o el pasaporte, acuden a un notario o registrador, aparcan en sitios prohibidos, o echan gasolina?

No hay que olvidar, asimismo, que los ricos son un bonito señuelo para lo que importa al poder, que es someter a la población. Como los ricos son pocos por definición, y además no les importa nada una sanidad pública que no suelen utilizar ni unos medicamentos que pueden pagar sin reparos, aquí la única forma de que el copago tuviera algún efecto sería, como siempre, descargar su peso sobre la mayoría del pueblo, las llamadas clases medias.

Por último, una de las muestras de la desmoralización que provoca el intervencionismo es que anima el fraude. Si ya existe en una importante dimensión en los servicios públicos, no quiero ni pensar en cómo se extendería si la (inflada) burocracia empieza a discriminar entre los ciudadanos en su acceso a los servicios públicos y a castigarlos todavía más en función de su renta.

Post-scriptum. Terminado este artículo me entero de la airada reacción socialista ante la reforma judicial que plantea el pago de tasas si se quiere recurrir en segunda instancia. Alfred l’Écoutant rasgó sus vestiduras clamando por el retroceso en los "derechos" y la "discriminación" en contra de los pobres. Ignoro si se refería a los pobres que no tienen derecho a comprar leche y azúcar a precios más bajos que los que pagan los ricos, o a los pobres que están discriminados porque las políticas socialistas los han dejado sin trabajo.

*Publicado en Libremercado, Madrid.
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Mismas causas, mismos efectos

 

En una de las novelas de William Faulker -el rey en el manejo del factor tiempo, el pionero en los diálogos interiores, el maestro de las frases largas- se relata la vida de una mujer que asume riesgos con varones desconocidos hasta que la violan y la matan. Esto es lo que ocurre cuando se juega con fuego y hay empecinamiento en probar las mismas causas con la vana esperanza de que se sucedan otros efectos. Muy por el contrario, el afán de mejorar necesariamente apunta a modificar causas para el logro de otros resultados. En este sentido, en una entrevista a Faulker, realizada por Jean Stein en 1956, el autor sostiene que “Nunca hay que estar satisfecho con lo que se hace. Nunca es tan bueno como podría serlo. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que es posible hacer. No hay que preocuparse simplemente por ser mejor que los contemporáneos o que los predecesores. Hay que tratar de ser mejor que uno mismo”. Imposible de mejorar esta receta, en la misma dirección ha escrito Viktor Frankl: “Nunca dejes que lo que es se equipare a lo que debería ser”, en otros términos, siempre mantener proyectos nuevos con estándares más exigentes lo cual hace que se mantenga la llama ardiente y se renuevan las fuerzas vitales.

Daría la impresión que lo que actualmente se vive en el mundo es una especie de fantasía absurda y ridícula que consiste en pretender la obtención de resultados distintos aplicando las mismas medidas. Parecería que se ha olvidado aquello que ha repetido Einstein en cuanto a que es imposible esperar efectos diferentes si se adoptan idénticas causas.apuntar más alto de lo que es posible hacer. No hay que preocuparse simplemente por ser mejor que los contemporáneos o que los predecesores. Hay que tratar de ser mejor que uno mismo”. Imposible de mejorar esta receta, en la misma dirección ha escrito Viktor Frankl: “Nunca dejes que lo que es se equipare a lo que debería ser”, en otros términos, siempre mantener proyectos nuevos con estándares más exigentes lo cual hace que se mantenga la llama ardiente y se renuevan las fuerzas vitales.

Prestemos atención a algunas de las políticas propuestas para salir del atolladero económico. En lugar de prescindir de burócratas, se sugiere “congelar salarios de la administración pública” como si no se supiera que los funcionarios necesitan vivir y que por lo tanto requerirán la actualización de sus haberes. En vez de eliminar funciones del aparato estatal, se insiste en “recortarlas”, como si no se tuviera experiencia que, igual que sucede con la jardinería, las podas vigorizan el crecimiento. Se recomienda el estiramiento de la edad jubilatoria como si no significara postergar el problema actuarial inherente a sistemas estatales quebrados de reparto. Se adoptan políticas de “salvataje” a empresas irresponsables e ineptas con el fruto del trabajo ajeno con lo que se derrochan los siempre escasos recursos disponibles, lo cual afecta muy especialmente los ingresos de los más necesitados. Se instalan sistemas bancarios de reserva fraccional manipuladas por la banca central con lo que se permiten estados de insolvencia permanentes que se ponen al descubierto frente a crisis y cambios en la demanda de dinero. Se aceptan financiaciones provenientes de entidades internacionales coactivamente financiadas por los contribuyentes de diversos países, y así sucesivamente.

Estos son solo algunos de los ejemplos que a vuelapluma se pueden apuntar al efecto de ilustrar el punto en cuanto a la machacona perseverancia en mantener estructuras nefastas que carcomen el nivel de vida de las personas en medio de un clima en el que el Leviatán cercena cada vea más las libertades individuales y los consiguientes derechos.

Ahora los estatistas han encontrado otro canal fértil para atacar la propiedad privada a través de las figuras de la “subjetividad plural” y los “derechos difusos” en el contexto de la ecología. Por ejemplo, se pretende la intromisión en el uso y la disposición de lo propio en base al “calentamiento global” cuando opiniones autorizadas revelan que en los casos de perforación de la capa de ozono los rayos ultravioletas al tocar la superficie marina producen nubes de altura, lo cual se traduce en un enfriamiento global. En este tema y otros similares hay una dosis superlativa de arrogancia atribuyendo al hombre los fenómenos de la naturaleza, sin embargo, si prestamos atención a las series estadísticas, comprobaremos que las acciones humanas inciden muy poco. El periodista Glenn Beck mostró en televisión la mansión recién construida por Al Gore precisamente en la costa en la que pronosticaba que el mar subiría abruptamente como consecuencia del aludido calentamiento.

Por su parte, el valor de las arboledas se asigna en el mercado abierto del mismo modo que se establecen los precios de los medicamentos, si aquellas se aprecian se cotizan en relación a la importancia que se les atribuyen (eventualmente se ejecutarán proyectos conjuntos como una represa, sobre lo que ya he escrito en mi ensayo “Bienes públicos, externalidades y los free-riders: el argumento reconsiderado”, publicado en Chile, reproducido en varias revistas especializadas y ahora en Internet). Por su parte, la extinción de las especies animales se debe a la tragedia de los comunes, esto es, se debe a la ausencia de títulos de propiedad: por ello era que el ganado vacuno se estaba extinguiendo antes de la aparición del alambrado y la marca, por eso es que los elefantes estaban desapareciendo antes de la asignación de la manada a un dueño y por eso se exterminan las ballenas que no tienen censores que marcan la respectiva titularidad.

En la misma línea argumental, la alimentación transgénica ha permitido notables aumentos en la productividad, plantas resistentes a plagas y  pestes que, por ende, no requieren el uso de plaguicidas y pesticidas químicos, a la posibilidad de incrementar el valor nutriente, a la capacidad de incorporar ingredientes que fortalezcan la salud (incluyendo la disminución de alergias) y mejoren el medio ambiente y el enriquecimiento de los suelos. Estos descubrimientos son señalados, entre otras instituciones, por la American MedicalAssociation (AMA) de Estados Unidos y se encuentran consignados en libros como el compilado por Nicholas Kalaizandonakes titulado The Environment and the Economic Impact of Agbiotech:  A Global Prespective y en declaraciones de entidades que habitualmente no simpatizan con emprendimientos privados tal comola FAO de las Naciones Unidas que, sin embargo, se ha pronunciado a favor de estas innovaciones tecnológicas. Lo dicho no es para nada incompatible con que simultáneamente se trabajen otros procedimientos como los alimentos orgánicos en los que se excluyen todo tipo de agroquímicos y transgenéticos, para lo que se recurre a fertilizantes producto de la composta o abono orgánico que es el resultado de residuos animales y vegetales, pero todo en el contexto de sistemas abiertos y competitivos en cuanto al control de calidad en ausencia de aparatos estatales siempre politizados e inmunes a la competencia.

En todo caso, sea a través de la reiteración de políticas estatistas que una y otra vez han demostrado su rotundo fracaso o a través de la nueva moda del ambientalismo, de lo que se trata es de salir del túnel del tiempo y retomar la senda de la libertad, lo cual no puede hacerse mientra perduren las insolentes intromisiones del  Leviatán en todos los vericuetos de la vida de las personas. Por eso, retengamos que a mismas causas, mismos efectos. En este sentido, es indispensable conocer historia para no repetir errores tal como aconsejaba Cicerón cincuenta años antes de Cristo y para evitar lo que escribió el decimonónico Juan Bautista Alberdi en De la forma de gobierno en Sudamérica, que es también aplicable a otros lares: “Acostumbrado por la fábula, nuestro pueblo no quiere cambiarla por la historia”.

Si no se reacciona a tiempo y nos apartamos de las causas que nos traen tantos trastornos, vamos a terminar en la penosa farsa instalada por esa masa de carne de seres subhumanos que se exhibieron como animalitos en el entierro del tirano de Corea del Norte, simulando llanto en medio de convulsiones, saltitos ridículos y griterío histérico que han hecho estallar en carcajadas al más serio de los mortales y, para peor, los que no aparentaron con suficiente entusiasmo fueron castigados por el adiposo déspota-sucesor de la bestia de marras

Norbert Bilbeny en El idiota moral explica que “la necedad constituye un enemigo más peligroso que la maldad. Ante el mal podemos al menos protestar, dejarlo al descubierto y provocar en el que lo ha causado alguna sensación de malestar […] El necio deja de creer en los hechos e incluso los critica; se siente satisfecho de sí mismo […] Deberíamos, pues, siguiendo con la advertencia anterior, permanecer en guardia”. Además, la arrogancia superlativa del necio lo lleva a una sobreactuación permanente, es como decía mi amigo Floreal González: “no hay nada peor que un necio con iniciativa”.

Finalmente destaco que la reacción y la indignación por lo que viene ocurriendo no puede ser pedir más de lo mismo tal como lo hacen en distintas ciudades del mundo los autodenominados “indignados”, movidos por el panfleto (¡Indígante!) de Stéphane Hessel, una persona de gran valía por resistir a los criminales nazis pero que, muy paradójicamente, sugiere la aplicación del programa económico del nacionalsocialismo: estatizar empresas para evitar “la dictadura del mercado”, regular las contrataciones laborales que precisamente expulsan a los que más necesitan trabajar y también insiste en los sistemas quebrados socialistas de pensiones que en verdad son de una superlativa inseguridad antisocial.

*Publicado en Diario de América, New York.
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